Sus
“llagas” son el “precio” que Jesús ha
pagado para que la Iglesia estuviera unida para siempre a Él y a Dios. Los cristianos de hoy están
llamados a pedir la gracia de la unidad y a luchar para que entre ellos no se
insinúe el “espíritu de
la división, de la guerra y
de los celos”. Es la reflexión que hizo el Papa Francisco en
su homilía de la Misa matutina
celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta.
“La gran oración de Jesús”: que la Iglesia esté
unida, que los cristianos “sean una sola cosa”, como el Señor lo
es con su Padre. Y junto a esto “la gran
tentación”: non ceder al otro “padre”, al de la “mentira” y al de la
“división”. El Papa Bergoglio, siguiendo las lecturas de la
liturgia del día, entró en el clima del Cenáculo y
en la densidad de las palabras de Cristo en
que encomienda al Padre a los Apóstoles antes
de entregarse a la Pasión.
El precio de la
unidad
Francisco observó que es consolador escuchar que Jesús dice
al Padre que no quiere rezar sólo por sus discípulos, sino también por aquellos que
creerán en Él “a través de su palabra”. Una frase que hemos escuchado
tantas veces, y por la que el Santo Padre pidió
que se preste más atención:
“Quizás nosotros no estamos suficientemente atentos a estas
palabras: ¡Jesús ha rezado por mí! Esto es, precisamente, fuente de confianza:
Él reza por mí, ha rezado por mí... Yo imagino – pero es una figura –
cómo es Jesús ante el Padre, en el Cielo. Y así reza por nosotros, reza por mí.
¿Y qué ve el Padre? Las llagas, el precio. El precio que ha pagado por
nosotros. Jesús reza por mí con sus llagas, con su corazón llagado y siegue
haciéndolo.
Los rostros de la
división
Jesús reza “por la unidad de su pueblo, por la Iglesia”. Pero
Jesús – afirmó Francisco “sabe que el espíritu del mundo” es “un espíritu de
división, de guerra, de envidias y de celos, también en las familias
religiosas, también en las diócesis, y también en toda la Iglesia: es la gran
tentación”. Esa que lleva – dijo el Papa – a las habladurías, a etiquetar, a
tachar a las personas. Y explicó que esta oración pide que se destierren todas
estas actitudes:
“Debemos ser uno, una sola cosa, como Jesús y el Padre son una
sola cosa. Es precisamente éste el desafío de todos nosotros, los cristianos:
no dejar lugar a la división entre nosotros, no dejar que el espíritu de la
división, el padre de la mentira entre en nosotros. Buscar siempre la unidad.
Cada uno es como es, pero trata de vivir la unidad. ¿Jesús te ha perdonado?
Perdona a todos. Jesús reza para que nosotros seamos uno, una sola cosa. Y la
Iglesia tiene tanta necesidad de esta oración de unidad”.
La unidad es una
gracia no un pegamento
Bromeando, Francisco dijo que no existe una Iglesia que se
mantiene junta gracias a una “cola”, porque la unidad que pide Jesús “es una
gracia de Dios” y “una lucha” en la tierra. Por eso “debemos dejar espacio al
Espíritu, para que nos transforme como el Padre está en el Hijo, en una
sola cosa”:
“Y otro consejo que Jesús ha dado en estos días de despedida es el
de permanecer en Él: ‘Permanezcan en mí’. Y pide esta gracia, que todos
nosotros permanezcamos en Él. Y aquí nos indica, puesto que lo dice claramente:
‘Padre, quiero que aquellos que me has dado,que también ellos estén conmigo
donde yo estoy’. Es decir, que estos permanezca allá, conmigo. El permanecer en
Jesús, en este mundo, termina en el permanecer con Él ‘para que contemplen mi
gloria’, como dice Jesús”.
(María Fernanda Bernasconi -
RV).
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