domingo, 8 de mayo de 2016

Jesús Asciende, ascendamos con Él integralmente en nuestra vida.

"Jesús subió a los cielos para llenarlo todo con su presencia". (Efesios 4, 10)
La cita de San Pablo viene a contradecir una cierta tendencia a considerar a un Jesús que partió, que nos ha dejado, que se ha quedado allá arriba, "encielado" mientras que nosotros nos quedamos "gimiendo y llorando en este valle de lágrimas". No. No es así. Tal vez, nos ayude a comprender la Ascensión, distinguiendo entre una "partida" y una "desaparición". Una partida implica una ausencia. Una desaparición indica una presencia oculta. Recordemos Evangelio del domingo pasado:
"Me voy, pero vengo a ustedes".
En la Ascensión, Jesús ni partió ni se ausentó; no nos dejó ni huérfanos ni solitarios. Jesús, se queda para siempre entre nosotros por su Espíritu Santo: en el cielo, en la tierra y en todo lugar. Y principalmente con nosotros y en cada uno de nosotros; no sólo está al lado de nuestro, sino también puede estar dentro de nosotros, "haciendo morada en nosotros".
Recordemos la vía de la alegría de la Resurrección, donde Jesús nos fue enseñando cómo encontrarnos con Él, y a estar con Él; nos encontramos y estamos con Él, en la "Palabra", en la "fracción del pan", en la "Eucaristía", compartiendo nuestra vida, como pan de vida para los demás; en el "Perdón Salvador", en el "servicio", preparando, como Jesús, un desayuno; en los "sacramentos", en el "prójimo", en la "misión evangelizadora y apostólica"; en la "construcción del Reino", desde aquí y ahora, en el mundo y en la sociedad temporal; haciendo fraternidad y justicia social, según "los signos de los tiempos", etc.
Cristo se ha quedado con nosotros hasta la consumación de los siglos. Por la Ascensión entró en la omnipotencia y omnipresencia del Padre. Ha sido plenamente glorificado, exaltado y espiritualizado en su humanidad. Y por este motivo está más que nunca en amistad profunda con nosotros.
Cuando se habla de que Jesús ahora está "sentado a la derecha del Padre", no se trata de que está en un lugar físico, sino que está en una situación y en un estado de glorificado; se trata de un crecimiento de su poder y de su gloria.
Se trata de que está con nosotros, y repito: dentro de nosotros, aquí en la tierra, para siempre:
"Si alguno me ama guardará mis palabras y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos morada en él".
Una morada significa bastante más que una presencia. Uno puede estar presente en su trabajo, en la calle, pero la morada: la habitación la tiene únicamente en su casa. Y Dios ha querido tener una morada y una habitación en nosotros: ¡Somos su casa!
Cristo ha alcanzado en la Ascensión una situación y un estado de infinitud que le permite llenarlo todo con su presencia definitiva, y para comunicarnos su divinidad. Por lo tanto, no se trata de una Ascensión hacia un lugar físico que lo alejaría del lado nuestro.
Así como Jesús no abandonó a su Padre para venir a la tierra para salvarnos, tampoco nos abandona a nosotros para volver a su Padre. Lo único que hace es restablecer y asegurar la comunicación.
Esto debe darnos una gran alegría, Jesús está aquí en la tierra junto a nosotros; su presencia espiritualizada alcanza una profundidad y una longitud que su presencia carnal no hubiera podido alcanzar. Así podemos encontrarlo en todas partes.
Pero hay otra verdad muy importante que encierra la Ascensión. Indica el punto de llegada hacia arriba y hacia adelante que debiera tener el ser humano. Es nuestra constante ascensión. Nosotros los creyentes vamos hacia Cristo Jesús, que nos muestra el punto de llegada en la glorificación de su cuerpo, como un adelanto del punto a donde debemos llegar nosotros y, con nosotros, la misma sociedad temporal.
Nosotros debemos caminar hacia el encuentro de Cristo glorificado. Pero nuestro caminar no debe ser individualista; debemos crecer y caminar con nuestro mundo, con nuestra historia y con nuestra sociedad, buscando el bien común e integral; procurando un encuentro con Dios, y en Él, también un encuentro entre nosotros.
Cuando luchamos por el bien común de la sociedad y de nuestro mundo, estamos construyendo el Reino, llevándolo a su etapa final: haciendo que todo se perfeccione, se acerque y ascienda a Dios. Pero no se trata sólo de un perfeccionamiento y crecimiento materialista. Como cristianos nos corresponde un compromiso de perfeccionar a los seres humanos, perfeccionando sus relaciones; hacer que vivan como hermanos y no como injustos opresores y explotadores.
Esto nos lleva a la conclusión de que es más cristiano aquél que trabaja por mejorar las relaciones humanas en su integridad, que el que ve la religión en forma egoísta, para sí como un objeto de consumo, y que no se compromete nunca, para que cambien esas relaciones de injusticia, que hacen el "pecado social" en el mundo. No hay que olvidar las palabras de Jesús:
"No todo el que dice: Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino aquellos que hacen la voluntad del Padre".
La voluntad del Padre es que de egoístas nos transformemos en hombres y mujeres del amor, luchando por una sociedad más justa y fraterna.
Esto es lo que significan las palabras de los Hechos:
"Mientras miraban fijamente al cielo hacia donde iba Jesús, de repente tuvieron a su lado dos hombres vestidos de blanco que les dijeron: "Hombres de Galilea, ¡que hacen ahí mirando al cielo?". (Hechos 1,10-11).
Se nos está diciendo: "miren la tierra y a sus hombres y mujeres, vean "sus lágrimas y angustias", asumiendo todo como algo propio de los discípulos de Cristo; ocúpense de transformarlo todo, cambiando a los seres humanos de egoístas y pecadores, en hombres y mujeres del amor y de la justicia con sus hermanos que sufren. De hecho Cristo se hará visible, volverá a tomar cuenta de nuestras vidas. Esto hay que repetirlo hasta el cansancio, sobre todo a aquellas personas tramposas, con corazón adorador del dinero y del poder, que quieren hacernos mirar el cielo, para que no miremos el mundo que nos rodea, y así apoderarse y dividirse entre ellos, cada vez más, de los bienes creados para todos.
Jesús, hoy día, en su Ascensión, nos manda a no quedarnos sólo contemplándolo en su gloria. Nos manda, al igual que sus Apóstoles, a evangelizar, a anunciar que somos hijos de Dios, hermanos entre nosotros, tratándonos como si fuéramos hermanos de la misma sangre y carne. Y en este mandato y envío, Jesús nos acompaña:
"Por eso, vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos... . Yo estoy con ustedes todos los días hasta que se termine este mundo". (Mateo 28,19-20).
Somos enviados y acompañados por Jesús, para hacer de este mundo, un mundo no de lobos rapaces, sino de hermanos que se aman y forman una comunidad.
Hermanos y amigos chilenos: hombres y mujeres:
Se hace urgente e imperioso que asuman la recuperación de Chile, cuyo paso se interrumpió con el brutal Golpe Cívico- Militar de 1973. Desde esa fecha hasta hoy día, el Chile político es ilegítimo y no democrático.
Los políticos golpistas, queriendo con ansias, que le devolviera el poder la dictadura militar, a espaldas del pueblo, negociaron con dictadura; el pueblo en protestas pacíficas, convocadas por los mismos políticos, sacrificó vidas: son los mártires por la democracia. No obstante eso, pudo más la idolatría del poder y del dinero, y negociando con dictadura, estos políticos, llegaron a traicionar al pueblo con un mal llamado "Acuerdo Nacional"; ni siquiera se puede llamar así, pues fue un acuerdo cupular.
Por eso, hasta hoy día, después de casi 27 años que se fue el dictador, los gobiernos posteriores de esta clase política golpista, gobiernan "en la medida de lo posible". Todo es una vulgar e inmoral traición al pueblo sufrido de Chile.
La clase política dominante, coludida con grandes empresarios, y protegidos, en su unión, por la misma ilegítima Constitución de 1980, no ha hecho más que proseguir "legitimando" lo ilegítimo, y manteniendo un sistema económico neo liberal: "capitalismo salvaje", también protegido institucionalmente en forma ilegítima. Eso está en Constitución ilegítima de 1980. Está protegida una minoría que tiene secuestrada a la mayoría nacional.
La economía reinante hace que muchos hogares: hombres y mujeres chilenos, sufran la pobreza y la miseria misma. Incluso hace que los bienes creados por Dios para todos, pasen a manos privadas, entendiéndose muy mal el derecho de propiedad. Algún día, con más tiempo, me referiré a la propiedad de los bienes.
Han de saber que Iglesia: Pueblo de Dios, no acepta, en su doctrina, el "capitalismo salvaje", indicando que es el culpable del "pecado social" que sufren tantos y tantos chilenos. No se entiende, como muchos políticos y hombres y mujeres chilenos católicos, votan y propician tamaña inmoralidad, dura e inhumana crueldad.
Digamos, de una vez para siempre, que tanto políticos golpistas y chilenos propiciadores de esta economía, de la idolatría del poder y de la riqueza: becerro de oro, son responsables in causa de las violaciones de los derechos humanos y de los crímenes de lesa humanidad; son responsables de la opresión, del hambre, de la injusticia laboral, de la falta de sueldo ético, de la cesantía, de la falta de salud, de la falta de vivienda, de la falta de educación de calidad y gratuita, en resumen: de la muerte civil.
¡Chile ha quedado enfermo y no se ha recuperado desde 1973 hasta hoy día! ¡Chile no es democrático!
El pueblo chileno postergado y sin canales reales de participación para la construcción de la patria común, tiene una verdadera autoridad, para hacer una Nueva Constitución, más que políticos en el poder, proponiendo un errático e inconducente proceso de consulta acerca de esa Nueva Constitución. El camino propiciado por el Gobierno no hace más que conducir todo a las mismas manos políticas de hoy coludidas con grandes empresarios, autores, mucho de ellos, de los actos de corrupción y de evasión de impuestos, dinero de todos los chilenos.
Señor Jesús, tú que tuviste una triunfal Ascensión, te pido que yo y cada uno, pueda tener, con tu ayuda y gracia, una verdadera ascensión personal, desde abajo y desde nuestras servidumbres y pecados, tomados de tus manos, cual verdadero ascensor, podamos subir a una vida y a una vida de abundancia.
También, Señor, te pido que mi Chile enfermo y oprimido, pueda salir, con unidad del pueblo, de sus postraciones, de sus marginaciones, de los "pecados sociales", subiendo y ascendiendo a una patria nueva, libre, justa, fraterna y democrática. Amén.
(Eugenio Pizarro Poblete)

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