lunes, 4 de julio de 2011

Ser manso y humilde

“Aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón y hallarán descanso para sus almas”.


Siempre me han impresionado mucho estas palabras de Jesús y como me gustaría ser un poco más como Él, pero que difícil es. Somos hombres mortales, frágiles y débiles, tenemos buenos sentimientos, queremos ser humildes como Jesús, y sin embargo enseguida caemos en querer quedar por encima de los hermanos, ser famosos, importantes, que nos admiren e incluso parecer mejores que los demás.

Jesús quiere que nos hagamos como niños, que no presumamos de nuestras obras, que no creamos que estamos por encima de los demás, que sepamos que dependemos de Él, que todas nuestras obras son gracias a Él. Que nos sintamos pecadores y que esperemos su perdón. Sólo así sentiremos paz interior y verdadero descanso para nuestras almas.

Él mismo nos dio un gran ejemplo de humildad en la Última Cena lavando los pies de sus apóstoles.
San Agustín dijo:

«No a crear el mundo, no a hacer en él grandes prodigios, sino aprended de mí a ser manso y humilde de corazón. ¿Quieres ser grande? Comienza entonces por ser pequeño. ¿Tratas de levantar un edificio grande y elevado? Piensa primero en la base de la humildad. Y cuanto más trates de elevar el edificio, tanto más profundamente debes de cavar su fundamento. ¿Y hasta dónde ha de tocar la cúpula de nuestro edificio? Hasta la presencia de Dios».

También escribió San Agustín: "Donde hay humildad hay caridad, donde hay caridad hay paz".

Pidámosle al Señor la gracia de aprender esta difícil lección de la humildad evangélica, y de encontrar en ella la verdadera alegría.

H de Carmen

2 comentarios:

  1. Y San Juan Crisóstomo dice:

    «Y no dice: Venid éste y aquel, sino todos los que estáis en las preocupaciones, en las tristezas y en los pecados; no para castigaros, sino para perdonaros los pecados. Venid, no porque necesite de vuestra gloria, sino porque quiero vuestra salvación. Por eso dice: “Y yo os aligeraré”. No dijo: Yo os salvaré solamente, sino (lo que es mucho más) os aliviaré, esto es, os colocaré en una completa paz».

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  2. San Gregorio: «Es ciertamente un yugo áspero y una dura sumisión el estar sometido a las cosas temporales, el ambicionar las terrenales, el retener las que mueren, el querer estar siempre en lo que es inestable, el apetecer lo que es pasajero y el no querer pasar con lo que pasa. Porque mientras desaparecen, a pesar de nuestros deseos, todas estas cosas que por la ansiedad de poseerlas afligían nuestra alma, nos atormentan después por miedo de perderlas».

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