viernes, 4 de julio de 2014

NO SOLO DE PAN VIVE EL HOMBRE, SINO TAMBIÉN DE LA PALABRA DE DIOS


Del Salmo 118: 

No sólo de pan vive el hombre,
sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

Dichoso el que, guardando sus preceptos,
lo busca de todo corazón. 


No sólo de pan vive el hombre,
sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

Te busco de todo corazón,
no consientas que me desvíe de tus mandamientos.


No sólo de pan vive el hombre,
sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

Mi alma se consume, deseando
continuamente tus mandamientos. 


No sólo de pan vive el hombre,
sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

Escogí el camino verdadero,
deseé tus mandamientos.

Mira cómo ansío tus decretos:
dame vida con tu justicia. 

No sólo de pan vive el hombre,
sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

Abro la boca y respiro,
ansiando tus mandamientos. 

No sólo de pan vive el hombre,
sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

¡SEÑOR MÍO Y DIOS MÍO! de San Gregorio Magno

Tomás, uno de los Doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos en el momento de presentarse Jesús. [...] ¿Creéis acaso que sucedieron porque sí todas estas cosas: que aquel discípulo elegido estuviera primero ausente, que luego al venir oyese, que al oír dudase, que al dudar palpase, que al palpar creyese?


Todo esto no sucedió porque sí, sino por disposición divina. La bondad de Dios actuó en este caso de un modo admirable, ya que aquel discípulo que había dudado, al palpar las heridas del cuerpo de su maestro, curó las heridas de nuestra incredulidad. Más provechosa fue para nuestra fe la incredulidad de Tomás que la fe de los otros discípulos, ya que, al ser él inducido a creer por el hecho de haber palpado, nuestra mente, libre de toda duda, es confirmada en la fe. De este modo, en efecto, aquel discípulo que dudó y que palpó se convirtió en testigo de la realidad de la resurrección. [...]

Y es para nosotros motivo de alegría lo que sigue a continuación: Dichosos los que sin ver han creído. En esta sentencia el Señor nos designa especialmente a nosotros, que lo guardamos en nuestra mente sin haberlo visto corporalmente. Nos designa a nosotros, con tal de que las obras acompañen nuestra fe, porque el que cree de verdad es el que obra según su fe. Por el contrario, respecto de aquellos que creen sólo de palabra, dice Pablo: Van haciendo profesión de conocer a Dios, y lo van negando con sus obras. Y Santiago dice: La fe, si no va acompañada de las obras, está muerta.