Los iraquíes vuelven a sus aldeas y a sus casas, liberadas de los yihadistas; muchas han sido destruidas, otras se mantienen en pie, aunque devastadas en su interior
La toma de Mosul avanza «más rápido de los planeado», según el Pentágono y las autoridades iraquíes, pero sobre el terreno se percibe una batalla pueblo a pueblo, casa a casa. Husein Ali ha tardado dos años en regresar a la suya en la aldea de Sheikh Mir, a escasos kilómetros del último puesto de control levantado en Bartella, que marca la frontera con el califato. Los peshmerga kurdos vigilan ahora el acceso principal a Sheikh Mir a la sombra de un blindado del Ejército de Irak reventado por los yihadistas. Saludan al pasar y señalan al cielo con una sonrisa, pero no es una señal de agradecimiento a Dios. El zumbido de los aviones de la coalición que lidera Estados Unidos es constante y a lo lejos se escuchan fuertes explosiones.
Sheikh Mir, como el resto de localidades arrebatadas al grupo yihadista Daesh en la última semana, es una zona muerta. Solo la familia de Husein se ha decidido a traer un camión e intentar rescatar todo lo rescatable de su casa. «Salimos a la media noche con lo puesto y nos fuimos lo más rápido que pudimos», recuerda Husein mientras insiste en mostrar el diván de la vivienda. El espacio reservado a la recepción de visitas en las casas de esta zona Daesh lo convirtió en un gimnasio. Máquinas de musculación, mancuernas, esterillas para abdominales… un gimnasio completo con el que no sabe qué hará, pero «ni rastro de nuestros sofás, televisión panorámica y reloj de pared, se lo llevaron con ello».
Un paseo por el resto de habitaciones muestra los lugares de descanso de los yihadistas, de los que parece que también tuvieron que salir corriendo porque dejaron sus botas. En el suelo de las habitaciones hay ejemplares del semanal «Nabah« (que significa noticia, en árabe), en los que informa de las «continuas conquistas de Daesh» y trípticos de propaganda para convencer a los milicianos de las virtudes de la guerra santa.
«Han dejado las casas vacías, pero al menos la mía está en pie, hay otras que no», se consuela Husein mientras saca muebles y colchones y los sube al camión. El suelo está repleto de casquillos. Su intención es «volver lo antes posible, pero para eso es imprescindible tener seguridad. Confiamos en las fuerzas kurdas y esperamos que logren llegar lo antes posible a Mosul», apunta este vendedor de pollos que, como los peshmerga de la entrada, señala al cielo y se le dibuja una gran sonrisa cuando el zumbido de los aviones estadounidenses parece más próximo, «eso es bueno, muy bueno para nosotros».
Conflicto con Turquía
Los civiles avanzan junto a las tropas iraquíes y kurdas y se plantan en cada puesto de control a la espera de que les permitan pasar para llegar cuanto antes a sus casas y ver cómo están. Yamil Suleyman Sultán se acerca al nutrido grupo de periodistas apostado en la trinchera de Bartalla para pedirles que le dejen mirar por una cámara a ver si puede ver su casa y su cosechadora. «Dos años, dos años llevo alejado de mis tierras y no puedo más, no me muevo de aquí hasta que me dejen pasar», asegura desesperado este agricultor mientras mira por uno de los objetivos, pero no tiene éxito. Lo que le muestra cámara es lo mismo que ha visto en las aldeas ya liberadas, destrucción y más destrucción. La imagen que le espera, aunque no la quiera ver.
La artillería dispara también de vez en cuando, pero los presentes ya ni se inmutan. Los soldados de Irak y los peshmerga están juntos en el puesto de control, pero no mezclados. Los hongos de humo se elevan a lo lejos después de cada detonación. Pueden ser iraquíes, kurdos o turcos ya que, desde el domingo, el Gobierno de Ankara asegura que respalda a los peshmerga kurdos en la toma de Bashika, localidad situada a escasos kilómetros de este puesto de control de Bartalla. El mando de Operaciones de Irak, sin embargo, negó que la artillería turca estuviera tomando parte en la ofensiva. La tensión entre iraquíes y turcos aumenta según se avanza hacia Mosul y supone todo un desafío para el futuro político de la ciudad tras el colapso del «califato».
Civiles como Husein están muy lejos del choque de intereses entre Ankara y Bagdad, ellos quieren que esto acabe cuanto antes. Pasar página y poder empezar a trabajar cuanto antes en la recuperación de sus vidas anteriores a la llegada de la pesadilla de Daesh.
Mikel Ayestarán/ABC