viernes, 27 de marzo de 2015

EN EL PELIGRO INVOQUÉ AL SEÑOR Y ME ESCUCHÓ


Del Salmo 17: 

En el peligro invoqué al Señor, y me escuchó

Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza;
Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador.

En el peligro invoqué al Señor, y me escuchó

Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío,
mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoco al Señor de mi alabanza
y quedo libre de mis enemigos.

En el peligro invoqué al Señor, y me escuchó

Me cercaban olas mortales,
torrentes destructores me aterraban,
me envolvían las redes del abismo,
me alcanzaban los lazos de la muerte.

En el peligro invoqué al Señor, y me escuchó

En el peligro invoqué al Señor,
grité a mi Dios.
Desde su templo Él escuchó mi voz,
y mi grito llegó a sus oídos.

En el peligro invoqué al Señor, y me escuchó

ORAR CON SANTA TERESA DE JESÚS. Un momento de oración con el capítulo 26 de 'Camino de Perfección'.

Una santa que «engolosina» almas. Santa Teresa de Jesús.

Fue santa, escritora, mística y líder. Una mujer que dejó una profunda huella capaz de transmitir su pasión a las almas ateas con un lenguaje tan sencillo como poderoso. Cercano de tan natural y lleno de imágenes que le confieren una fuerza especial. 
La escritora asturiana María Teresa Álvarez invitó ayer a los asistentes a la última de las cuatro conferencias del ciclo organizado por el Aula de Cultura de LA VOZ DE AVILÉS con motivo del V centenario de Santa Teresa de Jesús, a leer los escritos de la santa. Una «gozada» que ella ha tenido ocasión de releer para preparar la exposición de un personaje «al que admiro» y por el que confiesa un respeto supremo. Y quizás vuelva a ellos con más intensidad porque el coordinador del Aula de LA VOZ, Armando Arias, la conminó a escribir un libro sobre Teresa de Jesús en un plazo no superior a los dos años. Aplauso de un auditorio lleno de nuevo, que minutos antes ya había premiado a la escritora por su exposición.
De escritora a escritora. María Teresa Álvarez decidió abordar así la figura de la santa abulense, intercalando la lectura de párrafos de su obra con las investigaciones de los expertos y su propia opinión. Destacó de ella su «valentía» en un siglo, el XVI, en el que la mujer tenía un papel completamente subordinado al del hombre y que ella, con inteligencia, supo esquivar. La escritora, la asturiana, cree que la mística, «siempre en el punto de mira del Tribunal de Inquisición por visionaria y por seguir a los alumbrados», atribuye sus escritos al mandato de sus confesores para «disculpar» su afición a la escritura. Una mera disculpa, según Álvarez, desmontada por su febril trabajo, con libros, textos y más de mil cartas, de las que se conservan la mitad.
Aseguró ayer que Santa Teresa «intentaba mantenerse en la ortodoxia», esa que dejaba a la mujer en un segundo plano, «pero su interior se rebelaba» a través de textos que «son un diálogo directo con Dios». En ellos se libera explicando sus pensamientos y sentimientos y describe sus experiencias místicas. «No es una mística teorizante sino experimental», según rescató María Teresa Álvarez de los estudios sobre la santa.
«Estuvo siempre en el punto de mira de la Inquisición por visionaria»«Ella intentaba mantenerse en la ortodoxia pero su interior se rebelaba»«Tiene un estilo propio que no busca notoriedad sino llegar con sus textos»

A esa intención de ilustrar y culturizar a sus monjas se puede asociar su estilo literario. Ante todo, «propio», coinciden todos, porque no busca ninguna notoriedad sino «llegar con sus textos», aunque para ello tenga que recurrir al lenguaje más «coloquial». Esa naturalidad no quiere decir, advirtió la escritora, que no trabajara cada frase. Y como muestra, la intención de Santa Teresa de «engolosinar a las almas». «¿Acaso no es la palabra más perfecta para lo que quiere decir?», se preguntó Álvarez.
El caso de Edith Stein
El poder de seducción de sus escritos lo ejemplificó en el caso de Edith Stein, filósofa alemana atea, que en 1921, por pura casualidad, sacó de la biblioteca un libro de Teresa de Jesús. «Cuando lo cerré, me dije: aquí está la verdad». Judía, se convirtió al catolicismo e ingresó en la Orden Carmelita.


Es el poder de Santa Teresa, la 'feminista' del siglo XVI, temor de las autoridades eclesiásticas de su tiempo por el recelo que despertaba el liderazgo espiritual de una mujer, y «espíritu libre», que trató de defender el espacio de las mujeres.
Teresa Álvarez

«EL MISTERIO DE NUESTRA RECONCILIACIÓN». San León Magno, papa


El que es Dios verdadero nace como hombre verdadero, sin que falte nada a la integridad de su naturaleza humana, conservando la totalidad de la esencia que le es propia y asumiendo la totalidad de nuestra esencia humana. Y, al decir nuestra esencia humana, nos referimos a la que fue plasmada en nosotros por el Creador, y que él asume para restaurarla. [...]


Tomó la condición de esclavo, pero libre de la sordidez del pecado, ennobleciendo nuestra humanidad sin mermar su divinidad, porque aquel anonadamiento suyo — por el cual, él, que era invisible, se hizo visible, y él, que es el Creador y Señor de todas las cosas, quiso ser uno más entre los mortales— fue una dignación de su misericordia, no una falta de poder. [...]

Y, así, el Hijo de Dios hace su entrada en la bajeza de este mundo, bajando desde el trono celestial, sin dejar la gloria que tiene junto al Padre, siendo engendrado en un nuevo orden de cosas.

En un nuevo orden de cosas, porque el que era invisible por su naturaleza se hace visible en la nuestra, el que era inaccesible a nuestra mente quiso hacerse accesible, el que existía antes del tiempo empezó a existir en el tiempo, el Señor de todo el universo, velando la inmensidad de su majestad, asume la condición de esclavo, el Dios impasible e inmortal se digna hacerse hombre pasible y sujeto a las leyes de la muerte. [...]

Ni Dios sufre cambio alguno con esta dignación de su piedad, ni el hombre queda destruido al ser elevado a esta dignidad. Cada una de las dos naturalezas realiza sus actos propios en comunión con la otra, a saber, la Palabra realiza lo que es propio de la Palabra, y la carne lo que es propio de la carne.

En cuanto que es la Palabra, brilla por sus milagros; en cuanto que es carne, sucumbe a las injurias. Y así como la Palabra retiene su gloria igual al Padre, así también su carne conserva la naturaleza propia de nuestra raza.

La misma y única persona, no nos cansaremos de repetirlo, es verdaderamente Hijo de Dios y verdaderamente hijo del hombre. Es Dios, porque en el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios; es hombre, porque la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros.

De las cartas de san León Magno, papa
(Carta 28, a Flaviano, 3-4: PL 54, 763-767)
News.va

Sólo la fe en Jesús nos da alegría, dijo el Papa en su homilía

No es la doctrina fría la que causa alegría, sino la fe y la esperanza de encontrar a Jesús. Es triste un creyente que no sabe regocijarse. Es uno de los conceptos que el Papa Francisco expresó en su homilía de la Misa matutina celebrada en la Capilla de la Casa de Santa Marta, la última de este mes de marzo, puesto que el Santo Padre reanudará esta celebración Eucarística en la que participa un pequeño grupo de fieles el próximo 13 de abril.

La alegría de Abraham que exulta ante la esperanza de llegar a ser padre, como se lo prometió Dios, guió la reflexión del Papa Bergoglio en que comentó las lecturas del día. Abraham es anciano, al igual que su esposa Sara, pero él cree, abre “el corazón a la esperanza” y se siente “lleno de consolación”. Jesús recuerda a los Doctores de la ley que Abraham “exultó en la esperanza” de ver su día “y se sintió lleno de alegría”:

El centro de la ley es el amor
“Y esto es lo que no entendían estos Doctores de la ley. No comprendían la alegría de la promesa; no entendían la alegría de la esperanza; no comprendían la alegría de la alianza. ¡No entendían! No sabían regocijarse, porque habían perdido el sentido de la alegría, que sólo viene de la fe. Nuestro padre Abraham fue capaz de alegrarse porque tenía fe: fue hecho justo en la fe. Estos habían perdido la fe. Eran Doctores de la ley, ¡pero sin fe! Es más: ¡habían perdido la ley! Porque el centro de la ley es el amor, el amor por Dios y por el prójimo”.
Francisco continuó diciendo:

Hombres sin fe, sin ley, apegados a las doctrinas
“Sólo tenían un sistema de doctrinas precisas y puntualizaban cada día que nadie debía tocarlas. Hombres sin fe, sin ley, apegados a doctrinas que también se convertían en unaactitud casuística: se puede pagar el impuso a César, ¿no se puede? Esta mujer, que se casó siete veces, cuando vaya al Cielo, ¿será esposa de aquellos siete? Esta casuística… Éste era su mundo, un mundo abstracto, un mundo sin amor, un mundo sin fe, un mundo sin esperanza, un mundo sin confianza, un mundo sin Dios. ¡Y por esto no podían regocijarse!”.

Ser creyente sin alegría es triste
El Papa observó con ironía que tal vez los Doctores de la ley eran capaces de divertirse, “pero sin alegría”, es más “con miedo”. “Ésta es la vida sin fe en Dios, sin confianza en Dios, sin esperanza en Dios”. Y “su corazón estaba petrificado”. “Es triste – subrayó Francisco – ser creyente sin alegría y la alegría no existe cuando no existe la fe, cuando no existe la esperanza, cuando no existe la ley sino sólo las prescripciones, la doctrina fría”:

“La alegría de la fe, la alegría del Evangelio es la piedra miliar de la fe de una persona. Sin alegría aquella persona no es un verdadero creyente. Volvamos a casa, pero antes hagamos la celebración aquí con estas palabras de Jesús: ‘Abraham, su padre, exultó en la esperanza de ver mi día. Lo vio y se sintió lleno de alegría’. Y pidamos al Señor la gracia de ser exultantes en la esperanza, la gracia de poder ver el día de Jesús, cuando nos encontraremos con Él, y la gracia de la alegría”.
(María Fernanda Bernasconi - RV).


"EL PADRE ESTÁ EN MÍ Y YO EN EL PADRE"


Lectura del santo evangelio según san Juan (10,31-42):

En aquel tiempo, los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús.

Él les replicó: «Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?»

Los judíos le contestaron: «No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque Tú, siendo un hombre, te haces Dios.»

Jesús les replicó: «¿No está escrito en vuestra ley: "Yo os digo: Sois dioses"? Si la Escritura llama dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y no puede fallar la Escritura), a quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿decís vosotros que blasfema porque dice que es hijo de Dios? 

Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre.»

Intentaron de nuevo detenerlo, pero se les escabulló de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde antes había bautizado Juan, y se quedó allí. 

Muchos acudieron a Él y decían: «Juan no hizo ningún signo; pero todo lo que Juan dijo de éste era verdad.» Y muchos creyeron en Él allí.
De News.va