Queridos diocesanos: celebramos un año más las tradicionales fiestas de la Virgen del Pilar, Patrona de Zaragoza, de Aragón y Reina y Madre de la Hispanidad, con un rico programa de actos religiosos, culturales, deportivos y lúdicos. Con esta carta pastoral saludo a todos los diocesanos y visitantes.
El alma de los pueblos es su propia historiay la historia milenaria de Zaragoza está indisolublemente unida al Pilar, que es su esencia. Zaragoza es la ciudad mariana de España. Como Arzobispo Metropolitano de Zaragoza me alegro de poder celebrar con todos los zaragozanos y aragoneses las Fiestas del Pilar.
Año tras año, de generación en generación, fieles de todo el mundo vienen a venerar la sagrada columna y a rezar ante la Virgen del Pilar. Ella es Pilar de fe. "Tenemos por guía una Columna que no faltó delante de su pueblo jamás, ni de día ni de noche". Esta es la inscripción que figura en el centro de la Plaza del Pilar, "salón de la ciudad", y que explica a todos en el umbral del templo la realidad del sagrado Pilar, que se venera en la Santa Capilla.
Herencia de fe mariana
Esta herencia de fe mariana de tantas generaciones - decía el Papa Juan Pablo II en su estancia en Zaragoza, 6 de noviembre de 1982 - ha de convertirse no sólo en recuerdo, sino en punto de partida hacia Dios. Las oraciones y sacrificios ofrecidos, el latir vital de un pueblo, que expresa ante María sus seculares gozos, tristezas y esperanzas, son piedras nuevas que elevan la dimensión sagrada de una fe mariana".
Evocar la historia no es nostalgia del pasado o regodeo narcisista; es vivir el memorial de una tradición que llega viva hasta nosotros y nos impulsa a mirar hacia el futuro con esperanza. Sin atenerse a las raíces del ayer, los pueblos, las instituciones y las gentes no tienen profundidad. La historia viva es lo que otorga espesor y sentido a la existencia humana. No hay proyecto sin historia ni utopía sin memoria.
Una Iglesia en salida y conversión
La Diócesis de Zaragoza, que comienza el curso con una nueva Programación Pastoral 2016-2017, que tiene como lema Una Iglesia en salida y conversión, siente la necesidad de poner de relieve la presencia singular de la Madre de Cristo en la historia de nuestro pueblo de Aragón. La devoción y el culto a la Virgen del Pilar hoy nos empuja a una vida más humana y más evangélica. Ella nos ayuda a no dejarnos dominar por el miedo y la desesperanza, a comprometernos con pasión en la construcción de un mundo en paz, más justo, más fraterno, más solidario.
Una Iglesia en salida implica: tomar la iniciativa; arriesgarse a salir al encuentro; acercarse e ir al paso de los que se encuentran en el camino; aprender a acompañar como Jesús; escuchando, involucrándose con los que acompaña, hablándoles al corazón.
La conversión pastoral no es opcional: es indispensable e impostergable. Sin la renovación y conversión de los discípulos no puede haber discípulos misioneros, ni tampoco habrá misión. La evangelización es un proceso que comienza con la alegría del primer anuncio y luego camina hacia el compromiso de seguir a Jesús y sentir el impulso de su Espíritu.
La Madre del Evangelio viviente es manantial de alegría para nosotros, porque María aprendió a descubrir la profundidad de la presencia y acción del Espíritu en su vida. Nuestra Señora es modelo de evangelizadores, pues es portadora del Salvador como la esclava del Señor, mostrándolo y entregándolo a la comunidad cristiana. Que nos acompañe en nuestro camino de este curso 2016-2017 la poderosa intercesión de la Virgen María.
En estas Fiestas de la Virgen del Pilar bajo su manto protector ponemos nuestra Iglesia diocesana y sociedad de Zaragoza, nuestra tierra, sus pueblos y sus gentes. Bajo su cuidado maternal encomendamos a todos los que sufren, especialmente a los refugiados y migrantes. ¡Feliz Fiestas de la Virgen del Pilar 2016!
Con mi afecto y bendición,
+ Vicente Jiménez Zamora
Arzobispo de Zaragoza