Jesús se está despidiendo de sus discípulos. Dentro de muy poco, ya no lo tendrán con ellos. Jesús les
habla con ternura especial: «Hijitos míos, me queda poco de estar con
vosotros». La comunidad es pequeña y frágil. Acaba de nacer. Los discípulos son
como niños pequeños. ¿Qué será de ellos si se quedan sin el Maestro?
Jesús les hace un
regalo: «Os doy un mandato nuevo: que os améis unos a otros como yo os he
amado». Si se quieren mutuamente con el amor con que Jesús los
ha querido, no dejarán de sentirlo vivo en medio de ellos. El amor que han
recibido de Jesús seguirá difundiéndose entre los suyos.
Por eso, Jesús añade: «La señal por la
que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros».
Lo que permitirá descubrir que una comunidad que se dice cristiana es realmente
de Jesús, no será la confesión de una doctrina, ni la observancia de unos
ritos, ni el cumplimiento de una disciplina, sino el amor vivido con el
espíritu de Jesús. En ese amor está su identidad.
Vivimos en una sociedad donde se ha ido imponiendo la «cultura del intercambio». Las
personas se intercambian objetos, servicios y prestaciones. Con frecuencia, se
intercambian además sentimientos, cuerpos y hasta amistad. Eric Fromm llegó a
decir que «el amor es un fenómeno marginal en la sociedad contemporánea». La gente capaz de amar es una excepción.
Probablemente sea un análisis excesivamente pesimista,
pero lo cierto es que, para vivir hoy el amor cristiano, es necesario resistirse a la atmósfera que envuelve
a la sociedad actual. No es posible vivir un amor inspirado por
Jesús sin distanciarse del estilo de relaciones e intercambios interesados que
predomina con frecuencia entre nosotros.
Si la Iglesia «se
está diluyendo» en
medio de la sociedad contemporánea no es solo por la crisis profunda de las
instituciones religiosas. En el caso del cristianismo es, también, porque
muchas veces no es fácil ver en nuestras comunidades discípulos y discípulas de
Jesús que se distingan por su capacidad de amar como amaba él. Nos falta el
distintivo cristiano.
Los cristianos hemos hablado mucho del amor. Sin embargo,
no siempre hemos acertado o nos hemos atrevido a darle su verdadero contenido a
partir del espíritu y de las actitudes concretas de Jesús. Nos falta aprender
que él vivió el amor como un
comportamiento activo y creador que lo llevaba a una actitud de
servicio y de lucha contra todo lo que deshumaniza y hace sufrir el ser humano.
José Antonio Pagola