miércoles, 9 de marzo de 2011

Entrar en Cuaresma

Queridos hermanos y hermanas:
Mañana miércoles, con el ayuno y el rito de las cenizas, entramos en la Cuaresma.
Pero, ¿qué significa «entrar en la Cuaresma»?
Significa comenzar un tiempo de particular compromiso en el combate espiritual que nos opone al mal presente en el mundo, en cada uno de nosotros y a nuestro alrededor.
Quiere decir mirar al mal cara a cara y disponerse a luchar contra sus efectos, sobre todo contra sus causas, hasta la causa última, que es Satanás.
Significa no descargar el problema del mal sobre los demás, sobre la sociedad, o sobre Dios, sino que hay que reconocer las propias responsabilidades y asumirlas conscientemente. En este sentido, resuena entre los cristianos con particular urgencia la invitación de Jesús a cargar cada uno con su propia «cruz» y a seguirle con humildad y confianza (Cf. Mateo 16, 24).

La «cruz», por más pesada que sea, no es sinónimo de desventura, de una desgracia que hay que evitar lo más posible, sino una oportunidad para seguir a Jesús y de este modo alcanzar la fuerza en la lucha contra el pecado y el mal.

Entrar en la Cuaresma significa, por tanto, renovar la decisión personal y comunitaria de afrontar el mal junto a Cristo. La Cruz es el único camino que lleva a la victoria del amor sobre el odio, de la generosidad sobre el egoísmo, de la paz sobre la violencia.
Desde esta perspectiva, la Cuaresma es verdaderamente una ocasión de intenso compromiso ascético y espiritual fundamentado sobre la gracia de Cristo.
Benedicto XVI

No distraerse para oir la voz del Amor

La sugerencia (la moción) del Espíritu de Dios es muy dulce y muy suave y escondida. se diría que no solicita nuestra atención. Pero, al mismo tiempo, esta moción es persistente, fuerte y profunda. Cambia nuestros corazones radicalmente.
Una buena manera de escuchar es hacerlo, acompañado de un texto sagrado: un salmo o una oración.
Es de gran valor aprender de memoria un texto sagrado y repetirlo mentalmente despacio, palabra por palabra, frase por frase. De esta forma, escuchar la voz del Amor no se convierte en una forma pasiva, sino en una atención a la voz que nos habla por medio de la Escritura.
Se puede emplear por ejemplo la oración de San Francisco de Asís

Oh, Señor, hazme un instrumento de Tu Paz .
Donde hay odio, que lleve yo el Amor.
Donde haya ofensa, que lleve yo el Perdón.
Donde haya discordia, que lleve yo la Unión.
Donde haya duda, que lleve yo la Fe.
Donde haya error, que lleve yo la Verdad.
Donde haya desesperación, que lleve yo la Alegría.
Donde haya tinieblas, que lleve yo la Luz.

Oh Maestro, haced que yo no busque tanto ser consolado, sino consolar;
ser comprendido, sino comprender;
ser amado, como amar.

Porque es:
Dando , que se recibe;
Perdonando, que se es perdonado;
Muriendo, que se resucita a la
Vida Eterna.

Este es un medio de saber que hacer con las distracciones. Cuando uno se encuentra a sí mismo vagabundeando muy lejos de su yo profundo, se puede siempre volver a la oración sencilla y, de este modo, escuchar de nuevo en el corazón la voz que tanto se quiere oír.
Henri. J.M. Nouwen