viernes, 22 de julio de 2016

María Magdalena, "apóstol de los apóstoles"

María Magdalena es una de las figuras femeninas más intrigantes para quien lee las Escrituras. Lo escribe Enzo Bianchi añadiendo que está presente en todos los evangelios junto a las otras discípulas de Jesús, mujeres de Galilea, es san Juan quien subraya su papel como mujer cercana al Señor y primer testigo de su resurrección.
Es significativo que en el cuarto evangelio aparezca junto a la cruz con la madre de Jesús, la hermana de la madre, María de Cleofás, y el discípulo amado del Señor. En la hora de Jesús, en la hora de la elevación del Hijo del hombre (cf. Jn, 3, 14; 8, 28) y su glorificación (cf. Jn, 12, 23), bajo la cruz se hallan presentes los amigos del Señor, los que están unidos a él por el amor y ahora han sido llamados para ser la comunidad de Jesús, con la escandalosa ausencia de todos los discípulos, menos uno.
Ahora María Magdalena está ahí, bajo la cruz, en la hora extrema de la vida de Jesús(cf. Jn, 19, 25), mientras los demás discípulos han huido, abandonándolo. Precisamente ella y el discípulo amado son los únicos testigos de la muerte de Jesús y su resurrección. En la cruz no dice nada y no hace nada, pero el tercer día después de la muerte, es decir, el primer día de la semana judía, de madrugada, cuando aún estaba oscuro, María va al sepulcro (cf. Jn, 20, 1-2.11-18). Según el cuarto evangelista, la suya es una iniciativa personal, pero en realidad el hecho de ir a la tumba, como figura típica y ejemplar, también representa a las demás mujeres que, según los evangelios sinópticos, también fueron con ella; por eso habla en plural, también en su nombre: «No sabemos dónde le han puesto».
Sin embargo hay que reconocer que, si es verdad que María Magdalena se ha ganado en Oriente el título de «isapóstolos», es decir, «igual que un apóstol», y en Occidente el de «apóstol de los apóstoles», en realidad nunca se le ha reconocido ningún valor eclesial, ni ninguna calidad ministerial.
Nos hallamos muy lejos de habernos tomado en serio las palabras de Rabano Mauro, un monje y obispo que vivió entre los siglos VIII y IX, el cual, en su biografía de María de Magdala (Vida de santa María Magdalena, 26-27), comenta la aparición a María de Jesús resucitado, subrayando que este hecho le confiere a esta mujer discípula una función decisiva en la Iglesia: «María cree en el Cristo, encontrando su fe en él al escuchar la deseada voz del Señor, y con su presencia tan deseada (...) Creyó firmemente que el Cristo, hijo de Dios, que ella vio resucitado, era el verdadero Dios, aquel que ella había amado cuando estaba vivo; que verdaderamente había resucitado de entre los muertos, aquel al que había visto morir (...) El Salvador, convencido de que el de María era un purísimo amor, (...) la eligió apóstol de su ascensión (...) como poco antes la había erigido en evangelista de la resurrección (...) Ella, elevada a tan alta dignidad de honor y de gracia por el mismo hijo de Dios y salvador nuestro, (...) no dudó en ejercer el ministerio de apóstol con el cual había sido honrada (...) María, con sus co-apóstoles, anunció el Evangelio de la resurrección de Cristo con las palabras: «He visto al Señor» (Jn, 20, 18), y profetizó su ascensión con las palabras: «Subo a mi Padre y vuestro Padre» (Jn, 20, 17)».
(Osservatore Romano)

El cardenal Parolin expresa su preocupación por Turquía


Poco después que el secretario de Estado de la Santa Sede, Pietro Parolin, expresó su preocupación por la situación que atraviesa Turquía, llega la noticia de que el Gobierno del presidente Recep Tayipp Erdogan  ha anunciado este jueves, la suspensión momentánea de la aplicación de la Convención Europea de los Derechos Humanos.
La medida ha sido anunciada por el viceprimer ministro turco Numan Kurtulmus, mientras el Parlamento se prepara para debatir el decreto que autoriza por tres meses la vigencia del Estado de Emergencia, indicando que “también Francia lo hizo”.
El miércoles, el Consejo de Ministros aprobó el decreto del Estado de Emergencia para combatir a los responsables del fallido golpe de Estado, destinado a derrocar al actual presidente Erdogan elegido democráticamente, por un gobierno favorable a un estado más laico.
La suspensión, de la Convención Europea permitiría a Turquía, cambiando la Constitución, que sea restablecida la pena de muerte, sin deber rendir cuentas a la Unión Europea (UE).
Turquía no pertenece a la UE, pero aspira a ser miembro de ella y una medida de este tipo fortalece las razones de quienes consideran que el país no se encuentra preparada para poder integrarse.
El secretario de Estado de la Santa Sede, Pietro Parolín señaló que lo está sucediendo no es positivo y es fuente de preocupación para todos. Añadió que la tensión está aumentado en el mundo y esto no es una buena condición para enfrentar y resolver los problemas.
“Esperemos que la sabiduría y la humanidad prevalgan y ayuden a las personas a buscar y encontrar las soluciones justas” dijo.
Dos días atrás el cardenal subrayó que en este momento histórico el punto de partida para resolver las actuales crisis en el mundo es “el respeto de la persona y de su dignidad”. Contrariamente, aseguró “viviremos cada vez más estas situaciones de odio, de violencia y de división, las cuales aumentarán”.
Zenit

Francisco envía su bendición al funeral de Carmen Hernández

El papa Francisco envió un mensaje con motivo del funeral de Carmen Hernández, cofundadora del Camino Neocatecumenal. La Misa de hoy en Madrid ha sido presidida por el cardenal arzobispo Carlos Osoro quien leyó el texto, y concelebrada por el presidente de la Conferencia Episcopal Española, Mons. Ricardo Blázquez, y los cardenales Mons. Antonio María Rouco Varela y Mons. Carlos Amigo.
El Papa reconoce que se ha emocionado al recibir la noticia del deceso de la señora Carmen y manifiesta su cercanía a los familiares y a todo el Camino Neocatecumenal. Agradece a Dios por el testimonio que ella ha dado y porque ha llevado el mensaje del Evangelio hasta las personas más olvidadas. Tras exhortar a los neocatecumenales a seguir en su empeño evangelizador, impartió en el rito de las exequias la bendición apostólica.
El texto completo del mensaje:
“Al Sr. Francisco (Kiko) Argüello
Camino Neocatecumenal
Madrid

He recibido con emoción la noticia de la muerte de la Sra. Carmen Hernández, después de una larga existencia marcada por su amor a Jesús y por un gran entusiasmo misionero.
En esta hora de dolorosa separación estoy espiritualmente cercano con mi afecto a todos los familiares y a todo el Camino Neocatecumenal, del que ella ha sido co-iniciadora, como también a cuantos han apreciado su ardor apostólico concretizado sobre todo al indicar un itinerario de redescubrimiento del bautismo y de educación permanente en la fe.
Doy gracias al Señor por el testimonio de esta mujer, animada por un sincero amor a la Iglesia, que ha gastado su vida en el anuncio de la Buena Noticia en cada lugar, también aquellos más alejados, no olvidando a las personas más marginadas.
Confío su alma a la Divina Bondad para que la acoja en el gozo de la Pascua eterna y anime a aquellos que la han conocido y a cuantos son parte del Camino Neocatecumenal a mantener viva su ansia evangelizadora, en una comunión activa con los obispos y sacerdotes y ejercitando la paciencia y la misericordia con todos.
Con este deseo, invoco la intercesión materna de la Virgen María e imparto a cuantos están presentes en el rito de exequias la bendición apostólica.
Franciscus PP”.
Fuente: Zenit

COMENTARIO DEL PAPA FRANCISCO AL EVANGELIO DE HOY: MARÍA MAGDALENA ANUNCIA LA RESURECCIÓN


“La Resurrección de Jesús es una alegría auténtica, profunda, basada en la certeza que Cristo resucitado ya no muere más, sino que está vivo y operante en la Iglesia y en el mundo.

Tal certeza habita en el corazón de los creyentes desde esa mañana de Pascua cuando las mujeres fueron al sepulcro de Jesús y los ángeles les dijeron: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?» (Lc 24, 5). «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?». 

Estas palabras son como una piedra miliar en la historia; pero también una «piedra de tropiezo», si no nos abrimos a la Buena Noticia, si pensamos que da menos fastidio un Jesús muerto que un Jesús vivo. En cambio, cuántas veces, en nuestro camino cotidiano, necesitamos que nos digan: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?». 

Cuántas veces buscamos la vida entre las cosas muertas, entre las cosas que no pueden dar vida, entre las cosas que hoy están y mañana ya no estarán, las cosas que pasan... «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?».

Lo necesitamos cuando nos encerramos en cualquier forma de egoísmo o de auto-complacencia; cuando nos dejamos seducir por los poderes terrenos y por las cosas de este mundo, olvidando a Dios y al prójimo; cuando ponemos nuestras esperanzas en vanidades mundanas, en el dinero, en el éxito. 

Entonces la Palabra de Dios nos dice: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?». ¿Por qué lo estás buscando allí? Eso no te puede dar vida. Sí, tal vez te dará una alegría de un minuto, de un día, de una semana, de un mes... ¿y luego? «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?». Esta frase debe entrar en el corazón...

No es fácil estar abiertos a Jesús. No se da por descontado aceptar la vida del Resucitado y su presencia en medio de nosotros. El Evangelio nos hace ver diversas reacciones: la del apóstol Tomás, la de María Magdalena y la de los dos discípulos de Emaús: nos hace bien confrontarnos con ellos. 

Tomás pone una condición a la fe, pide tocar la evidencia, las llagas; María Magdalena llora, lo ve pero no lo reconoce, se da cuenta de que es Jesús sólo cuando Él la llama por su nombre; los discípulos de Emaús, deprimidos y con sentimientos de fracaso, llegan al encuentro con Jesús dejándose acompañar por ese misterioso caminante. Cada uno por caminos distintos. Buscaban entre los muertos al que vive y fue el Señor mismo quien corrigió la ruta. 

Y yo, ¿qué hago? ¿Qué ruta sigo para encontrar a Cristo vivo? Èl estará siempre cerca de nosotros para corregir la ruta si nos equivocamos.

Hoy se dirige también a nosotros este interrogativo. Tú, ¿por qué buscas entre los muertos al que vive, tú que te cierras en ti mismo después de un fracaso y tú que no tienes ya la fuerza para rezar? ¿Por qué buscas entre los muertos al que está vivo, tú que te sientes solo, abandonado por los amigos o tal vez también por Dios? ¿Por qué buscas entre los muertos al que está vivo, tú que has perdido la esperanza y tú que te sientes encarcelado por tus pecados? ¿Por qué buscas entre los muertos al que está vivo, tú que aspiras a la belleza, a la perfección espiritual, a la justicia, a la paz?

Tenemos necesidad de escuchar y recordarnos recíprocamente la pregunta del ángel. Esta pregunta, «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?», nos ayuda a salir de nuestros espacios de tristeza y nos abre a los horizontes de la alegría y de la esperanza. Esa esperanza que mueve las piedras de los sepulcros y alienta a anunciar la Buena Noticia, capaz de generar vida nueva para los demás. 

Mirad hermanos y hermanas, Él está vivo, está con nosotros. No vayamos a los numerosos sepulcros que hoy te prometen algo, belleza, y luego no te dan nada. ¡Él está vivo! ¡No busquemos entre los muertos al que vive! Gracias”.

(Papa Francisco, catequesis del 23 de abril de 2014)

EVANGELIO DE HOY: MARÍA MAGDALENA ANUNCIA LA RESURECCIÓN


Lectura del santo evangelio según san Juan (20,1.11-18):
El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando.
Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús.
Ellos le preguntan: «Mujer, ¿por qué lloras?»
Ella les contesta: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.»
Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús.
Jesús le dice: «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?»
Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré.»
Jesús le dice: «¡María!»
Ella se vuelve y le dice: «¡Rabboni!», que significa: «¡Maestro!»
Jesús le dice: «Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: "Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro."»
María Magdalena fue y anunció a los discípulos: «He visto al Señor y ha dicho esto.»

Frei Betto: "La crisis no es un accidente del camino. Es la esencia del camino"


"No hay nada nuevo bajo el sol", destaca el Cohelet, autor del Eclesiastés. De hecho, todo cuanto nos causa preocupación e indignación -corrupción, violencia, irrespeto a los derechos humanos, etc.- ha sucedido siempre. La diferencia está en que antes vivíamos aislados en nuestra aldea y no existían, como hoy, medios de comunicación que globalizaran la información.
Desde que fui alumno de periodismo aprendí que el perro atropellado en la calle de mi barrio me interesa más que los dos mil chinos muertos en el terremoto de Shangai. Por eso nos afecta tanto la crisis brasileña. Y por consiguiente a nuestra vida espiritual. Nos vuelve más irritables, agresivos, pesimistas. Dejamos que la emoción se sobreponga a la razón.
Todos tenemos espiritualidad, incluso los desprovistos de fe religiosa. No se debe confundir espiritualidad y religión. Ésta es una institución; aquélla una vivencia. Y hay prácticas religiosas que ya no son fuentes de espiritualidad, así como hay espiritualidades que no son religiones, como el budismo.
La espiritualidad es la fuerza interior, cultivada en la oración o en la meditación, que nos mantiene vivos. Es alimentada también por el amor que nos une a la familia, la autoestima profesional, los valores que rigen nuestras actitudes y esperanzas (sueños, proyectos, etc.) y mueven nuestros pasos en dirección al futuro.
En tiempos de crisis todos nuestros paradigmas parecen desmoronarse. Amenaza el desempleo, decepciona la política, se oscurece el horizonte utópico, los valores pierden credibilidad. Es como la turbulencia de un avión: no tenemos el control para saber cuándo cesará, y en cualquier dirección que se mire hay un inmenso vacío...
El pueblo de la Biblia conoció situaciones semejantes a la nuestra. Y escribió dos libros que expresan muy bien la espiritualidad en tiempos de crisis: Eclesiastés y Job. En el primero el autor nos invita a no dar importancia a ninguna cosa. "Vanidad de vanidades, todo es vanidad". Todo es pasajero. "Travesía", que dijo Guimarães Rosa como última palabra de Grande Sertão. Veredas. Así, quien más despegado está, menos sufre. Lección enseñada por Buda cinco siglos antes de Cristo.
Job fue víctima de una crisis profunda, que le arrebató hijos, amigos, bienes y salud. Menos la esperanza. No le quedó más que la confianza en Dios. Miraba el revés del bordado y creía que las líneas asimétricas formaban un hermoso dibujo oculto a sus ojos. Hasta que comenzó a encarar los hechos bajo otro prisma. Dios, al que conocía solamente de "oír hablar" de él, se volvió una presencia amorosa en su vida.
La crisis no es un accidente del camino. Es la esencia del camino. Son los "dolores de parto" de la Creación, en opinión del apóstol Pablo. Ante la crisis la espiritualidad nos da sustento y aliento, sobre todo cuando la encaramos desde la óptica histórica, como enseñó Jesús a los discípulos de Emaús.
Tanta desgracia alrededor -miseria, terrorismo, asesinatos- indujo a un hombre indignado a querer romper el silencio de Dios: "Y tú, Señor, ¿no haces nada?" y él respondió: "¡Ya lo hice. Tú!"
(Frei Betto)
- Traducción de J. L. Burguet