Según
los evangelios, las tentaciones experimentadas por Jesús no son propiamente de
orden moral. Son planteamientos en los que se le proponen maneras falsas de entender y vivir su misión. Por eso,
su reacción nos sirve de modelo para nuestro comportamiento moral, pero, sobre
todo, nos alerta para no desviarnos de la misión que Jesús ha confiado a sus
seguidores.
Antes que nada, sus tentaciones nos ayudan a identificar con más lucidez
y responsabilidad las que puede experimentar hoy su Iglesia y quienes la
formamos. ¿Cómo seremos una Iglesia fiel a Jesús si no somos conscientes
de las tentaciones más peligrosas que nos pueden desviar hoy de su proyecto y
estilo de vida?
En la primera tentación, Jesús renuncia a
utilizar a Dios para «convertir» las piedras en panes y saciar así su hambre. No seguirá ese
camino. No vivirá buscando su propio interés. No utilizará al Padre de manera
egoísta. Se alimentará de la Palabra viva de Dios, solo «multiplicará» los
panes para alimentar el hambre de la gente.
Esta es probablemente la tentación más grave de los cristianos de los
países ricos: utilizar la religión para completar nuestro bienestar material,
tranquilizar nuestras conciencias y vaciar nuestro cristianismo de compasión, viviendo
sordos a la voz de Dios que nos sigue gritando ¿dónde están vuestros hermanos?
En la segunda tentación, Jesús renuncia a obtener «poder y gloria» a
condición de someterse como todos los poderosos a los abusos, mentiras e
injusticias en que se apoya el
poder inspirado
por el «diablo». El reino de Dios no se impone, se ofrece con amor, solo
adorará al Dios de los pobres, débiles e indefensos.
En estos tiempos de pérdida de poder social es tentador para la Iglesia tratar de recuperar el «poder y la gloria»
de otros tiempos pretendiendo incluso un poder absoluto sobre la sociedad.
Estamos perdiendo una oportunidad histórica para entrar por un camino nuevo de
servicio humilde y de acompañamiento fraterno al hombre y a la mujer de hoy,
tan necesitados de amor y de esperanza.
En la tercera tentación, Jesús renuncia a cumplir su misión recurriendo
al éxito fácil y la ostentación. No será un Mesías
triunfalista. Nunca pondrá a Dios al servicio de su vanagloria. Estará entre
los suyos como el que sirve.
Siempre será tentador para algunos utilizar el espacio religioso para
buscar reputación, renombre y prestigio. Pocas cosas son
más ridículas en el seguimiento a Jesús que la ostentación y la búsqueda de honores. Hacen daño a
la Iglesia y la vacían de verdad.
José Antonio Pagola
No hay comentarios:
Publicar un comentario