miércoles, 6 de abril de 2016

Search Night' en la parroquia "24 horas" de Mensajeros de la Paz. Buscando algo más en la Iglesia de San Antón

 "Search Night es una actividad misionera", explica Víctor López. Joven de mirada picassiana, sorprende oírle hablar de "Cristo-Eucaristía" en esos términos en los que nos suelen hablar nuestros mayores; y, encima, hacerlo precisamente dirigiéndose a personas mayores que él, y religiosas. "A veces me da vergüenza", reconoce, "porque ellos son los que deberían enseñarme a mí. Pero yo ofrezco la experiencia de Search Night: un nuevo método y una nueva acción".

Estamos en la iglesia de San Antón, en pleno centro de Madrid. Es sábado por la noche y puedo imaginar, desde dentro de una de las salas donde suelen organizarse conferencias, las calles de Chueca llenándose poco a poco de jóvenes listos para salir de fiesta. Víctor y su grupo también van a salir a la calle: "Vamos a salir a encontrarnos con Jesús. Ya no vale dar la campanada desde la iglesia y esperar que sean los demás los que acudan a nosotros. Lo dijo Pablo VI: hay que salir afuera".

Víctor me presenta a Noemí Sáiz, de busco algo más, la página web que ha reunido la cantera de vocaciones para Quiero ser monja, el docu-reality que está siendo noticia esta semana, a falta de escasos días para su estreno en Cuatro. "En verdad, no somos ningún grupo", aclara Noemí, "las Search Night son convocatorias abiertas de respuesta libre. Conocemos a los que repiten, pero cada ocasión aparece alguien nuevo, que quiere probar".

Reunidos en la sacristía de la iglesia de San Antón, la iglesia de puertas abiertas del pleno Madrid, coinciden en que organizar esta nueva Search Night en la iglesia del Padre Ángel, presidente de Mensajeros de la Paz, es perfecto, puesto que esta iglesia de por sí se encuentra abierta las 24 horas de cada día. Entonces se presentan, se sonríen, y Noemí explica cómo organizan esas noches que tienen como fin salir a evangelizar a las calles: "Nos dividimos en equipos libremente. Los adoradores permanecen en la iglesia, rezando por las intenciones de oración de los demás. También hay confesores. Los misioneros son los que salen a evangelizar, a hablar con los transeúntes e invitarles a entrar. Por último, los animadores cantan y tocan en directo mientras los acogedores dan la bienvenida con velas a los que entran".

Desde luego, la iniciativa y su dinámica -ese "nuevo método" del que había hablado Víctor- llaman la atención. Y, a juzgar por su fama, convencen incluso a la tele. "Busco algo más consiguió a los aspirantes de Quiero ser monja", continúa Noemí, "ofrecemos vídeos que acercan a los jóvenes la realidad de la vida consagrada e incluso acompañamos a los que quieren en el descubrimiento de esa experiencia".
Entre los participantes reunidos en esos momentos previos al inicio de la vigilia, veo cofias y veo religiosas sin hábito, veo matrimonios y veo incluso a una joven llegada del País Vasco. Después de conocer a Víctor y a Noemí, me vuelvo a sorprender, por tercera vez, por el tema de la edad con esa chica. Noemí se ríe: "Se trata de que la gente vea que en la Iglesia no somos unos rancios".

Entonces una monja aporta su testimonio: "Ya he participado más veces, y la que se queda llena eres tú. He salido a hablar de Dios, por este mismo barrio, con gays y lesbianas que me han dicho que Dios no les quiere por su sexualidad pero se han dejado guiar y han entrado a ver al Santísimo".
Y es que ese es el otro lado de la preparación de la vigilia: además de conocerse entre ellos, están montando, en el altar, una escenografía compuesta de telas, una cesta de panes, velas encendidas y la exposición del Santísimo.

Ése es su objetivo: contar a homosexuales, prostitutas y migrantes, a ateos y viandantes, "que Dios nos quiere a todos y con locura". Comparten unos refrescos y unos sándwiches, se sonríen un rato más, y ya salen a sentarse en los bancos de la iglesia. Entonces el Padre Ángel, el cura de las puertas y manos abiertas, oficia la bendición y la música y las oraciones comienzan.
Los participantes comparten asiento con algunas de las personas sin hogar que combaten su soledad en San Antón. Me acerco a un participante que es nuevo en esta iniciativa. "Siempre hemos sabido quejarnos, y hacer muy poco", lamenta, "Quizá ha llegado el momento de ver qué podemos aportar a esta sociedad los que damos gracias porque creemos". Reflexionando sobre la crisis, dice que en su barrio hay muchísimas parroquias, pero están todas cerradas. "En San Antón, sin embargo, se permite este aspecto diferente, mucho más evangélico, de ser Iglesia que mueve un poco la conciencia". Y concluye con rotundidad: "A la iglesia le está pasando como a El Corte Inglés: o deja de dirigirse sólo a gente mayor y rica, o va a quedarse vacía".

Se baja la luz y todo brilla más. Les dejo atrás rezando, supongo que por las personas a las que van a buscar y por las historias que van a encontrar. La noche acaba de empezar.

Lucía López Alonso

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