Una mujer
cristiana en Pakistán bebe agua de un vaso con el que también
han bebido algunas mujeres musulmanas y, por este motivo, es acusada de grave
blasfemia que la puede llevar hasta la muerte por ser cristiana. Si sucediera
esto mismo en un país occidental nos reiríamos de que eso sea considerado un
delito.
Pues esta mujer a la que se le
ocurre beber agua en un vaso ha sufrido ya cientos de días de cárcel, en unas
condiciones inhumanas. No ha matado a nadie, no ha robado nada, no ha hecho mal
a nadie pero su blasfemia es imperdonable y el calvario
que está pasando es una atrocidad que convierte en fanáticos peligrosos a los
que la han condenado y en cómplices a los que apenas decimos nada.
Hay toda una legión de fanáticos musulmanes -a modo de cruzada-
intentando matarla de la manera que sea.
Yo he conocido personalmente a su
esposo y a una de sus hijas y me parecieron la bondad personificada. Expresaron
el dolor de que muy pocos en el occidente cristiano se han movilizado para
intentar presionar al gobierno de Paquistán para exigir su inmediata liberación
o la conmutación de su injusta condena a muerte. Y esta mujer, Asia Bibi, sigue allí encerrada en una cárcel indecente, por beber
en un vaso de agua. Si esta historia no fuera verdad, sería
hilarante.
Mientras tanto en occidente nos llenamos
la boca hablando de derechos humanos, de libertades y de solidaridad; hacemos
conciertos y festivales benéficos, y los famosos acuden a galas para
concienciar a la gente sobre diversas injusticias y violaciones de derechos en
nuestro mundo ¡Y hacen muy bien! Pero ni una sola palabra, ni un
solo gesto, ni un solo recuerdo por esta mujer; ni siquiera organizaciones que
tienen como objetivos trabajar por los derechos humanos han
tenido una palabra o han programado una acción por esta mujer abandonada de
todos.
Las organizaciones feministas tan activas
en algunas causas, no se han enterado, o no han querido enterarse, de que ahora una mujer está
condenada a la horca y en una cárcel por beber un vaso de agua y acusada de
blasfemar contra el profeta Mahoma. ¡Ya está bien!
Es que hay mujeres que merecen todo
el esfuerzo de las organizaciones de derechos humanos, pero ésta como es
cristiana no tiene derecho a nada más que a morir por haber bebido agua donde
no debía. La misma iglesia guarda un silencio sobrecogedor
e inexplicable sobre este caso que tiene visos de terminar en
martirio porque Asia Bibi tiene unas sólidas convicciones cristianas que ya
quisieran muchos cristianos de toda la vida.
Y el mundo sigue cada día mirando a
otro lado como si no pasara nada. Pues yo también me declaro nazareno como ella
y siento que soy Asia Bibi por si alguien lo lee y
decide ser también Asia Bibi. No dejemos que estas realidades, impropias del
siglo XXI, tomen carta de ciudadanía, ni allí ni aquí no sea que algún día todos
seamos Asia Bibi y el mundo nos ignore.
(Alejandro Fdez. Barrajón)