domingo, 27 de noviembre de 2016

ADVIENTO, MOTIVOS DE ESPERANZA


El Año Litúrgico nos ofrece un tiempo nuevo, el Adviento. Durante cuatro semanas, las lecturas diarias que nos acompañarán irán desgranando las profecías mesiánicas, que tendrán su concreción en la venida del Hijo de Dios a nuestra historia.
Este tiempo es propicio para contemplar no solo las antiguas profecías, sino las que acontecen junto a nosotros y que son motivos para alegrar el corazón y consolidar la esperanza teologal, la que se funda en el hecho del nacimiento de Jesús, por el que muchos viven como testigos del Amor de Dios.
Conozco a personas que asumen de manera discreta la necesidad de su prójimo y le entrega mensualmente el coste de un salario para que el menesteroso pueda cubrir sus gastos y vivir con dignidad.
Conozco a otras que salen fiadoras, adelantan créditos sin intereses, y así hacen posible que permanezca abierta la casa para los hijos pequeños ante el rompimiento familiar y la dolorosa ejecución del reparto del patrimonio entre los que han compartido todo y por cuestión legal una parte debe indemnizar a la otra.

Conozco a algunos que ante las obras necesarias en los templos de lugares deprimidos y un tanto deshabitados, prestan su dinero sin afán de lucro ni especulación para que se realicen las mejoras sin agobio para las pequeñas comunidades cristianas que aún permanecen en los pueblos pequeños.

Conozco a otros que, jubilados por motivos de salud o de alguna dolencia, prestan sin embargo voluntariamente y en gratuidad sus manos como ayuda al sostenimiento de obras sociales, que de otra manera no podrían realizar sus programas solidarios.
Conozco a personas que abren sus puertas a la hospitalidad amiga, y comunican la alegría familiar, acrecentando vínculos afectivos que ayudan en momentos de soledad, sufrimiento, pruebas de salud.
Conozco a quien reza por los demás, sin que quizá nadie lo sepa, y ofrece su vida por la paz del mundo, por la estabilidad de las familias, porque los enfermos recuperen la salud, o al menos tengan fuerza en sus pruebas. Son sin duda los brazos levantados que obtienen el favor del cielo de manera generosa.
Y conozco a otros que en medio de las pruebas se mantienen fieles, y aun en la oscuridad se convierten en signos luminosos de fe y de confianza en Dios.
La esperanza cristiana no es la reacción optimista de un carácter positivo, sino la virtud teologal por la que se permanece confiado en Dios, pues Él cumple siempre su palabra, y la ha comprometido hasta el extremo de dárnosla encarnada en su propio Hijo como testimonio de su fidelidad.
Atrévete en este tiempo a sumarte a cuantos son testigos de esperanza porque dan crédito a la promesa del amor divino, hecho Niño en Belén.

Con los ojos abiertos


Las primeras comunidades cristianas vivieron años muy difíciles. Perdidos en el vasto Imperio de Roma, en medio de conflictos y persecuciones, aquellos cristianos buscaban fuerza y aliento esperando la pronta venida de Jesús y recordando sus palabras: «Vigilad. Vivid despiertos. Tened los ojos abiertos. Estad alerta».
¿Significan todavía algo para nosotros estas llamadas de Jesús a vivir despiertos?
¿Qué es hoy para los cristianos poner nuestra esperanza en Dios viviendo con los ojos abiertos?
¿Dejaremos que se agote definitivamente en nuestro mundo secular la esperanza en una última justicia de Dios para esa inmensa mayoría de víctimas inocentes que sufren sin culpa alguna?
Precisamente, la manera más fácil de falsear la esperanza cristiana es esperar de Dios nuestra propia salvación eterna mientras damos la espalda al sufrimiento que hay ahora mismo en el mundo. Un día tendremos que reconocer nuestra ceguera ante Cristo Juez: ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, extranjero o desnudo, enfermo o en la cárcel, y no te asistimos? Este será nuestro diálogo final con él si vivimos con los ojos cerrados.
Hemos de despertar y abrir bien los ojos. Vivir vigilantes para mirar más allá de nuestros pequeños intereses y preocupaciones. La esperanza del cristiano no es una actitud ciega, pues no olvida a los que sufren. La espiritualidad cristiana no consiste solo en una mirada hacia el interior, pues su corazón está atento a quienes viven abandonados a su suerte.
En las comunidades cristianas hemos de cuidar cada vez más que nuestro modo de vivir la esperanza no nos lleve a la indiferencia y el olvido de los pobres. No podemos aislarnos en la religión para no oír el clamor de los que mueren diariamente de hambre. No nos está permitido alimentar nuestra ilusión de inocencia para defender nuestra tranquilidad.
Una esperanza en Dios que se olvida de los que viven en esta tierra sin poder esperar nada, ¿no puede ser considerada como una versión religiosa de un optimismo a toda costa, vivido sin lucidez ni responsabilidad? Una búsqueda de la propia salvación eterna de espaldas a los que sufren, ¿no puede ser acusada de ser un sutil «egoísmo alargado hacia el más allá»?
Probablemente, la poca sensibilidad al sufrimiento inmenso que hay en el mundo sea uno de los síntomas más graves del envejecimiento del cristianismo actual. Cuando el Papa Francisco reclama «una Iglesia más pobre y de los pobres», nos está gritando su mensaje más importante e interpelador a los cristianos de los países del bienestar
José Antonio Pagola

COMENTARIO AL EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO (24,37-44) POR EL P. CANTALAMESSA, PREDICADOR DE LA CASA PONTIFICIA




La palabra que destaca sobre todas, en el Evangelio de este primer domingo de Adviento, es: «Velad, pues, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor... Estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre». 

Se pregunta a veces por qué Dios nos esconde algo tan importante como es la hora de su venida, que para cada uno de nosotros, considerado singularmente, coincide con la hora de la muerte. La respuesta tradicional es: «Para que estuviéramos alerta, sabiendo cada uno que ello puede suceder en sus días» (San Efrén el Sirio). 

Pero el motivo principal es que Dios nos conoce; sabe qué terrible angustia habría sido para nosotros conocer con antelación la hora exacta y asistir a su lenta e inexorable aproximación. Es lo que más atemoriza de ciertas enfermedades. Son más numerosos hoy los que mueren de afecciones imprevistas de corazón que los que mueren de «penosas enfermedades». Si embargo dan más miedo estas últimas porque nos parece que privan de esa incertidumbre que nos permite esperar.

La incertidumbre de la hora no debe llevarnos a vivir despreocupados, sino como personas vigilantes. El año litúrgico está en sus comienzos, mientras que el año civil llega a su fin. Una ocasión óptima para hacer espacio para una reflexión sabia sobre el sentido de nuestra existencia.

La misma naturaleza en otoño nos invita a reflexionar sobre el tiempo que pasa. Lo que decía el poeta Giuseppe Ungaretti de los soldados en la trinchera del Carso, durante la primera guerra mundial, vale para todos los hombres: «Se está / como en otoño / en los árboles / las hojas». Esto es, a punto de caer, de un momento a otro. «El tiempo pasa y el hombre no se da cuenta», decía Dante.

Un antiguo filósofo expresó esta experiencia fundamental con una frase que se ha hecho célebre: «panta rei», o sea, todo pasa. Ocurre en la vida como en la pantalla televisiva: los programas se suceden rápidamente y cada uno anula el precedente. La pantalla sigue siendo la misma, pero las imágenes cambian. 

Es igual con nosotros: el mundo permanece, pero nosotros nos vamos uno tras otro. De todos los nombres, los rostros, las noticias que llenan los periódicos y los telediarios del día --de mí de ti, de todos nosotros--, ¿qué permanecerá de aquí a algún año o década? Nada de nada. El hombre no es más que «un trazo que crea la ola en la arena del mar y que borra la ola siguiente».

Veamos qué tiene que decirnos la fe a propósito de este dato de hecho de que todo pasa. «El mundo pasa, pero quien cumple la voluntad de Dios permanece para siempre» (1 Jn 2, 17). Así que existe alguien que no pasa, Dios, y existe un modo de que nosotros no pasemos del todo: hacer la voluntad de Dios, o sea, creer, adherirnos a Dios. 

En esta vida somos como personas en una balsa que lleva un río en crecida a mar abierto, sin retorno. En cierto momento, la balsa pasa cerca de la orilla. El náufrago dice: «¡Ahora o nunca!», y salta a tierra firme. ¡Qué suspiro de alivio cuando siente la roca bajo sus pies!

Es la sensación que experimenta frecuentemente quien llega a la fe. Podríamos recordar, como conclusión de esta reflexión, las palabras que santa Teresa de Ávila dejó como una especie de testamento espiritual: «Nada te turbe, nada te espante. Todo se pasa. Sólo Dios basta.

News.va

VELAD PORQUE NO SABÉIS QUÉ DIA VENDRÁ VUESTRO SEÑOR



Lectura del santo Evangelio según San Mateo 24,37-44.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé.
En los días antes del diluvio, la gente comía y bebía, se casaban los hombres y las mujeres tomaban esposo, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre: dos hombres estarán en el campo, a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo, a una se la llevarán y a otra la dejarán.

Por tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor.

Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría que abrieran un boquete en su casa.

Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre».

Palabra del Señor

News.va

Papa: voluntarios al servicio de la promoción social, con Jesús, modelo perfecto de humanidad. Aliento a jóvenes del Servicio Civil italiano

Con gran alegría, el Papa Francisco recibió a cerca de siete mil jóvenes del Servicio Civil Nacional de Italia, en el marco del XV aniversario de promulgación de su institución. Tras saludar a las autoridades que los acompañaban, el Obispo de Roma se dirigió sobre todo a ellos, los «queridos jóvenes que han optado por dedicar una parte de su tiempo y de su vida a un proyecto de voluntariado y de promoción social».
E hizo hincapié en que «la gratuidad del voluntariado, aun por un tiempo determinado, representa una riqueza no sólo para la sociedad y para aquellos que se benefician con su obra», sino también para ellos mismos y su maduración humana:
«Ustedes son una fuerza preciosa y dinámica del país: su aportación es indispensable para realizar el bien de la sociedad, teniendo en cuenta en especial a los sujetos más débiles. El proyecto de una sociedad solidaria constituye la meta de toda comunidad civil, que quiera ser igualitaria y fraterna. Y es traicionado, cada vez que se asiste pasivamente al crecimiento de la desigualdad entre las diversas partes sociales y entre las naciones del mundo. Cuando se reduce la asistencia a las fajas más débiles sin que se les garantice otras formas de protección; cuando se aceptan peligrosas lógicas de rearme y se invierten preciosos recursos para la compra de armamentos – una verdadera plaga actual, ésta -  o aun cuando el pobre se vuelve una insidia y, en lugar de tenderle la mano, se lo relega a su miseria.
Todas estas actitudes son una afrenta para nuestra sociedad y su cultura, introduciendo en ellas los criterios y prácticas marcadas por la indiferencia y la opresión, que hacen más pobre la vida de los que están solos o discriminados,  pero también del que olvida o discrimina, que acaba ensimismándose y cerrándose al encuentro con la carne de los hermanos, que es la senda obligada para encontrar el bien.  A través de su servicio, están llamados a desarrollar una función crítica en relación con estas perspectivas contrarias a lo humano, y una función profética que muestre cómo es posible pensar y actuar de manera diferente».
Tras destacar la valiosa obra que desarrollan en la «tutela del ambiente», afianzada en una «ecología humana»; en la ayuda a los refugiados y los migrantes – en la que Italia está comprometida de «forma encomiable» - en todos los otros proyectos educativos y asistenciales, así como en la ayuda a los damnificados por el reciente terremoto, a los que renovó su cercanía, el Santo Padre animó a los jóvenes del Servicio Civil italiano a proseguir en la «senda que da pleno significado y alegría» a sus vidas:
«Seguramente la senda del servicio va contracorriente, con respecto a los modelos dominantes, pero en realidad cada uno de nosotros se siente contento y realizado cuando es útil para alguien. Ello libera en nosotros energías nuevas que nos hacen percibir que no estamos solos y dilata nuestros horizontes.
Los invito a caminar por esta senda del servicio y a seguir como modelo perfecto de humanidad a Jesús, que le hizo lugar a los demás en sí mismo, hasta el don de su vida».
Después de agradecer a las Instituciones, pidiendo que promuevan cada vez más un verdadero espíritu solidario en la población, el Papa reiteró la importancia del respeto y promoción humana, por el bien de toda la sociedad:
«El grado de civilización de un pueblo, en efecto, se mide según su capacidad de respetar y promover los derechos de toda persona, empezando por los más débiles.
Les agradezco por este encuentro. Invoco sobre ustedes y sus proyectos la bendición del Señor, para que los ayude a actuar siempre de forma audaz y desinteresada, mirando más allá, hacia los horizontes de la esperanza. Y, por favor, recen también por mí. Gracias».
(CdM – RV)
(from Vatican Radio)

El Papa en la entrega del Premio Ratzinger: afecto y agradecimiento al Papa Benedicto XVI

“Los felicito por el buen éxito del Simposio Internacional sobre el tema ‘Escatología: análisis y perspectiva’ que tuvo lugar en días pasados en la Universidad de la Santa Cruz en Roma”: fueron las palabras del Papa Francisco en la ceremonia de entrega del Premio Ratzinger, que tuvo lugar en la mañana de este sábado en la Sala Clementina en el Vaticano. 
El importante reconocimiento otorgado por la Fundación vaticana Joseph Ratzinger-Benedicto XVI a estudiosos que se han distinguido por particulares méritos en la actividad de investigación científica de carácter teológico, fue entregado este año de las manos del Pontífice a Mons. Inos Biffi, docente, teólogo y liturgista de fama internacional y al profesor y teólogo greco Ioannis Kourempeles, de la Facultad de Teología  de la Universidad de Salónica y primer ortodoxo en ser galardonado con el Premio de la Fundación Vaticana.
Al iniciar el breve y rico discurso el Obispo de Roma afirmó que para él esta ocasión es también un modo para expresar una vez más, junto a los participantes en el congreso “nuestro gran afecto y nuestro reconocimiento por el Papa emérito Benedicto XVI, que continúa a acompañarnos también ahora con su oración”.
Francisco destacó que el tema de la Escatología, tratado en el encuentro concluido esta mañana, “ha ocupado un lugar muy importante en el trabajo teológico del Profesor Joseph Ratzinger, en su actividad como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y finalmente en su magisterio durante el Pontificado”. “No podemos olvidar – afirmó – sus profundas consideraciones sobre la vida eterna y sobre la esperanza en la Encíclica Spe Salvi”.
El tema de la escatología – subrayó después el Santo Padre – es fundamental cuando se refleja sobre el sentido de nuestra vida y de nuestra historia sin quedar encerrados en una formulación materialista o puramente intramundana”.
El Papa se refirió luego al Jubileo de la Misericordia apenas concluido, “que nos ha recordado tantas veces que la misericordia está en el corazón del protocolo sobre el cual Jesús dice que seremos juzgados, y repitió el pasaje del evangelio de Mateo: “Tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber”.
El Pontífice siguió concentrando sus palabras sobre la figura de Benedicto XVI y recalcó la profundidad del pensamiento de Joseph Ratzinger, que “sólidamente fundado en la Escritura y en los Padres y siempre nutrido de fe y de oración, nos ayuda a permanecer abiertos al horizonte de la eternidad, dando así sentido también a nuestras esperanzas y a nuestros compromisos humanos. “El suyo – destacó -  es un pensamiento y magisterio fecundo, que ha sabido concentrarse en las referencias fundamentales de nuestra vida cristiana, la persona de Jesucristo, la caridad, la esperanza, la fe. Y toda la Iglesia le estará siempre agradecida”.
Finalmente, las felicitaciones de Francisco a “las ilustres personalidades" a quienes el Premio Ratzinger 2016 ha sido atribuido: “a Mons. Inos Biffi, que recibe el premio como reconocimiento por los méritos de una vida entera dedicada a los estudios teológicos en la Iglesia y en su servicio". Un premio “a la carrera de un gran teólogo”, enfatizó el Pontífice.
Y refiriéndose al segundo galardonado, “el más joven Profesor Ioannis Kourempeles”, el Santo Padre motivó la entrega del Premio por su “interés en el pensamiento del Joseph Ratzinger y como aliento para continuar a sondar la fecundidad del encuentro entre el pensamiento de Ratzinger y la teología ortodoxa".
Felicitando a los premiados por su trabajo teológico y a la Fundación, el Papa expresó su deseo de que el Señor “los bendiga siempre”, junto a su “servicio por su Reino”.
(MCM-RV) 
(from Vatican Radio)