lunes, 14 de diciembre de 2015

Osoro volverá a bendecir a miles de familias en La Almudena El 27 de diciembre, fiesta de la Sagrada Familia

El arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, ha decidido que repetirá este año 2015 el nuevo formato de celebración de la denominada Misa de las Familias que inauguró el año pasado y que consistió en una especie de maratón de bendiciones en la catedral de La Almudena, solo interrumpida por la eucaristía. El acto tendrá lugar el próximo domingo 27 de diciembre, según han informado a Europa Press fuentes del Arzobispado.
Esta iniciativa sustituyó en 2014 a la misa de Colón que venía celebrándose desde hacía seis años de la mano del cardenal y entonces arzobispo de Madrid Antonio María Rouco Varela. Tras aceptar el papa Francisco la renuncia de Rouco en agosto del año pasado, en octubre de 2014 le relevó al frente de la diócesis de Madrid el hasta entonces arzobispo de Valencia, Carlos Osoro. El nuevo obispo decidió trasladar la celebración al interior de la Catedral.
Durante la fiesta de 2014, Osoro bendijo a unas 1.000 personas a la hora, y este año hará lo propio. Impartirá bendiciones hasta que no queden familias pues, tal y como dijo el año pasado: "Me quedaré bendiciendo toda la noche si hace falta".
Este año se volverán a abrir las puertas de la Catedral el domingo por la mañana para que el obispo comience a recibir a todos los que deseen acercarse. A las 12.00 horas, se interrumpirán las bendiciones para celebrar la eucaristía y, al término de la misma, continuará saludando a las familias hasta que no quede ninguna en la cola.

El año pasado, el arzobispo entregaba a cada familia una oración y unos dibujos realizados por él en los que quería representar la importancia de la familia cristiana. Por su parte, los matrimonios, parejas y personas solas que guardaban la fila lo hacían para saludarle y pedirle su ayuda.

Homilía del Papa: Es hermoso esperar en la misericordia de Dios

 La esperanza en la misericordia de Dios abre los horizontes y nos hace libres, mientras la rigidez clerical cierra los corazones y hace mucho mal. Son los conceptos que expresó el Papa Francisco en su homilía de la Misa de la mañana celebrada en la Capilla de la Casa de Santa Marta.

La primera Lectura del día, tomada del Libro de los Números, se refiere a Balaam, un profeta contratado por un rey para maldecir a Israel. Balaam – observó el Papa – “tenía sus defectos, e incluso sus pecados, porque todos tenemos pecados, todos. Todos somos pecadores. Pero no se asusten – exhortó el Pontífice – Dios es más grande que todos nuestros pecados”. “En su camino, Balaam encuentra al ángel del Señor y cambia su corazón”. “No cambia de partito”, sino que “cambia del error a la verdad, y cuenta lo que ve”: el Pueblo de Dios vive en las tiendas, en medio del desierto, y él, “además del desierto ve la fecundidad, la belleza, la victoria”. Abrió su corazón, “se convirtió” y “vio lejos, vio la verdad”, porque “con buena voluntad siempre se ve la verdad”. “Es una verdad que da esperanza”.

“La esperanza – afirmó el Papa – es esta virtud cristiana que nosotros tenemos como un gran don del Señor y que nos hace ver lejos, más allá de los problemas, los dolores, las dificultades, más allá de nuestros pecados”. Nos hace “ver la belleza de Dios”:

“Cuando yo me encuentro con una persona que tiene esta virtud de la esperanza y se encuentra en un momento feo de su vida – ya sea una enfermedad, una preocupación por un hijo o una hija, o por alguien de la familia, que padece algo – pero que tiene esta virtud, en medio del dolor, tiene el ojo penetrante, tiene la libertad de ver más allá, siempre más allá. Y ésta es la esperanza. Y ésta es la profecía que hoy nos ofrece la Iglesia: nos quiere mujeres y hombres de esperanza, incluso en medio de los problemas. La esperanza abre horizontes, la esperanza es libre, no es esclava, siempre encuentra un lugar para resolver una situación”.

En el Evangelio se habla de los jefes de los sacerdotes que preguntan a Jesús con qué autoridad actúa: “No tienen horizontes” – dijo el Papa – son “hombres cerrados en sus cálculos”, “esclavos de las propias rigideces. Y los cálculos humanos “cierran el corazón, cierran la libertad”, mientras “la esperanza nos vuelve ligeros”:

“Qué hermosa es la libertad, la magnanimidad, la esperanza de un hombre y una mujer de Iglesia. En cambio, qué fea y cuánto mal hace la rigidez de una mujer y de un hombre de Iglesia, la rigidez clerical, que no tiene esperanza. En este Año de la Misericordia, están estos dos caminos: quien tiene esperanza en la misericordia de Dios y sabe que Dios es Padre; Dios perdona siempre, pero todo; más allá del desierto está el abrazo del Padre, el perdón. Y también están aquellos que se refugian en su propia esclavitud, en su propia rigidez, y no saben nada de la misericordia de Dios. Estos eran doctores, habían estudiado, pero su ciencia no los ha salvado”.

El Papa concluyó su homilía relatando un hecho que sucedió en 1992 en Buenos Aires, durante una Misa para los enfermos. Estaba confesando ya desde hacía muchas horas, cuando llegó una mujer muy anciana, de 80 años de edad, “con los ojos que ven más allá, esos ojos llenos de esperanza”:

“Y yo le dije: ‘Abuela, ¿usted viene para confesarse?’. Porque yo me estaba levantando. ‘Sí’. ‘Pero, usted no tiene pecados’. Y ella me dijo: ‘Padre, todos los tenemos’. ‘Pero, ¿acaso el Señor no los perdona?’. ‘¡Dios perdona todo!’, me dijo. Dios perdona todo. ‘¿Y cómo lo sabe?’, le pregunté. ‘Porque si Dios no perdonara todo, el mundo no existiría’. Ante estas dos personas – el libre, la esperanza, el que te trae la misericordia de Dios, y el cerrado, el legalista, precisamente el egoísta, el esclavo de las propias rigideces – recordemos esta lección que esta anciana de 80 años de edad – era portuguesa – me dijo: Dios perdona todo, sólo espera que tú te acerques”. 
(María Fernanda Bernasconi - RV).

“¡Conviértete! Para poder recibir al Dios de la alegría”, el Papa en el Ángelus

Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!
En el Evangelio de hoy hay una pregunta repetida tres veces: «¿Qué debemos hacer? » (Lc3,10.12.14). Le preguntan a Juan Bautista tres categorías de personas: primero, la muchedumbre en general; segundo, los publicanos, es decir los cobradores de impuestos; y tercero, algunos soldados. Cada uno de estos grupos pregunta al profeta qué debe hacer para realizar la conversión que él está predicando. La respuesta de Juan a la pregunta de la muchedumbre es el compartir los bienes de primera necesidad:  «El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; y el que tenga qué comer, haga otro tanto» ( v.11). A los cobradores de impuestos dice no exigir nada más de la suma debida (cfr v.13), ¿qué quiere decir esto? No hacer sobornos, es claro Bautista; y el tercer grupo a los soldados les pide no extorsionar nada a ninguno sino contentarse de sus pagos (cfr v.14). Son las tres respuestas para las tres preguntas. Tres respuestas para un idéntico camino de conversión, que se manifiesta en empeños concretos de justicia y de solidaridad. Es el camino que Jesús indica en toda su predicación: el camino del amor hecho por el prójimo.
Y en estas advertencias de Juan Bautista comprendemos cuáles eran las tendencias generales de quien en aquella época tenía el poder, bajo las formas diversas. Las cosas no han cambiado tanto. No obstante, ninguna categoría de personas está excluida del recorrer el camino de la conversión para obtener la salvación, ni siquiera los publicanos considerados pecadores por definición. Ni siquiera ellos están excluidos de la salvación. Dios no impide a ninguno la posibilidad de salvarse. Él está –se puede decir esta palabra– Él está ansioso por usar la misericordia, usarla hacia todos en el tierno abrazo de reconciliación y de perdón.

Esta pregunta - ¿qué debemos hacer? – la sentimos también nuestra. La liturgia de hoy nos repite, con las palabras de Juan, que es necesario convertirse, es necesario cambiar dirección de marcha y emprender el camino de la justicia, de la solidaridad, de la sobriedad: son los valores imprescindibles de una existencia plenamente humana y auténticamente cristiana. ¡Conviértanse! Es la síntesis del mensaje del Bautista. Y la liturgia de este tercer domingo de Adviento nos ayuda a redescubrir una dimensión particular de la conversión: la alegría. Quien se convierte y se acerca al Señor siente la alegría. El profeta Sofonías nos dice hoy: «¡Alegráte, hija de Sion!», dirigido a Jerusalén (Sof 3,14); y el apóstol Pablo exhorta así a los cristianos de Filipo: «Alégrense siempre en el Señor» (Fil 4,4). Hoy se necesita valentía para hablar de alegría, ¡se necesita sobre todo fe! El mundo está sofocado por tantos problemas, el futuro agobiado por incógnitas y temores. Y sin embargo, el cristiano es una persona alegre, y su alegría no es cualquier cosa superficial y efímera, sino profundo y estable, porque es un don del Señor que llena la vida. Nuestra alegría deriva de la certeza que «el Señor está cerca» (Fil 4,5). Está cerca con su ternura, con su misericordia, con su perdón, con su amor.
Que la Virgen María nos ayude a reforzar nuestra fe, para que sepamos acoger al Dios de la alegría, que siempre quiere vivir en medio de sus hijos. Y que nuestra Madre nos enseñe a compartir las lágrimas con quien llora, para poder compartir también la sonrisa.
(Traducción por Mercedes De La Torre – Radio Vaticano).

Llamamiento del Papa sobre el Clima: que la solidaridad sea más concreta


Tras dirigir el rezo del Ángelus, el Papa Francisco recordó que este sábado concluyó la Conferencia sobre el clima de París “con la adopción de un acuerdo que muchos definieron histórico”.
Texto completo de las palabras del Papa Francisco después del rezo del Ángelus:
Queridos hermanos y hermanas,
La Conferencia del clima ha apenas concluido en París con la adopción de un acuerdo que muchos definieron histórico. Su actuación requerirá un empeño coral y una generosa dedicación por parte de cada uno. Deseando que sea garantizada una particular atención a las poblaciones más vulnerables exhorto a la entera comunidad internacional proseguir con solicitud el camino emprendido en el signo de una solidaridad que se convierta cada vez más concreta.
Martes próximo, 15 de diciembre, en Nairobi iniciará la Conferencia Ministerial de la Organización Internacional del Comercio. Me dirijo a los Países que participarán, de modo que las decisiones que serán tomadas tengan en cuenta las necesidades de los pobres y de las personas más vulnerables, como también de las legítimas aspiraciones de los Países menos desarrollados y del bien común de la entera familia humana.
En todas las catedrales del mundo, están abiertas las Puertas Santas, para que el Jubileo de la Misericordia pueda ser vivido plenamente en las Iglesias particulares. Deseo que este momento fuerte estimule a tantos para hacerse instrumentos de la ternura de Dios. Como expresión de las obras de misericordia, están abiertas también las “Puertas de la Misericordia” en los lugares de dificultad y de marginación.  En este sentido, saludo a los detenidos de las cárceles de todo el mundo, especialmente aquellos de la cárcel de Padua, que hoy están unidos a nosotros espiritualmente para este momento de oración, y les agradezco el regalo del concierto.
Saludo a todos ustedes, peregrinos llegados de Roma, de Italia y de tantas partes del mundo. En particular saludo a aquellos procedentes de Varsovia y de Madrid. Dirijo un pensamiento especial a la fundación Dispensario Santa Marta en el Vaticano: a los padres con sus hijos, a los voluntarios y a las Hermanas Hijas de la Caridad; ¡gracias por su testimonio de solidaridad y de acogida! Saludo también a los miembros del Movimiento de los Focolares junto a amigos de algunas comunidades islámicas. Vayan hacia adelante, vayan hacia adelante con valentía en su camino de diálogo y de fraternidad, porque ¡todos somos hijos de Dios!
A todos un cordial deseo de buen domingo y buen almuerzo. No se olviden, por favor, de rezar por mí. ¡Hasta la vista!
(Traducción por Mercedes De La Torre – Radio Vaticano).

Señor, instrúyeme en tus sendas.


Sal 24, 4-5ab. 6-7bc. 8-9

Señor, instrúyeme en tus sendas.
Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas: 
haz que camine con lealtad; 
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador.
Señor, instrúyeme en tus sendas.
Recuerda, Señor, que tu ternura 
y tu misericordia son eternas; 
acuérdate de mí con misericordia, 
por tu bondad, Señor.
Señor, instrúyeme en tus sendas.
El Señor es bueno y es recto, 
enseña el camino a los pecadores; 
hace caminar a los humilles con rectitud, 
enseña su camino a los humildes.
Señor, instrúyeme en tus sendas.


El bautismo de Juan ¿de dónde venía?


Lectura del santo evangelio según san Mateo 21, 23-27
En aquel tiempo, Jesús llegó al templo y, mientras enseñaba, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo para preguntarle:
- «¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?»
Jesús les replicó:
-«Os voy a hacer yo también una pregunta; si me la contestáis, os diré yo también con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan ¿de dónde venía, del cielo o de los hombres?»
Ellos se pusieron a deliberar:
-«Si decimos "del cielo", nos dirá: "¿Por qué no le habéis creído?' Si le decimos "de los hombres". tememos a la gente; porque todos tienen a Juan por profeta.»
Y respondieron a Jesús:
- «No sabemos.»
Él, por su parte, les dijo:
- «Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto.»
Palabra del Señor.