El
tentador busca apartar a Jesús del proyecto del Padre, o sea, de la senda del
sacrificio, del amor que se ofrece a sí mismo en expiación, para hacerle seguir
un camino fácil, de éxito y de poder
El duelo
entre Jesús y Satanás tiene lugar a golpe de citas de la Sagrada Escritura. El
diablo, en efecto, para apartar a Jesús del camino de la cruz, le hace presente
las falsas esperanzas mesiánicas: el bienestar económico, indicado por la
posibilidad de convertir las piedras en pan; el estilo espectacular y
milagrero, con la idea de tirarse desde el punto más alto del templo de
Jerusalén y hacer que los ángeles le salven; y, por último, el atajo del poder
y del dominio, a cambio de un acto de adoración a Satanás. Son los tres grupos
de tentaciones: también nosotros los conocemos bien.
Jesús rechaza decididamente todas estas
tentaciones y ratifica la firme voluntad de seguir la senda establecida por el
Padre, sin compromiso alguno con el pecado y con la lógica del mundo
Mirad
bien cómo responde Jesús. Él no dialoga con Satanás, como había hecho Eva en el
paraíso terrenal. Jesús sabe bien que con Satanás no se puede dialogar, porque
es muy astuto. Por ello, Jesús, en lugar de dialogar como había hecho Eva,
elige refugiarse en la Palabra de Dios y responde con la fuerza de esta
Palabra.
Acordémonos de esto: en el momento de la
tentación, de nuestras tentaciones, nada de diálogo con Satanás, sino siempre
defendidos por la Palabra de Dios. Y esto nos salvará
En sus
respuestas a Satanás, el Señor, usando la Palabra de Dios, nos recuerda, ante
todo, que «no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la
boca de Dios» (Mt 4, 4; cf. Dt 8, 3); y esto nos da fuerza, nos sostiene en la
lucha contra la mentalidad mundana que rebaja al hombre al nivel de las
necesidades primarias, haciéndole perder el hambre de lo que es verdadero,
bueno y bello, el hambre de Dios y de su amor
Recuerda,
además, que «está escrito también: “No tentarás al Señor, tu Dios”» (v. 7),
porque el camino de la fe pasa también a través de la oscuridad, la duda, y se
alimenta de paciencia y de espera perseverante
Jesús
recuerda, por último, que «está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a Él sólo
darás culto”» (v. 10); o sea, debemos deshacernos de los ídolos, de las cosas
vanas, y construir nuestra vida sobre lo esencial.
Estas palabras de Jesús encontrarán luego
confirmación concreta en sus acciones. Su fidelidad absoluta al designio de amor
del Padre lo conducirá, después de casi tres años, a la rendición de cuentas
final con el «príncipe de este mundo» (Jn 16, 11), en la hora de la pasión y de
la cruz. Allí Jesús reconducirá su victoria definitiva, la victoria del amor.
Queridos hermanos, el tiempo de Cuaresma es
ocasión propicia para todos nosotros de realizar un camino de conversión,
confrontándonos sinceramente con esta página del Evangelio. Renovemos las
promesas de nuestro Bautismo: renunciemos a Satanás y a todas su obras y
seducciones —porque él es un seductor—, para caminar por las sendas de Dios y
llegar a la Pascua en la alegría del Espíritu
(Papa Francisco, Ángelus del 9 de marzo de
2014)
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