miércoles, 3 de abril de 2013

Como la Magdalena, pidamos la gracia de las lágrimas para ver a Cristo resucitado



En la breve homilía de la Misa de hoy que presidió en la Casa Santa Marta y meditando en el pasaje del Evangelio de la Magdalena, el Papa Francisco alentó a los fieles a pedirle a Dios la gracia de las lágrimas para poder ser capaces de ver a Cristo resucitado en este tiempo de Pascua. 

Ante algunos gendarmes del Vaticano y otras personas que laboran allí y que participaron en la Eucaristía, el Papa meditó sobre el pasaje en el que la mujer "pecadora" llora al ver el sepulcro vacío. 

El Papa dijo que la Magdalena es la mujer "de la cual Jesús dijo que ha amado mucho y por eso sus muchos pecados han sido perdonados". Sin embargo esta mujer debió "enfrentar la pérdida de todas sus esperanzas" al no ver a Jesús y por eso llora. 

"Todos nosotros en nuestra vida, hemos sentido la alegría, la tristeza, el dolor" pero "en los momentos más oscuros, ¿hemos llorado? ¿Hemos tenido esa bondad de las lágrimas que preparan los ojos para mirar, para ver al Señor?" 

Ante la Magdalena que llora, dijo luego el Papa, "podemos también pedir al Señor la gracia de las lágrimas. Es una bella gracia… Llorar pidiendo por todo: por el bien, por nuestros pecados, por las gracias, por la misma alegría" ya que "el llanto nos prepara para ver a Jesús". 

El Santo Padre indicó que es el Señor quien "nos da la gracia, a todos, de poder decir con nuestra vida ‘He visto al Señor’, no porque se haya aparecido, sino porque ‘lo he visto dentro del corazón’. Y este debe ser el testimonio de nuestra vida: ‘vivo así porque he visto al Señor’". 
Papa Francisco

María Magdalena


Santa María Magdalena, discípula del Señor, en los evangelios ocupa un lugar destacado.


San Lucas la incluye entre las mujeres que siguieron a Jesús después de haber sido "curadas de espíritus malignos y enfermedades", precisando que de ella "habían salido siete demonios". 

Magdalena está presente al pie de la cruz, junto con la Madre de Jesús y otras mujeres. Ella fue quien descubrió, la mañana del primer día después del sábado, el sepulcro vacío, junto al cual permaneció llorando hasta que se le apareció Jesús resucitado. 

La historia de María Magdalena recuerda a todos una verdad fundamental: discípulo de Cristo es quien, en la experiencia de la debilidad humana, ha tenido la humildad de pedirle ayuda, ha sido curado por él y lo ha seguido de cerca, convirtiéndose en testigo del poder de su amor misericordioso, más fuerte que el pecado y la muerte. 

(Benedicto XVI, 23 de julio de 2006).