El último eslabón lo
forman los que humillan, los que acosan, los que pegan hasta magullar,
fracturar, mutilar y matar.
El penúltimo lo
integran los que encubren, los que justifican, los que mienten, los que
legislan, los que mandan, en resumen, los que garantizan que el último eslabón
cumpla sin riesgos su misión humanitaria.
Un tercer eslabón,
esencial para que la cadena no se rompa, es el de los que financian. Los tales,
aunque sepan muy bien qué es lo que se va a hacer con el dinero que asignan a
los que han de humillar y acosar a los pobres, a los que magullan sus cuerpos,
fracturan sus huesos, mutilan sus miembros, o los empujan a la muerte, jamás
dirán que pagan para eso, jamás reconocerán que pagan para no ver echado en su
portal al mendigo cubierto de llagas, y fingirán ignorar que ese dinero es una
fábrica de dolor y de muerte.
Y el primero de todos, el
indispensable, el que hace posibles y fuertes los demás eslabones, es el de los
ciegos: una sociedad desinformada, engañada, distraída, indiferente...
Sin ella, los negreros no tendrían un minuto de futuro. Esa ceguera hace
posible que se llenen de esclavos los caminos de la tierra, y que negocien con
el dolor de los pobres las mafias que se reparten los cometidos en los demás
eslabones de la cadena.
(Santiago Agrelo, arzobispo de Tánger)