lunes, 1 de junio de 2015

«LUZ, RESPLANDOR Y GRACIA EN LA TRINIDAD Y POR LA TRINIDAD»

De las Cartas de san Atanasio, obispo
Carta 1 a Serapión, 28-30: PG 26, 594-595. 599) 
Existe, pues, una Trinidad, santa y perfecta, de la cual se afirma que es Dios en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, que no tiene mezclado ningún elemento extraño o externo, que no se compone de uno que crea y de otro que es creado, sino que toda ella es creadora, es consistente por naturaleza y su actividad es única. 
El Padre hace todas las cosas a través del que es su Palabra, en el Espíritu Santo. 
De esta manera queda a salvo la unidad de la santa Trinidad. Así, en la Iglesia se predica un solo Dios, que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo. Lo trasciende todo, en cuanto Padre, principio y fuente; lo penetra todo, por su Palabra; lo invade todo, en el Espíritu Santo
San Pablo, hablando a los corintios acerca de los dones del Espíritu, lo reduce todo al único Dios Padre, como al origen de todo, con estas palabras: Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de servicios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos.
El Padre es quien da, por mediación de aquel que es su Palabra, lo que el Espíritu distribuye a cada uno. Porque todo lo que es del Padre es también del Hijo; por esto, todo lo que da el Hijo en el Espíritu es realmente don del Padre. De manera semejante, cuando el Espíritu está en nosotros, lo está también la Palabra, de quien recibimos el Espíritu, y en la Palabra está también el Padre, realizándose así aquellas palabras: El Padre y yo vendremos a fijar en él nuestra morada. Porque donde está la luz, allí está también el resplandor; y donde está el resplandor, allí está también su eficiencia y su gracia esplendorosa.(from Vatican Radio)

Con su gran amor, Dios saca la salvación del desecho. Reitera el Papa

Demasiadas veces le decimos ‘vete’ a Jesús, sin darnos cuenta de que eso es un fracaso. Pero la ‘victoria del amor de Dios’ para el hombre se manifiesta precisamente en el aparente ‘fracaso’
de la Cruz de su Hijo. Es lo que destacó el Papa Francisco, reflexionando sobre la parábola de los viñeros homicidas, en la Misa, en la Casa de Santa Marta.

De su Hijo desechado, Dios saca la salvación para todos, reiteró el Papa, recordando lo que parece el fracaso del sueño de amor, de la historia de amor de Dios con su pueblo:
«Los profetas, los hombres de Dios que hablaron al pueblo, que no han sido escuchados, que han sido desechados, serán su gloria. El Hijo, el último enviado, que ha sido desechado, juzgado, no escuchado y matado, se ha vuelto la piedra angular. Esta historia, que comienza con un sueño de amor, y que parece ser una historia de amor, pero luego parece terminar en una historia de fracasos, acaba con el gran amor de Dios, que del desecho saca la salvación; de su Hijo desechado, nos salva a todos».
No olvidemos la Cruz
La lógica del fracaso acaba siendo todo lo contrario. Y Jesús lo recuerda a los jefes del pueblo, citando las Escrituras: «la piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular». Es lo que ha hecho el Señor y es una maravilla para nuestros ojos, señaló el Obispo de Roma, evocando también ‘los lamentos de Dios’, del Padre que ‘llora’ cuando el pueblo ‘no sabe obedecer a Dios, porque quiere volverse ‘dios, él mismo’:
«El camino de nuestra redención es un camino de tantos fracasos. También el último, el de la cruz, es un escándalo. Pero, precisamente allí, el amor vence. Y esa historia que comienza con un sueño de amor y sigue con una historia de fracasos, acaba en la victoria del amor: la cruz de Jesús. No debemos olvidar este camino, es un camino difícil ¡también el nuestro! Si cada uno de nosotros hace un examen de conciencia, verá cuántas veces, cuántas veces ha echado a los profetas. Cuántas veces le ha dicho a Jesús: ‘vete’, cuántas veces se ha querido salvar a sí mismo, cuántas veces hemos pensado que nosotros éramos los justos».
Memoria de esa semilla de amor
Recordemos siempre que en la muerte en la cruz del Hijo se manifiesta ‘el amor de Dios para su pueblo’ alentó el Papa Francisco:
«Nos hará bien hacer memoria, memoria de esta historia de amor, que parece un fracaso, pero al fin vence. Es la historia de hacer memoria en la historia de nuestra vida, esa semilla de amor que Dios ha sembrado en nosotros y de cómo ha ido. Y hacer lo mismo que ha hecho Jesús en nombre nuestro: se humilló».

(CdM – RV)

La señal de la Cruz nos recuerda que el Misterio de la Trinidad abraza nuestro ser y nuestra vida, dijo el Papa

«¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días! Y ¡Buen domingo!
Hoy celebramos la fiesta de la Santísima Trinidad, que nos recuerda el misterio del único Dios en tres Personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. La Trinidad es comunión de Personas divinas, las cuales son una con la otra, una para la otra y una en la otra: esta comunión es la vida de Dios, el misterio de amor del Dios Vivo. Y Jesús nos ha enseñado este misterio. Él nos ha hablado de Dios como Padre; nos ha hablado del Espíritu; y nos ha hablado de Sí mismo como Hijo de Dios. Y así nos ha revelado este misterio.  Y cuando, resucitado, ha enviado a los discípulos a evangelizar a todos los pueblos  les dijo que los bautizaran «en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28,19)
Este mandato, Cristo lo encomienda en todo tiempo a la Iglesia, que ha heredado de los Apóstoles el mandato misionero. Lo dirige también a cada uno de nosotros, que, gracias al Bautismo, formamos parte de su Comunidad.
Por lo tanto, la solemnidad litúrgica de hoy, al tiempo que nos hace contemplar el misterio estupendo - del cual provenimos y hacia el cual vamos - nos renueva la misión de vivir la comunión con Dios y vivir la comunión entre nosotros, sobre el modelo de esa comunión de Dios. No estamos llamados a vivir ‘los unos sin los otros, encima o contra los otros’, sino ‘los unos con los otros, por los otros y en los otros’. Ello significa acoger y testimoniar concordes la belleza del Evangelio; vivir el amor recíproco y hacia todos, compartiendo alegrías y sufrimientos, aprendiendo a pedir y conceder el perdón, valorizando los diversos carismas, bajo la guía de los Pastores. En una palabra, se nos encomienda la tarea de edificar comunidades eclesiales que sean cada vez más familia, capaces de reflejar el esplendor de la Trinidad y de evangelizar, no sólo con las palabras, sino con la fuerza del amor de Dios, que habita en nosotros.
La Trinidad, como había empezado a decir, es también el fin último hacia el cual está orientada nuestra peregrinación terrenal. El camino de la vida cristiana es, en efecto, un camino esencialmente ‘trinitario’: el Espíritu Santo nos guía al conocimiento pleno de las enseñanzas de Cristo. Y también nos recuerda lo que Jesús nos ha enseñado. Su Evangelio; y Jesús, a su vez, ha venido al mundo para hacernos conocer al Padre, para guiarnos hacia Él, para reconciliarnos con Él. Todo, en la vida cristiana, gira alrededor del misterio trinitario y se cumple en orden a este misterio infinito. Intentemos pues, mantener siempre elevado el ‘tono’ de nuestra vida, recordándonos para qué fin, para cuál gloria nosotros existimos, trabajamos, luchamos, sufrimos. Y a cuál inmenso premio estamos llamados.
Este misterio abraza toda nuestra vida y todo nuestro ser cristiano. Lo recordamos, por ejemplo, cada vez que hacemos la señal de la cruz: en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Y ahora los invito a hacer todos juntos – y con voz fuerte - la señal de la cruz ¡todos juntos! En nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
En este último día del mes de mayo, el mes mariano, nos encomendamos a la Virgen María. Que Ella - que más que cualquier otra criatura, ha conocido, adorado, amado el misterio de la Santísima Trinidad - nos guíe de la mano; nos ayude a percibir, en los eventos del mundo, los signos de la presencia de Dios, Padre Hijo y Espíritu Santo; nos obtenga amar al Señor Jesús con todo el corazón, para caminar hacia la visión de la Trinidad, meta maravillosa a la cual tiende nuestra vida. Le pedimos también que ayude a la Iglesia a ser, misterio de comunión, a ser siempre una Iglesia comunidad hospitalaria, donde toda persona, especialmente pobre y marginada, pueda encontrar acogida y sentirse hija de Dios, querida y amada».

(Traducción del italiano: Cecilia de Malak)