lunes, 16 de enero de 2017

¿Quién realiza el milagro de convertir el pan en Cuerpo de Cristo?


Dios tiene el poder de crear de la nada, y puede cambiar la sustancia de la materia ya preexistente de las especies eucarísticas para hacerse presente en la divina persona de Jesús.

Este cambio de sustancia (transubstanciación) de la materia del pan y del vino, aunque permanezcan los accidentes o apariencias (sabor, olor, medida, etc.), lo realiza Dios por medio del ministerio sacerdotal -que es la acción del mismo Jesús- por la fuerza del Espíritu Santo (epíclesis) junto a las palabras que Jesús utilizó cuando instituyó la eucaristía.

Jesucristo, que es el sumo y eterno sacerdote, manda a los apóstoles (sus discípulos) en la última cena perpetuar en la historia el ofrecimiento de su Cuerpo y Sangre, diciéndoles: “Haced esto en memoria mía” (Lc 22,19; 1 Cor 11, 24.25). En este sentido la misa es el memorial de su pasión.

Es decir, Jesús al dar este mandato a sus apóstoles, les pide reiterar el rito del Sacrificio eucarístico de su Cuerpo que será entregado y de su Sangre que será derramada.

A sus apóstoles, Jesús les entrega la acción que acaba de realizar, de transformar el pan en su Cuerpo y el vino en su Sangre; la acción con la que Él se manifiesta como sacerdote y víctima.
Con sus palabras Jesús constituye a sus apóstoles como sacerdotes del Nuevo Testamento, a ellos y a sus sucesores en el sacerdocio.

Haced esto en memoria mía”, son las palabras de Cristo que, aunque dirigidas a toda la Iglesia, son confiadas, como tarea específica, a sus apóstoles y, en consecuencia, a los que continuarán su ministerio.

Cristo quiere que, desde ese momento, su acción sea sacramentalmente también acción de la Iglesia por las manos de los sacerdotes.

Jesús al decir: “haced esto”, no sólo estaba señalando el acto en sí mismo -uno de los elementos constitutivos y el más importante de la Iglesia-, sino que también señala el sujeto llamado a actuar; es decir, instituye el sacerdocio ministerial.

Y recordemos que los apóstoles son los primeros obispos de la Iglesia encabezados por san Pedro, hoy el Papa.

Por tanto ellos, verdaderos, únicos y legítimos pastores, instituidos por Jesucristo el buen pastor, son los primeros sacerdotes de la nueva y eterna alianza.

Y los apóstoles, por la autoridad otorgada por Jesús, instituyeron u ordenaron a otros sacerdotes (los presbíteros) (Hch 14, 23), sus directos colaboradores, con el mismo poder y potestad recibidos de Jesucristo.

El Nuevo Testamento habla claramente de la unidad ministerial entre “los apóstoles y los presbíteros” (Hch 15, 22); por tanto los apóstoles y sus colaboradores (los presbíteros) tienen el mandato de Jesús de ‘hacer esto en memoria suya’.

“Así a los primeros apóstoles están ligados especialmente aquellos que han sido puestos para renovar IN PERSONA CHRISTI el gesto que Jesús realizó en la Última Cena, instituyendo el sacrificio eucarístico, “fuente y cima de toda la vida cristiana” (LG, 11).

El poder divino de Cristo para realizar el milagro de la transubstanciación lo transmite o lo traspasa pues a sus apóstoles y por extensión a sus colaboradores, los presbíteros o sacerdotes.

Es por esto que el sacerdote (sea obispo o presbítero) obra en nombre y con el poder del mismo Cristo, de manera que, por sobre él sólo está el poder de Dios: “El acto del sacerdote no depende de potestad alguna superior, sino de la divina” (Summa Teologiae supl, 40,4.).

En consecuencia ningún obispo, ni siquiera el Papa, tiene mayor poder que un sacerdote, para la consagración de las especies eucarísticas: “No tiene el Papa mayor poder que un simple sacerdote” (Summa Teologiae supl, 38,1, ad 3).

Ahora bien, el sacramento del Orden consta de tres grados diversos: los obispos, los presbíteros y los diáconos. Los dos primeros participan ministerialmente del sacerdocio de Cristo. Por eso, el término SACERDOTE designa a los obispos y a los presbíteros, pero no a los diáconos (catecismo, 1554).

El diaconado, sea éste transeúnte o permanente, está destinado a ayudar y a servir a los obispos y a los presbíteros (Catecismo 1554). El diaconado es un grado de servicio (Hch 6, 1-6).

Es por esto que los diáconos están “para realizar un servicio y no para ejercer el sacerdocio” (LG, 29). De manera pues que si el sacramento del Orden incluye, en tercer grado, el diaconado, éste no forma parte del sacerdocio ministerial.

De aquí se deriva que sólo hay misa, con la consecuente transubstanciación de las especies eucarísticas del pan y del vino, cuando está presente, única y exclusivamente, un obispo o un sacerdote.
En la ausencia de ellos, aunque esté presente un diácono, no hay misa y por tanto no hay consagración de dichas especies, no hay transubstanciación.


Aleteia

Francisco: "Una parroquia de chismosos y chismosas es una comunidad incapaz de dar testimonio"


 El Papa Francisco visitó la parroquia romana de Santa María a Seteville. Y en una misa sencilla pronunció una homilía sencilla, como la de un párroco. Y, en ella, quiso dejar claro que una de las peores enfermedades de las parroquias católicas son los chismes. "Una parroquia de chismosos y chimosas es una comunidad incapaz de dar testimonio". Y recordó que los apóstoles fueron pecadores ("Pedro, el primer Papa, traicionó a Jesús), pero no fueron chismosos.
Algunas frases de la homilía improvisada del Papa
"Juan da testimonio de Jesús"
"Hemos encontrado el Mesías"
"¿Por qué lo encontraron? Porque hubo un testigo"
"Así sucede en nuestra vida"
"Hay muchos cristianos que confiesan que Jesús es Dios"
"Ser cristiano no es tener una filosofía. Es, ante todo, dar testimonio de Jesús"
"Testimonio en lo pequeño y algunos llegan a lo grande: a dar la vida"
"Los apóstoles no hicieron un curso para ser testigos de Jesús, no hicieron un curso, no fueron a la Universidad"
"Los doce eran pecadores, envidiosos, tenían celos entre ellos..."
"Incluso fueron traidores. Cuando prendieron a Jesús, todos escaparon llenos de miedo"
"Pedro, el primer Papa, traicionó a Jesús"
"Ser testigo no significa ser santo"
"Les quiero dejar sólo un mensaje: Los apóstoles no eran chismosos"
"Los apóstoles no eran chismosos, no hablaban mal los unos de los otros"
"De creerse superior al otro y hablar mal de él"
"Todos somos pecadores"
"Pero una comunidad de chismosos y chismosas es una comunidad incapaz de dar testimonio"
"Nada de chismes, nada"
"Si tienes algo contra alguien dilo a la cara"
"Este es el signo de que el Espíritu está en una parroquia"
"Los otros pecados todos los tenemos. Lo que destruye una comunidad son los chismorreos"
"Que el Señor les conceda esta gracia: no hablar jamás mal unos de los otros"
Religión digital

Cuba: los obispos expresan preocupación por los cambios migratorios en EE.UU


Los obispos de Cuba publicaron un comunicado de prensa en el cual expresan preocupación porque el cambio de normativa de inmigración “pies secos y pies mojados”, pueda afectar a muchos migrantes que hicieron grandes sacrificios para poder migrar hacia Estados Unidos.
COMUNICADO DE PRENSA
Ante la nueva situación que se ha creado debido a la sorpresiva
derogación, por parte del gobierno norteamericano, de la normativa
conocida como ¨pies secos y pies mojados¨, los obispos cubanos
queremos manifestar nuestra preocupación por los numerosos
compatriotas que se encuentran en terceros países y que, ahora mismo,
están enfrentando un presente inesperado y un futuro incierto.

Somos conscientes del drama humano que afecta a tantas personas y
familias, algunas de ellas hicieron grandes sacrificios con el
propósito de emigrar a los Estados Unidos, confiados en las normas
migratorias que los amparaban.

A la vez que apreciamos el proceso que se está siguiendo en orden a
una mejor relación entre los gobiernos de Cuba y de los Estados
Unidos, hacemos votos para que las autoridades y las instituciones de
los distintos países implicados, busquen caminos de solución conforme
a la justicia teniendo en cuenta la misericordia, para los que se
encuentran en esta crítica situación.

Oramos a la Virgen de la Caridad, Madre y Patrona de todos los
cubanos, que Ella nos anime y nos una en la búsqueda del bien de cada
uno de sus hijos.

La Habana, 14 de enero de 2017
Zenit

La Conferencia Episcopal propondrá a santo Tomás de Villanueva como nuevo doctor de la Iglesia


Nacido en Fuenllana (Ciudad Real) en 1486, la infancia de santo Tomás de Villanueva transcurrió en las calles de la vecina localidad de Villanueva de los Infantes, a la sombra de sus padres, agricultores acomodados de fe recia. En 1516 abraza la vida agustiniana, y fue prior de Salamanca, Burgos y Valladolid, y visitador y prior provincial en Andalucía y Castilla. Envió numerosos misioneros al Nuevo Mundo, y su fama de santidad hizo que Carlos V lo llamara a la Corte para ser predicador y consejero real. En 1544 fue nombrado obispo de Valencia, donde se adelantó a las reformas que luego implantaría el Concilio de Trento
La Conferencia Episcopal Española va a apoyar ante la Santa Sede la solicitud del título de doctor de la Iglesia universal para santo Tomás de Villanueva, agustino y arzobispo de Valencia. La iniciativa parte de la Fraternidad de Agustinos Españoles, que ha pedido su apoyo a los obispos para que salga adelante. Si el proceso avanza con normalidad, el Santo Padre podría declarar doctor de la Iglesia universal a santo Tomás de Villanueva en un plazo de cuatro o cinco años.
La solicitud, realizada ya desde finales del siglo XIX tanto por los agustinos como por diferentes arzobispos de Valencia, se justifica «por la vida santa y la profundidad de la doctrina» de santo Tomás de Villanueva. «En momentos en los que la Iglesia tiene necesidad urgente de dar un empuje renovado a la proclamación del Evangelio, la sana doctrina y el ejemplo de vida del padre de los pobres, que mostró con sus escritos y gestos una preferencia absoluta por las periferias de sus días, pueden ofrecer luces para el camino eclesial de hoy», dicen los impulsores de la petición, quienes destacan del santo «la influencia de su pensamiento y de su doctrina, unida al ejemplo de una vida dedicada a los pobres y necesitados».
Pobreza y misericordia
Su labor pastoral y sus exhortaciones, así como su vida personal, estaban en la misma sintonía: la pobreza y la misericordia. Ejemplo de ello son las innumerables muestras iconográficas que presentan al santo repartiendo limosna, ya desde niño, pues procedía de familia acomodada y fue enseñado por sus padres en los rudimentos de la caridad hacia el prójimo. Cuentan de él que un día repartió los pollos que tenía la casa familiar entre los pobres que llamaban a la puerta a pedir limosna; y que en más de una ocasión cambió sus ropas con ellos, llegando a casa vestido solo con harapos. Esta virtud le acompañaría toda la vida y como sacerdote solía predicar la necesidad de practicarla: «No seáis insensibles ni duros como piedras. Esforzaos en ser atentos unos con otros, de modo que os afecte la necesidad ajena y os conmueva la miseria del prójimo».
Tomás de Villanueva trataba de acomodar su predicación a los oyentes de sus días, personas de todas las edades y todos los estados de vida, dejando así un modelo de pastor que encaja con el propuesto por el Papa Francisco en Evangelii gaudium. Se abajaba hasta los destinatarios de sus sermones, no solo en el estilo sino también en el contenido. Como afirma el agustino Jaime García Álvarez, santo Tomás de Villanueva «vivió a lo largo de su vida en y desde la misericordia. Fue expresión de su vida. Y no solo se limitaba a vivir la misericordia, sino que la meditaba y la elevaba al nivel de la reflexión». Sus mismos sermones «son una limosna que ofrece a sus oyentes para ayudarles a orientar sus vidas con relación a Dios»; son «obras de misericordia expresadas en palabras».
Un obispo ejemplar
Como arzobispo de Valencia se adelantó a las reformas del Concilio de Trento, en el que no pudo participar directamente, pero sí a través de un memorándum enviado por un emisario. Antes de su llegada, Valencia era una diócesis abandonada, con un clero no demasiado ejemplar, en el que abundaba un fenómeno entonces bastante extendido: el absentismo; y un pecado también común: el amancebamiento de los clérigos. Para combatirlos no dudó en valerse de la denuncia pública y de las amenazas de excomunión, «la medicina de la Santa Madre Iglesia para curar a estos hijos enfermos», decía.
Santo Tomás entró en la ciudad a primeros del año 1545 a lomos de una mula, y su primera decisión fue hacer de su residencia un lugar más parecido a un convento que a un palacio. Después inició las visitas pastorales a las parroquias, y convocó un Sínodo con el que puso orden en la diócesis. Asimismo, se adelantó a Trento al fundar el que se considera primer y único seminario diocesano existente antes del concilio: el Colegio de la Presentación de la Bienaventurada Virgen en el Templo, figura de los seminarios que se extenderían por toda Europa años después.
En Valencia despliega todo su potencial de cristiano guiado por la gracia, como cuenta Javier Campos en su biografía del santo. Mandó publicar un edicto en todas las parroquias diciendo que cualquiera que no pudiese alimentar a sus hijos, se los dejase a él a las puertas del palacio episcopal, y él mismo los visitaba y vigilaba su educación; y cuando murió, aseguró la manutención de todos aquellos niños para los dos años siguientes. Atendía después de la Misa matutina a quienes buscaban ayuda o consejo, y varias veces se le pasó la hora de la comida en este empeño. Cada día repartía comida en el zaguán del palacio a los mendicantes… y toda esta labor la compatibilizaba con una intensa vida de oración, y también de estudio.
La unidad entre lo que vivía y lo que predicaba llegó en santo Tomás al punto de que, pocos días antes de morir, ordenó repartir por las parroquias y casas de pobres todo el dinero en efectivo que quedara en el Arzobispado. Hasta le dio su cama a uno de los empleados de la diócesis, pidiéndole después permiso para usarla hasta que muriera. Fallecía así el padre de los pobres.
Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo

El Papa en Santa Marta: «Nuestra vida es un hoy»


La homilía del papa Francisco de la misa de Santa Marta se ha centrado en dos palabras «hoy» y «corazón». El hoy del que habla el Espíritu Santo en el pasaje de la Carta a los Hebreos de la liturgia del día, es «nuestra vida», un hoy «lleno de días» pero después del cual «no habrá un replay, un mañana», «un hoy en el cual nosotros hemos recibido el amor de Dios». Un hoy –ha explicado el Papa– en el cual podemos renovar nuestra alianza con la fidelidad de Dios. Pero hay un solo hoy en nuestra vida, y la tentación es decir «sí, lo haré mañana», ha advertido.
Jesús lo explica en la parábola de las diez vírgenes: las cinco que no habían llevado con ellas el aceite junto a las lámparas, lo van a comprar después pero cuando llegan encuentran la puerta cerrada. El Santo Padre ha hecho también referencia también a la parábola del que llama a la puerta diciendo al Señor: «he comido contigo, he estado contigo...». «No te conozco: has llegado tarde...».
Esto lo digo –ha proseguido Francisco– no para asustaros, sino simplemente para decir que nuestra vida es un hoy: hoy o nunca. El Papa ha asegurado que él piensa esto, «el mañana será el mañana eterno, sin atardecer, con el Señor, para siempre. Si yo soy fiel a este hoy». Y el Papa ha hecho la pregunta que hace el Espíritu Santo: «¿cómo vivo yo, este hoy?».
La segunda palabra sobre la que ha reflexionado es «corazón». Con el corazón «encontramos al Señor» y muchas veces Jesús regaña diciendo: «lentos de corazón», lentos en el entender. Así, la invitación es no endurecer el corazón y preguntarse si no está «sin fe» o «seducido por el pecado».
En esta misma línea, el Santo Padre ha contado que le conmueve cuando una persona anciana –muchas veces sacerdote o religiosa– le piden que rece por su perseverancia final.
De este modo, el Santo Padre exhorta a preguntarse sobre «nuestro hoy» y «nuestro corazón». El hoy está «lleno de días» pero «no se repetirá». Los días se repiten hasta que el Señor dice «basta».
Pero –ha señalado Francisco– el hoy no se repite, la vida es esta. «Y corazón abierto al Señor, no cerrado, no duro, no endurecido, no sin fe, no perverso, no seducido por los pecados».
Finalmente el Santo Padre ha recordado que el Señor se encontró a muchos de estos que tenían el corazón cerrado: los doctores de la ley, toda la gente que le perseguía, lo ponían a prueba para condenarlo y al final lo consiguieron.
Al concluir la homilía, Francisco ha invitado a hacerse varias preguntas: ¿Cómo es mi hoy? ¿Mi atardecer puede ser hoy mismo, este día o muchos días después? ¿Cómo va mi hoy, en la presencia del Señor? ¿Y mi corazón cómo es? ¿Está abierto? ¿Está firme en la fe? ¿Se deja conducir del amor del Señor?
Zenit

Conferencia sobre Tolkien en Nuestra Señora de Europa

Tolkien: de la dispersión a la unidad será el tema de la ponencia que imparta este lunes, 16 de enero, la Dra. Ana Rodríguez, profesora de la Universidad CEU San Pablo, en la parroquia Nuestra Señora de Europa (Paseo Vallejo Nájera, 23). Enmarcada en el ciclo de conferencias del Aula de Teología «Ágora Europa» que se organizan en el templo, se podrá escuchar a partir de las 20:00 horas en los salones parroquiales.
Además, del 16 al 22 de enero se podrá ver la exposición Descubriendo a Tolkien en el salón de actos parroquial. J. R. R. Tolkien (1892-1973) fue escritor, poeta, filólogo, lingüista y profesor universitario británico, autor de la conocida trilogía de El Señor de los Anillos.
Ágora Europa
La programación del Ágora Europa para este trimestre es la siguiente:
• 23 de enero. El deseo y la nostalgia en Saint-Exupery. Por Isidro Molina, doctor en filosofía.
• 30 de enero. Ideología de género: legislación, apariencia y realidad. Por Carmen Sánchez Maillo, profesora doctora de pensamiento político Universidad San Pablo CEU
• 6 de febrero. Una nueva mirada sobre el mundo: Laudato Si’. Por Carmen Valor y Juan Carlos Romero, profesores de la Universidad Pontificia de Comillas.
• 20 de febrero. Introducción al Evangelio de San Mateo. Por Luis Sánchez Navarro catedrático de Nuevo Testamento de la Universidad San Dámaso.
Infomadrid

La exposición se retrasa hasta nuevo aviso.

El novio está con ellos


Lectura del santo Evangelio según san Marcos 2, 18-22
En aquel tiempo, como los discípulos de Juan y los fariseos estaban de ayuno, vinieron unos y le preguntaron a Jesús:
«Los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan. ¿Por qué los tuyos no?».
Jesús les contesta:
«¿Es que pueden ayunar los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos? Mientras el esposo está con ellos, no pueden ayunar.
Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán en aquel día.
Nadie le echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto, lo nuevo de lo viejo, y deja un roto peor.
Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino revienta los odres, y se pierden el vino y los odres; a vino nuevo, odres nuevos».
Palabra del Señor.

Entre los emigrantes no olvidar a los menores de edad, pide el Papa

 En sus saludos después del Ángelus el Papa recordó que en la fecha se celebra la 103° Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado dedicada en esta oportunidad al tema “Emigrantes menores de edad, vulnerables y sin voz”. “Estos nuestros pequeños hermanos, especialmente si no están acompañados, observó el Obispo de Roma, están expuestos a tantos peligros. Es necesario adoptar toda medida posible para garantizar a los menores emigrantes la protección y la defensa, así como también su integración”, precisó el Pontífice, dirigiendo un saludo especial a los representantes de las diversas comunidades étnicas presentes en la Plaza de San Pedro. A todas ellas Francisco deseó “vivir con serenidad en las localidades que los acogen, respetando sus leyes y las tradiciones y, al mismo tiempo, custodiando los valores de sus culturas de origen”.
Subrayando que el encuentro de varias culturas es siempre un enriquecimiento para todos, el Papa agradeció a la Diócesis de Roma y a todos los que trabajan con los emigrantes para recibirlos y acompañarlos en sus dificultades, alentando a continuar con esta obra recordando el ejemplo de santa Francisca Cabrini, patrona de los emigrantes, de quien conmemoramos este año el centenario de la muerte.
“Esta religiosa valiente dedicó su vida a llevar el amor de Cristo a todos los que estaban lejos de la patria y de la familia. Que su testimonio nos ayude a preocuparnos por el hermano extranjero, en el cual está presente Jesús, a menudo sufriente, rechazado y humillado”.
Finalmente, al saludar con afecto a todos los fieles provenientes de diversas parroquias de Italia y de otros países, así como a las asociaciones y diferentes grupos, el Santo Padre dirigió su saludo particular a los estudiantes del Instituto Meléndez Valdés de Villafranca de los Barros, en España . 
(RC-RV)

“Sólo Jesús es el Mesías”, dijo el Papa a la hora del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En el centro del Evangelio de hoy (Jn 1, 29-34) se encuentra esta parábola de Juan Bautista: “¡Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!” (v. 29). Una palabra que acompaña con la mirada y el gesto de la mano que lo indican a Él, a Jesús.
Imaginemos la escena. Estamos en la orilla del río Jordán. Juan está bautizando; hay tanta gente, hombres y mujeres de diversas edades, que fueron allí, al río, para recibir el bautismo de las manos de aquel hombre que a muchos recordaba a Elías, el gran profeta que nueve siglos antes había purificado a los israelitas de la idolatría, reconduciéndolos a la verdadera fe en el Dios de la alianza, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.
Juan predica que el Reino de los cielos está cerca, que el Mesías está a punto de manifestarse y que es necesario prepararse, convertirse y comportarse con justicia; y bautiza en el Jordán para dar al pueblo un medio concreto de penitencia (Cfr. Mt 3, 1-6). Esta gente iba para arrepentirse de sus pecados, para hacer penitencia, para recomenzar la vida. Él sabe, Juan sabe, que el Mesías, el Consagrado del Señor ya está cerca, y el signo para reconocerlo será que sobre Él se posará el Espíritu Santo; en efecto, Él traerá el verdadero bautismo, el bautismo en el Espíritu Santo (Cfr. Jn 1, 33).
Y he aquí que llega el momento: Jesús se presenta en la orilla del río, en medio de la gente, de los pecadores  – como todos nosotros  –. Es su primer acto público, la primera cosa que hace cuando deja la casa de Nazaret, a la edad de treinta años: baja a Judea, va al Jordán y se hace bautizar por Juan. Sabemos qué cosa sucede – lo hemos celebrado el domingo pasado  –: sobre Jesús desciende el Espíritu Santo en forma como de paloma y la voz del Padre lo proclama Hijo predilecto (Cfr. Mt 3, 16-17). Es el signo que Juan esperaba. ¡Es Él! Jesús es el Mesías. Juan está desconcertado, porque se ha manifestado de un modo impensable: en medio de los pecadores, bautizado como ellos, es más, por ellos. Pero el Espíritu ilumina a Juan y le hace entender que así se cumple la justicia de Dios, se cumple su designio de salvación: Jesús es el Mesías, el Rey de Israel, pero no con el poder de este mundo, sino como Cordero de Dios, que toma sobre sí y quita el pecado del mundo.
Así Juan lo indica a la gente y a sus discípulos. Porque Juan tenía un numeroso grupo de discípulos, que lo habían elegido como guía espiritual, y precisamente algunos de ellos se convertirán en los primeros discípulos de Jesús. Conocemos bien sus nombres: Simón, llamado después Pedro; su hermano Andrés; Santiago y su hermano Juan. Todos pescadores; todos galileos, como Jesús.
Queridos hermanos y hermanas, ¿por qué nos hemos detenido ampliamente en esta escena? ¡Porque es decisiva! No es una anécdota. ¡Es un hecho histórico decisivo! Esta escena es  decisiva para nuestra fe; y también es decisiva para la misión de la Iglesia. La Iglesia, en todos los tiempos, está llamada a hacer lo que hizo Juan Bautista, indicar a Jesús a la gente diciendo: “¡Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!”. ¡Él es el único Salvador! Él es el Señor, humilde en medio de los pecadores; pero es Él, ¡eh! ¡Él! No hay otro poderoso que viene. ¡No, no! ¡Es Él!
Y éstas son las palabras que nosotros, los sacerdotes, repetimos cada día, durante la Misa, cuando presentamos al pueblo el pan y el vino que se han convertido en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Este gesto litúrgico representa toda la misión de la Iglesia, que no se anuncia a sí misma. ¡Ay! ¡Ay! Cuando la Iglesia se anuncia a sí misma pierde la brújula: ¡no sabe adónde va! La Iglesia anuncia a Cristo; no se lleva a sí misma, lleva a Cristo. Porque es Él y sólo Él quien salva a su pueblo del pecado, lo libera y lo guía a la tierra de la verdadera libertad.
Que la Virgen María, Madre del Cordero de Dios, nos ayude a creer en Él y a seguirlo.
(from Vatican Radio)