martes, 6 de septiembre de 2016

Adolfo Nicolás, sj.: “Era un imposible pensar que uno de los nuestros fuese elegido Papa”


"Para los jesuitas era un imposible pensar que uno de los nuestros fuese elegido papa, sólo doscientos años tras la supresión y veinticinco después de una intervención papal en el gobierno de la Compañía". Las más prestigiosas revistas jesuitas europeas publican este mes de septiembre la entrevista que el jesuita Antonio Spadaro, director de La Civiltà Cattolica, ha hecho al Padre General de la Compañía de Jesús, Adolfo Nicolás Pachón, quien renunciará a su cargo el próximo mes.
En España, la encargada de su publicación ha sido la centenaria Razón y Fe. Puedes descargártela aquí. Para él "habiendo ya sucedido lo improbable, la elección de un Superior General bajo el pontificado del Papa Francisco, jesuita él mismo y por tanto buen conocedor de la Compañía, adquiere un significado especial".
Nicolás espera de la Congregación General, además de que elija un "buen Superior General", que el Papa se dirija a los participantes y les presente "sus sentimientos y preocupaciones", y que su fruto sea "una mejor vida religiosa en el espíritu del Evangelio y una renovada capacidad de imaginación (...) Necesitamos audacia, fantasía y valentía".
Y es que para este palentino de 80 años, que lleva en el cargo desde 2008, la Iglesia necesita "un lenguaje nuevo que use la sabiduría de los sabios, o la sabiduría del pueblo, para hablar una lengua que el mundo sea capaz de entender". Porque su visión del mundo es contracultural: "Tenemos ya que comenzar a concebir la humanidad como una unidad y no como un conjunto de países separados uno de otros por sus tradiciones, sus culturas y sus prejuicios. Es necesario pensar en una humanidad que necesita a Dios, que necesita una profundidad que sólo puede venir de la unión de todos".
Cree también que a la Iglesia le falta formación: "A la formación de los sacerdotes le falta algo. En primer lugar le falta una lectura más exigente del Nuevo Testamento. Para que el magisterio del Papa sea una realidad viva, hace falta hacer de la formación del clero ‘una formación para el discernimiento'".
El P. General responde con una serenidad interior que sabe mirar al pasado y al futuro sin sombras. Considera que "la vida religiosa va bien" y "se ha creado también una nueva esperanza en torno al Papa Francisco, que nos conoce muy bien y conoce el lugar que ocupa y la misión que tiene la vida religiosa en la Iglesia".
En 2013, durante otra entrevista concedida al mismo Spadaro, el Papa Francisco afirmó que los jesuitas debían ser personas "de pensamiento incompleto, de pensamiento abierto". Para el P. General eso significa que "tenemos mucho que aprender del silencio, de la humildad, de la sencilla discreción. El jesuita, como dije una vez en África, debe oler a tres cosas: a oveja, esto es, a lo que vive su gente, su comunidad; a biblioteca, es decir, a reflexión en profundidad; y a futuro, es decir a una apertura radical a la sorpresa de Dios. Creo que estas cosas pueden hacer del jesuita un hombre de pensamiento abierto".
Considera el P. General que los problemas de la Compañía de Jesús, "son los problemas de la humanidad, es decir la pobreza, el paro, la falta de sentido, la violencia, la ausencia de alegría". Y la pregunta es por tanto ¿cómo afrontar estos problemas? Para Nicolás Pachón "aquí entra el factor religioso, que lleva consigo poner al ‘otro' en primer lugar, con ese tipo de desasimiento que permite ir allá donde perdemos nuestra habitual seguridad".
 Religión Digital

El vídeo del Papa para una sociedad más humana.

Santa Teresa de Calcuta: El significado espiritual del relicario en su canonización


El relicario en el que se colocó las reliquias de Santa Teresa de Calcuta durante la Misa de canonización tenía un profundo significado espiritual.
La Oficina de Prensa del Vaticano, en colaboración con la postulación de la causa de canonización de la Madre Teresa, explicó que el relicario, que contiene un cabello y sangre de la Santa, está hecho de madera y tiene forma de cruz «porque desde el patíbulo de la Cruz Cristo hizo oír a la Madre Teresa sus tremendas palabras: ‘Tengo sed’. Cada leproso, enfermo, cada persona abandonada era como si repitiera estas sublimes palabras pronunciadas por el Señor».
La parte posterior de la cruz está tallada de un pedazo único de cedro del Líbano, y se ha elegido esta madera porque se considera emblema «de nobleza, magnificencia y belleza».
La parte anterior ha sido confeccionada con varias piezas de madera provenientes de personas y lugares «donde el sufrimiento aún prosigue», además de un pedazo de madera de un confesionario, «signo del perdón sacramental».
Como los miembros «del único cuerpo de Cristo aún sufren y piden el agua del amor», la parte donde están contenidas las reliquias de la Madre Teresa «tiene la forma de gota de agua para saciar la sed del sentido del sufrimiento vivido en la soledad».
La parte izquierda, «que muestra las tres líneas azules del sari (hábito) de la Madre Teresa, tiene forma curva que era como siempre estaba ella en oración y meditación, encorvada al servir a los pobres y para poder dar la idea de que ella siempre se nutría de la ternura de Dios».
La parte derecha tiene una superficie de color blanco, representando también el otro color del sari de Madre Teresa. Allí se han colocado las palabras en inglés «I thirst», en la caligrafía original de la Santa: las palabras que oyó de Jesús el 10 de septiembre de 1946.
Las dos partes del corazón resaltan porque están unidas por una línea circular que expresa el dinamismo de la misión de la Madre Teresa.
La elección de los colores blanco y azul, los colores del sari de las Misioneras de la Caridad, también representan a la Virgen María, de quien la Madre Teresa era muy devota.
La cruz de manera se colocó sobre una base metálica de fierro poco labrado para representar «cómo la sociedad siempre ha visto a la gente pobre que la Madre Teresa amaba con todo su corazón, a la que consideraba como un medio precioso para llegar a la plena unión con Jesús».
ACI

Francisco invita a pizza a 1500 pobres que asisten a la canonización de Madre Teresa


1.500 pobres, atendidos por las Misioneras de la Caridad en Italia, recibirán un regalo del Papa muy especial al finalizar la misa de canonización de Madre Teresa. Tal y como explica un comunicado distribuido por la oficina de prensa de la Santa Sede, en el atrio del Aula Pablo VI podrán comer pizza napolitana.
Los invitados, que proceden de los albergues que las hermanas gestionan en Italia –Milán, Bolonia, Florencia y Nápoles–, han viajado toda la noche en autobuses para participar primero en la canonización y después en la comida.
El almuerzo será servido por unas 250 hermanas de Madre Teresa, 50 hermanos de la congregación masculina y algunos voluntarios.
Las pizzas serán preparadas por una pizzería napolitana con su equipo de casi 20 personas y con el equipamiento móvil formado por 3 hornos.
Zenit

Padre Ángel: "Los voluntarios son los nuevos misioneros del siglo XXI"

Lleva años haciéndose presente en las catástrofes del mundo. Especialista en llevar consuelo a las tragedias más espeluznantes, el Padre Ángel quiso aprovechar su viaje a Roma, a la canonización de la Madre Teresa, para acercarse a Amatrice, la zona cero del reciente terremoto que sacudió el centro de Italia. Y para animar a los voluntarios de Remar que, en colaboración con Mensajeros, tiene allí montada su 'camper' desde el primer momento del seísmo.
Hay controles, como es lógico, en los accesos al pueblo. Nos dejan pasar porque vamos con David, uno de los voluntarios de Remar-Mensajeros. Me llama la atención que, cuando pasamos cerca de Rieti, la capital de la zona, no se percibe rastro alguno del seísmo. La comarca es bella, en plenos Apeninos, reluce de verdor y de vegetación en esta época del año.
Seguimos subiendo por carretera de montaña llena de curvas y llegamos a Montereale, una villa a 23 kilómetros de Amatrice, y ni rastro del terremoto. Pasamos por Aringo, a 13 kilómetros, y todo sigue incólume.
Por fin, divisamos Amatrice, en las faldas de dos impresionantes montañas. Desde la carretera se ve parte del pueblo en el fondo del valle con sus casas en pie. Solo cuando estamos entrando en la localidad, percibimos la primera señal del seísmo: el puente de los tres ojos, que cruza el río que pasa por el pueblo, se ha derrumbado. Pero los equipos de socorro italianos han levantado ya un nuevo puente, que permite cruzar el río sin problema.
Pero aún allí, a las puertas de Amatrice solo se palpa la cercanía de la tragedia por la abrumadora presencia de todo tipo de vehículos de protección civil, ambulancias, bomberos, cuerpos de seguridad, así como camiones, grúas y todo tipo de vehículos del Ejército. Hasta un helicóptero. 
Aparcamos la furgoneta al lado de la Camper de Remar-mensajeros y saludamos a los voluntarios. Seguimos sin  ver rastro de la tragedia. Pero no está lejos y todavía hoy, diez días después del terremoto, ha tenido que ser horrible. Se nota en la cara de pena de los voluntarios.
Guiados por ellos, nos acercamos a la zona cero, a unos 200 metros. Por el camino vemos los primeros signos de destrucción: una casa de cuatro pisos con los dos primeros destruidos y los otros dos prácticamente intactos.
Los voluntarios nos dan la primera explicación. Éste no fue un terremoto ondulatorio sino de sacudidas de abajo arriba. Por eso, se derrumbaron sobre sí mismas las construcciones cuyos cimientos fallaron. Las que aguantaron, algunas se rajaron, pero otras muchas se mantuvieron sin un rasguño. Sobre todo en la parte moderna de la localidad.
La panorámica cambia por completo en el centro del pueblo antiguo. Metido en un valle, sus casas se derrumbaron por completo. Hasta la iglesia se vino abajo y solo quedó de pie el campanario, con su reloj parado en las 3:37 de la madrugada. Y allí sigue, recordando la hora maldita.
En esta zona, que sólo nos permiten ver de lejos, la desolación es total. Las casas parecen tartas aplastadas por un gigante maligno. Algunas están absolutamente destruidas sobre sí mismas y conservan por encima de las ruinas parte del tejado y de la buhardilla.
"En esta casa perecieron aplastados una familia entera: padre, madre y dos hijos pequeños", nos cuentan los voluntarios. El padre Ángel se acerca, se agacha, señala tres peluches entre los escombros y coge un libro, un libro infantil sin tapas y con varias hojas arrancadas, y lo guarda en su bolsa de El Corte Inglés. "Son mis reliquias", dice, para explicar su gesto.

En cambio, a unos 50 metros de la zona cero, hay algunas casas colapsadas junto a otras sin apenas un rasguño. Un pabellón entero de la escuela primaria se derrumbó, mientras los otros dos aguantaron. La iglesia de San Agustín, en la parte alta del pueblo parece bombardeada: perdió parte del campanario y la zona del ábside. El resto sigue en pie, testigo mudo del dolor y la tragedia.
Han pasado 10 días de la tragedia y las televisiones siguen aquí. Tienen instalado un set improvisado en la calle para las conexiones, con la casa que sólo conserva la buhardilla de fondo. "¡Ojalá sigan aquí mucho tiempo. Mientras estén ellos, no se irán los miembros de las instituciones oficiales!", explica un voluntario de Remar-Mensajeros.
El Padre Ángel no puede menos que comparar la destrucción de Amatrice con otras catástrofes que vivió en primera persona. "Comparado con el terremoto de Haití no es nada, a pesar de ser toda una tragedia, especialmente por los casi 300 muertos. En Haití estaba todo arrasado. Hasta la catedral. La verdad es que los pobres siempre pagan más estas tragedias".
Y, cuando nos cruzamos con un grupo de voluntarios que saludan a los de Remar-Mensajeros, el Padre vuelve a comentar: "Éstos, los voluntarios, son los nuevos misioneros del siglo XXI y los que plasman en sus vidas y con sus obras la enorme solidaridad que hay hoy en la sociedad". De hecho, nos cuentan que, tras el terremoto, se lanzó una campaña solidaria por sms y, en sólo una semana, se recogieron 11 millones de euros.
Ante una casa totalmente destruida, el Padre Ángel, acompañado del inspector de los salesianos españoles, Juan Carlos Pérez Godoy, se detiene y reza en silencio, mientras cae la tarde y, a los lejos, se oye el canto de un gallo.
A su lado, Rubenei, un voluntario brasileño de Remar-Mensajeros, comenta casi con lágrimas en los ojos: "Somos nosotros los que destruimos la naturaleza. Éste es otro recado que Dios nos manda, una señal para decirnos 'estad atentos a mi creación'". No sabía el joven maestro de capoeira que, estaba repitiendo, sin saberlo, algo muy parecido a lo que había dicho el Papa.
En su mensaje para la Jornada de la Creación, Francisco proclama: "La tierra grita, porque hemos pecado. Escuchemos el grito de la tierra y de los pobres". Se lo comento a Rubenei y se queda estupefacto. Profundamente evangélico, no había leído ni escuchado el mensaje del Papa, pero se alegra de coincidir con él. Y añade: "Rezo para que los gobernantes miren más a los pobres y terminen con el sistema corrupto que padecemos tanto aquí como en Brasil, en todo el mundo".
Y es que, en el ambiente flota la sospecha de que algunas de las casi 300 víctimas podrían haberse evitado, si las rehabilitaciones de las viviendas se hubiesen hecho a conciencia. Como siempre en Italia, planea la sombra de los negocios interesados de la mafia.
De vuelta a la zona donde está la Camper de Remar-Mensajeros, el padre Ángel les anima a seguir en la brecha, les entrega un donativo y regresamos a Roma. Con el corazón encogido y una oración en los labios por las víctimas inocentes de este seísmo. A lo lejos, las montañas impertérritas y majestuosas, testigos del dolor de Amatrice.
Religión Digital

Pasó la noche orando. Escogió a doce y los nombró apóstoles





Lectura del santo Evangelio según san Lucas 6, 12-19
En aquellos días, Jesús salió al monte a orar y pasó la noche orando a Dios.
Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió de entre ellos a doce, a los que también nombró apóstoles: Simón, al que puso de nombre Pedro, y Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Simón, llamado el Zelotes; Judas el de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor.
Después de bajar con ellos, se paró en un llanura con un grupo grande de discípulos y una gran muchedumbre del pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón.
Venían a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; los atormentados por espíritus inmundos quedaban curados, y toda la gente trataba de tocarlo, porque salía de él una fuerza que los curaba a todos.
Palabra del Señor.