sábado, 16 de agosto de 2014

«TU CUERPO ES SANTO Y SOBREMANERA GLORIOSO» De la constitución apostólica Munificentissimus Deus del papa Pío XII

Los santos Padres y grandes doctores, en las homilías y disertaciones dirigidas al pueblo en la fiesta de la Asunción de la Madre de Dios, hablan de este hecho como de algo ya conocido y aceptado por los fieles y lo explican con toda precisión, procurando, sobre todo, hacerles comprender que lo que se conmemora en esta festividad es no sólo el hecho de que el cuerpo sin vida de la Virgen María no estuvo sujeto a la corrupción, sino también su triunfo sobre la muerte y su glorificación en el cielo, a imitación de su Hijo único Jesucristo.

Y, así, san Juan Damasceno, el más ilustre transmisor de esta tradición... afirma, con elocuencia vehemente: «Convenía que aquella que en el parto había conservado intacta su virginidad conservara su cuerpo también después de la muerte libre
de la corruptibilidad. Convenía que aquella que había llevado al
Creador como un niño en su seno tuviera después su mansión en el cielo. [...]


Por todo ello, la augusta Madre de Dios, unida a Jesucristo de modo arcano, desde toda la eternidad, por un mismo y único decreto de predestinación, inmaculada en su concepción, virgen
integérrima en su divina maternidad, asociada generosamente a la obra del divino Redentor, que obtuvo un pleno triunfo sobre el pecado y sus consecuencias, alcanzó finalmente, como suprema coronación de todos sus privilegios, el ser preservada inmune de la corrupción del sepulcro y, a imitación de su Hijo, vencida la muerte, ser llevada en cuerpo y alma a la gloria celestial, para resplandecer allí como reina a la derecha de su Hijo, el rey inmortal de los siglos.

Fuente: News.va



Papa: los mártires testimonian que la victoria de Cristo es la nuestra. Escuchar el clamor de los pobres e impulsar la paz, en Corea, en Asia y en todo el mundo

¿Quién nos separará del amor de Cristo? (Rm 8,35). 

En un mundo que a menudo cuestiona nuestra fe, los mártires son testimonio del poder del amor de Dios, para construir una sociedad justa, libre y reconciliada, inspirando a todos los hombres de buena voluntad para impulsar la paz, en Corea, en Asia y para toda la familia humana.

 Con una multitudinaria participación de fieles - entre ochocientos mil y un millón - en un día de gran regocijo para todos los coreanos, el Papa Francisco beatificó a los mártires Pablo Yun Ji-chung y sus 123 compañeros que «vivieron y murieron por Cristo y ahora reinan con Él en la alegría y en la gloria». 


Su ejemplo nos interpela a todos en sociedades que no escuchan el clamor de los pobres, donde Cristo nos sigue llamando. Destacando el legado de todos ellos y su testimonio de caridad y solidaridad para con todos - parte de la rica historia del pueblo coreano - el Santo Padre recordó que «en la misteriosa providencia de Dios, la fe cristiana no llegó a las costas de Corea a través de los misioneros; sino que entró por el corazón y la mente de los propios coreanos»

«Tras un encuentro inicial con el Evangelio», «el conocimiento de Jesús pronto dio lugar a un encuentro con el Señor mismo». 

Abrazando en esta beatificación también a todos los mártires anónimos que en Corea y en todo el mundo, han dado su vida por Cristo o han sufrido lacerantes persecuciones por su nombre, el Papa Bergoglio culminó su homilía rogando «que la intercesión de los mártires coreanos, en unión con Nuestra Señora, Madre de la Iglesia, nos alcance la gracia de la perseverancia en la fe y en toda obra buena en la santidad y la pureza de corazón, y en el celo apostólico de dar testimonio de Jesús en este querido país, en toda Asia y hasta los confines de la tierra». (CdM - RV)

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