"Search
Night es una actividad misionera", explica
Víctor
López. Joven de mirada picassiana, sorprende oírle hablar de
"Cristo-Eucaristía" en esos términos en los que nos suelen hablar
nuestros mayores; y, encima, hacerlo precisamente dirigiéndose a personas
mayores que él, y religiosas. "A veces me da vergüenza", reconoce,
"porque ellos son los que deberían enseñarme a mí. Pero yo ofrezco la
experiencia de
Search Night:
un nuevo método y una nueva acción".
Estamos en la
iglesia de San Antón, en pleno centro
de Madrid. Es sábado por la noche y puedo imaginar, desde dentro de una de las
salas donde suelen organizarse conferencias, las calles de Chueca llenándose
poco a poco de jóvenes listos para salir de fiesta. Víctor y su grupo también
van a salir a la calle: "
Vamos a salir a encontrarnos
con Jesús. Ya no vale dar la campanada desde la iglesia y esperar
que sean los demás los que acudan a nosotros. Lo dijo Pablo VI: hay que salir
afuera".
Víctor me presenta a
Noemí Sáiz, de
busco
algo más, la página web que ha reunido la cantera de vocaciones
para Quiero ser monja, el docu-reality que está siendo noticia esta semana, a
falta de escasos días para su estreno en Cuatro. "En verdad, no somos
ningún grupo", aclara Noemí, "las Search Night son convocatorias
abiertas de respuesta libre. Conocemos a los que repiten, pero cada ocasión aparece
alguien nuevo, que quiere probar".
Reunidos en la sacristía de la iglesia de San Antón,
la iglesia de puertas abiertas del pleno Madrid, coinciden en que organizar
esta nueva Search Night en la iglesia del Padre Ángel, presidente de
Mensajeros de la Paz, es perfecto,
puesto que esta iglesia de por sí se encuentra
abierta
las 24 horas de cada día. Entonces se presentan, se sonríen, y Noemí
explica cómo organizan esas noches que tienen como fin salir a evangelizar a
las calles: "Nos dividimos en equipos libremente. Los adoradores
permanecen en la iglesia, rezando por las intenciones de oración de los demás.
También hay confesores. Los misioneros son los que salen a evangelizar, a hablar
con los transeúntes e invitarles a entrar. Por último, los animadores cantan y
tocan en directo mientras los acogedores dan la bienvenida con velas a los que
entran".
Desde luego, la iniciativa y su dinámica -ese
"nuevo método" del que había hablado Víctor- llaman la atención. Y, a
juzgar por su fama, convencen incluso a la tele. "Busco algo más consiguió
a los aspirantes de Quiero ser monja",
continúa Noemí, "ofrecemos vídeos que acercan a los jóvenes la realidad de
la vida consagrada e incluso acompañamos a los que quieren en el descubrimiento
de esa experiencia".
Entre los participantes reunidos en esos momentos
previos al inicio de la vigilia, veo cofias y veo religiosas sin hábito, veo
matrimonios y veo incluso a una
joven llegada
del País Vasco. Después de conocer a Víctor y a Noemí, me vuelvo a sorprender,
por tercera vez, por el tema de la edad con esa chica. Noemí se ríe: "Se
trata de que la gente vea que en la Iglesia no somos unos rancios".
Entonces una monja aporta su testimonio: "Ya he
participado más veces, y la que se queda llena eres tú. He salido a hablar de
Dios, por este mismo barrio, con gays y lesbianas que
me han dicho que Dios no les quiere por su sexualidad pero se han dejado guiar
y han entrado a ver al Santísimo".
Y es que ese es el otro lado de la preparación de la
vigilia: además de conocerse entre ellos, están montando, en el altar, una escenografía compuesta de telas, una cesta de
panes, velas encendidas y la exposición del Santísimo.
Ése es su objetivo: contar a homosexuales, prostitutas
y migrantes, a ateos y viandantes, "que Dios nos quiere a todos y con
locura". Comparten unos refrescos y unos sándwiches, se sonríen un rato
más, y ya salen a sentarse en los bancos de la iglesia. Entonces el Padre Ángel, el cura de las puertas y manos abiertas,
oficia la bendición y la música y las oraciones comienzan.
Los participantes comparten asiento con algunas de las
personas sin hogar que combaten su soledad en San Antón. Me acerco a un
participante que es nuevo en esta iniciativa. "Siempre hemos sabido
quejarnos, y hacer muy poco", lamenta, "Quizá ha llegado el momento
de ver qué podemos aportar a esta sociedad los que damos gracias porque
creemos". Reflexionando sobre la crisis, dice que en su barrio hay
muchísimas parroquias, pero están todas cerradas. "En San Antón, sin
embargo, se permite este aspecto diferente, mucho más evangélico, de ser
Iglesia que mueve un poco la conciencia". Y concluye con rotundidad:
"A la iglesia le está pasando como a El Corte Inglés: o
deja de dirigirse sólo a gente mayor y rica, o va a quedarse vacía".
Se baja la luz y todo
brilla más. Les dejo atrás rezando, supongo que por las personas a las que van
a buscar y por las historias que van a encontrar. La noche acaba de empezar.
Lucía López Alonso