sábado, 21 de marzo de 2015

El Papa en Scampia invita a luchar por la dignidad

Desde el campo deportivo el Papa recorrió en papamóvil la distancia que lo separaba de la Plaza Juan Pablo II donde se encontró con los habitantes del barrio y con los representantes de diversas categorías sociales. Francisco, rodeado de niños, recibió el saludo del cardenal arzobispo de Nápoles, Crescenzio Sepe y de dos personas que le dieron la bienvenida en nombre de los emigrantes y de los trabajadores.
A continuación pronunció un discurso cuyo texto oficial dejó en varias ocasiones de lado, para dialogar abiertamente con los presentes. ''Pertenecéis a un pueblo con una larga historia, atravesada por vicisitudes complejas y dramáticas -dijo- La vida en Nápoles nunca ha sido fácil, pero nunca ha sido triste Este es vuestro recurso más grande, la alegría. El camino diario en esta ciudad, con sus dificultades, su malestar y a veces sus duras pruebas produce una cultura de la vida que siempre ayuda a levantarse después de cada caída, y conseguir que el mal no tenga nunca la última palabra. Es la esperanza, cómo sabéis bien, esta gran herencia, esta "palanca del alma", tan preciosa, pero también tan expuesta al asalto y al robo. El que voluntariamente emprende el camino del mal roba un trozo de esperanza...Lo roba a sí mismo y a tanta gente honrada y trabajadora, al buen nombre de la ciudad, a su economía''.
Después respondió a una inmigrante filipina, que había hablado también en nombre de las personas sin hogar pidiendo una palabra que les asegurase que eran ''hijos de Dios''. Francisco, visiblemente emocionado, contestó que los emigrantes no solo tenían que estar seguros de ser amados y queridos por Dios, sino tener también la certeza de ser ciudadanos y recordó que hacer que se sintieran así era responsabilidad de todos. Más aún, subrayó, que todos en esta tierra somos emigrantes, hijos de Dios en camino, porque ninguno tiene una morada fija en esta tierra.
La falta de trabajo -dijo el Papa al segundo interlocutor- es un signo negativo de nuestro tiempo, de un sistema que descarta a la gente y esta vez el turno les ha tocado a los jóvenes que no pueden esperar en un futuro. El Santo Padre reiteró que el desempleo, el no poder llevar el pan a casa, comporta para el que lo padece, la pérdida de la dignidad. También denunció las formas de explotación laboral, como el trabajo sin contribuciones a la Seguridad Social o a la jubilación y subrayó que no podía llamarse cristiana la persona que propone un trabajo de once horas al día sin seguro de ningún tipo pagado poco y mal y que, ante la perplejidad del trabajador le dice que si no está dispuesto a aceptar hay muchos otros dispuestos a ocupar su puesto. Francisco se refirió a esta forma de explotación como esclavitud e invitó a todos a combatirla de raíz, a luchar por la dignidad y a no callar ante la injusticia.
Por último respondiendo al saludo de un representante de la magistratura, que había hablado de la importancia de la educación para crear ciudadanos honrados, afirmó que sin lugar a dudas el camino de la educación era un camino de esperanza y la mejor prevención para los males.
No dejó tampoco de nombrar a la corrupción, afirmando que una sociedad que cierra las puertas a los emigrantes y no da trabajo a la gente es una sociedad corrupta, una sociedad descompuesta y advirtió, al mismo tiempo, que ninguno de nosotros puede decir que está a salvo de la corrupción, porque es muy fácil caer víctima de ella, es ''un deslizarse hacia los negocios fáciles... hacia la explotación de las personas''. ''Un cristiano que deja entrar dentro de sí la corrupción, no es un cristiano -exclamó- hiede''.
Francisco alentó la presencia y el compromiso de las instituciones ciudadanas porque ''una comunidad no puede progresar sin su respaldo'' e invitó a realizar una ''buena política'', que es un servicio a las personas, que se lleva a cabo sobre todo en ámbito local, donde el peso de las omisiones y los retrasos es todavía más fuerte. ''La buena política es una de las manifestaciones más altas de la caridad, del servicio y del amor''. ''Haced una buena política -exclamó- pero entre vosotros: la política se hace todos juntos''.
''Nápoles -concluyó- está siempre dispuesta a resurgir, haciendo palanca sobre una esperanza forjada con mil pruebas y por lo tanto, un verdadero recurso con que contar siempre. Su raíz está en el ánimo de los napolitanos, en su alegría, en su religiosidad, en su piedad... Os deseo que tengáis el valor de salir adelante con esta alegría... el valor de no robar jamás la esperanza a ninguno... Os deseo que sigáis adelante buscando fuentes de empleo, para que todos tengan la dignidad de llevar el pan a casa y de salir adelante con la limpieza del alma propia, con la limpieza de la ciudad, con la limpieza de la sociedad, para que no haya ese hedor que da la corrupción''.

El Papa pide la abolición de la pena capital: la justicia no se alcanza dando muerte a un ser humano

Con estas letras, deseo hacer llegar mi saludo a todos los miembros de la Comisión Internacional contra la Pena de Muerte, al grupo de países que la apoyan, y a quienes colaboran con el organismo que Ud. preside. Quiero además expresar mi agradecimiento personal, y también el de los hombres de buena voluntad, por su compromiso con un mundo libre de la pena de muerte y por su contribución para el establecimiento de una moratoria universal de las ejecuciones en todo el mundo, con miras a la abolición de la pena capital.
He compartido algunas ideas sobre este tema en mi carta a la Asociación Internacional de Derecho Penal y a la Asociación Latinoamericana de Derecho Penal y Criminología, del 30 de mayo de 2014. He tenido la oportunidad de profundizar sobre ellas en mi alocución ante las cinco grandes asociaciones mundiales dedicadas al estudio del derecho penal, la criminología, la victimología y las cuestiones penitenciarias, del 23 de octubre de 2014. En esta oportunidad, quiero compartir con ustedes algunas reflexiones con las que la Iglesia contribuya al esfuerzo humanista de la Comisión.
El Magisterio de la Iglesia, a partir de la Sagrada Escritura y de la experiencia milenaria del Pueblo de Dios, defiende la vida desde la concepción hasta la muerte natural, y sostiene la plena dignidad humana en cuanto imagen de Dios (cf. Gen 1,26). La vida humana es sagradaporque desde su inicio, desde el primer instante de la concepción, es fruto de la acción creadora de Dios (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2258), y desde ese momento, el hombre, única criatura a la que Dios ha amado por sí mismoes objeto de un amor personalpor parte de Dios (cf. Gaudium et spes, 24).
Los Estados pueden matar por acción cuando aplican la pena de muerte, cuando llevan a sus pueblos a la guerra o cuando realizan ejecuciones extrajudiciales o sumarias. Pueden matar también por omisión, cuando no garantizan a sus pueblos el acceso a los medios esenciales para la vida. «Así como el mandamiento de “no matar” pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir “no a una economía de la exclusión la inequidad”» (Evangelii gaudium, 53).
La vida, especialmente la humana, pertenece sólo a Dios. Ni siquiera el homicida pierde su dignidad personal y Dios mismo se hace su garante. Como enseña san Ambrosio, Dios no quiso castigar a Caín con el homicidio, ya que quiere el arrepentimiento del pecador y no su muerte (cf. Evangelium vitae, 9).
En algunas ocasiones es necesario repeler proporcionadamente una agresión en curso para evitar que un agresor cause un daño, y la necesidad de neutralizarlo puede conllevar su eliminación: es el caso de la legítima defensa (cf. Evangelium vitae, 55). Sin embargo, los presupuestos de la legítima defensa personal no son aplicables al medio social, sin riesgo de tergiversación. Es que cuando se aplica la pena de muerte, se mata a personas no por agresiones actuales, sino por daños cometidos en el pasado. Se aplica, además, a personas cuya capacidad de dañar no es actual sino que ya ha sido neutralizada, y que se encuentran privadas de su libertad.
Hoy día la pena de muerte es inadmisible, por cuanto grave haya sido el delito del condenado. Es una ofensa a la inviolabilidad de la vida y a la dignidad de la persona humana que contradice el designio de Dios sobre el hombre y la sociedad y su justicia misericordiosa, e impide cumplir con cualquier finalidad justa de las penas. No hace justicia a las víctimas, sino que fomenta la venganza.
Para un Estado de derecho, la pena de muerte representa un fracaso, porque lo obliga a matar en nombre de la justicia. Escribió Dostoevskij: «Matar a quien mató es un castigo incomparablemente mayor que el mismo crimen. El asesinato en virtud de una sentencia es más espantoso que el asesinato que comete un criminal». Nunca se alcanzará la justicia dando muerte un ser humano.
La pena de muerte pierde toda legitimidad en razón de la defectiva selectividad del sistema penal y frente a la posibilidad del error judicial. La justicia humana es imperfecta, y no reconocer su falibilidad puede convertirla en fuente de injusticias. Con la aplicación de la pena capital, se le niega al condenado la posibilidad de la reparación o enmienda del daño causado; la posibilidad de la confesión, por la que el hombre expresa su conversión interior; y de la contrición, pórtico del arrepentimiento y de la expiación, para llegar al encuentro con el amor misericordioso y sanador de Dios.
La pena capital es, además, un recurso frecuente al que echan mano algunos regímenes totalitarios y grupos de fanáticos, para el exterminio de disidentes políticos, de minorías, y de todo sujeto etiquetado como “peligroso” o que puede ser percibido como una amenaza para su poder o para la consecución de sus fines. Como en los primeros siglos, también en el presente la Iglesia padece la aplicación de esta pena a sus nuevos mártires.
La pena de muerte es contraria al sentido de la humanitas y a la misericordia divina, que debe ser modelo para la justicia de los hombres. Implica un trato cruel, inhumano y degradante, como también lo es la angustia previa al momento de la ejecución y la terrible espera entre el dictado de la sentencia y la aplicación de la pena, una “tortura” que, en nombre del debido proceso, suele durar muchos años, y que en la antesala de la muerte no pocas veces lleva a la enfermedad y a la locura.
Se debate en algunos lugares acerca del modo de matar, como si se tratara de encontrar el modo de “hacerlo bien”. A lo largo de la historia, diversos mecanismos de muerte han sido defendidos por reducir el sufrimiento y la agonía de los condenados. Pero no hay forma humana de matar a otra persona.
En la actualidad, no sólo existen medios para reprimir el crimen eficazmente sin privar definitivamente de la posibilidad de redimirse a quien lo ha cometido (cf. Evangelium vitae, 27), sino que se ha desarrollado una mayor sensibilidad moral con relación al valor de la vida humana, provocando una creciente aversión a la pena de muerte y el apoyo de la opinión pública a las diversas disposiciones que tienden a su abolición o a la suspensión de su aplicación (cf. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, n. 405).
Por otra parte, la pena de prisión perpetua, así como aquellas que por su duración conlleven la imposibilidad para el penado de proyectar un futuro en libertad, pueden ser consideradas penas de muerte encubiertas, puesto que con ellas no se priva al culpable de su libertad sino que se intenta privarlo de la esperanza. Pero aunque el sistema penal pueda cobrarse el tiempo de los culpables, jamás podrá cobrarse su esperanza.
Como expresé en mi alocución del 23 de octubre pasado, «la pena de muerte implica la negación del amor a los enemigos, predicada en el Evangelio. Todos los cristianos y los hombres de buena voluntad, estamos obligados no sólo a luchar por la abolición de la pena de muerte, legal o ilegal, y en todas sus formas, sino también para que las condiciones carcelarias sean mejores, en respeto de la dignidad humana de las personas privadas de la libertad».
Queridos amigos, los aliento a continuar con la obra que realizan, pues el mundo necesita testigos de la misericordia y de la ternura de Dios.
Me despido encomendándolos al Señor Jesús, que en los días de su vida terrena no quiso que hiriesen a sus perseguidores en su defensa - «Guarda tu espada en la vaina» (Mt 26,52) -, fue apresado y condenado injustamente a muerte, y se identificó con todos los encarcelados, culpables o no: «Estuve preso y me visitaron» (Mt 25,36). Él, que frente a la mujer adúltera no se cuestionó sobre su culpabilidad, sino que invitó a los acusadores a examinar su propia conciencia antes de lapidarla (cf. Jn 8,1-11), les conceda el don de la sabiduría, para que las acciones que emprendan en pos de la abolición de esta pena cruel, sean acertadas y fructíferas.
Les ruego que recen por mí. Cordialmente

Rosario de María, arma de paz y perdón: Súplica del Papa en Pompeya

Miles de files esperaban con gran alegría, este sábado, en el Santuario de Pompeya,  al Papa Francisco en la primera etapa de su Visita Pastoral que luego le lleva a Nápoles. Después de detenerse en silencio orante a los pies de la imagen de la Virgen María del Santo Rosario, Francisco pronunció una ‘Pequeña Súplica’, inspirada en la histórica oración, que el Beato Bartolo Longo escribió en 1883:
«Virgen del Santo Rosario, Madre del Redentor, mujer de nuestra tierra encumbrada por encima de los cielos, humilde sierva del Señor, proclamada Reina del mundo, desde lo profundo de nuestras miserias recurrimos a ti. Con confianza de hijos miramos tu rostro dulcísimo.
Coronada con doce estrellas, tú nos llevas al misterio del Padre, tú resplandeces de Espíritu Santo, tú nos donas a tu Niño divino, Jesús, nuestra esperanza, única salvación del mundo. Brindándonos tu Rosario, tú nos invitas a contemplar su rostro. Tú nos abres su corazón, abismo de alegría y de dolor, de luz y de gloria, misterio del hijo de Dios, hecho hombre por nosotros. A tus pies sobre las huellas de los Santos, nos sentimos familia de Dios.
Madre y modelo de la Iglesia, tú eres guía y sostén seguro. Haz que seamos un corazón solo y un alma sola, pueblo fuerte en camino hacia la patria del cielo. Te entregamos nuestras miserias, los tantos caminos del odio y de la sangre, las mil antiguas y nuevas pobrezas y sobre todo nuestro pecado. A ti nos encomendamos, Madre de misericordia: obtennos el perdón de Dios, ayúdanos a construir un mundo según tu corazón.
Oh Rosario bendito de María, cadena dulce que nos anuda a Dios, cadena de amor que nos hace hermanos, no te dejaremos jamás. En nuestras manos serás arma de paz y de perdón, estrella de nuestro camino. Y nuestro beso a ti, en nuestro último respiro, nos sumergirá en una ola de luz, en la visión de la Madre amada y del Hijo divino, anhelo de alegría de nuestro corazón con el Padre y el Espíritu Santo».
Luego, en el atrio del Santuario, el Papa Francisco improvisó unas palabras, saludando a los fieles, algunos de ellos habían pasado toda la noche en oración esperándolo.
«¡Muchas Gracias! Hemos rezado todos a la Virgen, para que los bendiga a todos, a ustedes, a mí a todo el mundo. Tenemos necesidad de la Virgen, para que nos custodie», dijo el Papa, renovando su invitación a rezar con él y rezando un Ave María, con todos los fieles. Breve e intenso encuentro que culminó con su Bendición y su ‘¡Hasta pronto!’
(CdM – RV)
Evangelio según San Juan 7,40-53.

Algunos de la multitud que lo habían oído, opinaban: "Este es verdaderamente el Profeta".
Otros decían: "Este es el Mesías". Pero otros preguntaban: "¿Acaso el Mesías vendrá de Galilea?
¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David y de Belén, el pueblo de donde era David?".
Y por causa de él, se produjo una división entre la gente.
Algunos querían detenerlo, pero nadie puso las manos sobre él.
Los guardias fueron a ver a los sumos sacerdotes y a los fariseos, y estos les preguntaron: "¿Por qué no lo trajeron?".
Ellos respondieron: "Nadie habló jamás como este hombre".
Los fariseos respondieron: "¿También ustedes se dejaron engañar?
¿Acaso alguno de los jefes o de los fariseos ha creído en él?
En cambio, esa gente que no conoce la Ley está maldita".
Nicodemo, uno de ellos, que había ido antes a ver a Jesús, les dijo:
"¿Acaso nuestra Ley permite juzgar a un hombre sin escucharlo antes para saber lo que hizo?".
Le respondieron: "¿Tú también eres galileo? Examina las Escrituras y verás que de Galilea no surge ningún profeta".
Y cada uno regresó a su casa.

En dos años, el número de cristianos asesinados en el mundo se ha cuadruplicado

Hoy, los cristianos blancos son una minoría y los demás a menudo no tienen el poder de defenderse
«Los judíos del siglo XXI»
El último informe de Open Doors International describe la ramificada persecución de una comunidad religiosa que el año pasado fue descrita por el embajador israelí ante la ONU, Ron Prosor, como «los judíos del tercer milenio». Prosor hablaba contra los países musulmanes, que efectivamente ocupan 8 de los primeros diez lugares en la lista negra. Pero, según el instituto Pew, los lugares en donde los cristianos representan el 70% de las víctimas del odio religioso (en dos años el número de muertos se ha cuadruplicado, pasando de 1201 en 2012 a 4344 en 2014) no son solo los de la Media Luna. En posición privilegiada por décimo tercer año consecutivo está Corea del Norte, con sus más de 50 mil cristianos encerrados en campos de concentración.
El éxodo del Medio Oriente
Aunque le gane Pyongyang, el Medio Oriente, tierra de los primeros cristianos, ha visto disminuir su número desde hace medio siglo. El Center for American Progress calcula que en Egipto, Siria y Líbano se concentran entre 7 y 15 millones (el 5 % de la región). Pero si los coptos egipcios (el 10%) se han refugiado entre los brazos del presidente Sisi (sobre todo después de la ejecución de 21 coptos por los yihadistas libios), los demás están haciendo el equipaje. El millón y medio de cristianos iraquíes del año 2000 se ha reducido a la tercera parte (el 40% de los huéspedes iraquíes de los campos para refugiados están bautizados), mientras en Siria los asesinos del Califato destrozan como bestias lo poco que queda de una comunidad que hace tiempo se sentía muy protegida en la zona (y que ahora extraña a Assad). Es cierto, se habla de la situación hoy en día. Pero cuando pasan las “noticias de última hora”, los cristianos del Medio Oriente tienden a volver a ese punto ciego de nuestra visión del mundo, como tuvo a bien decir el intelectual francés y amigo del Che Guevara, Règis Debray: «demasiado» cristianos para los tercermundistas y «demasiado» exóticos para el Occidental.
El desafío islamista
Las raíces de la nueva persecución de los cristianos son siempre más económicas o étnicas que religiosas. Además, el islam, con El Corán en mano, reserva un sitio privilegiado a los cristianos, a los judíos y a las gentes del Libro. Sin embargo, incluso lejos del Medio Oriente, los países musulmanes son los que le hacen la vida imposible a sus “hermanos mayores”. Como Maldivas, paraíso de turistas en el que la cruz no debe ser mostrada. Como Irán, Arabia Saudita, Libia. Como la Nigeria aterrorizada por Boko Haram. Como Paquistán, en donde los cristianos son apenas el 2% y se sienten aterrados (incluso a nivel jurídico, por las condenas según la ley de la blasfemia, como en el caso de Asia Bibi, que está en la cárcel desde hace 5 años). Pero, a decir verdad, Paquistán tiene atentados todos los días y no solo contra las Iglesias.
El problema en muchos de estos países es la prohibición del proselitismo, por lo que si los católicos adoptan un perfil invisible incluso los más aguerridos grupos evangélicos o neocatecumenales tratan de no desafiar a las autoridades.
Las víctimas menos conocidas
Podría parecer una paradoja, pero desde hace algunos años los cristianos martirizados en nombre de Alá cuentan, por lo menos, con una atencón mediática que otros no tienen. Además de los campos de concentración norcoreanos, en los que se castiga la devoción a cualquier dios que no sea Kim Il-sung, o en las paupérrimas aldeas de la Orissa hindú, los cristianos también son asesinados en México y en Colombia, en donde los asesinos incluso ostentan pesadas cruces de oro pero no toleran el lladado a la legalidad de los sacerdotes que están más cerca de los pobres. La China comunista está experimentando una leve apertura hacia el “culto del mal”, pero sigue teniendo una posición de relieve en la lista de los peores países para los cristianos.

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Fuente:Primeros cristianos