jueves, 26 de septiembre de 2013

Reflexiones del Papa Pablo VI ante su propia muerte

MISERICORDIA Y ARREPENTIMIENTO

Pero ahora, en este ocaso revelador, otro pensamiento, más allá de la última luz vespertina, presagio de la aurora eterna, ocupa mi espíritu: y es el ansia de aprovechar la hora undécima, la prisa de hacer algo importante antes de que sea demasiado tarde. ¿Cómo reparar las acciones mal hechas, cómo recuperar el tiempo perdido, cómo aferrar en esta última posibilidad de opción el “unum necesarium”, la única cosa necesaria?

A la gratitud sucede el arrepentimiento. Al grito de gloria hacia Dios Creador y Padre sucede el grituo que invoca misericordia y perdón. Que al menos sepa yo hacer esto: invocar tu bondad y confesar con mi culpa tu infinita capacidad de salvar. “Kyrie eleison: Christe eleison: Kyrie eleison”.

Aquí aflora a la memoria la pobre historia de mi vida, entretejida, por un lado con la urdimbre de singulares e inmerecidos beneficios, provenientes de una bondad inefable (es la que espero podré ver un día y “cantar eternamente”); y, por otro, cruzada por una trama de míseras acciones, que sería preferible no recordar, son tan defectuosas, imperfectas, equivocadas, tontas, ridículas. “Tu scis insipientiam meam” (Tú conoces mi ignorancia, Sal 68,6). Pobre vida débil, enclenque, mezquina, tan necesitada de paciencia, de reparación, de infinita misericordia. Siempre me parece suprema la síntesis de san Agustín: miseria y misericordia. Miseria mía, misericordia de Dios. Que al menos pueda honrar a Quien Tú eres, el Dios de infinita bondad, invocando, aceptando, celebrando tu dulcísima misericordia.

Y luego, finalmente, un acto de buena voluntad: no mirar más hacia atrás, sino cumplir con gusto, sencillamente, humildemente, con fortaleza, como voluntad tuya, el deber que deriva de las circunstancias en que me encuentro.

Hacer pronto. Hacer todo. Hacer bien. Hacer gozosamente: lo que ahora Tú quieres de mí, aun cuando supere inmensamente mis fuerzas y me exija la vida. Finalmente, en esta última hora.

Inclino la cabeza y levanto el espíritu. Me humillo a mí mismo y te exalto a ti, Dios, “cuya naturaleza es bondad” (San León). Deja que en esta última vigilia te rinda homenaje, Dios vivo y verdadero, que mañana serás mi juez, y que te dé la alabanza que más deseas, el nombre que prefieres: eres Padre.

No se puede conocer a Jesús “en primera clase”, dice el Papa


Para conocer a Jesús es necesario implicarse con Él. Es cuanto subrayó el Papa Francisco esta mañana en su homilía de la misa celebrada en la Capilla de la Casa de Santa Marta. El Santo Padre afirmó que a Jesús no se lo puede conocer en “primera clase”, sino en la vida cotidiana de todos los días. De ahí que el Pontífice indicara los tres lenguajes necesarios para conocer a Jesús, a saber: el de la mente, el del corazón y el de la acción”. 

¿Quién es éste, de dónde viene? El Papa Francisco desarrolló su homilía matutina partiendo de la pregunta que Herodes se plantea sobre Jesús. Un interrogante, dijo, que en realidad se plantean todos los que encuentran a Jesús. Y afirmó que es una pregunta “que se puede hacer por curiosidad” o se “puede hacer por seguridad”. A la vez que observó que leyendo el Evangelio vemos que “algunos comienzan a tener miedo de este hombre, porque los puede llevar a un conflicto político con los romanos”. “¿Quién es éste que causa tantos problemas?”. Porque, verdaderamente, dijo el Papa, “Jesús causa problemas”:
“No se puede conocer a Jesús sin tener problemas. Y yo oso decir: ‘Pero si tú quieres tener un problema, ve por el camino de conocer a Jesús. No uno, ¡tantos tendrás!’. ¡Pero es el camino para conocer a Jesús! ¡No se puede conocer a Jesús en primera clase! A Jesús se lo conoce en lo cotidiano de todos los días. No se puede conocer a Jesús en la tranquilidad, ni siquiera en la biblioteca… ¡Conocer a Jesús!”.

Francisco añadió que ciertamente “se puede conocer a Jesús en el Catecismo”, porque “el Catecismo nos enseña tantas cosas sobre Jesús”. Y añadió que “debemos estudiarlo, debemos aprenderlo”. De este modo “conocemos al Hijo de Dios, que ha venido para salvarnos; comprendemos toda la belleza de la historia de la Salvación, del amor del Padre, estudiando el Catecismo”. Y sin embargo, preguntó el Papa, ¿cuántos han leído el Catecismo de la Iglesia Católica desde que ha sido publicado hace más de veinte años?
“Sí, se debe conocer a Jesús en el Catecismo. Pero no es suficiente conocerlo con la mente: es un paso. Pero a Jesús es necesario conocerlo en el diálogo con Él, hablando con Él, en la oración, de rodillas. Si tú no rezas, si tú no hablas con Jesús, no lo conoces. Tú sabes cosas de Jesús, pero no vas con el conocimiento que te da el corazón en la oración. Conocer a Jesús con la mente, el estudio del Catecismo; conocer a Jesús con el corazón, en la oración, en el diálogo con Él. Esto nos ayuda bastante, pero tampoco es suficiente... Hay un tercer camino para conocer a Jesús: es el seguimiento. Ir con Él, caminar con Él”.

Es necesario “andar, recorrer sus caminos, ¡caminando”. Es necesario, afirmó el Papa, “conocer a Jesús con el lenguaje de la acción”. He aquí entonces que se puede conocer verdaderamente a Jesús con estos “tres lenguajes, de la mente, del corazón y de la acción”. Por tanto, si “yo conozco a Jesús así – dijo Francisco al concluir – me implico con Él”:
“No se puede conocer a Jesús sin implicarse con Él, sin jugarse la vida por Él. Cuando tanta gente – también nosotros – se hace esta pregunta: ‘¿Pero quién es éste?’, la Palabra de Dios nos responde: ‘¿Tú quieres conocer quién es éste? Lee lo que la Iglesia te dice de Él, habla con Él en la oración y camina por su camino con Él. De este modo tú conocerás quién es este hombre’. ¡Éste es el camino! ¡Cada uno debe hacer su elección!”.
(María Fernanda Bernasconi – RV).

Dios camina con nosotros


"Vamos alegres a la casa del Señor", 

El sacramento no es un rito mágico, sino el encuentro con Jesús que nos espera. Jesús nos espera siempre, esta es la humildad de Dios.
En la historia del Pueblo de Dios, hay "buenos momentos que dan alegría", y también momentos malos "de dolor, de martirio, de pecado"

Y sea en los momentos malos, como en los buenos tiempos, una cosa es siempre la misma: ¡el Señor está allí, nunca abandona a su pueblo! Porque el Señor, aquel día del pecado, del primer pecado, ha tomado una decisión, hizo una elección: hacer historia con su pueblo. Y Dios, que no tiene historia, porque es eterno, ha querido hacer historia, caminar cerca de su pueblo. Pero más aún: convertirse en uno de nosotros, y como uno de nosotros, caminar con nosotros, en Jesús. Y esto nos habla de la humildad de Dios.

He aquí, pues, que la grandeza de Dios, es su humildad: Ha querido caminar con su pueblo. Y cuando su pueblo se alejaba de Él por el pecado, con la idolatría", Él estaba allí" esperando. Y también Jesús, viene con esta actitud de humildad. Él quiere caminar con el pueblo de Dios, caminar con los pecadores; incluso caminar con los soberbios. El Señor, dijo, ha hecho mucho para ayudar a estos corazones soberbios de los fariseos.

Dios siempre está listo. 

Dios está a nuestro lado. 

Dios camina con nosotros, es humilde, siempre nos espera. Jesús siempre nos espera. Esta es la humildad de Dios. Y la Iglesia canta con alegría esta humildad de Dios que nos acompaña, como lo hacemos con el Salmo: Vamos alegres a la casa del Señor

Vamos con alegría porque Él nos acompaña, Él está con nosotros. Y el Señor Jesús, incluso en nuestra vida personal nos acompaña: con los sacramentos. El sacramento no es un ritual de magia: se trata de un encuentro con Jesucristo, nos encontramos con el Señor. Es Él quien está al lado de nosotros y nos acompaña".

Jesús se hace "compañero de camino". También el Espíritu Santo, nos acompaña y nos enseña todo lo que no sabemos, en el corazón y nos recuerda todo lo que Jesús nos enseñó. Y así nos hace sentir la belleza del buen camino.

Y esto la Iglesia Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, son compañeros de camino, hacen la historia con nosotros.
Lo celebra con gran alegría, incluso en la Eucaristía, donde se canta el amor tan grande de Dios que ha querido ser humilde, que ha querido ser compañero de viaje de todos nosotros, que ha querido también Él hacerse historia con nosotros.

Y si Él entró en nuestra Historia, entremos también nosotros un poco en la historia de Dios, o por lo menos pidámosle la gracia de dejar escribir nuestra historia por Él: que Él escriba nuestra historia. Es algo seguro.
Papa Francisco