domingo, 14 de febrero de 2016

Francisco a los obispos mexicanos: “Mantengan la unidad del cuerpo episcopal, siempre mirando a la Morenita”


México hierve de la emoción con la visita del Papa y se palpa en cada una de las actividades que se están viviendo, como fue el emocionante encuentro con los obispos del país en la catedral de la Asunción,  que Francisco definió como “casita sagrada”.

El Pontífice dio algunos consejos y directrices a los obispos para que fueran buenos pastores en su diócesis, sobre todo en las partes más necesitadas del cuerpo de la Iglesia mexicana. “La comunión es la forma vital de la Iglesia, y la unidad de sus Pastores da prueba de su veracidad. México tiene necesidad de Obispos servidores y custodios de la unidad edificada sobre la Palabra del Señor” explicó recordando también que no se necesitan “príncipes” sino una comunidad de “testigos del Señor”.

Durante su discurso el Papa siguió un hilo conductor, que fue la “mirada” de la Virgen de Guadalupe, haciendo metáforas con diferentes puntos. Se refirió a la “mirada de ternura”, pidiendo así a los obispos que tengan una “mirada limpia, de alma transparente, de rostro luminoso”.

Se refirió a la “mirada capaz de tejer”, reclamándoles así que sean capaces de “imitar la libertad de Dios eligiendo lo que es humilde para hacer visible la majestad de su rostro y de copiar esta paciencia divina en tejer”. Recordó a los presentes que hay que superar la tentación de la distancia y del clericalismo, de la frialdad y de la indiferencia, del comportamiento triunfal y del auto referencialidad, buscando así una “mirada atenta y cercana, no adormecida”.

(MZ-RV) 

El Papa en el Santuario de la Virgen de Guadalupe: “no estamos solos, ella va con nosotros”

Escuchamos cómo María fue al encuentro de su prima Isabel. Sin demoras, sin dudas, sin lentitud va a acompañar a su pariente que estaba en los últimos meses de embarazo.
El encuentro con el ángel a María no la detuvo, porque no se sintió privilegiada, ni que tenía que apartarse de la vida de los suyos. Al contrario, reavivó y puso en movimiento una actitud por la que María es y será reconocida siempre como la mujer del «sí», un sí de entrega a Dios y, en el mismo momento, un sí de entrega a sus hermanos. Es el sí que la puso en movimiento para dar lo mejor de ella yendo en camino al encuentro con los demás.
Escuchar este pasaje evangélico y en esta casa tiene un sabor especial. María, la mujer del sí, también quiso visitar a los habitantes de estas tierras de América en la persona del indio san Juan Diego. Y así como se movió por los caminos de Judea y Galilea, de la misma manera caminó al Tepeyac, con sus ropas, usando su lengua, para servir a esta gran Nación. Y así como acompañó la gestación de Isabel, ha acompañado y acompaña la gestación de esta bendita tierra mexicana. Así como se hizo presente al pequeño Juanito, de esa misma manera se sigue haciendo presente a todos nosotros; especialmente a aquellos que como él sienten «que no valían nada» (cf. Nican Mopohua, 55). Esta elección particular, digamos preferencial, no fue en contra de nadie sino a favor de todos. El pequeño indio Juan, que se llamaba así mismo como «mecapal, cacaxtle, cola, ala, es decir, sometido a cargo ajeno» (cf. ibíd, 55), se volvía «el embajador, muy digno de confianza».
En aquel amanecer de diciembre de 1531 se producía el primer milagro que luego será la memoria viva de todo lo que este Santuario custodia. En ese amanecer, en ese encuentro, Dios despertó la esperanza de su hijo Juan, la esperanza de un Pueblo. En ese amanecer Dios despertó y despierta la esperanza de los pequeños, de los sufrientes, de los desplazados y descartados, de todos aquellos que sienten que no tienen un lugar digno en estas tierras. En ese amanecer, Dios se acercó y se acerca al corazón sufriente pero resistente de tantas madres, padres, abuelos que han visto partir, perder o incluso arrebatarles criminalmente a sus hijos.
En ese amanecer, Juancito experimenta en su propia vida lo que es la esperanza, lo que es la misericordia de Dios. Él es elegido para supervisar, cuidar, custodiar e impulsar la construcción de este Santuario. En repetidas ocasiones le dijo a la Virgen que él no era la persona adecuada, al contrario, si quería llevar adelante esa obra tenía que elegir a otros ya que él no era ilustrado, letrado o perteneciente al grupo de los que podrían hacerlo. María, empecinada —con el empecinamiento que nace del corazón misericordioso del Padre— le dice: no, que él sería su embajador.
Así logra despertar algo que él no sabía expresar, una verdadera bandera de amor y de justicia: en la construcción de ese otro santuario, el de la vida, el de nuestras comunidades, sociedades y culturas, nadie puede quedar afuera. Todos somos necesarios, especialmente aquellos que normalmente no cuentan por no estar a la «altura de las circunstancias» o por no «aportar el capital necesario» para la construcción de las mismas. El Santuario de Dios es la vida de sus hijos, de todos y en todas sus condiciones, especialmente de los jóvenes sin futuro expuestos a un sinfín de situaciones dolorosas, riesgosas, y la de los ancianos sin reconocimiento, olvidados en tantos rincones. El santuario de Dios son nuestras familias que necesitan de los mínimos necesarios para poder construirse y levantarse. El santuario de Dios es el rostro de tantos que salen a nuestros caminos…
Al venir a este Santuario nos puede pasar lo mismo que le pasó a Juan Diego. Mirar a la Madre desde nuestros dolores, miedos, desesperaciones, tristezas y decirle: «Madre, ¿qué puedo aportar yo si no soy un letrado?». Miramos a la madre con ojos que dicen: son tantas las situaciones que nos quitan la fuerza, que hacen sentir que no hay espacio para la esperanza, para el cambio, para la transformación.
Por eso creo que hoy nos va a hacer bien un poco de silencio, y mirarla a ella, mirarla mucho y calmamente, y decirle como lo hizo aquel otro hijo que la quería mucho:
«Mirarte simplemente, Madre,
dejar abierta sólo la mirada;
mirarte toda sin decirte nada,
decirte todo, mudo y reverente.
No perturbar el viento de tu frente;
sólo acunar mi soledad violada,
en tus ojos de Madre enamorada
y en tu nido de tierra trasparente.
Las horas se desploman; sacudidos,
muerden los hombres necios la basura
de la vida y de la muerte, con sus ruidos.
Mirarte, Madre; contemplarte apenas,
el corazón callado en tu ternura,
en tu casto silencio de azucenas».
(Himno litúrgico)
Y en silencio, y en este estar mirándola, escuchar una vez más que nos vuelve a decir: «¿Qué hay hijo mío el más pequeño?, ¿qué entristece tu corazón?» (cf. Nican Mopohua, 107.118). «¿Acaso no estoy yo aquí, yo que tengo el honor de ser tu madre?» (ibíd., 119).
Ella nos dice que tiene el «honor» de ser nuestra madre. Eso nos da la certeza de que las lágrimas de los que sufren no son estériles. Son una oración silenciosa que sube hasta el cielo y que en María encuentra siempre lugar en su manto. En ella y con ella, Dios se hace hermano y compañero de camino, carga con nosotros las cruces para no quedar aplastados por nuestros dolores.
¿Acaso no soy yo tu madre? ¿No estoy aquí? No te dejes vencer por tus dolores, tristezas, nos dice. Hoy nuevamente nos vuelve a enviar como a Juanito; hoy nuevamente nos vuelve a decir, sé mi embajador, sé mi enviado a construir tantos y nuevos santuarios, acompañar tantas vidas, consolar tantas lágrimas. Tan sólo camina por los caminos de tu vecindario, de tu comunidad, de tu parroquia como mi embajador, mi embajadora; levanta santuarios compartiendo la alegría de saber que no estamos solos, que ella va con nosotros. Sé mi embajador, nos dice, dando de comer al hambriento, de beber al sediento, da lugar al necesitado, viste al desnudo y visita al enfermo. Socorre al que está preso, no lo dejes solo, perdona al que te lastimó, consuela al que esta triste, ten paciencia con los demás y, especialmente, pide y ruega a nuestro Dios, y en silencio le decimos lo que nos venga al corazón.
¿Acaso no soy yo tu madre? ¿Acaso no estoy yo aquí?, nos vuelve a decir María. Anda a construir mi santuario, ayúdame a levantar la vida de mis hijos, que son tus hermanos.

Francisco a los obispos mexicanos: “Mantengan la unidad del cuerpo episcopal, siempre mirando a la Morenita”

México hierve de la emoción con la visita del Papa y se palpa en cada una de las actividades que se están viviendo, como fue el emocionante encuentro con los obispos del país en la catedral de la Asunción,  que Francisco definió como “casita sagrada”.

El Pontífice dio algunos consejos y directrices a los obispos para que fueran buenos pastores en su diócesis, sobre todo en las partes más necesitadas del cuerpo de la Iglesia mexicana.La comunión es la forma vital de la Iglesia, y la unidad de sus Pastores da prueba de su veracidad. México tiene necesidad de Obispos servidores y custodios de la unidad edificada sobre la Palabra del Señor” explicó recordando también que no se necesitan “príncipes” sino una comunidad de “testigos del Señor”.

Durante su discurso el Papa siguió un hilo conductor, que fue la “mirada” de la Virgen de Guadalupe, haciendo metáforas con diferentes puntos. Se refirió a la “mirada de ternura”, pidiendo así a los obispos que tengan una “mirada limpia, de alma transparente, de rostro luminoso”.

Se refirió a la “mirada capaz de tejer”, reclamándoles así que sean capaces de “imitar la libertad de Dios eligiendo lo que es humilde para hacer visible la majestad de su rostro y de copiar esta paciencia divina en tejer”. Recordó a los presentes que hay que superar la tentación de la distancia y del clericalismo, de la frialdad y de la indiferencia, del comportamiento triunfal y del auto referencialidad, buscando así una “mirada atenta y cercana, no adormecida”

(MZ-RV) 

“La principal riqueza de México son sus jóvenes”. El Papa en el Encuentro con las Autoridades, Sociedad Civil y Cuerpo Diplomático


“Me animo a decir, que la principal riqueza de México hoy tiene rostro joven; sí, son sus jóvenes”. Lo dijo el Papa Francisco en el primer discurso de su 12° Viaje Apostólico Internacional, durante el Encuentro con las Autoridades, la Sociedad Civil y el Cuerpo Diplomático. “Vengo como misionero de misericordia y de paz, pero también como hijo que quiere rendir homenaje a su madre, la Virgen de Guadalupe”, y “quiero a su vez, rendirle homenaje a este pueblo y a esta tierra rica en culturas historia y diversidad”.
Saludando y agradeciendo en la persona del Presidente al pueblo mexicano por recibirlo en su tierra, el Papa habló de la grandeza y riquezas del país. Entre estas últimas, evidenció aquella que considera la principal: los jóvenes. Una riqueza que permite “pensar y proyectar un futuro, da esperanza y proyección, y constituye un desafío positivo en el presente”.
De ahí la alusión a reflexionar sobre la responsabilidad a la hora de construir el país que se desea legar a las generaciones venideras, y la puesta en guardia sobre el camino del privilegio o beneficio “para pocos”, que “tarde o temprano”, “se vuelve un terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes, la violencia e incluso el tráfico de personas, el secuestro y la muerte”, que causan sufrimiento y frenan el desarrollo, además de aquella de encontrar nuevas formas de diálogo, negociación y de puentes que sean una “guía por la senda del compromiso solidario”.
Por otra parte, indicó la ayuda al acceso efectivo a los bienes materiales y espirituales indispensables, una tarea que corresponde a los dirigentes de la vida social, cultural y política, a saber, “vivienda adecuada, trabajo digno, alimento, justicia real, seguridad efectiva, un ambiente sano y de paz”. “Una tarea  - agregó - que involucra a todo el pueblo mexicano en las distintas instancias tanto públicas como privadas, tanto colectivas como individuales”.
En ese sentido, aseguró la colaboración de la Iglesia Católica y renovó el compromiso y voluntad de servicio a la gran causa del hombre: “la edificación de la civilización del amor”.

(GM  -RV)

TENTACIONES A JESÚS

El desierto no es solo el lugar áspero, terrible, donde se experimenta la tentación; es también el lugar de la intimidad con Dios, donde se escucha la Palabra en lo más profundo del ser.
Texto bíblico: "No sólo de pan vive el hombre" (Lc 4,4). “La palabra está cerca de ti: la tienes en los labios y en el corazón” (Rom 10,8).
El papa Francisco, para este tiempo de Cuaresma, recomienda de manera especial la meditación de las obras de misericordia: “La Cuaresma de este Año Jubilar, pues, es para todos un tiempo favorable para salir por fin de nuestra alienación existencial gracias a la escucha de la Palabra y a las obras de misericordia. Mediante las corporales tocamos la carne de Cristo en los hermanos y hermanas que necesitan ser nutridos, vestidos, alojados, visitados, mientras que las espirituales tocan más directamente nuestra condición de pecadores: aconsejar, enseñar, perdonar, amonestar, rezar”.
La tentación se supera al contemplar el testimonio de Jesús, Él nos ha dejado los instrumentos de la oración, el ayuno y la limosna, pero en caso de ser víctima de la propia debilidad, san Bernardo nos enseña: “Si cometo un gran pecado, me remorderá mi conciencia, pero no perderé la paz, porque me acordaré de las llagas del Señor”.
PROPUESTA

Toma el bordón de la lectura de algún libro que te pueda ayudar, y si te es posible, ten la referencia diaria a los textos litúrgicos.
Ángel Moreno de Buenafuente

Identificar las tentaciones

Según los evangelios, las tentaciones experimentadas por Jesús no son propiamente de orden moral. Son planteamientos en los que se le proponen maneras falsas de entender y vivir su misión. Por eso, su reacción nos sirve de modelo para nuestro comportamiento moral, pero, sobre todo, nos alerta para no desviarnos de la misión que Jesús ha confiado a sus seguidores.
Antes que nada, sus tentaciones nos ayudan a identificar con más lucidez y responsabilidad las que puede experimentar hoy su Iglesia y quienes la formamos. ¿Cómo seremos una Iglesia fiel a Jesús si no somos conscientes de las tentaciones más peligrosas que nos pueden desviar hoy de su proyecto y estilo de vida?

En la primera tentación, Jesús renuncia a utilizar a Dios para «convertir» las piedras en panes y saciar así su hambre. No seguirá ese camino. No vivirá buscando su propio interés. No utilizará al Padre de manera egoísta. Se alimentará de la Palabra viva de Dios, solo «multiplicará» los panes para alimentar el hambre de la gente.
Esta es probablemente la tentación más grave de los cristianos de los países ricos: utilizar la religión para completar nuestro bienestar material, tranquilizar nuestras conciencias y vaciar nuestro cristianismo de compasión, viviendo sordos a la voz de Dios que nos sigue gritando ¿dónde están vuestros hermanos?

En la segunda tentación, Jesús renuncia a obtener «poder y gloria» a condición de someterse como todos los poderosos a los abusos, mentiras e injusticias en que se apoya el poder inspirado por el «diablo». El reino de Dios no se impone, se ofrece con amor, solo adorará al Dios de los pobres, débiles e indefensos.

En estos tiempos de pérdida de poder social es tentador para la Iglesia tratar de recuperar el «poder y la gloria» de otros tiempos pretendiendo incluso un poder absoluto sobre la sociedad. Estamos perdiendo una oportunidad histórica para entrar por un camino nuevo de servicio humilde y de acompañamiento fraterno al hombre y a la mujer de hoy, tan necesitados de amor y de esperanza.

En la tercera tentación, Jesús renuncia a cumplir su misión recurriendo al éxito fácil y la ostentación. No será un Mesías triunfalista. Nunca pondrá a Dios al servicio de su vanagloria. Estará entre los suyos como el que sirve.
Siempre será tentador para algunos utilizar el espacio religioso para buscar reputación, renombre y prestigio. Pocas cosas son más ridículas en el seguimiento a Jesús que la ostentación y la búsqueda de honores. Hacen daño a la Iglesia y la vacían de verdad.

José Antonio Pagola

REFLEXIÓN DEL PAPA FRANCISCO SOBRE EL EVANGELIO DE HOY: TENTACIONES DE JESÚS.


Queridos hermanos y hermanas,  el Evangelio del primer domingo de Cuaresma presenta cada año el episodio de las tentaciones de Jesús, cuando el Espíritu Santo, que descendió sobre Él después del bautismo en el Jordán, lo llevó a afrontar abiertamente a Satanás en el desierto, durante cuarenta días, antes de iniciar su misión pública.
El tentador busca apartar a Jesús del proyecto del Padre, o sea, de la senda del sacrificio, del amor que se ofrece a sí mismo en expiación, para hacerle seguir un camino fácil, de éxito y de poder
El duelo entre Jesús y Satanás tiene lugar a golpe de citas de la Sagrada Escritura. El diablo, en efecto, para apartar a Jesús del camino de la cruz, le hace presente las falsas esperanzas mesiánicas: el bienestar económico, indicado por la posibilidad de convertir las piedras en pan; el estilo espectacular y milagrero, con la idea de tirarse desde el punto más alto del templo de Jerusalén y hacer que los ángeles le salven; y, por último, el atajo del poder y del dominio, a cambio de un acto de adoración a Satanás. Son los tres grupos de tentaciones: también nosotros los conocemos bien.
 Jesús rechaza decididamente todas estas tentaciones y ratifica la firme voluntad de seguir la senda establecida por el Padre, sin compromiso alguno con el pecado y con la lógica del mundo
Mirad bien cómo responde Jesús. Él no dialoga con Satanás, como había hecho Eva en el paraíso terrenal. Jesús sabe bien que con Satanás no se puede dialogar, porque es muy astuto. Por ello, Jesús, en lugar de dialogar como había hecho Eva, elige refugiarse en la Palabra de Dios y responde con la fuerza de esta Palabra. 
 Acordémonos de esto: en el momento de la tentación, de nuestras tentaciones, nada de diálogo con Satanás, sino siempre defendidos por la Palabra de Dios. Y esto nos salvará
En sus respuestas a Satanás, el Señor, usando la Palabra de Dios, nos recuerda, ante todo, que «no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mt 4, 4; cf. Dt 8, 3); y esto nos da fuerza, nos sostiene en la lucha contra la mentalidad mundana que rebaja al hombre al nivel de las necesidades primarias, haciéndole perder el hambre de lo que es verdadero, bueno y bello, el hambre de Dios y de su amor
Recuerda, además, que «está escrito también: “No tentarás al Señor, tu Dios”» (v. 7), porque el camino de la fe pasa también a través de la oscuridad, la duda, y se alimenta de paciencia y de espera perseverante
Jesús recuerda, por último, que «está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a Él sólo darás culto”» (v. 10); o sea, debemos deshacernos de los ídolos, de las cosas vanas, y construir nuestra vida sobre lo esencial.
 Estas palabras de Jesús encontrarán luego confirmación concreta en sus acciones. Su fidelidad absoluta al designio de amor del Padre lo conducirá, después de casi tres años, a la rendición de cuentas final con el «príncipe de este mundo» (Jn 16, 11), en la hora de la pasión y de la cruz. Allí Jesús reconducirá su victoria definitiva, la victoria del amor.
 Queridos hermanos, el tiempo de Cuaresma es ocasión propicia para todos nosotros de realizar un camino de conversión, confrontándonos sinceramente con esta página del Evangelio. Renovemos las promesas de nuestro Bautismo: renunciemos a Satanás y a todas su obras y seducciones —porque él es un seductor—, para caminar por las sendas de Dios y llegar a la Pascua en la alegría del Espíritu
 (Papa Francisco, Ángelus del 9 de marzo de 2014)

«Está escrito: "No tentarás al Señor, tu Dios"»

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 4, 1-13    
En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y el Espíritu lo fue llevando durante cuarenta días por el desierto, mientras era tentado por el diablo.
En todos aquellos días estuvo sin comer, y al final, sintió hambre.
Entonces el diablo le dijo:
- «Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan.»
Jesús le contestó: - «Está escrito: "No sólo de pan vive el hombre".»
Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo:
- «Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me ha sido dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo».
Respondiendo Jesús, le dijo:
- «Está escrito: "Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto"».
Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo:

- «Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito:
"Ha dado órdenes a sus ángeles acerca de ti, para que te cuiden", y también: "Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con ninguna piedra".»
Respondiendo Jesús, le dijo: - «Está escrito: "No tentarás al Señor, tu Dios"»
Acabada toda tentación el demonio se marchó hasta otra ocasión.

Palabra del Señor.