jueves, 28 de julio de 2011

Himno de Saludo al Señor

Buenos días, Señor, te noto dentro,
transitas por mi sangre como niño
que juega junto a mí con mis juguetes.
Me gusta verte así.
Tu presencia sostiene mi sonrisa.

Eres sencillo, Dios. Sencillamente
vas tejiendo mis horas con tus hilos
de las gracias actuales.
Te encuentro al despertar. Abres mis ojos
y me llenas del alba adolescente.

La frescura del agua me recorre
como caricia de tu primavera.
Me das papel en blanco y permaneces
mirándome a los ojos, esperando
que manuscriba corazón con alas...

Por eso te suplico ser pequeño:
dejarme cobijar en el asombro
que irradia lo sencillo; sorprenderme
libando la hermosura de las rosas
o sembrando gorgojeos en el aire
con la pequeña alondra.

Quiero llegar al corazón del hombre.
Quiero que el hombre en tu querer descanse
y en tu querer alumbre su existencia...
un abrazo filial que nunca cesa.
Tomado del Magnificat, es una preciosa oración para decirle al Señor al despertarnos

martes, 26 de julio de 2011

Diálogos con Cristo

Señor, tuyo es el mundo porque Tú lo has creado, tuyo es el Reino porque tú lo has instaurado, tuyas son las almas porque Tú las has amado y salvado. Haz, Señor misericordioso, que no nos cerremos a tus palabras y a tu gracia. Transforma los corazones que se han alejado de ti para que no caigan en manos del enemigo que busca perderlos. También concede a mi alma ser la tierra fértil donde caiga la semilla de tu Palabra para que pueda dar fruto, para ayudar a otros y para hacer crecer tu Reino de paz, de vida y de gracia en mí y en el mundo entero.


Jesús nos enseña a ver las cosas con realismo cristiano y a afrontar cada problema con claridad de principios, pero también con prudencia y paciencia. Esto supone una visión trascendente de la historia, en la que se sabe que todo pertenece a Dios y que todo resultado es obra de su Providencia. Juan Pablo II, audiencia general 25 de septiembre de 1991

jueves, 21 de julio de 2011

CONSEJOS DEL PAPA PARA LAS VACACIONES

"No se trata de irse por irse para encontrar descanso, más bien se trata de vivir de una manera nueva nuestras relaciones con nuestros prójimos, con Dios, tomando el tiempo que esto requiere".
“La fe en su presencia nos ofrece la serenidad de quien se sabe siempre amado por el Padre.” Por eso: “Dejemos amplio espacio a la lectura de la Palabra de Dios, en particular al Evangelio, que no dejaréis de meter en vuestras maletas en estas vacaciones!”.

Y en el mensaje que pronunció desde su ventana, comentando el evangelio dominical, explicó: "Jesús promete que dará a todos “descanso”, pero pone una condición: “Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón”. ¿En qué consiste este “yugo”, que en lugar de pesar aligera, y en lugar de aplastar levanta?

El “yugo” de Cristo es la ley del amor, es su mandamiento, que ha dejado a sus discípulos (cf. Juan 13, 34; 15,12). El verdadero remedio para las heridas de la humanidad --tanto materiales, como es el hambre y las injusticias, y psicológicas y morales, causadas por un falso bienestar-- es una regla de vida basada en el amor fraterno, que tiene su manantial en el amor de Dios. Por esto es necesario abandonar el camino de la arrogancia, de la violencia utilizada para procurarse posiciones cada vez de mayor poder, para asegurarse el éxito a toda costa. También por respeto del ambiente es necesario renunciar al estilo agresivo que ha dominado en los últimos siglos y adoptar una razonable “mansedumbre”. Pero sobre todo en las relaciones humanas, interpersonales, sociales, la regla del respeto y de la no violencia, es decir, la fuerza de la verdad contra todo abuso, puede asegurar un futuro digno del hombre."

Queridos amigos, ayer celebramos una particular memoria litúrgica de María Santísima, al alabar a Dios por su Corazón Inmaculado. Que la Virgen nos ayude a “aprender” de Jesús la humildad verdadera, a tomar con decisión su yugo ligero, para experimentar la paz interior y ser capaces de consolar a otros hermanos y hermanas que recorren con fatiga el camino de la vida.

martes, 19 de julio de 2011

LOS FARISEOS LE PIDIERON UN SIGNO A JESÚS

Los egipcios dudaron del Señor cuando Moisés los sacaba de Egipto:

-« ¿No había sepulcros en Egipto?, nos has traído a morir en el desierto; ¿qué es lo que nos has hecho sacándonos de Egipto? ¿No te lo decíamos en Egipto: "Déjanos en paz, y serviremos a los egipcios; más nos vale servir a los egipcios que morir en el desierto"?»

Los escribas y fariseos no creían en Jesús y le pedían un signo, una prueba. No les bastaba con todos los hechos realizados por Jesús, su palabra, sus milagros, el amor a los más desfavorecidos, su entrega total. Pero Jesús no quiso darles ningún signo, excepto el de Jonás, refiriéndose así a su muerte y resurrección.

"Esta generación malvada y adúltera reclama un signo, pero no se le dará otro que el del profeta Jonás. Porque así como Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre del pez, así estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra tres días y tres noches. El día de Juicio, los hombres de Nínive se levantarán contra esta generación y la condenarán, porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay alguien que es más que Jonás."

Los israelitas dudaron del Señor, los coetáneos de Jesús no creyeron en Él. Nosotros sí creemos en Jesús, pero eso no es suficiente, debemos cumplir sus mandamientos. No basta con creer en Él, hay que quererle, confiar en él, no pedirle ni signos ni pruebas, seguirle con la confianza de que siempre hará lo mejor para nosotros.

Señor, ¡ayúdame a quererte y a aceptar siempre tu voluntad!

H de Carmen

domingo, 17 de julio de 2011

Oración a la Virgen del Carmen

Oración a la Virgen del Carmen
Súplica para tiempos difíciles

"Tengo mil dificultades:
ayúdame.
De los enemigos del alma:
sálvame.
En mis desaciertos:
ilumíname.
En mis dudas y penas:
confórtame.
En mis enfermedades:
fortaléceme.
Cuando me desprecien:
anímame.
En las tentaciones:
defiéndeme.
En horas difíciles:
consuélame.
Con tu corazón maternal:
ámame.
Con tu inmenso poder:
protégeme.
Y en tus brazos al expirar:
recíbeme.
Virgen del Carmen, ruega por nosotros.
Amén."

Dos nuevos mensajes. Pan, vino y agua en la Eucaristía

Tenemos dos nuevos mensajes entrados por el formulario, uno es de Paz que nos comenta:

Me ha encantado leer este Blog,.... seguiré visitándoos.
Muchas gracias Paz, encantados de servirte de ayuda. Hasta una próxima vez

Otro mensaje es de José Antonio: Deseo adentrarme más en los elementos de la Santa Cena; copa, vino y agua. Gracias vivo en san José Costa Rica.

José Antonio, gracias por visitarnos y por tu pregunta. La respuesta que yo creo la mejor se encuentra en le Catecismo de la Iglesia Católica y nos dice los siguiente:

En el corazón de la celebración de la Eucaristía se encuentran el pan y el vino que, por las palabras de Cristo y por la invocación de Espíritu Santo, se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Fiel a la orden del Señor, la Iglesia continúa haciendo, en memoria de El, hasta su retomo glorioso, lo que El hizo la víspera de su pasión: “Tomó pan...”, “tomó el cáliz lleno de vino...”.

Al convertirse misteriosamente en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, los signos del pan y del vino siguen significando también la bondad de la creación. Así, en el ofertorio, damos gracias al Creador por el pan y el vino (cf Sal 104, 13-15), fruto “del trabajo del hombre”, pero antes, “fruto de la tierra” y “de la vid”, dones del Creador La Iglesia ve en el gesto de Melquisedec, rey y sacerdote, que “ofreció pan y vino” (Gn 14, 18), una prefiguración de su propia ofrenda (cf MR, Canon Romano 95).

En la Antigua Alianza, el pan y el vino eran ofrecidos como sacrificio entre las primicias de la tierra en señal de reconocimiento al Creador. Pero reciben también una nueva significación en el contexto del Éxodo: los panes ácimos que Israel come cada año en la Pascua conmemoran la salida apresurada y liberadora de Egipto. El recuerdo del maná del desierto sugerirá siempre a Israel que vive del pan de la Palabra de Dios (Dt 8, 3). Finalmente, el pan de cada día es el fruto de la Tierra prometida, prenda de la fidelidad de Dios a sus promesas. El “cáliz de bendición” (1 Co 10, 16), al final del banquete pascual de los judíos, añade a la alegría festiva del vino una dimensión escatológica, la de la espera mesiánica del restablecimiento de Jerusalén. Jesús instituyó su Eucaristía dando un sentido nuevo y definitivo a la bendición del pan y del cáliz.

Los milagros de la multiplicación de los panes, cuando el Señor dijo la bendición, partió y distribuyó los panes por medio de sus discípulos para alimentar la multitud, prefiguran la sobreabundancia de este único pan de su Eucaristía (cf Mt 14, l3- 21; 15, 32-29). El signo del agua convertida en vino en Caná (cf Jn 2, 11) anuncia ya la Hora de la glorificación de Jesús. Manifiesta el cumplimiento del banquete de las bodas en el Reino del Padre, donde los fieles beberán el vino nuevo (cf Mc 14, 25) convertido en sangre de Cristo.
Y el agua:
No se echa agua en el vino para “rebajar” el vino, entre otras cosas porque un vino “rebajado” ya no es vino-vino, y además, porque sólo se echan unas pocas gotas. La razón es únicamente simbólica. Las gotas de vino son un símbolo de nosotros mismos. El sacerdote, mientras echa el agua en el cáliz, dice: “El agua unida al vino sean signo de nuestra participación en la vida divina de Aquél que quiso compartir con nosotros nuestra condición humana”. Es decir: igual que las gotas de agua se mezclan con el vino para fundirse con el cáliz, también nosotros, cuando comulgamos con el Cuerpo y la Sangre del Señor, nos mezclamos con Él. Y en la Eucaristía ofrecemos al Padre a su mismo Hijo Jesús, unido a nosotros. Nosotros mismos nos ofrecemos al Padre con Él.
Cristo tomó nuestra condición humana, le “prestamos” nuestra humanidad, y ahora le pedimos que nos “preste” su divinidad. Hay un “intercambio”, como decían los Padres de la Iglesia. Dios se ha hecho Hombre, para que el Hombre se haga Dios (San Agustín). Y este “intercambio” está simbolizado en la mezcla del agua y el vino.
La costumbre de echar agua en el cáliz es muy antigua, y ya san Justino, un Padre de la Iglesia del siglo II, da testimonio de que en la liturgia eucarística en Palestina se presentaba pan, vino y agua.
Espero que la respuesta sea lo que querías, en caso contrario, vuelve a hacernos la pregunta pero concretando más lo que necesitas saber.

martes, 12 de julio de 2011

Cristo es la felicidad de los hombres

Cristo es la felicidad de los hombres, y puede por lo tanto ser también la tuya. ¿Dónde está el secreto? Esta frase lo puede indicar: "Aunque Cristo naciese mil veces en Belén, si no nace en ti seguirás eternamente perdido". Dicho de otra manera: hay que conocerlo, conocer al Cristo verdadero. Pero Cristo no se da regalado. Vale mucho, demasiado, y hay que luchar por merecerlo.Yo podría decirte, pero de memoria, que Cristo es el camino, la verdad y la vida. Que es tu salvación, que es la persona que tiene en su mano el secreto de tu felicidad, que es la persona que más te quiere del mundo, pero prefiero que no te lo digan de memoria, sino con su experiencia otros.

Tomemos cuatro ejemplos. El primero es Agustín de Tabaste, un hombre que buscaba, ansiosamente, apasionadamente, la verdad, la felicidad, pero siempre en sus propios caminos y nunca la encontró. Llegó a tal punto que un día caminando con sus amigos por una calle de Milán, encontraron a un borrachito haciendo eses, y uno comentó: "ese hombre es más feliz que nosotros"; nadie le contradijo. Nunca pensó encontrar aquella verdad y aquella felicidad, hasta que por fin un día a la fuerza tuvo que reconocer, que la única felicidad de su vida y de la vida de cualquiera era Cristo. Lo expresó con aquellas palabras: " Nos has hecho para ti, Señor, y nuestro corazón estará insatisfecho hasta que descanse en ti".
Tomemos el segundo caso: Pablo de Tarso, que odiaba a Cristo y a los cristianos y que los persiguió hasta la cárcel y la muerte. Pero aquel Cristo le hizo ver que era duro dar coces contra el aguijón, y le hizo caso. Cuando le preguntó, ¿Pablo porqué me persigues?, ¿qué quieres que haga? le respondió Él. Andando el tiempo, este hombre, antiguo perseguidor de Cristo y de cristianos, llegó a decir: "Para mi el vivir es Cristo, Cristo me amó y se entregó a la muerte por mi".

Ignacio de Loyola, para quien lo único importante en este mundo, eran las damas, la guerra y su reina, una bala de cañón le dijo la verdad cuando sitiaban la ciudad de Pamplona. Este hombre es el que compuso aquella oración tan conocida, "Alma de Cristo- santifícame, Cuerpo de Cristo- sálvame, No permitas que me aparte de ti".
Un cuarto ejemplo, Francisco de Borja, aquel guerrero, que estaba entusiasmado por defender a su Reina, la Reina de España, famosa por su belleza. Mientras guerreaba en Italia le avisaron que había muerto su Reina, y a uña de caballo, regresó, para ver si podía dar el ultimo adiós a quien había sido su ídolo de nobleza. Alcanzó a llegar en el momento de la sepultura y pidió permiso para abrir la caja y por última vez ver el rostro de su Reina. Aquel rostro tan hermoso en otro tiempo, estaba ya muy desfigurado y ante él dijo aquellas famosas palabras: "No volveré a servir a un Señor, que se me pueda morir".
Los que no oyen a Cristo, los que sienten indiferencia por Él, no son malos, simplemente, no lo conocen, como no lo conocían, Agustín de Tajaste, Pablo de Tarso, Ignacio de Loyola, Francisco de Borja, Teresa de Ávila y tantos otros.
El Dios que muchos rechazan también yo lo rechazo. Pero a mi Dios no lo rechaza nadie. Porque nadie rechaza el amor, la felicidad, la plenitud. Dios es la Plenitud, la Felicidad, porque Dios es el Amor.
Autor: P. Mariano de Blas. Fuente: Catholic.net

lunes, 11 de julio de 2011

El sembrador. Benedicto XVI

-«Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron.
Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y, como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó.
Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron.
El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos, ciento; otros, sesenta; otros, treinta."

¿Qué tienen que ver con mi vida estas semillas? Todo. Sencillamente todo. En ellas está nuestra realización personal, y la verdadera autenticidad como cristianos. Las semillas son la palabra de Dios, lo dijo Cristo; pero no sólo son la palabra de Dios sino cualquier regalo que nos hace. Lo interesante es qué hacemos con estas semillas.

Las primeras caen al borde del camino, vinieron los pájaros y se lo comieron. Esto es cuando al escuchar la palabra de Dios - que nos puede hablar de muchas maneras, por el sacerdote que nos da la homilía en la Santa misa, por un amigo que nos ayuda, por una situación que estamos pasando, por nuestros padres, etc. - le hacemos caso más bien a esas otras muchas voces y no a lo que Dios quiere de nosotros ajenas al querer de Dios. Cuando un amigo nos dice que necesitamos ser más maduros y serios en nuestra vida, pero le preferimos hacer “oídos sordos” y escuchar a los medios de comunicación que nos enseñas que sólo conseguimos la madures madurez y la felicidad abandonando nuestros principios...Echamos en saco roto la palabra y los regalos de Dios.

Las siguientes caen en terreno pedregoso. Oyes los consejos y quieres ponerlos en práctica. En tu interior ves brotar los primeros retoños de una primavera prometedora, pero el viento sopla muy fuerte. En un inicio las otras voces que te quieren alejar de Dios parecen brisas que se apagan, pero luego se levantan tornados. Tu tierra no era profunda. Cuando buscaste en tu alma te diste cuenta que habías cavado poco. Viste entonces cómo las flores que se prometían nunca se abrieron, o se consumieron por el miedo a mostrar la belleza de lo que habían recibido. En ese momento se secó la planta.
Otras cayeron entre zarzas. ¿Cuáles son las zarzas en nuestra vida? Son todas aquellas seducciones que nos tiende el mundo: el dinero, las vanidades, los lujos, las comodidades superfluas, etc. La semilla es recibida por la tierra. Es una buena tierra, es una buena persona. El problema llega cuando chocan la palabra de Dios que hemos recibido y esto que se pone al alcance de la mano lo fácil del mundo para proporcionarnos que proporciona “felicidad” fácil y efímera. Hay que tener la valentía de escoger la felicidad verdadera porque sólo ella ilumina la conciencia y nos llena de vida.
Las últimas caen en tierra buena. Tierra buena es esa que ha sido abonada y preparada con antelación, haciéndose para que sea fértil. ¡Debemos ser tierra buena para la semilla del amor! Amor de Dios que se nos muestra en los hombres, en nuestros amigos, en nuestra familia. Estos son los cristianos en los que ha fructificado la palabra de Dios. Han recibido la simiente y ha dado raíces. Las raíces sólo ayudan a que la planta pueda dar dos grandes dones a quienes lo rodean: La flor y el fruto. Flor que es la alegría de sentirse regalado por Dios. Flor que es el amor a Dios. Y Fruto, que no es otra cosa sino la manifestación de ese amor en quienes nos rodean. El Cristiano autentico es el que lo demuestra en sus obras. Es el que vive con la conciencia de que la palabra de Dios es viva y eficaz y hace que él obre según la voluntad de Dios, que lo único que busca es su felicidad.

Benedicto XVI. Catholic.net

Debemos pensar en qué situación está ahora nuestra vida. Casi todos hemos pasado a lo largo de nuestra existencia por todas o casi todas las fases.
Ayer, en la homilía, el sacerdote nos hacía ver dos cosas importantes de este evangelio: "El sembrador, que es Jesús, salió a sembrar". Jesús viene el primero hacia nosotros, nos llama y nos llama  a cada uno de nosotros todos los días. Él sale a nuestro encuentro, no espera que nos acerquemos a Él, nos sale al camino.
Y las semillas son  la Palabra de Dios, entre otras cosas, debemos preguntarnos  si le dedicamos tiempo a Él, si leemos la Biblia, si meditamos sobre lo que nos dice la Biblia. Para querer a Jesús hay que conocerlo, leer los evangelios, meditarlos, recibir los sacramentos, hablar con Él, pedirle que nos en señe a orar. Ya los apóstoles le pidieron que les enseñara a orar y por eso tenemos El  PadreNuestro.
Que estas vacaciones, en las que tenemos más tiempo y estamos más relajados, dediquemos más tiempo a Él  y a su palabra. Para que, con su ayuda, las semillas den buen fruto en nuestro corazón.
MEMM

domingo, 10 de julio de 2011

La parábola del sembrador por San Gregorio Magno

Retened en vuestro corazón las palabras del Señor que habéis escuchado con vuestros oídos; porque la palabra de Dios es el alimento del alma; y la palabra que se oye y no se conserva en la memoria es arrojada como el alimento, cuando el estómago está malo. Pero se desespera de la vida de quien no retiene los alimentos en el estómago; por consiguiente, temed el peligro de la muerte eterna, si recibís el alimento de los santos consejos, pero no retenéis en vuestra memoria las palabras de vida, esto es, los alimentos de justicia.

Ved que pasa todo cuanto hacéis y cada día, queráis o no queráis, os aproximáis más al juicio extremo, sin perdón alguno de tiempo. ¿Por qué, pues, se ama lo que se ha de abandonar? ¿Por qué no se hace caso del fin a donde se ha de llegar? Acordaos de que se dice: Si alguno tiene oídos para oír que oiga. Todos los que escuchaban al Señor tenían los oídos del cuerpo; pero el que dice a todos los que tienen oídos: Si alguno tiene oídos para oír, que oiga, no hay duda alguna que se refería a los oídos del alma.

Procurad, pues, retener en el oído de vuestro corazón la palabra que escucháis. Procurad que no caiga la semilla cerca del camino, no sea que venga el espíritu maligno y arrebate de vuestra memoria la palabra. Procurad que no caiga la semilla en tierra pedregosa, y produzca el fruto de las buenas obras sin las raíces de la perseverancia. A muchos les agrada lo que escuchan, y se proponen obrar bien; pero inmediatamente que empiezan a ser molestados por las adversidades abandonan las buenas obras que habían comenzado.
La tierra pedregosa no tuvo suficiente jugo, porque lo que había germinado no lo llevó hasta el fruto de la perseverancia. Hay muchos que cuando oyen hablar contra la avaricia, la detestan, y ensalzan el menosprecio de las cosas de este mundo; pero tan pronto como ve el alma una cosa que desear, se olvida de lo que se ensalzaba. Hay también muchos que cuando oyen hablar contra la impureza, no sólo no desean mancharse con las suciedades de la carne, sino que hasta se avergüenzan de las manchas con que se han mancillado; pero inmediatamente que se presenta a su vista la belleza corporal, de tal manera es arrastrado el corazón por los deseos, como si nada hubiera hecho ni determinado contra estos deseos, y obra lo que es digno de condenarse, y que él mismo había condenado al recordar que lo había cometido.

Muchas veces nos compungimos por nuestras culpas y, sin embargo, volvemos a cometerlas después de haberlas llorado. Así vemos que Balaán, contemplando los tabernáculos del pueblo de Israel, lloró y pedía ser semejante a ellos en su muerte, diciendo: Muera mi alma con la muerte de los justos y mis últimos días sean parecidos a los suyos; pero inmediatamente que pasó la hora de la compunción, se enardeció en la maldad de la avaricia, porque a causa de la paga prometida, dio consejos para la destrucción de este pueblo a cuya muerte deseara que fuera la suya semejante, y se olvidó de lo que había llorado, no queriendo apagar los ardores de la avaricia
Homilías sobre los Evangelios, col. Neblí, nn. 9 y 13, Madrid 1957. Tomado de "Piedras Vivas"

viernes, 8 de julio de 2011

¿Qué es lo que distingue a un buen cristiano?

Un buen cristiano se distingue por el hecho de que cree en Dios, de que confía; se distingue por el hecho de que conoce a Cristo, de que lo conoce cada vez mejor y presta oídos a él. Conocer significa leer la Biblia, hablar con Cristo, dejarse llamar por él, asemejarse a él.

De ese modo, el cristiano se siente cada vez más apremiado a actuar socialmente, a comprometerse por otros como lo hizo Jesús, que curó a los hombres, llamó a sus discípulos, criticó a los poderosos, lanzó advertencias a los ricos y recibió a los extranjeros.

Así se llega a ser un hombre que se siente sostenido e impulsado por Dios. En el momento de la muerte —y quiera Dios que así sea—, podrás decir: tú me sostienes, en ti estoy cobijado, tú me aceptas.

Carlo M. Martini en el libro: Coloquios nocturnos en Jerusalén

miércoles, 6 de julio de 2011

En vacaciones ten tiempo para Dios

Para los cristianos hay un libro que es la expresión de toda su fe : el Evangelio .
Pero con el Evangelio no se puede jugar a las margaritas: " Evangelio, si; Evangelio, no; Evangelio, ahora si; Evangelio, ahora no".
Al Evangelio no se le pueden subrayar páginas o frases, todo el Evangelio en su integridad ha de ser subrayado, porque todo él ha de ser vivido en toda su plenitud, en toda su dimensión, en todas sus variadas vertientes y aplicaciones vitales.

Se ha escrito un libro con el título de Evangelios molestos; es que, si nos ponemos a vivirlo en toda su plenitud, toda el Evangelio es molesto, por la sencilla eazón de que para cumplerlo debemos esforzarnos negarnos y siempre resulta molesto, negarse a sí mismo y a sus gustos y conveniencias.

El evangelio no pasó " en aquel tiempo " ; no se predicó " para aquellas gentes " , sinó que se predica " para nosotros " .

El evangelio no se nos puede caer de las manos ; hay que hacer de él " una constante revisión de vida ", hasta llegar a " ver, juzgar y actuar" segun sus normas y su espiritu.

" Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida ". ( jn. 6, 63 )
 
Isabel

lunes, 4 de julio de 2011

Ser manso y humilde

“Aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón y hallarán descanso para sus almas”.


Siempre me han impresionado mucho estas palabras de Jesús y como me gustaría ser un poco más como Él, pero que difícil es. Somos hombres mortales, frágiles y débiles, tenemos buenos sentimientos, queremos ser humildes como Jesús, y sin embargo enseguida caemos en querer quedar por encima de los hermanos, ser famosos, importantes, que nos admiren e incluso parecer mejores que los demás.

Jesús quiere que nos hagamos como niños, que no presumamos de nuestras obras, que no creamos que estamos por encima de los demás, que sepamos que dependemos de Él, que todas nuestras obras son gracias a Él. Que nos sintamos pecadores y que esperemos su perdón. Sólo así sentiremos paz interior y verdadero descanso para nuestras almas.

Él mismo nos dio un gran ejemplo de humildad en la Última Cena lavando los pies de sus apóstoles.
San Agustín dijo:

«No a crear el mundo, no a hacer en él grandes prodigios, sino aprended de mí a ser manso y humilde de corazón. ¿Quieres ser grande? Comienza entonces por ser pequeño. ¿Tratas de levantar un edificio grande y elevado? Piensa primero en la base de la humildad. Y cuanto más trates de elevar el edificio, tanto más profundamente debes de cavar su fundamento. ¿Y hasta dónde ha de tocar la cúpula de nuestro edificio? Hasta la presencia de Dios».

También escribió San Agustín: "Donde hay humildad hay caridad, donde hay caridad hay paz".

Pidámosle al Señor la gracia de aprender esta difícil lección de la humildad evangélica, y de encontrar en ella la verdadera alegría.

H de Carmen

Aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón

Al presidir este mediodía (hora local) el rezo de la oración mariana del Ángelus, el Papa Benedicto XVI resaltó que el amor de Dios, el amor a los hermanos que brota de Él, es el verdadero remedio que cura todas las heridas humanas.

En su reflexión ante miles de fieles en la Plaza de San Pedro, el Santo Padre se refirió al Evangelio de hoy en el que San Mateo propone las palabras del Señor Jesús: "vengan a mí todos los que están fatigados y sobrecargados, y yo les daré descanso. Tomen sobre ustedes mi yugo, y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallarán descanso para sus almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera".
El Papa dijo que esa mirada de Cristo se extiende hasta hoy y se posa sobre mucha gente oprimida por condiciones de vida difíciles, "pero también desprovista de puntos válidos de referencia para encontrar un sentido y una meta a la existencia. Multitudes extenuadas que se encuentran en los países más pobres, probadas por la indigencia; y también en los países más ricos son muchos los hombres y las mujeres insatisfechos, incluso enfermos de depresión".

Según informa la nota de Radio Vaticana, el Santo Padre explicó que a todos, sin excepción, Jesús anima a tomar "’mi yugo, y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón’. ¿Qué es este ‘yugo’, que en lugar de pesar, aligera, y en lugar de aplastar, levanta?".

"El ‘yugo’ de Cristo –dijo Benedicto XVI– es la ley del amor, es su mandamiento, que ha dejado a sus discípulos. El verdadero remedio para las heridas de la humanidad, tanto materiales, como el hambre y las injusticias; así como para las psicológicas y morales, causadas por un falso bienestar, es una regla de vida basada en el amor fraterno, que tiene su fuente en el amor de Dios".

"Por esto es necesario abandonar el camino de la arrogancia, de la violencia utilizada para procurarse posiciones cada vez de mayor poder, para asegurarse el éxito a toda costa. También en referencia al medio ambiente es necesario renunciar al estilo agresivo que ha dominado en los últimos siglos y adoptar una razonable ‘mansedumbre’".

Pero sobre todo, subrayó el Papa, "en las relaciones humanas, interpersonales, sociales, la regla del respeto y de la no violencia, es decir, la fuerza de la verdad contra todo atropello, es la que puede asegurar un futuro digno del hombre".

Finalmente el Pontífice alentó a que la Virgen María "nos ayude a ‘aprender’ de Jesús la humildad verdadera, a tomar con decisión su yugo ligero, para experimentar la paz interior y llegar a ser capaces, a nuestra vez, de consolar a otros hermanos y hermanas que recorren con fatiga el camino de la vida".
Fuente: Aciprensa