"Jesús
subió a los cielos para llenarlo todo con su presencia". (Efesios 4, 10)
La cita de
San Pablo viene a contradecir una cierta tendencia a considerar a un Jesús que
partió, que nos ha dejado, que se ha quedado allá arriba, "encielado" mientras
que nosotros nos quedamos "gimiendo y llorando en este valle de
lágrimas". No. No es así. Tal vez, nos ayude a comprender la Ascensión,
distinguiendo entre una "partida" y una
"desaparición". Una partida implica una ausencia. Una
desaparición indica una presencia oculta. Recordemos Evangelio del domingo
pasado:
"Me voy,
pero vengo a ustedes".
En la
Ascensión, Jesús ni partió ni se ausentó; no nos dejó ni huérfanos ni
solitarios. Jesús, se queda para siempre entre nosotros por su Espíritu Santo:
en el cielo, en la tierra y en todo lugar. Y principalmente con nosotros y en
cada uno de nosotros; no sólo está al lado de nuestro, sino también puede estar
dentro de nosotros, "haciendo morada en nosotros".
Recordemos la vía de la alegría de la Resurrección, donde Jesús nos fue
enseñando cómo encontrarnos con Él, y a estar con Él; nos encontramos y estamos
con Él, en la "Palabra", en la "fracción del pan", en la
"Eucaristía", compartiendo nuestra vida, como pan de vida para los
demás; en el "Perdón Salvador", en el "servicio",
preparando, como Jesús, un desayuno; en los "sacramentos", en el
"prójimo", en la "misión evangelizadora y apostólica"; en
la "construcción del Reino", desde aquí y ahora, en el mundo y en la
sociedad temporal; haciendo fraternidad y justicia social, según "los
signos de los tiempos", etc.
Cristo se ha quedado con nosotros hasta la consumación de los siglos. Por
la Ascensión entró en la omnipotencia y omnipresencia del Padre. Ha sido
plenamente glorificado, exaltado y espiritualizado en su humanidad. Y por este
motivo está más que nunca en amistad profunda con nosotros.
Cuando se habla
de que Jesús ahora está "sentado a la derecha del Padre", no se trata
de que está en un lugar físico, sino que está en una situación y en un estado
de glorificado; se trata de un crecimiento de su poder y de su gloria.
Se trata de que está con nosotros, y repito: dentro de nosotros, aquí en la
tierra, para siempre:
"Si
alguno me ama guardará mis palabras y mi Padre lo amará y vendremos a él y
haremos morada en él".
Una morada significa bastante más que una presencia. Uno puede estar
presente en su trabajo, en la calle, pero la morada: la habitación la tiene
únicamente en su casa. Y Dios ha querido tener una morada y una habitación en
nosotros: ¡Somos su casa!
Cristo ha
alcanzado en la Ascensión una situación y un estado de infinitud que le permite
llenarlo todo con su presencia definitiva, y para comunicarnos su divinidad.
Por lo tanto, no se trata de una Ascensión hacia un lugar físico que lo
alejaría del lado nuestro.
Así como Jesús no abandonó a su Padre para venir a la tierra para salvarnos,
tampoco nos abandona a nosotros para volver a su Padre. Lo único que hace es
restablecer y asegurar la comunicación.
Esto debe darnos una gran alegría, Jesús está aquí en la tierra junto a
nosotros; su presencia espiritualizada alcanza una profundidad y una longitud
que su presencia carnal no hubiera podido alcanzar. Así podemos encontrarlo en
todas partes.
Pero hay otra
verdad muy importante que encierra la Ascensión. Indica el punto de llegada
hacia arriba y hacia adelante que debiera tener el ser humano. Es nuestra
constante ascensión. Nosotros los creyentes vamos hacia Cristo Jesús, que nos
muestra el punto de llegada en la glorificación de su cuerpo, como
un adelanto del punto a donde debemos llegar nosotros y, con nosotros, la misma
sociedad temporal.
Nosotros debemos caminar hacia el encuentro de Cristo glorificado. Pero
nuestro caminar no debe ser individualista; debemos crecer y caminar con
nuestro mundo, con nuestra historia y con nuestra sociedad, buscando el bien
común e integral; procurando un encuentro con Dios, y en Él, también un
encuentro entre nosotros.
Cuando
luchamos por el bien común de la sociedad y de nuestro mundo, estamos
construyendo el Reino, llevándolo a su etapa final: haciendo que todo se
perfeccione, se acerque y ascienda a Dios. Pero no se trata sólo de un
perfeccionamiento y crecimiento materialista. Como cristianos nos corresponde
un compromiso de perfeccionar a los seres humanos, perfeccionando sus
relaciones; hacer que vivan como hermanos y no como injustos opresores y
explotadores.
Esto nos lleva a la conclusión de que es más cristiano aquél que trabaja por
mejorar las relaciones humanas en su integridad, que el que ve la religión en
forma egoísta, para sí como un objeto de consumo, y que no se compromete nunca,
para que cambien esas relaciones de injusticia, que hacen el "pecado
social" en el mundo. No hay que olvidar las palabras de Jesús:
"No todo
el que dice: Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino aquellos que
hacen la voluntad del Padre".
La voluntad
del Padre es que de egoístas nos transformemos en hombres y mujeres del amor,
luchando por una sociedad más justa y fraterna.
Esto es lo que significan las palabras de los Hechos:
"Mientras
miraban fijamente al cielo hacia donde iba Jesús, de repente tuvieron a su lado
dos hombres vestidos de blanco que les dijeron: "Hombres de Galilea, ¡que
hacen ahí mirando al cielo?". (Hechos 1,10-11).
Se nos está
diciendo: "miren la tierra y a sus hombres y mujeres, vean
"sus lágrimas y angustias", asumiendo todo como algo propio de los
discípulos de Cristo; ocúpense de transformarlo todo, cambiando a los seres
humanos de egoístas y pecadores, en hombres y mujeres del amor y de la justicia
con sus hermanos que sufren. De hecho Cristo se hará visible, volverá a tomar
cuenta de nuestras vidas. Esto hay que repetirlo hasta el cansancio, sobre todo
a aquellas personas tramposas, con corazón adorador del dinero y del poder, que
quieren hacernos mirar el cielo, para que no miremos el mundo que nos rodea, y
así apoderarse y dividirse entre ellos, cada vez más, de los bienes creados
para todos.
Jesús, hoy día, en su Ascensión, nos manda a no quedarnos sólo
contemplándolo en su gloria. Nos manda, al igual que sus Apóstoles, a
evangelizar, a anunciar que somos hijos de Dios, hermanos entre nosotros,
tratándonos como si fuéramos hermanos de la misma sangre y carne. Y en este
mandato y envío, Jesús nos acompaña:
"Por
eso, vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos... . Yo estoy con
ustedes todos los días hasta que se termine este mundo". (Mateo 28,19-20).
Somos enviados y acompañados por Jesús, para hacer de este mundo, un mundo
no de lobos rapaces, sino de hermanos que se aman y forman una comunidad.
Hermanos y amigos chilenos: hombres y mujeres:
Se hace urgente e imperioso que asuman la recuperación de Chile, cuyo paso
se interrumpió con el brutal Golpe Cívico- Militar de 1973. Desde esa fecha
hasta hoy día, el Chile político es ilegítimo y no democrático.
Los políticos
golpistas, queriendo con ansias, que le devolviera el poder la dictadura
militar, a espaldas del pueblo, negociaron con dictadura; el pueblo en
protestas pacíficas, convocadas por los mismos políticos, sacrificó vidas: son
los mártires por la democracia. No obstante eso, pudo más la idolatría del
poder y del dinero, y negociando con dictadura, estos políticos, llegaron a traicionar
al pueblo con un mal llamado "Acuerdo Nacional"; ni siquiera se puede
llamar así, pues fue un acuerdo cupular.
Por eso, hasta hoy día, después de casi 27 años que se fue el dictador, los
gobiernos posteriores de esta clase política golpista, gobiernan "en la
medida de lo posible". Todo es una vulgar e inmoral traición al pueblo
sufrido de Chile.
La clase política dominante, coludida con grandes empresarios, y
protegidos, en su unión, por la misma ilegítima Constitución de 1980, no ha
hecho más que proseguir "legitimando" lo ilegítimo, y manteniendo un
sistema económico neo liberal: "capitalismo salvaje", también
protegido institucionalmente en forma ilegítima. Eso está en Constitución
ilegítima de 1980. Está protegida una minoría que tiene secuestrada a la
mayoría nacional.
La economía reinante hace que muchos hogares: hombres y mujeres chilenos,
sufran la pobreza y la miseria misma. Incluso hace que los bienes creados por
Dios para todos, pasen a manos privadas, entendiéndose muy mal el derecho de propiedad.
Algún día, con más tiempo, me referiré a la propiedad de los bienes.
Han de saber
que Iglesia: Pueblo de Dios, no acepta, en su doctrina, el "capitalismo
salvaje", indicando que es el culpable del "pecado social" que
sufren tantos y tantos chilenos. No se entiende, como muchos políticos y
hombres y mujeres chilenos católicos, votan y propician tamaña inmoralidad,
dura e inhumana crueldad.
Digamos, de una vez para siempre, que tanto políticos golpistas y chilenos
propiciadores de esta economía, de la idolatría del poder y de la riqueza:
becerro de oro, son responsables in causa de las violaciones de los derechos
humanos y de los crímenes de lesa humanidad; son responsables de la opresión,
del hambre, de la injusticia laboral, de la falta de sueldo ético, de la
cesantía, de la falta de salud, de la falta de vivienda, de la falta de
educación de calidad y gratuita, en resumen: de la muerte civil.
¡Chile ha quedado enfermo y no se ha recuperado desde 1973 hasta hoy día!
¡Chile no es democrático!
El pueblo chileno postergado y sin canales reales de participación para la
construcción de la patria común, tiene una verdadera autoridad, para hacer una
Nueva Constitución, más que políticos en el poder, proponiendo un errático e
inconducente proceso de consulta acerca de esa Nueva Constitución. El camino
propiciado por el Gobierno no hace más que conducir todo a las mismas manos
políticas de hoy coludidas con grandes empresarios, autores, mucho de ellos, de
los actos de corrupción y de evasión de impuestos, dinero de todos los
chilenos.
Señor Jesús,
tú que tuviste una triunfal Ascensión, te pido que yo y cada uno, pueda tener,
con tu ayuda y gracia, una verdadera ascensión personal, desde abajo y desde
nuestras servidumbres y pecados, tomados de tus manos, cual verdadero ascensor,
podamos subir a una vida y a una vida de abundancia.
También, Señor, te pido que mi Chile enfermo y oprimido, pueda salir, con
unidad del pueblo, de sus postraciones, de sus marginaciones, de los
"pecados sociales", subiendo y ascendiendo a una patria nueva, libre,
justa, fraterna y democrática. Amén.
(Eugenio Pizarro Poblete)