lunes, 29 de febrero de 2016

La capilla de la Crucifixión en el Santo Sepulcro recupera su esplendor


Nada más entrar en el Santo Sepulcro, a la derecha, dos escaleras de piedra muy empinadas suben a las capillas del Gólgota, el lugar del suplicio de Jesucristo. Se encuentran a unos cinco metros de altura sobre el nivel de la basílica.
En la capilla que pertenece a los franciscanos, la undécima estación del Vía Crucis, se hace memoria de la crucifixión. La Custodia de Tierra Santa acaba de restaurar su decoración y mosaicos de cristal de colores brillantes, para rememorar la historia medieval del lugar de oración. Allí donde se veía un techo manchado por el polvo y el aceite quemado, ahora se puede ver un azul profundo salpicado por teselas de oro.
En la llamada capilla de la Crucifixión, sus arcos y cúpulas están llenos de símbolos y figuras bíblicas del Antiguo y del Nuevo Testamento. Del siglo XII es el medallón que representa la Ascensión, y que ya había sido restaurado en 2001. El altar, en bronce plateado, es un regalo del gran duque de Toscana Fernando de Médici (1588). Entre las dos capillas se encuentra el altar de la Dolorosa. El medio busto de la Virgen es un presente de la reina María de Portugal (1778).
La basílica del Santo Sepulcro encierra los lugares físicos de la crucifixión y la resurrección de Jesús bajo un mismo techo. Este emplazamiento fue descubierto en la esquina del foro occidental de la ciudad Aelia Capitolina, de la época de Adriano, por la reina Elena, la madre de Constantino, que derribó el templo y construyó una enorme basílica consagrada en el día de Pascua del año 326.
La iglesia fue reconstruida parcialmente en el siglo siguiente por Justiniano, y se mantuvo intacta hasta 1009, cuando el califa Hakim la destruyó casi en su totalidad. Fue reparada parcialmente por un monje llamado Robert, pero cuando los Cruzados llegaron a la ciudad en torno al año 1099, el templo se reconstruyó solo con la mitad de sus dimensiones originales, y así ha llegado hasta nuestros días.
En el exterior, la basílica está formada por varios volúmenes superpuestos y añadidos, entre los que destaca un campanario truncado; sobre ese cúmulo de edificaciones y terrazas, se levantan dos cúpulas, una mayor que la otra, que caracterizan el perfil de Jerusalén. El interior está configurado como un conjunto complejo de altares y capillas, grandes y pequeñas, cerradas con muros o abiertas, dispuestas en diferentes niveles comunicados por escaleras.
El templo está custodiado por diversas confesiones cristianas. En esta línea, el Santo Sepulcro es la sede del patriarca ortodoxo de Jerusalén y es la catedral del Patriarcado Latino de Jerusalén. La distribución de las distintas capillas y lugares es un laberinto. Por ejemplo, el lugar de la Crucifixión así como el Santo Sepulcro como tal está custodiado por los griegos ortodoxos, mientras que los armenios tienen, entre otros, el templete desde donde la Virgen María contempló cómo moría su Hijo. Y en una gruta, los franciscanos veneran el lugar donde santa Elena descubrió la cruz del Señor.

(ZENIT – Madrid)

Las "preguntas desnudas del Evangelio", tema de los ejercicios de la Curia

Con diez preguntas para preparar la Pascua, el Papa Francisco y los miembros de la Curia romana reflexionarán durante el periodo de retiros espirituales, del 6 al 11 de marzo, en la Casa Divino Maestro de Ariccia (Italia). El padre Ermes Ronchi, de la orden de los Siervos de María, dirigirá la meditación sobre las "preguntas desnudas del Evangelio".
La primera meditación de este retiro espiritual será sobre la pregunta: "Jesús se dio la vuelta y vio que lo seguían, les dijo: ¿Qué buscan?" (Jn 1, 38). Sucesivamente reflexionaran las preguntas:
"¿Por qué tienen miedo, no tienen fe?" (Mc, 4, 40);
"Ustedes son la sal de la tierra. ¿Pero si la sal pierde sabor, luego será salada con qué? "(Mt, 5, 13)";
Pero, ¿quién dicen que soy yo?" (Lc 9, 20);
 "Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: ¿ves a esta mujer?" (Lc 7, 44);
"Jesús dijo a sus discípulos: ¿Cuántos panes tienen?" (Mc 6, 38; Mt 15, 34);
"Entonces Jesús se levantó y dijo: mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿alguien te ha condenado?" (Juan 8, 10);
"Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?" (Jn 20, 15);
"Simón, hijo de Juan, ¿me amas?" (Jn 21, 16);
 "María dijo al ángel: ¿Cómo puede ser esto?" (Lc 1, 34).
El retiro espiritual comenzará el primer día con la adoración Eucarística, y el rezo de las Vísperas. Y los siguientes días comenzarán la jornadas con el rezo de Laudes, posteriormente una meditación, y posteriormente la celebración de la Misa. Por las tardes, se llevará a cabo la segunda meditación que precederá la adoración Eucarística y las Vísperas. El último día, está prevista solo una meditación.

Durante el periodo de retiro, como de costumbre, se suspenden las audiencias privadas y especiales, incluyendo la audiencia general del miércoles.

MI ALMA TIENE SED DEL DIOS VIVO


Del Salmo 41:

Mi alma tiene sed del Dios vivo:
¿cuándo veré el Rostro de Dios?

Como busca la cierva
corrientes de agua,
así mi alma te busca
a ti, Dios mío.

Mi alma tiene sed del Dios vivo:
¿cuándo veré el Rostro de Dios?

Tiene sed de Dios,
del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver
el Rostro de Dios?

Mi alma tiene sed del Dios vivo:
¿cuándo veré el Rostro de Dios?

Envía tu luz y tu verdad:
que ellas me guíen
y me conduzcan hasta tu monte santo,
hasta tu morada.

Mi alma tiene sed del Dios vivo:
¿cuándo veré el Rostro de Dios?

Que yo me acerque al altar de Dios,
al Dios de mi alegría;
que te dé gracias al son de la cítara,
Dios, Dios mío.


Mi alma tiene sed del Dios vivo:
¿cuándo veré el Rostro de Dios?

San Juan Crisóstomo, Sermón sobre Elías, la viuda y la limosna


La viuda de Sarepta acoge al profeta Elías con toda generosidad y agota toda su pobreza en su honor, aunque sea un extranjero de Sidón. Jamás había escuchado lo que dicen los profetas sobre el mérito de la limosna, y menos todavía la palabra del Cristo: ” Tuve hambre y me disteis de comer ” (Mt 25,35).

¿Cuál será nuestra excusa, si después de de tales exhortaciones, después de la promesa de recompensas tan grandes, después de la promesa del Reino de cielos y de su felicidad, no alcanzamos el mismo grado de bondad que esta viuda? Una mujer de Sidón, una viuda, encargada del cuidado de una familia, amenazada por el hambre y que ve venir la muerte, abre su puerta para acoger a un hombre desconocido y le da la poca harina que se le queda…

¿Pero nosotros, que hemos sido instruidos por los profetas, que escuchamos las enseñanzas de Cristo, que tenemos la posibilidad de reflexionar sobre el futuro, que no estamos amenazados por el hambre, que poseemos mucho más que esta mujer, tendremos excusa, si no nos atrevemos a compartir nuestros bienes? ¿ Descuidaremos nuestra propia salvación?…


Manifestemos pues hacia los pobres una gran compasión, con el fin de ser dignos de poseer para la eternidad los bienes futuros, por gracia y amor de nuestro Señor Jesucristo.

NINGÚN PROFETA ES BIEN RECIBIDO EN SU TIERRA


Evangelio según San Lucas 4,24-30. 

Cuando Jesús llegó a Nazaret, dijo a la multitud en la sinagoga: "Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra. 

Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el país. Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón. 

También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio". 

Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo. 

Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino.
 

domingo, 28 de febrero de 2016

“La invencible paciencia de Jesús, nos invita siempre a la conversión”, el Papa en el Ángelus

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Cada día, lamentablemente, las crónicas reportan malas noticias: homicidios, incidentes, catástrofes… en el pasaje evangélico de hoy, Jesús se refiere a dos hechos trágicos que en aquel tiempo habían suscitado mucha sensación: una represión cruel realizada por los soldados romanos dentro del templo; y el derrumbe de la torre de Siloé, en Jerusalén, que había causado dieciocho victimas (Cfr. Lc 13,1-5).
Jesús conoce la mentalidad supersticiosa de sus oyentes y sabe que ellos interpretan este tipo de acontecimientos de modo equivocado. De hecho, piensan que, si aquellos hombres han muerto así, cruelmente, es signo que Dios los ha castigado por alguna culpa grave que habían cometido; por así decir: “se lo merecían”. Y en cambio, el hecho de ser salvados de la desgracia equivalía a sentirse “bien”. Ellos se lo merecían; yo estoy bien.
Jesús rechaza claramente esta visión, porque Dios no permite las tragedias para castigar las culpas, y afirma que aquellas pobres víctimas no eran peores de los otros. Más bien, Él invita a sacar de estos hechos dolorosos una enseñanza que se refiere a todos, porque todos somos pecadores; de hecho, dice a aquellos que le habían interpelado: «Si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera» (v. 3).
También hoy, frente a ciertas desgracias y a eventos dolorosos, podemos tener la tentación de “descargar” la responsabilidad en las victimas o incluso en Dios mismo. Pero el Evangelio nos invita a reflexionar: ¿Qué idea de Dios nos hemos hecho? ¿Estamos realmente convencidos que Dios es así, o esto no es otra cosa que nuestra proyección, un dios hecho “a nuestra imagen y semejanza”? Jesús, al contrario, nos invita a cambiar el corazón, a hacer una radical inversión en el camino de nuestra vida, abandonando los compromisos con el mal – y esto lo hacemos todos, ¿eh?, los compromisos con el mal –, las hipocresías – pero, yo creo que casi todos tenemos un poco, de hipocresía –, para retomar decididamente el camino del Evangelio. Pero esta ahí nuevamente, la tentación de justificarse: ¿De qué cosa debemos convertirnos? ¿No somos en fin de cuentas buenas personas – cuantas veces hemos pensado esto: pero, en fin de cuentas yo soy bueno, soy un bueno: y no es así, ‘eh? –, no somos creyentes, incluso bastante practicantes? Y nosotros creemos que así somos justificados.
Lamentablemente, cada uno de nosotros se asemeja mucho a un árbol que, por años, ha dado múltiples pruebas de su esterilidad. Pero, para nuestra buena suerte, Jesús se parece a un agricultor que, con una paciencia sin límites, obtiene todavía una prórroga para la higuera infecunda: «Déjala todavía este año – dice el dueño – […] Puede ser que así dé frutos en adelante» (v. 9). Un “año” de gracia: el tiempo del ministerio de Cristo, el tiempo de la Iglesia antes de su regreso glorioso, el tiempo de nuestra vida, marcado por un cierto número de Cuaresmas, que se nos ofrecen como ocasiones de arrepentimiento y de salvación. Un tiempo de un “año jubilar de la misericordia”. La invencible paciencia de Jesús, ¿Han pensado ustedes en la paciencia de Dios? Han pensado también en su irreducible preocupación por los pecadores, ¡cómo debería provocarnos a la impaciencia en relación a nosotros mismos! ¡No es jamás demasiado tarde para convertirse,  jamás! Hasta el último momento: la paciencia de Dios nos espera. Recuerden aquella pequeña historia de Santa Teresa del Niño Jesús, cuando rezaba por aquel hombre condenado a muerte, un criminal, que no quería recibir la consolación de la Iglesia, rechazaba al sacerdote, no quería: quería morir así. Y ella rezaba, en el convento, y cuando aquel hombre está ahí, en el momento de ser asesinado, se dirige al sacerdote, toma el Crucifijo y lo besa. ¡La paciencia de Dios! También, ¡lo mismo hace con nosotros, con todos nosotros!  Cuantas veces, nosotros no lo sabemos: lo sabremos en el Cielo; pero cuantas veces nosotros estamos ahí, ahí, y ahí el Señor nos salva: nos salva porque tiene una gran paciencia por nosotros. Y esta es su misericordia. Jamás es tarde para convertirnos, pero ¡es urgente, es ahora! Comencemos hoy.
La Virgen María nos sostenga, para que podamos abrir el corazón a la gracia de Dios, a su misericordia; y nos ayude a no juzgar jamás a los demás, sino a dejarnos interpelar por las desgracias cotidianas para hacer un serio examen de conciencia y arrepentirnos.
(Traducción del italiano, Renato Martinez – Radio Vaticano)

Niños robados e invisibles, también en España. Solo en 2015, han desaparecido al menos 113 menores migrantes o refugiados

Denuncia Europol que, en el último año, se ha perdido el rastro de 10.000 niños refugiados que han llegado hasta la Unión Europea. Un fenómeno frente al que se reclama la acción inmediata de los estados para que pongan en marcha todos los dispositivos para prevenir futuros casos y encontrar a los menores desaparecidos. Pero, ¿y en España?
¿Algunos de estos casos se han dado en nuestro país con menores refugiados y migrantes en general? Al no detallar Europol casos concretos por nacionalidades, resulta esencial acudir a las denuncias de las instituciones centradas en la lucha contra la trata y la atención a quienes cruzan nuestras fronteras huyendo de la guerra, la persecución o la miseria. No es fácil recabar información concreta, pero lo poco que se va conociendo estremece.

En conversación con Vida Nueva, Rosa Flores, directora del Centro de Migraciones de Cruz Roja en Puente Genil (Córdoba), ofrece un dato: "Durante 2015 se han documentado 654 casos en los que los equipos de Cruz Roja Española han detectado indicadores de trata de seres humanos. De ellos, 141 correspondían a niñas y niños, de los cuales 113 están en paradero y situación desconocida. Desgraciadamente, estos números no suponen más que la punta del iceberg".

Otros indicadores muestran que, durante el primer semestre de 2015, desaparecieron de centros de acogida en toda España un mínimo de 35 madres con 39 niños, 13 embarazadas y una adulta con discapacidad intelectual aparentemente también en estado de gestación.

La Fundación Amaranta (una de las muchas iniciativas de las religiosas adoratrices destinadas a combatir la trata y al acompañamiento de víctimas de la prostitución y sus hijos) tiene constancia de 60 menores robados en todo 2015 en el país. De sus propios centros desaparecieron tres bebés y dos madres. Si nos alejamos un poco, la perspectiva es dantesca: el Defensor del Pueblo estima que desde 2013 han desaparecido entre 130 y 180 mujeres y pequeños en esta situación.

Un ejemplo de la indefensión de los menores que llegan a España como refugiados o migrantes en general lo recoge detalladamente una sentencia de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo emitida el 22 de mayo de 2014. Aunque se trata de una simple declaración de que las competencias para hacerse cargo de un caso corresponden al Juzgado de L'Hospitalet de Llobregat, son muy significativos los hechos que se relatan: el 10 de septiembre de 2013, ocho mujeres subsaharianas -siete con menores de muy corta edad a su cargo y otra embarazada- llegaron en patera y posteriormente fueron acogidas en Puente Genil, siendo atendidas durante 10 días en el Centro de Migraciones de Cruz Roja.
Allí se pudo comprobar, recoge la sentencia, que "dos de las chicas hacían de ‘madam' o controladoras de las otras, teniendo teléfonos móviles y detectándose un cierto grado de sumisión por parte de las demás". A las siete que venían con bebés a su cargo se les hizo la prueba del ADN. Los resultados no llegaron hasta el 30 de enero de 2014, comprobándose que en ninguno de los casos ellas eran realmente las madres... Pero ya era tarde, porque, desde el 20 de septiembre anterior, todas ellas ya habían abandonado repentinamente el centro, dejando allí ropa y objetos personales.
Tras interceptar la policía los teléfonos de las dos controladoras, se pudo saber que las chicas habían sido llevadas a Barcelona y, desde allí, a través de una red de trata, habían sido repartidas entre Hospitalet, Sevilla, Almería, Italia o Francia. En todos esos lugares, se constata, "tienen a las mujeres extranjeras sometidas y obligadas a ejercer la prostitución a efectos de pagar la deuda supuestamente contraída". Del destino de todos los menores, así como su origen o la identidad de sus auténticos familiares, no se dice nada.
(Miguel Ángel Malavia, en Vida Nueva)

"No juzguéis y no seréis juzgados" El triple filtro de Sócrates

Tenemos sobrada conciencia de que en nuestras conversaciones, muchas veces, introducimos temas que afectan a otras personas: "¿Sabes lo que le ha sucedido a fulano? ¿Sabes lo que me han dicho de zutano?" Y empezamos a hacer comentarios sin estar seguros de lo que decimos y en ausencia de la persona afectada. Hacemos añicos la fama de esa persona e incurrimos contra el octavo mandamiento que nos dice: "No levantarás falsos testimonios ni mentirás".
¡Cuánto bien nos haría a todos cuidar más nuestra lengua y no hablar más de la cuenta! Y sería muy bueno, cosa no siempre fácil de hacer, comentar más las cosas buenas de los demás y felicitarles por ello.
Mirad qué consejo tan sabio dio, en su tiempo, el filósofo griego Sócrates a un amigo que le abordó un día diciéndole:"¿Sabes lo que escuché acerca de tu amigo?" "Espera un momento -replicó Sócrates-, antes de que me hables sobre mi amigo, puede ser una buena idea filtrar tres veces lo que vas a decir. Por eso lo llamo el examen del triple filtro."
"El primer filtro es la verdad: ¿Estás absolutamente seguro de que lo que vas a decirme es cierto?" "No -dijo el hombre-, en realidad oí hablar sobre eso y..." "Bien -dijo Sócrates-, entonces no sabes si es cierto o no. Permíteme ahora aplicar el segundo filtro, la bondad: ¿Es algo bueno lo que vas a decirme de mi amigo?" "No -dijo el hombre-, al contrario". "Entonces -replicó Sócrates-, deseas decirme algo malo sobre él, pero no estás seguro de que sea cierto. Pero podría querer escucharlo... Sólo que falta el tercer filtro, el filtro de la utilidad: ¿Me sirve de algo saber lo que vas a decirme de mi amigo?" "No -dijo el hombre-, la verdad es que no".
"Bien -concluyó Sócrates-, si lo que deseas decirme no sabes si es cierto, ni es algo bueno de él e incluso no es algo útil para mí, ¿para qué quiero saberlo?" De este modo, Sócrates cortó el comentario que pretendían hacerle sobre su amigo. Hermosa manera de cortar esa corriente tan perniciosa de comentarios, de dimes y diretes sobre los demás.
¡Qué bueno es saber vencer el morbo sobre las cosas malas de los demás! ¡Qué bueno es no escuchar esos comentarios ni propagarlos! Si lo practicásemos, seguramente la convivencia entre familias y entre vecinos sería mucho más hermosa y armoniosa. El papa Francisco nos recuerda muchas veces que hemos de evitar las críticas y las murmuraciones, pues son la carcoma de la convivencia.
Tomemos ese compromiso de no escuchar, de no propagar todo aquello que no sabemos si es cierto, si no es algo bueno ni es útil para nosotros. Recordemos las palabras de Jesús: "No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados".
+Juan José Omella Omella

Arzobispo de Barcelona

LA PACIENCIA DIVINA. Ángel Moreno de Buenafuente

En la Biblia la higuera significa la sinagoga, y Jesús, después de tres años de vida pública, denuncia, de alguna manera, la esterilidad del judaísmo, pero en la parábola Jesús apuesta por alargar el plazo, a ver si por fin la higuera da fruto. Y esto mimo hace con nosotros.

Texto bíblico: “Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córta1a. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?" Pero el viñador contestó: "Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas".»

El papa Francisco en la Bula nos ofrece una forma actual de practicar las obras de misericordia, entre ellas la paciencia. “… se nos preguntará si ayudamos a superar la duda, que hace caer en el miedo y en ocasiones es fuente de soledad; (…) si perdonamos a quien nos ofendió y rechazamos cualquier forma de rencor o de odio que conduce a la violencia; si tuvimos paciencia siguiendo el ejemplo de Dios que es tan paciente con nosotros; finalmente, si encomendamos al Señor en la oración nuestros hermanos y hermanas” (MV 15).

Pensamiento: Si la cólera dura un instante, la misericordia de Dios dura por siempre.

ORACIÓN: “Nos gloriamos incluso en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia, la paciencia, virtud probada, la virtud probada, esperanza, 5 y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado” (Rom 5, 3-5)

PROPUESTA

Si Dios tiene tanta paciencia, tenla tú contigo mismo

¿Dónde estamos nosotros?

Unos desconocidos le comunican a Jesús la noticia de la horrible matanza de unos galileos en el recinto sagrado del templo. El autor ha sido, una vez más, Pilato. Lo que más les horroriza es que la sangre de aquellos hombres se haya mezclado con la sangre de los animales que estaban ofreciendo a Dios.

No sabemos por qué acuden a Jesús. ¿Desean que se solidarice con las víctimas? ¿Quieren que les explique qué horrendo pecado han podido cometer para merecer una muerte tan ignominiosa? Y si no han pecado, ¿por qué Dios ha permitido aquella muerte sacrílega en su propio templo?

Jesús responde recordando otro acontecimiento dramático ocurrido en Jerusalén: la muerte de dieciocho personas aplastadas por la caída de un torreón de la muralla cercana a la piscina de Siloé. Pues bien, de ambos sucesos hace Jesús la misma afirmación: las víctimas no eran más pecadores que los demás. Y termina su intervención con la misma advertencia: «si no os convertís, todos pereceréis».

La respuesta de Jesús hace pensar. Antes que nada, rechaza la creencia tradicional de que las desgracias son un castigo de Dios. Jesús no piensa en un Dios «justiciero» que va castigando a sus hijos e hijas repartiendo aquí o allá enfermedades, accidentes o desgracias, como respuesta a sus pecados.

Después, cambia la perspectiva del planteamiento. No se detiene en elucubraciones teóricas sobre el origen último de las desgracias, hablando de la culpa de las víctimas o de la voluntad de Dios. Vuelve su mirada hacia los presentes y los enfrenta consigo mismos: han de escuchar en estos acontecimientos la llamada de Dios a la conversión y al cambio de vida.


Todavía vivimos estremecidos por el trágico terremoto de Haití. ¿Cómo leer esta tragedia desde la actitud de Jesús? Ciertamente, lo primero no es preguntarnos dónde está Dios, sino dónde estamos nosotros. La pregunta que puede encaminarnos hacia una conversión no es «¿por qué permite Dios esta horrible desgracia?», sino «¿cómo consentimos nosotros que tantos seres humanos vivan en la miseria, tan indefensos ante la fuerza de la naturaleza?».

Al Dios crucificado no lo encontraremos pidiéndole cuentas a una divinidad lejana, sino identificándonos con las víctimas. No lo descubriremos protestando de su indiferencia o negando su existencia, sino colaborando de mil formas por mitigar el dolor en Haití y en el mundo entero. Entonces, tal vez, intuiremos entre luces y sombras que Dios está en las víctimas, defendiendo su dignidad eterna, y en los que luchan contra el mal, alentando su combate.

José Antonio Pagola

ES NECESARIO QUE NOS CONVIRTAMOS Y DEMOS FRUTOS


Evangelio según San Lucas 13,1-9.

En ese momento se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios.

El les respondió: "¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera.

¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? 

Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera".


Les dijo también esta parábola: "Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: 'Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?'.

Pero él respondió: 'Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás'".

sábado, 27 de febrero de 2016

El Papa Francisco reitera la actualidad de la primera encíclica de Benedicto XVI: ''Deus caritas est''

Ciudad del Vaticano, 26 de febrero de 2016 (Vis).-''La encíclica Deus caritas est conserva intacta la frescura de su mensaje, con el que indica la perspectiva siempre actual para el camino de la Iglesia. Y todos seremos cristianos más auténticos cuanto más vivamos con este espíritu'', ha dicho esta mañana el Papa Francisco recibiendo en la Sala Clementina a los participantes en el congreso internacional ''La caridad no pasará jamás Perspectivas a los 10 años de la encíclica Deus caritas est'', organizado por el Consejo pontificio Cor Unum que ha analizado en las dos últimas jornadas la repercusión y el horizonte pastoral y teológico abierto por la primera encíclica del papa Benedicto XVI.
Una encíclica, señaló Francisco que ''trata un tema que permite recorrer toda la historia de la Iglesia que, entre otras cosas, es una historia de caridad. Es la historia del amor que hemos recibido de Dios y debemos llevar al mundo: esta caridad recibida y dada es el fundamento de la historia de la Iglesia y de la historia de cada uno de nosotros...Para cada uno de los fieles, como para la comunidad cristiana en su conjunto, vale la palabra de Jesús, según la cual la caridad es el primer mandamiento y el más alto''.
El Año jubilar que estamos viviendo, continuó el Santo Padre, nos brinda también ''la ocasión de volver a este corazón palpitante de nuestra vida y de nuestro testimonio, al centro del anuncio de fe: Dios es amor. Dios no tiene simplemente el deseo o la capacidad de amar; Dios es caridad: la caridad es su esencia, su naturaleza. Él es único, pero no es solitario... no puede cerrarse en sí mismo, porque es comunión, es caridad, y la caridad por naturaleza se comunica, se difunde. Así, Dios asocia al hombre a su vida de amor y, aunque el hombre se aleje de él, él no permanece distante sino que le sale al encuentro. Este salir al encuentro del hombre, que culmina en la encarnación del Hijo, es su misericordia...El programa de Jesús —está escrito en la encíclica— es ''un “corazón que ve''. Este corazón ve dónde se necesita amor y actúa en consecuencia. Caridad y misericordia están tan estrechamente vinculadas porque son el modo de ser y de actuar de Dios: su identidad y su nombre''.
El primer aspecto que la encíclica nos recuerda es ''precisamente el rostro de Dios: quién es el Dios que podemos encontrar en Cristo, cuán fiel e insuperable es su amor... Cualquier forma nuestra de amor, de solidaridad, de compartir es sólo un reflejo de la caridad que es Dios. Él derrama incansablemente su caridad sobre nosotros y nosotros estamos llamados a ser testigos de este amor en el mundo. Por eso, debemos ver la caridad divina como la brújula que orienta nuestra vida, antes de encaminarnos en cualquier actividad: en ella encontramos la dirección, de ella aprendemos cómo mirar a los hermanos y al mundo''.
Francisco se refirió también al segundo e importante aspecto de ''Deus caritas est'' : esa caridad quiere verse reflejada cada vez más en la vida de la Iglesia. ''Cuánto desearía -excalmó- que en la Iglesia cada fiel, cada institución, cada actividad revelara que Dios ama al hombre. La misión que desempeñan nuestros organismos de caridad es importante, porque acercan a muchas personas pobres a una vida más digna, más humana, y esto es algo muy necesario; es una misión importantísima porque, no con palabras, sino con el amor concreto puede hacer sentir a todo hombre que el Padre le ama, que es hijo suyo, destinado a la vida eterna con Dios''.

''Quisiera dar las gracias a todos aquellos que trabajan diariamente en esta misión, que interpela a todo cristiano -finalizó- En este Año jubilar he querido resaltar que todos podemos vivir la gracia del Jubileo, precisamente poniendo in práctica las obras de misericordia corporales y espirituales: vivir las obras de misericordia significa conjugar el verbo amar como lo hizo Jesús. Y así, todos juntos, contribuimos concretamente a la gran misión de la Iglesia de comunicar el amor de Dios, que desea extenderse''.

SALMO DE MISERICORDIA

SALMO 86
Oración de David.
Inclina tu oído, Señor, respóndeme,
porque soy pobre y miserable;
2 protégeme, porque soy uno de tus fieles,
salva a tu servidor que en ti confía.

3 Tú eres mi Dios: ten piedad de mí, Señor,
porque te invoco todo el día;

4 reconforta el ánimo de tu servidor,
porque a ti, Señor, elevo mi alma.

5 Tú, Señor, eres bueno e indulgente,
rico en misericordia con aquellos que te invocan:

6 ¡atiende, Señor, a mi plegaria,
escucha la voz de mi súplica!

7 Yo te invoco en el momento de la angustia;
porque tú me respondes.

8 No hay otro dios igual a ti, Señor,
ni hay obras como las tuyas.

9 Todas las naciones que has creado
vendrán a postrarse delante de ti
y glorificarán tu Nombre, Señor.

10 porque tú eres grande, Dios mío,
y eres el único que hace maravillas.

11 Indícame tu camino, Señor,
para que yo viva según tu verdad;
orienta totalmente mi corazón
al temor de tu Nombre.

12 Te daré gracias, Dios mío, de todo corazón,
y glorificaré tu Nombre eternamente;

13 porque es grande el amor que me tienes,
y tú me libraste del fondo del Abismo.

14 Dios mío, los orgullosos se levantaron contra mí,
y una banda de forajidos atenta contra mi vida
sin preocuparse para nada de ti.

15 Pero tú, Señor, Dios compasivo y bondadoso,
lento para enojarte, rico en amor y fidelidad,

16 vuelve hacia mí tu rostro y ten piedad de mí;
fortalece a tu servidor,
salva a tu hijo de tu servidora.

17 Dame una prueba de tu bondad,
para que mis adversarios queden confundidos,
al ver que tú, Señor, eres mi ayuda y mi consuelo.


"Si la UE no puede hacerlo, que lo solucione la comunidad internacional"El padre Ángel define el drama de los refugiados como "uno de los problemas más graves de la sociedad

El padre Ángel, presidente y fundador de Mensajeros de la Paz, ha lamentado "la situación" en la que se encuentran los refugiados sirios en Lesbos, ante lo que ha definido como "uno de los problemas más graves que tiene la sociedad hoy en día, no solo a nivel europeo sino a nivel mundial".
El padre Ángel ha realizado estas declaraciones en Logroño hasta donde ha acudido para recibir -por parte del Foro Cívico Francisco Sáez Porres- el galardón del XV Certamen Justicia y Solidaridad, que se entrega desde el año 2002.

Previamente a la entrega del galardón, el sacerdote ha recordado ante los medios de comunicación la situación por la que están pasando los refugiados sirios en la isla griega de Lesbos. Para el padre Ángel, que viajó hasta dicha isla hace apenas unas semanas, es "una vergüenza y un escándalo todo lo que está ocurriendo allí porque la situación va a peor" y ha añadido que "uno se siente más entristecido cuando después de estar con los responsables de los partidos políticos, ellos mismos te dicen que tampoco ven la luz y que es una problemática muy complicada".

A pesar de todo, ha insistido, "hay que hacer todo lo posible por resolver esta situación" y "si la Comunidad Europea no puede hacerlo, debería entrar la Comunidad Internacional e incluso la ONU porque siempre que hay un problema grave, y este lo es, debe hacerlo".

Además, el padre Ángel ha querido agradecer también la labor de los medios de comunicación que son "los que ponen en el tapete la situación" como ocurrió con laimagen del niño Aylan "que nos sensibilizó a todos y dio la vuelta al mundo".

COMENTARIO DEL PAPA FRANCISCO AL EVANGELIO DEL HIJO PRÓDIGO

En la liturgia de hoy se lee un fragmento del capítulo 15 del Evangelio de Lucas. Este capítulo contiene las tres parábolas de la misericordia: la de la oveja perdida, la de la moneda extraviada y después la más larga de las parábolas, típica de san Lucas, la del padre y los dos hijos, el hijo «pródigo» y el hijo que se cree «justo», que se cree santo.

 Estas tres parábolas hablan de la alegría de Dios. Dios es alegre. Interesante esto: ¡Dios es alegre! ¿Y cuál es la alegría de Dios? La alegría de Dios es perdonar, ¡la alegría de Dios es perdonar!

Es la alegría de un pastor que reencuentra su oveja; la alegría de una mujer que halla su moneda; es la alegría de un padre que vuelve a acoger en casa al hijo que se había perdido, que estaba como muerto y ha vuelto a la vida, ha vuelto a casa. ¡Aquí está todo el Evangelio! ¡Aquí! ¡Aquí está todo el Evangelio, está todo el cristianismo

Pero mirad que no es sentimiento, no es «buenismo». Al contrario, la misericordia es la verdadera fuerza que puede salvar al hombre y al mundo del «cáncer» que es el pecado, el mal moral, el mal espiritual. Sólo el amor llena los vacíos, los socavones negativos que el mal abre en el corazón y en la historia. Sólo el amor puede hacer eso, y ésta es la alegría de Dios.

Jesús es todo misericordia, Jesús es todo amor: es Dios hecho hombre. Cada uno de nosotros es esa oveja perdida, esa moneda perdida; cada uno de nosotros es ese hijo que ha derrochado la propia libertad siguiendo ídolos falsos, espejismos de felicidad, y ha perdido todo. 

Pero Dios no nos olvida, el Padre no nos abandona nunca. Es un padre paciente, nos espera siempre. Respeta nuestra libertad, pero permanece siempre fiel. Y cuando volvemos a Él, nos acoge como a hijos, en su casa, porque jamás deja, ni siquiera por un momento, de esperarnos, con amor.

Y su corazón está de fiesta por cada hijo que regresa. Está de fiesta porque es alegría. Dios tiene esta alegría cuando uno de nosotros pecadores va a Él y pide su perdón. 

¿Cuál es el peligro? Que presumamos de ser justos, y juzguemos a los demás. Que juzguemos también a Dios, porque pensamos que debería castigar a los pecadores, condenarles a muerte, en lugar de perdonar

Entonces sí que nos arriesgamos a permanecer fuera de la casa del Padre. Como ese hermano mayor de la parábola, que en vez de estar contento porque su hermano ha vuelto, se enfada con el padre que le ha acogido y hace fiesta. Si en nuestro corazón no hay la misericordia, no hay la alegría del perdón, no estamos en comunión con Dios aunque observemos todos los preceptos, porque es el amor lo que salva, no la sola práctica de los preceptos. 

 Es el amor a Dios y al prójimo lo que da cumplimiento a todos los mandamientos. Y éste es el amor de Dios, su alegría: perdonar. ¡Nos espera siempre! Tal vez alguno en su corazón tiene algo grave: «Pero he hecho esto, he hecho aquello...». ¡Él te espera! Él es padre: ¡siempre nos espera!
Si nosotros vivimos según la ley «ojo por ojo, diente por diente», nunca salimos de la espiral del mal. El Maligno es listo, y nos hace creer que con nuestra justicia humana podemos salvarnos y salvar el mundo. En realidad sólo la justicia de Dios nos puede salvar. 

Y la justicia de Dios se ha revelado en la Cruz: la Cruz es el juicio de Dios sobre todos nosotros y sobre este mundo. ¿Cómo nos juzga Dios? ¡Dando la vida por nosotros! He aquí el acto supremo de justicia que ha vencido de una vez por todas al Príncipe de este mundo; y este acto supremo de justicia es precisamente también el acto supremo de misericordia.

Jesús nos llama a todos a seguir este camino: «Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso» (Lc 6, 36). Os pido algo, ahora. En silencio, todos, pensemos... que cada uno piense en una persona con la que no estamos bien, con la que estamos enfadados, a la que no queremos. Pensemos en esa persona y en silencio, en este momento, oremos por esta persona y seamos misericordiosos con esta persona. Invoquemos ahora la intercesión de María, Madre de la Misericordia. 

(Papa Francisco, Ángelus del 5 de septiembre de 2013)

EL REGRESO DEL HIJO PRÓDIGO

Evangelio según San Lucas 15,1-3.11-32.
Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo.
 Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: "Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos".
Jesús les dijo entonces esta parábola:
 "Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo a su padre: 'Padre, dame la parte de herencia que me corresponde'. Y el padre les repartió sus bienes.
 Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida licenciosa.
Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones. Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos.
Él hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba.
Entonces recapacitó y dijo: '¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre! Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros'.
 Entonces partió y volvió a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó.
 El joven le dijo: 'Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo'.
 Pero el padre dijo a sus servidores: 'Traigan en seguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado'. Y comenzó la fiesta.
El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza
Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó que significaba eso. Él le respondió: 'Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo'.
Él se enojó y no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara, pero él le respondió: 'Hace tantos años que te sirvo sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos. ¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado!'.
Pero el padre le dijo: 'Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado'". 

viernes, 26 de febrero de 2016

Me dispongo a perdonar

Me gusta la sensación de libertad que siento cuando me quito la pesada capa de críticas, miedo, culpa, resentimiento y vergüenza.

Entonces puedo perdonarme a mi y perdonar a los demás.

Eso nos deja libres a todos. 

Renuncio a darle vueltas y más vueltas a los viejos problemas.

Me niego a seguir viviendo en el pasado.

Me perdono por haber llevado esa carga durante tanto tiempo, por no haber sabido amarme a mí ni amar a los demás.

Cada persona es responsable de su comportamiento, y lo que da, la vida se lo devuelve.

Así pues, no necesito castigar a nadie.



Continúo con mi trabajo de limpiar las partes negativas de mi alma y dar entrada al amor.
Entonces me curo.

Así que es lo mejor que podemos hacer, despojarnos de todo peso de toda culpa y así pidiendo perdón a Dios primeramente, luego a quien ofendimos y por ultimo perdonémonos nosotros mismos, así la vida es de mucho gozo y armonía, solo depende de nosotros, hagámoslo y nos sentiremos mejor en todo sentido. 

Proverbios: 17:17

"En todo tiempo ama el amigo, y es como un hermano en tiempo de angustia".


Publicado por Reflejos de Luz Pastoral