lunes, 22 de diciembre de 2014

Adeste Fideles. Parroquia de Gaza

MI CORAZÓN SE REGOCIJA POR EL SEÑOR, MI SALVADOR


Del primer libro de Samuel (1S 2,1.45.6-7.8abcd):
Mi corazón se regocija por el Señor, mi Salvador
Mi corazón se regocija en el Señor, 
tengo la frente erguida gracias a mi Dios. 
Mi boca se ríe de mis enemigos, 
porque tu salvación me ha llenado de alegría.

Mi corazón se regocija por el Señor, mi Salvador
Se rompen los arcos de los valientes,
mientras los cobardes se ciñen de valor;
los hartos se contratan por el pan,
mientras los hambrientos engordan;
la mujer estéril da a luz siete hijos,
mientras la madre de muchos queda baldía.

Mi corazón se regocija por el Señor, mi Salvador
El Señor da la muerte y la vida,
hunde en el abismo y levanta;
da la pobreza y la riqueza,
humilla y enaltece.

Mi corazón se regocija por el Señor, mi Salvador
Él levanta del polvo al desvalido,
alza de la miseria al pobre,
para hacer que se sienten entre príncipes
y que hereden un trono de gloria.


Mi corazón se regocija por el Señor, mi Salvador

MI ALMA CANTA LA GRANDEZA DEL SEÑOR

Evangelio según San Lucas 1,46-56.

"Mi alma canta la grandeza del Señor,
y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque el miró con bondad la pequeñez de tu servidora.

En adelante todas las generaciones me llamarán feliz".
Porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo!

Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen.
Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón.

Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes.

Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías.

Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre".

María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa. 
De News.va

Vivir una Navidad cristiana, libres de toda mundanidad, pidió el Papa

Ante la inminencia de la Navidad, a la hora del Ángelus del cuarto y último Domingo de Adviento, el Papa Francisco recordó a los fieles y peregrinos reunidos en una Plaza de San Pedro adornada con los símbolos típicos de este período – el Pesebre y el Árbol – que la liturgia nos invita a meditar el relato del anuncio del Ángel a María. Y afirmó que al contemplar el momento en que esta sencilla muchacha de Nazaret se vuelve disponible al mensaje divino con su “sí” vemos dos aspectos esenciales de su actitud, que es para nosotros modelo de cómo prepararse a la Navidad.

Ante todo su fe, que consiste en escuchar la Palabra de Dios y abandonarse a ella con plena disponibilidad de mente y de corazón.

Y también la capacidad de la Madre de Cristo de reconocer el tiempo de Dios. Porque Ella – dijo el Papa Francisco es la que ha hecho posible la encarnación del Hijo de Dios en ese “sí” humilde y valiente, enseñándonos, de este modo, a comprender el momento favorable en que Jesús pasa por nuestra vida y pide una respuesta generosa.

El Papa Bergoglio no olvidó mencionar la presencia silenciosa de San José en este misterio, cuya figura se representa siempre en todo pesebre.

Después de destacar que el don precioso de la Navidad es la paz, que Cristo es nuestra paz verdadera, el Santo Padre concluyó pidiendo la intercesión de nuestra Madre y de San José, para vivir una Navidad verdaderamente cristiana, libres de toda mundanidad y dispuestos a acoger al Salvador, es decir de Dios-con-nosotros.

(María Fernanda Bernasconi - RV).