viernes, 22 de mayo de 2015

PAPA FRANCISCO: JESÚS NOS ENSEÑA A SER MISERICORDIOSOS COMO EL PADRE

"De otra parábola podemos extraer una enseñanza para nuestro estilo de vida cristiano. Provocado por la pregunta de Pedro acerca de cuántas veces fuese necesario perdonar, Jesús responde: «No te digo hasta siete, sino hasta setenta veces siete» (Mt 18,22); y narró la parábola del “siervo despiadado”. 

Éste, llamado por el patrón a restituir una grande suma, le suplica de rodillas y el patrón le condona la deuda. Pero inmediatamente encuentra otro siervo como él que le debía unos pocos céntimos, el cual le suplica de rodillas que tenga piedad; pero él se niega y lo hace encarcelar. 

Entonces el patrón, advertido del hecho, se irrita mucho y volviendo a llamar aquel siervo le dice: «¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de ti?» (Mt 18,33). 

Y Jesús concluye: «Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos» (Mt 18,35).

La parábola ofrece una profunda enseñanza a cada uno de nosotros. Jesús afirma que la misericordia no es solo el obrar del Padre, sino que ella se convierte en el criterio para saber quiénes son realmente sus verdaderos hijos".

BENDICE, ALMA MÍA, AL SEÑOR

Del Salmo 10: 

Bendice, alma mía, al Señor

Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo Nombre
Bendice, alma mía, al Señor,

y no olvides sus beneficios.

Bendice, alma mía, al Señor

Como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre sus fieles;
como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos.

Bendice, alma mía, al Señor

El Señor puso en el cielo su trono,
su soberanía gobierna el universo.
Bendecid al Señor, ángeles suyos,
poderosos ejecutores de sus órdenes.

Bendice, alma mía, al Señor

Oscar Romero, mártir por el odio a la fe

Una herejía práctica, la de los ricos y poderosos salvadoreños empeñados en defender un “evangelio“ anti-social.
El próximo sábado se producirá uno de los acontecimientos más suplicados, esperados, y necesarios en la Iglesia de nuestro tiempo, la beatificación del mártir salvadoreño monseñor Oscar Romero. En una entrevista concedida al periódico salvadoreño La prensa gráfica, monseñor Vincenzo Paglia, el postulador de la causa de Romero desde 1996, decía: “Me convertí en postulador casi por casualidad”.
 El camino hasta el nombramiento de Romero como mártir y la consecuente beatificación fue, en muchos tramos, escabroso, retador y estuvo marcado por la oposición de miembros de la curia romana, latinoamericana y salvadoreña a la figura, el pensamiento, el mensaje y el martirio mismo del arzobispo.
 Muchas veces, asegura monseñor Paglia, él pensó que era una causa imposible. En los momentos más difíciles, dice, se aferró a su fe y al crucifijo de Romero.
 Paglia cuenta que siempre estuvo convencido de que el martirio de Romero había sido provocado por “odio a la fe” de quienes lo mataron y no por “virtudes heroicas”, otra de las causales de martirio que contempla el derecho canónico.
 “Quienes lo mataron despreciaban lo sagrado”, dice. Probar que fue ese desprecio, que el odio fue el motivo del asesinato, y por tanto del martirio, requirió de una profunda revisión histórica de todos los escritos -cartas, diarios, editoriales-, homilías, grabaciones e intervenciones públicas de Romero. 
 Monseñor Oscar Romero nació en Ciudad Barrios, en San Miguel, el 15 de agosto de 1917, fue nombrado obispo de Santiago de María el 15 de octubre de 1974 y arzobispo de San Salvador el 22 de febrero de 1977, y fue asesinado el 24 de 1980 por hombres que, como dice el postulador de la causa, y así lo confirmado el Papa Francisco y se dirá desde San Salvador para todas las tierras y todos los cielos, “despreciaban lo sagrado”. 

Un día antes de que lo mataran, Óscar Arnulfo Romero llamaba a la conciencia de los gobernantes salvadoreños con estas palabras que fueron, entre muchas otras declaraciones y gestos valientes los que motivaron el “odio a la fe” que le llevo a la muerte:
 “En nombre de Dios y de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: ¡Cese la represión! (…). La Iglesia predica su liberación tal como la hemos estudiado hoy en la Sagrada Biblia, una liberación que tiene, por encima de todo, el respeto a la dignidad de la persona, la salvación del bien común del pueblo y la trascendencia que mira ante todo a Dios y solo de Dios deriva su esperanza y su fuerza”.
 A monseñor Romero lo mató el “odio a la fe” de la oligarquía salvadoreña (esas catorce familias que acumulan el 99% de la riqueza del país y que siempre han manejado los poderes legislativos, gubernamentales, judiciales, económicos y culturales del país) como autor intelectual que presionó al gobierno de entonces de El Salvador, que fue el autor de la orden de asesinato; y los escuadrones de la muerte del Ejército salvadoreño como autores ejecutores de dicha orden.
 Exactamente los mismos autores que con el asesinato de Ellacuría y compañeros mártires jesuitas nueve años después.
 Y el “odio a la fe” consistía en una herejía práctica, la de los ricos y poderosos salvadoreños empeñados en defender un “evangelio “ anti-social, un cristianismo para el que el que no todos los hombres tienen dignidad, en una Iglesia que debería defender la injusticia social.
Fuente:  Aleteia

Lo único que importa es que Tú sigas siendo Tú.



La oración debe ser una entrega total. Dejémonos llevar con confianza en los brazos de Dios y nunca seremos defraudados.

El padre Llorente, jesuita misionero en Alaska, contaba lo que le había sucedido en cierta ocasión: El deshielo había desbordado el Yukón, arrastrando su iglesia y su casa casi 300 metros más debajo de la aldea. Estaba inundada de cieno inservible hasta el punto de tener que vivir en una tienda de campaña. Por fin, consiguió un poco de dinero, remontó río arriba y se fue a una zona donde pudo talar unos árboles. Después de unos días de frío, cansancio y hambre, volvía con aquellos troncos puestos en una balsa arrastrados por una pequeña motora para construir la iglesia.

Volvía exhausto. De repente, aquel motor del vaporcillo que le remolcaba por uno de los afluentes del Yukón, comenzó a fallar. Hubo un momento, dice el padre Llorente, en el que ya no podía más. Me sentía exhausto. Entonces, casi sin fuerzas, volví el rostro hacia el cielo y dije:

- Señor, Dios mío, por el amor de todas las almas que piden por mí, por el amor de tu Santísima Madre, por el amor de Jesucristo y de san José, por lo que más quieras, que no se pare el motor. Estamos solo a 100 metros del Yukón. Si me coge la corriente, estaré a salvo. No puedo más. ¡Dios mío, que no se pare el motor!

En aquel mismo momento, el motor hizo ploff y se paró. Entonces, me puse de rodillas en aquella barquita, los brazos en cruz, miré al cielo y grité:

- No importa, Señor. No importa nada. Lo único que importa es que Tú sigas siendo Tú.

Fuente: Tengo sed de Ti. Del libro “La oración del corazón”, por el Padre Ángel Peña.

Venezuela: monseñor Romero “es un símbolo de lo que debe ser el pastor”


Monseñor Óscar Romero “es un símbolo de lo que debe ser el pastor” lo explicó la directora nacional de Caritas Venezuela, Janeth Márquez a los micrófonos de Radio Vaticano la relevancia de la figura de monseñor Óscar Arnulfo Romero, quien será beatificado el próximo 23 de mayo en El Salvador.
Además, Janeth Márquez explica el importante trabajo que realiza Caritas en Venezuela que está compuesta por 30 caritas diocesanas y alrededor de 1.000 caritas parroquiales.

Sobre monseñor Romero, la directora nacional de Caritas Venezuela afirma: “cuando conocimos su obra, su historia y además de su muerte nosotros vivíamos en un país de riqueza y de grandeza, fue para nosotros un símbolo de lo que debe ser el pastor que, acompañando a su pueblo, también se da cuenta de las necesidades de su pueblo nos permite tener un referente que nos ayude a evaluar si nuestro caminar está siendo realmente en los carriles necesarios porque monseñor Romero nos trae una línea de acción importante que esacompañar, estar con los procesos, pero además, denunciar sin miedo”.

“Monseñor Romero nos anima a los laicos, a las laicas, a los sacerdotes, pero sobre todo a los Obispos a que tenemos que estar al lado de los que sufren, tenemos que anunciar la Palabra, pero también denunciar, sin entrar en la política, pero denunciar las injusticias para que las poblaciones puedan vivir con alegría y paz”.

“En Venezuela es un momento muy complicado y monseñor Romero lo vamos a celebrar con mucha grandeza, tendremos un evento el 28 de mayo en la Universidad Católica, más de mil personas, que vivimos la historia de monseñor Romero y que queremos pedirle hoy a Romero que nos ayude a tener un corazón limpio, un corazón profundo de solidaridad pero al lado de nuestro pueblo que nos permita denunciar sin caer en la polarización y que nos permita además ser testimonio de la vida de él”.
Para Radio Vaticano, MTC.

«NADIE HA SUBIDO AL CIELO, SINO EL QUE BAJÓ DEL CIELO»


De los sermones de san Agustín, obispo
(Sermón Mai 98, sobre la Ascensión del Señor, 1-2: PLS 2, 494-495)

Nuestro Señor Jesucristo ascendió al cielo tal día como hoy; que nuestro corazón ascienda también con él. [...] Y así como él ascendió sin alejarse de nosotros, nosotros estamos ya allí con Él, aun cuando todavía no se haya realizado en nuestro cuerpo lo que nos ha sido prometido.

Él fue ya exaltado sobre los cielos; pero sigue padeciendo en la tierra todos los trabajos que nosotros, que somos sus miembros, experimentamos. De lo que dio testimonio cuando exclamó: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Así como: Tuve hambre, y me disteis de comer.

¿Por qué no vamos a esforzarnos sobre la tierra, de modo que gracias a la fe, la esperanza y la caridad, con las que nos unimos con él, descansemos ya con él en los cielos? Mientras él está allí, sigue estando con nosotros; y nosotros, mientras estamos aquí, podemos estar ya con Él allí. Él está con nosotros por su divinidad, su poder y su amor; nosotros, en cambio, aunque no podemos llevarlo a cabo como Él por la divinidad, si que podemos por el amor hacia él.

No se alejó del cielo, cuando descendió hasta nosotros; ni de nosotros, cuando regresó hasta él. Él mismo es quien asegura que estaba allí mientras estaba aquí: Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo.

El Papa pidió en su homilía la gracia de la unidad luchando contra el espíritu del mundo

 Sus “llagas” son el “precio” que Jesús ha pagado para que la Iglesia estuviera unida para siempre a Él y a Dios. Los cristianos de hoy están llamados a pedir la gracia de la unidad y a luchar para que entre ellos no se insinúe el “espíritu de la división, de la guerra y de los celos”. Es la reflexión que hizo el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta.
“La gran oración de Jesús”: que la Iglesia esté unida, que los cristianos “sean una sola cosa”, como el Señor lo es con su Padre. Y junto a esto “la gran tentación”: non ceder al otro “padre”, al de la “mentira” y al de la “división”. El Papa Bergoglio, siguiendo las lecturas de la liturgia del día, entró en el clima del Cenáculo y en la densidad de las palabras de Cristo en que encomienda al Padre a los Apóstoles antes de entregarse a la Pasión.

El precio de la unidad

Francisco observó que es consolador  escuchar que Jesús dice al Padre que no quiere rezar sólo por sus discípulos, sino también por aquellos que creerán en Él “a través de su palabra”. Una frase que hemos escuchado tantas veces, y por la que el Santo Padre pidió que se preste más atención:
“Quizás nosotros no estamos suficientemente atentos a estas palabras: ¡Jesús ha rezado por mí! Esto es, precisamente, fuente de confianza: Él reza por mí, ha rezado por mí...  Yo imagino – pero es una figura – cómo es Jesús ante el Padre, en el Cielo. Y así reza por nosotros, reza por mí. ¿Y qué ve el Padre? Las llagas, el precio. El precio que ha pagado por nosotros. Jesús reza por mí con sus llagas, con su corazón llagado y siegue haciéndolo.

Los rostros de la división

Jesús reza “por la unidad de su pueblo, por la Iglesia”. Pero Jesús – afirmó Francisco “sabe que el espíritu del mundo” es “un espíritu de división, de guerra, de envidias y de celos, también en las familias religiosas, también en las diócesis, y también en toda la Iglesia: es la gran tentación”. Esa que lleva – dijo el Papa – a las habladurías, a etiquetar, a tachar a las personas. Y explicó que esta oración pide que se destierren todas estas actitudes:
“Debemos ser uno, una sola cosa, como Jesús y el Padre son una sola cosa. Es precisamente éste el desafío de todos nosotros, los cristianos: no dejar lugar a la división entre nosotros, no dejar que el espíritu de la división, el padre de la mentira entre en nosotros. Buscar siempre la unidad. Cada uno es como es, pero trata de vivir la unidad. ¿Jesús te ha perdonado? Perdona a todos. Jesús reza para que nosotros seamos uno, una sola cosa. Y la Iglesia tiene tanta necesidad de esta oración de unidad”.

La unidad es una  gracia no un pegamento

Bromeando, Francisco dijo que no existe una Iglesia que se mantiene junta gracias a una “cola”, porque la unidad que pide Jesús “es una gracia de Dios” y “una lucha” en la tierra. Por eso “debemos dejar espacio al Espíritu,  para que nos transforme como el Padre está en el Hijo, en una sola cosa”:
“Y otro consejo que Jesús ha dado en estos días de despedida es el de permanecer en Él: ‘Permanezcan en mí’. Y pide esta gracia, que todos nosotros permanezcamos en Él. Y aquí nos indica, puesto que lo dice claramente: ‘Padre, quiero que aquellos que me has dado,que también ellos estén conmigo donde yo estoy’. Es decir, que estos permanezca allá, conmigo. El permanecer en Jesús, en este mundo, termina en el permanecer con Él ‘para que contemplen mi gloria’, como dice Jesús”.
(María Fernanda Bernasconi - RV).