Tenemos sobrada conciencia de que en
nuestras conversaciones, muchas veces, introducimos temas que afectan a otras
personas: "¿Sabes lo que le ha sucedido a fulano? ¿Sabes
lo que me han dicho de zutano?" Y empezamos a hacer comentarios
sin estar seguros de lo que decimos y en ausencia de la persona afectada. Hacemos añicos la fama de esa persona e incurrimos
contra el octavo mandamiento que nos dice: "No levantarás falsos
testimonios ni mentirás".
¡Cuánto bien nos haría a todos cuidar más nuestra lengua y no hablar más de la cuenta!
Y sería muy bueno, cosa no siempre fácil de hacer, comentar más las cosas
buenas de los demás y felicitarles por ello.
Mirad qué consejo tan sabio dio, en su
tiempo, el filósofo griego Sócrates a un
amigo que le abordó un día diciéndole:"¿Sabes lo que escuché acerca de tu
amigo?" "Espera un momento -replicó Sócrates-, antes de que me hables
sobre mi amigo, puede ser una buena idea filtrar tres veces lo que vas a decir.
Por eso lo llamo el examen del triple filtro."
"El primer filtro es la verdad: ¿Estás
absolutamente seguro de que lo que vas a decirme es cierto?" "No
-dijo el hombre-, en realidad oí hablar sobre eso y..." "Bien -dijo
Sócrates-, entonces no sabes si es cierto o no. Permíteme ahora aplicar el segundo filtro, la bondad: ¿Es algo bueno lo
que vas a decirme de mi amigo?" "No -dijo el hombre-, al
contrario". "Entonces -replicó Sócrates-, deseas decirme algo malo
sobre él, pero no estás seguro de que sea cierto. Pero podría querer
escucharlo... Sólo que falta el tercer filtro, el filtro de la
utilidad: ¿Me sirve de algo saber lo que vas a decirme de mi
amigo?" "No -dijo el hombre-, la verdad es que no".
"Bien -concluyó Sócrates-, si lo que deseas decirme no sabes si es cierto, ni es algo bueno de él e incluso no es algo útil para mí, ¿para qué quiero saberlo?" De este modo, Sócrates cortó el comentario que pretendían hacerle sobre su amigo. Hermosa manera de cortar esa corriente tan perniciosa de comentarios, de dimes y diretes sobre los demás.
"Bien -concluyó Sócrates-, si lo que deseas decirme no sabes si es cierto, ni es algo bueno de él e incluso no es algo útil para mí, ¿para qué quiero saberlo?" De este modo, Sócrates cortó el comentario que pretendían hacerle sobre su amigo. Hermosa manera de cortar esa corriente tan perniciosa de comentarios, de dimes y diretes sobre los demás.
¡Qué bueno es saber vencer el morbo sobre
las cosas malas de los demás! ¡Qué bueno es no escuchar esos comentarios ni propagarlos! Si lo
practicásemos, seguramente la convivencia entre familias y entre vecinos sería
mucho más hermosa y armoniosa. El papa Francisco nos recuerda muchas veces que
hemos de evitar las críticas y las murmuraciones, pues son la carcoma de la
convivencia.
Tomemos ese compromiso de no escuchar, de
no propagar todo aquello que no sabemos si es cierto, si no es algo bueno ni es
útil para nosotros. Recordemos las palabras de Jesús: "No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis
condenados".
+Juan José Omella Omella
Arzobispo de Barcelona
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