Esta mañana, con la concelebración eucarística en la Basílica de San Pedro, hemos inaugurado la Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos. Los Padres sinodales, provenientes de todas partes del mundo, junto a mí, vivirán dos intensas semanas de escucha y de diálogo, fecundadas por la oración, sobre el tema “Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización”.
Hoy la Palabra de Dios presenta la imagen de la viña como símbolo del pueblo que el Señor ha elegido. Así como una viña, el pueblo requiere mucho cuidado, requiere un amor paciente y fiel. Así hace Dios con nosotros y así, nosotros Pastores, estamos llamados a hacer. Ocuparse de la familia es también una forma de trabajar en la viña del Señor, para que produzca los frutos del Reino de Dios (cfr Mt 21,33-43).
Pero para que la familia pueda caminar bien, con confianza y esperanza, es necesario que sea nutrida por la Palabra de Dios. Por esto es una feliz coincidencia que precisamente hoy nuestros hermanos Paulinos hayan querido realizar una gran distribución de la Biblia, aquí en la Plaza y en tantos otros lugares. ¡Agradezcamos a nuestros hermanos Paulinos! Lo hacen con ocasión del Centenario de su fundación, por parte del beato Giacomo Alberione, gran apóstol de la comunicación. Entonces hoy, mientras se abre el Sínodo para la Familia, con la ayuda de los Paulinos podemos decir: ¡una Biblia en cada familia! ¡Una Biblia en cada familia! "Pero padre, nosotros tenemos dos, tres..." ¡Una Biblia para cada familia! "¿Pero, dónde las han escondido?" La Biblia no es para colocarla en una repisa, sino para tenerla a la mano, para leerla a menudo, cada día, ya sea individualmente que juntos, marido y mujer, padres e hijos, tal vez por la noche, especialmente el domingo. Así la familia crece, camina, ¡con la luz y la fuerza de la Palabra de Dios! Esta Biblia que les darán los hermanos Paulinos, una para cada familia. ¡Pero estén atentos! No se hagan los astutos: agarrarla con una mano, no con las dos, ¿eh? Con una mano, para llevarla a casa.
Invito a todos a apoyar los trabajos del Sínodo con la oración, invocando la Madre, la materna intercesión de la Virgen María. En este momento, nos asociamos espiritualmente a aquellos que, en el Santuario de Pompeya, elevan la tradicional «Súplica» a la Virgen del Rosario ¡Que obtenga la paz, para las familias y para el mundo entero!