lunes, 6 de junio de 2016

La ignominia de occidente. "Sigue encerrada en una cárcel indecente, por beber en un vaso de agua"


Una mujer cristiana en Pakistán bebe agua de un vaso con el que también han bebido algunas mujeres musulmanas y, por este motivo, es acusada de grave blasfemia que la puede llevar hasta la muerte por ser cristiana. Si sucediera esto mismo en un país occidental nos reiríamos de que eso sea considerado un delito.
Pues esta mujer a la que se le ocurre beber agua en un vaso ha sufrido ya cientos de días de cárcel, en unas condiciones inhumanas. No ha matado a nadie, no ha robado nada, no ha hecho mal a nadie pero su blasfemia es imperdonable y el calvario que está pasando es una atrocidad que convierte en fanáticos peligrosos a los que la han condenado y en cómplices a los que apenas decimos nada.
Hay toda una legión de fanáticos musulmanes -a modo de cruzada- intentando matarla de la manera que sea.

Yo he conocido personalmente a su esposo y a una de sus hijas y me parecieron la bondad personificada. Expresaron el dolor de que muy pocos en el occidente cristiano se han movilizado para intentar presionar al gobierno de Paquistán para exigir su inmediata liberación o la conmutación de su injusta condena a muerte. Y esta mujer, Asia Bibi, sigue allí encerrada en una cárcel indecente, por beber en un vaso de agua. Si esta historia no fuera verdad, sería hilarante.

Mientras tanto en occidente nos llenamos la boca hablando de derechos humanos, de libertades y de solidaridad; hacemos conciertos y festivales benéficos, y los famosos acuden a galas para concienciar a la gente sobre diversas injusticias y violaciones de derechos en nuestro mundo ¡Y hacen muy bien! Pero ni una sola palabra, ni un solo gesto, ni un solo recuerdo por esta mujer; ni siquiera organizaciones que tienen como objetivos trabajar por los derechos humanos han tenido una palabra o han programado una acción por esta mujer abandonada de todos.

Las organizaciones feministas tan activas en algunas causas, no se han enterado, o no han querido enterarse, de que ahora una mujer está condenada a la horca y en una cárcel por beber un vaso de agua y acusada de blasfemar contra el profeta Mahoma. ¡Ya está bien!

Es que hay mujeres que merecen todo el esfuerzo de las organizaciones de derechos humanos, pero ésta como es cristiana no tiene derecho a nada más que a morir por haber bebido agua donde no debía. La misma iglesia guarda un silencio sobrecogedor e inexplicable sobre este caso que tiene visos de terminar en martirio porque Asia Bibi tiene unas sólidas convicciones cristianas que ya quisieran muchos cristianos de toda la vida.

Y el mundo sigue cada día mirando a otro lado como si no pasara nada. Pues yo también me declaro nazareno como ella y siento que soy Asia Bibi por si alguien lo lee y decide ser también Asia Bibi. No dejemos que estas realidades, impropias del siglo XXI, tomen carta de ciudadanía, ni allí ni aquí no sea que algún día todos seamos Asia Bibi y el mundo nos ignore.


(Alejandro Fdez. Barrajón)

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