sábado, 22 de octubre de 2016


Karol Józef Wojtyła, aclamado pontífice Juan Pablo II, conmovió al mundo durante casi tres décadas del siglo XX. Sus gestos de bondad, la capacidad para llegar al corazón de creyentes y no creyentes, sus dotes de comunicador, los incesantes viajes apostólicos en los que no cesó de transmitir el amor de Dios, como hizo con su ingente obra, sedujeron a millones de jóvenes y adultos. El dolor humano, con su carácter de esencial ofrenda a Cristo, ha tenido en él uno de sus insignes valedores. Al ver los estragos del sufrimiento en su persona, todo el planeta pudo constatar la grandeza del mismo cuando se asume como él lo hizo. Así coronó su vida de entrega entrado el siglo XXI, siendo faro para todos los que sufren
Nació en Wadowice, Cracovia, el 18 de mayo de 1920. Fue el menor de tres hermanos, aunque Olga apenas sobrevivió. Perdió a su madre a los 9 años y poco después a Edmund, el primogénito, un médico que se contagió en el ejercicio de su profesión. Sus padres dejaron en Karol fuertemente arraigada la semilla de la fe católica. Brillante en sus estudios, con una mente privilegiada, cursó filosofía en la universidad Jagellónica de Cracovia. Al mismo tiempo se vinculó a un círculo teatral. En esa época obtuvo varios galardones como jugador de ajedrez. En 1939, durante la invasión nazi, fue peón en una cantera y obrero en una fábrica química. Era un líder nato, joven atractivo, de carismática personalidad y singular magnetismo para atraer a la gente. Gozaba del respeto y admiración de sus compañeros, católicos idealistas y entusiastas, que conformaron el grupo Unia y que defendían a los más débiles. En 1941, en plena ocupación alemana, falleció su padre, oficial del ejército polaco.
La Gestapo iba tras él, y se recluyó en una buhardilla. Un sastre le dio a conocer a san Juan de la Cruz y se entusiasmó. En esa época se sintió llamado al sacerdocio. Tuvo que formarse en el seminario clandestino de Cracovia hasta que el arzobispo, cardenal Stefan Sapieha, acogió al grupo de aspirantes en su palacio. Ordenado sacerdote en noviembre de 1946, él lo envió a Roma. Estudió en el Angellicum doctorándose en teología con una tesis sobre su estimado santo y reformador carmelita español. En Polonia fue vicario parroquial, capellán universitario y profesor de teología moral y de ética en el seminario y en las universidades Jagellónica y de Lublin; era afín al pensamiento de Scheler, sobre el que hizo su tesis. En 1958 Pío XII lo designó obispo auxiliar de Cracovia. En 1962 participó en el Concilio Vaticano II, donde sus intervenciones sobre el ateísmo y la libertad religiosa no pasaron desapercibidas. Pablo VI lo nombró cardenal en 1967. Al fallecer Juan Pablo I, tras su fugaz asunción de la Cátedra de Pedro, fue elegido para sucederle; tomó el nombre de este antecesor.
A partir de entonces, este polaco, primero en ostentar la altísima misión como Vicario de Cristo en la tierra, inició un pontificado excepcional. Enamorado de la Eucaristía y devoto de María, supo llegar al corazón de todos con independencia de razas, credos, edades, profesiones… Fue un atleta de Cristo, sacerdote y obispo ejemplar, un gran Pastor. También filósofo y teólogo destacado, defensor de la moral y de los derechos humanos, de la cultura de la vida, amante de la paz y de la justicia, papa de los jóvenes y de las familias, adalid de los derechos del no nacido, de los ancianos y de los enfermos. Apóstol de la reconciliación que supo aglutinar a credos diversos en Asís abriendo una vía ecuménica del diálogo interreligioso de un valor incalculable. El papa viajero que recorrió el mundo una y otra vez abrazando y bendiciendo a todos. En su pontificado se registró la caída de la cortina de hierro y el desmoronamiento del imperio soviético, lo que es atribuido por muchos estudiosos a la presencia de un papa del este europeo.
El gravísimo atentado sufrido en mayo de 1981, poco a poco fue minando su salud. Perdonó al agresor y siguió viviendo alumbrado por Cristo y por María, que lo rescató de una muerte prematura, pudiendo llevar a cabo de manera heroica su responsabilidad. Afrontó magistralmente numerosos problemas y dificultades que se le presentaron. Fue un hombre de oración que mostró siempre una imponente fortaleza ante las adversidades. Los últimos años de su vida no ocultó al mundo su deterioro físico; se mantuvo al frente de la Sede de Pedro dando ejemplo de su inalterable fidelidad a Cristo y a la Iglesia.
Catorce encíclicas, once constituciones apostólicas y 1060 audiencias públicas celebradas dan prueba del alcance de su entrega y ardor apostólico. En uno de sus mensajes recordó: «La vocación del cristiano es la santidad, en todo momento de la vida. En la primavera de la juventud, en la plenitud del verano de la edad madura, y después también en el otoño y en el invierno de la vejez, y por último, en la hora de la muerte». Él lo cumplió con creces. Si se pudiera hablar en términos numéricos sería uno de los pocos pontífices que ostentó uno de los records más altos. Y no solo por los casi veintisiete años de duración de su pontificado, el tercero más largo de la historia. También por la muchedumbre que le siguió en directo y en diferido multiplicando sus palabras y gestos gracias a los diversos medios de comunicación. Ellos mostraron el dolor que produjo su muerte acaecida el 2 de abril de 2005, y el impresionante gentío que se dio cita en su duelo.
Hay que dejar atrás los detractores que tuvo y sigue teniendo, que también han perseguido a otros integrantes de la vida santa, como se ha recordado aquí para otras biografías; ahí está la reciente de Teresa de Calcuta. Es inútil que traten de silenciar con absurdo griterío el eco de las obras de los grandes hijos de Dios. Él es su valedor; no se le puede acallar. Habla a través de los santos aunque pasen los siglos; lo vemos en esta sección de ZENIT todos los días. La realidad es que por sus muchas virtudes Juan Pablo II fue beatificado por Benedicto XVI el 1 de mayo de 2011. Francisco lo canonizó junto a Juan XXIII el 27 de abril de 2014, fiesta de la Divina Misericordia que este gran polaco instituyó.
Zenit

Arranca el Curso Anual de Catequética con Martín Barrios, de la CEE


El próximo jueves, 27 de octubre, en el salón de actos del semanario Alfa y Omega (calle La Pasa, 3) tendrá lugar la apertura del Curso Anual de Catequética dirigido a sacerdotes, catequistas y agentes de pastoral de la archidiócesis de Madrid. La primera lección correrá a carggo de Juan Luis Martín Barrios, director de la Subcomisión de Catequesis de la Conferencia Episcopal Española, quien disertará sobre ¿Qué es la catequesis?.
El curso se prolongará hasta junio de 2017 con 26 sesiones en las que se desarrollarán 26 temas distintos por 26 ponentes distintos. Las sesiones se desarrollan de 17 a 19 horas. Es el primer curso sistemático de formación de catequistas en Madrid cuyas sesiones será transmitidas en directo por streaming y colgadas posteriormente en la web de la Delegación de Catequesis. Quienes acudan al menos al 80% del curso podrán obtener un diploma acreditativo.
¿Qué es la catequesis?
Para algunos la catequesis es el curso que los niños o los adolescentes tienen que hacer para poder hacer la Primera Comunión o recibir la Confirmación, cuando la catequesis es en realidad un proceso de iniciación cristiana por el que los que han despertado a la experiencia religiosa y han recibido el primer anuncio cristiano se insertan paulatinamente en la comunidad cristiana, proceso en el que los sacramentos de la iniciación son importantes, pero no son ni su final ni su finalidad. Para otros, entre ellos, no pocos cristianos, la catequesis es la enseñanza de la religión cristiana, similar a la impartida en la enseñanza escolar, cuando la catequesis no tiene como objeto sólo enseñar la fe, sino enseñar a vivir la fe.
¿Qué es entonces la catequesis si ninguna de estas dos explicaciones es acertada? La respuesta la dará José Luis Martín Barrios. Experto catequeta, Martín Barrios nació en el pueblo Villaseco del Pan en la provincia de Zamora, en 1952. Sacerdote desde 1978, se licenció en Teología Bíblica en la Universidad Pontifica de Salamanca y se doctoró en Teología Catequética en la Universidad Salesiana de Roma. Además de formador del Seminario y de párroco en su diócesis de Zamora, ha sido también delegado episcopal de Catequesis, vicario general, y canónigo de la catedral de la diócesis zamorana, así como profesor en el Bienio de Catequética de la Universidad Eclesiástica San Dámaso de Madrid.
El Secretariado –y por tanto de modo prominente su director– de la Subcomisión Episcopal de Catequesis tiene como objetivos conocer y estudiar la realidad de la catequesis de la Iglesia en España: necesidades, dificultades, posibilidades y desafíos. Asimismo también impulsa el funcionamiento de las delegaciones y secretariados diocesanos en su preocupación por los catequistas y se ofrecen materiales para su formación, espiritualidad y compromiso apostólico. Se organizan las Jornadas anuales de delegaciones de Catequesis y responsables del Catecumenado y se colabora estrechamente con las demás comisiones de la Conferencia Episcopal. Es función de este Secretariado mantener una relación cordial y de trabajo con el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización y con las Comisiones Episcopales Europeas.
Infomadrid

Papa: este año jubilar es continuación del Evangelio de la misericordia proclamado por Juan Pablo II al mundo



Recordando a San Juan Pablo II en el día de su memoria litúrgica, el 22 de octubre, el Papa Francisco  evocó, en su audiencia jubilar, a su santo predecesor en la Cátedra de Pedro. Y, con entrañable afecto en especial en sus palabras a los polacos, hizo resonar para los hombres de todo el mundo la exhortación de Karol Wojtyla al comenzar su pontificado.
En su cordial saludo a la peregrinación nacional de Polonia, el Papa Bergoglio, recordó asimismo su viaje a Cracovia para la JMJ 2016
«Queridos hermanos y hermanas
han llegado aquí, en peregrinación nacional para agradecer a Dios por el Bautismo que su pueblo recibió hace 1050 años, así como por todo el bien que ha nacido en los corazones de los jóvenes de todo el mundo, durante el inolvidable encuentro en Cracovia. Me uno a ustedes en este agradecimiento. Me siento inmensamente agradecido a Dios que me ha permitido conocer su nación, la patria de San Juan Pablo II, donde pude visitar el Santuario de Jasna Gora, el Santuario de la Divina Misericordia en Cracovia y el Centro Juan Pablo II ‘No tengan miedo’.
A Aquel que se identifica sobre todo en cada hombre humillado y que sufre, le agradezco por el silencio que me fue concedido en el lugar del campo de concentración de Auschwitz-Birkenau. ¡En este silencio el mensaje de la misericordia asume una importancia inaudita!».
Luego en su emocionado recuerdo, el Papa Francisco repitió en la Plaza de San Pedro laexhortación al mundo de San Juan Pablo II, el 22 de octubre de 1978:
«Queridos hermanos y hermanas,
Hace exactamente treinta y ocho años, casi a esta hora, en esta Plaza resonaban las palabras dirigidas a los hombres de todo el mundo: ¡No tengan miedo!... Abran, aún más abran de par en par las puertas a Cristo. Estas palabras las pronunció al comienzo de su pontificado, Juan Pablo II, Papa de profunda espiritualidad, plasmada por la milenaria herencia de la historia y de la cultura polaca transmitida en el espíritu de fe, de generación en generación. Esta herencia era para él fuente de esperanza, de poder y de coraje, con que exhortaba al mundo a abrir las puertas a Cristo. Esta invitación se transformó en una incesante proclamación del Evangelio de la misericordia para el mundo y para el hombre, cuya continuación es este Año Jubilar.
Hoy anhelo desearles que el Señor les dé la gracia de cuidar y perseverar en la fe, esperanza y amor que han recibido de sus antepasados. Que en sus mentes y corazones resuene siempre el llamado de su gran compatriota a despertar en ustedes la fantasía de la misericordia, para que puedan brindar el testimonio del amor de Dios a todos los que lo necesitan.
Les pido que me recuerden en sus oraciones ¡Los bendigo de corazón! ¡Alabado sea Jesucristo!»
La enseñanza y ejemplo de San Juan Pablo II también en su bienvenida a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados:
«Hoy es la memoria litúrgica de San Juan Pablo II. Que su coherente testimonio de fe sea una enseñanza para ustedes, queridos jóvenes, para afrontar los desafíos de la vida. A la luz de su ejemplo, queridos enfermos, abracen con esperanza la cruz de la enfermedad. Invoquen su celestial intercesión, queridos recién casados, para que nunca falte el amor en su nueva familia».
En la víspera de la Jornada Mundial de las Misiones el Papa Francisco exhortó a todos a «acompañar con la oración y con ayuda concreta la acción evangelizadora de la Iglesia en los territorios de misión».
(CdM – RV)
(from Vatican Radio)


Los obispos se miran en el espejo de Pablo VI


El cardenal Parolin, secretario de Estado del Papa, presenta al Papa Montini como «el primer Papa moderno» y un impulsor del diálogo con «el humanismo laico»
La primera misión de la Iglesia en Europa es «revitalizar una sociedad que no es cristiana, que es poscristiana», y España no es una excepción. Esa es «la línea a seguir en los próximos años». En ella están trabajando ya los obispos españoles de forma «discreta pero muy efectiva».
Estas son algunas de las pocas palabras dirigidas a la prensa el 14 de octubre por el principal colaborador del Papa, quien desde el Palacio de la Zarzuela dejó caer que, aunque no está en la agenda una visita del Pontífice, «todo es posible para los que tienen fe». Preguntado después sobre sus encuentros con el rey y con Mariano Rajoy, el secretario de Estado transmitió el deseo del Vaticano de que haya Gobierno en España «cuanto antes».
Cumplimentados sus compromisos de Estado, el cardenal Pietro Parolin inauguró en la sede de la Conferencia Episcopal un simposio homenaje a Pablo VI que sirvió para poner a los obispos españoles ante el espejo de quien Parolin definió como «el primer Papa moderno», un Papa «enamorado de Cristo y de la Iglesia» que supo presentar el Evangelio en positivo y tender la mano al «humanismo laico», cualidades muy en sintonía con el estilo pastoral del actual sucesor de Pedro.
El cardenal Ricardo Blázquez, presidente de la CEE, destacó la continuidad entre Montini y Francisco en el impulso a la evangelización. Uno de los grandes documentos del primero fue la exhortaciónEvangelii nuntiandi, muy citada en el documento programático del actual pontificado, la exhortaciónEvangelii gaudium.
Pablo VI y la Transición

El arzobispo de Valladolid se refirió también a la relación entre Pablo VI y España, y destacó que «la Iglesia pudo prestar a nuestra sociedad un servicio notable, inestimable quizá, en la etapa de la Transición, porque la onda en que emitían los documentos conciliares coincidía a grandes rasgos con la transición sociopolítica en España». Una de las grandes líneas de este simposio consistió precisamente en hacer justicia a la figura de un Papa muy denostado por el régimen franquista e incomprendido por muchos católicos. El cardenal Fernando Sebastián, arzobispo emérito de Pamplona, habló de estos difíciles años en los que «ser partidario del Concilio te hacía sospechoso de antifranquista». Y a la inversa, «las actitudes en políticas determinaban los sentimientos en cuestiones eclesiales», lo cual «produjo una confusión y un apasionamiento difíciles de describir».
«Todo cambió radicalmente con la llegada de la monarquía», prosiguió Sebastián. La Iglesia, siguiendo las orientaciones del Papa, «apoyó decididamente un cambio político que supusiera el reconocimiento de los derechos civiles de los ciudadanos», con el objetivo de favorecer «la reconciliación de todos los españoles» y «dejar atrás las consecuencias de la Guerra Civil».
Pablo VI, en palabras del cardenal Sebastián, trató de favorecer una «transición pacífica, renovadora y conservadora, que nos permitiera superar las discordias, entrar en la modernidad con sabiduría y con paz, sin perder nuestra identidad y nuestro gran patrimonio espiritual, un patrimonio que en varias ocasiones resumió en los grandes valores de la fe en Jesucristo, el amor a la Eucaristía y a la Virgen María, la fortaleza de la familia y el espíritu misionero».


«No solo la Iglesia, sino la sociedad entera está en deuda con él», añadió el cardenal Sebastián, para concluir que «hoy los españoles necesitamos escuchar de nuevo su mensaje y cumplir sus recomendaciones de mutuo respeto y diálogo sincero, de reconciliación generosa, y colaboración honesta y sincera entre todos nosotros por encima de las inevitables y positivas diferencias sociales, culturales, políticas y religiosas».

COMENTARIO POR SAN AGUSTÍN DEL EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS (13,1-9)




La higuera se refiere a la raza humana, y los tres años a las tres eras de la humanidad: antes de la ley, bajo la ley y bajo la gracia. 

No es extraño ver a la raza humana en la higuera. El primer hombre después de su pecado, ¿no cubrió su miembros con hojas de higuera? (Gen 3,7) Esos miembros honorables antes del pecado, se convirtieron para él en miembros vergonzosos. Antes del pecado nuestros primeros padres estaban desnudos y no se sonrojaban por ello. ¿Cómo iban a sonrojarse, si estaban sin pecado? ¿Acaso podían ellos tener vergüenza de las obras de su Creador? 

Ciertamente no, porque aún no habían corrompido la pureza con sus malas acciones, no habían todavía tocado el árbol del conocimiento del bien y del mal, que Dios les había prohibido tocar. Fue sólo después de haber pecado, comiendo de aquel “fruto”, que el hombre experimentó la esterilidad…

De este modo, la higuera estéril designa perfectamente a todos los hombres que rechazan constantemente dar frutos y por este motivo son amenazados, poniendo el hacha en las raíces de este árbol ingrato. 

Pero el jardinero intercede, posponiendo la ejecución del hacha y tratando de aplicar un remedio eficaz al árbol enfermo. Este jardinero nos recuerda a todos los santos que oran en la Iglesia por todos aquellos que están fuera de la Iglesia. 

Y, ¿qué piden ellos? «Señor, déjala por este año todavía», es decir, concede un tiempo de gracia, salva a los pecadores, salva a los incrédulos, salva a las almas estériles, salva a los corazones que no producen fruto… «Cavaré a su alrededor y echaré abono, por si da fruto en adelante; y si no da, la cortas.»
El Señor volverá a recoger frutos. ¿Cuándo? En el momento del Juicio, cuando vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos. La higuera es salvada, como un tiempo de gracia, para que de fruto. 

¿Qué hemos de hacer mientras el Señor vuelve? La respuesta la podemos encontrar en la fosa cavada alrededor del árbol, que significa una exhortación a la humildad y a la penitencia. La fosa en efecto es cavada bajo tierra y allí se debe echar una buena parte de estiércol. 

El estiércol es sucio, pero hace fructificar. El estiércol hace referencia al dolor por nuestros pecados. Si somos llamados a hacer penitencia, hagámoslo con inteligencia y sinceridad, teniendo presente nuestra ignominia. A este árbol misterioso le es dicho: «Conviértete, porque el Reino de los Cielos ha llegado» (Mt 3,2).

PARÁBOLA DE LA HIGUERA QUE NO DABA FRUTO





Lectura del santo evangelio según san Lucas (13,1-9):

En una ocasión, se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que ofrecían.

Jesús les contestó: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. 

Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.»

Y les dijo esta parábola: 

«Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: "Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?" 

Pero el viñador contestó: "Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas."»

Palabra del Señor

Homilía del Papa: Que los cristianos trabajen por la unidad

Humildad, dulzura, magnanimidad. En su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla  de la Casa de Santa Marta, el Papa Francisco indicó estos tres puntos clave para construir la unidad en la Iglesia. Una vez más, el Santo Padre exhortó a los cristianos a que rechacen los celos, las envidias y las luchas.
“Paz a ustedes”. El Papa Bergoglio desarrolló su homilía subrayando que este saludo del Señor “crea un vínculo”, un vínculo de paz. Un saludo – dijo Francisco – que “nos une para hacer la unidad del Espíritu”. Y observó que “si no hay paz, si no somos capaces de saludarnos en el sentido más amplio de la palabra, tener el corazón abierto con espíritu de paz, jamás existirá la unidad”.
El espíritu del mal siembra guerras, que los cristianos eviten las luchas
Y esto – precisó el Pontífice – vale para “la unidad en el mundo, la unidad en las ciudades, en el barrio, en la familia”:
“El espíritu del mal siembra guerras. Siempre. Celos, envidias, luchas, habladurías… son cosas que destruyen la paz y, por tanto, no puede existir la unidad. ¿Y cómo es el comportamiento de un cristiano en favor de la unidad, para encontrar esta unidad? Pablo dice claramente: ‘Compórtense de modo digno, con toda humildad, dulzura y magnanimidad’. Estas tres actitudes. Humildad: no se puede dar la paz sin la humidad. Donde está la soberbia, hay siempre guerra, siempre el deseo de vencer sobre el otro, de creerse superior. Sin humildad no hay paz y sin paz no hay unidad”.
Redescubrir la dulzura, y soportarse recíprocamente
El Papa constató con ya hemos “olvidado la capacidad de hablar con dulzura, sino que nuestro modo de hablar es gritarnos. O hablar mal de los demás… no hay dulzura”. La dulzura, en cambio, “tiene un núcleo que es la capacidad de soportarse recíprocamente”: ‘Soportándose recíprocamente’, dice Pablo. Es necesario tener paciencia – reafirmó Francisco –, “soportar los defectos de los demás, las cosas que no nos gustan”:
“Primer: humildad; segundo: dulzura, con este soportarse recíprocamente; y tercero: magnanimidad: corazón grande, corazón grandioso que tiene capacidad para todos y no condena, no se achica en las pequeñeces, ‘que se ha dicho esto’, ‘que he oído esto’, ‘que…’: no: grande el corazón, hay lugar para todos. Y esto hace el vínculo de la paz, éste es el modo digno de comportarnos para hacer el vínculo de la paz que es creador de unidad. Creador de unidad es el Espíritu Santo, pero favorece, prepara la creación de la unidad”.
Ayudemos a construir la unidad con el vínculo de la paz
El Obispo de Roma destacó asimismo “el modo digno de la llamada del misterio al que hemos sido llamados, es decir, el misterio de la Iglesia”. De ahí que el Papa haya invitado a releer el capítulo XIII de la Carta a los Corintios que nos “enseña cómo hacer espacio al Espíritu, con qué actitudes nuestras, para que Él haga la unidad”:
“El misterio de la Iglesia es el misterio del Cuerpo de Cristo: ‘Una sola fe, un solo Bautismo’, ‘un solo Dios, Padre de todos, que está por encima de todos’, actúa ‘por medio de todos y está presente en todos’: ésta es la unidad que Jesús ha pedido al Padre por nosotros y que nosotros debemos ayudar a hacer esta unidad, con el vínculo de la paz. Y el vínculo de la paz crece con la humildad, con la dulzura, con el soportarse recíprocamente y con la magnanimidad”.
La invocación conclusiva del Papa fue pedir al Espíritu Santo que nos dé la gracia, no sólo de comprender, sino de vivir este misterio de la Iglesia, que es un misterio de unidad”.
(María Fernanda Bernasconi - RV).
(from Vatican Radio)