martes, 13 de septiembre de 2016

Francisco instituye una jornada de oración por las víctimas de los abusos

La Comisión Pontificia para la Protección de los Menores (PCPM) que desarrolla su labor en Roma, dedicará de 5 al 11 de septiembre una semana a los grupos de trabajo reunidos en asamblea plenaria, para profundizar las líneas maestras de su labor y actualizar los proyectos y directrices de tutela niños, adolescentes y adultos vulnerables, los  que serán presentados al Santo Padre.
Además el Santo Padre aceptó la propuesta realizada por una víctima, de una Jornada de Oración cuya fecha será elegida por las Conferencias Episcopales de cada país.
Lo divulgó hoy la Oficina de prensa a través de un comunicado de dicha Comisión, precisando que los puntos principales de esta asamblea plenaria han sido los informes realizados por los miembros sobre los progresos de los programas de educación en marcha, tanto en el Vaticano como en los diversos países.
Entre las labores figuran charlas y grupos de trabajo organizados en Australia, en la arquidiócesis de Melbourne; en Sudáfrica (SACBC), un programa de orientación para nuevos misioneros; en Filipinas (CBCP), un taller de trabajo para la arquidiócesis de Manila; en Colombia, una charla con el clero de la arquidiócesis de Bogotá, un taller de trabajo con las comunidades religiosas, talleres de trabajo con el Seminario Mayor y un taller con los responsables de la evangelización; en Estados Unidos, una conferencia con “United States National Safe Enviroment and Victims Assistance Coordinators”; y un taller de trabajo en Fiji.
En Nueva Zelanda, se realizaron charlas y talleres con los obispos y los líderes religiosos; en Ghana, un encuentro de la Asociación SECAM con la secretaría general del simposium de Conferencias Episcopales de África y Madagascar; un encuentro en Tanzania con expertos en protección de los menores de la Asociación de Conferencias Episcopales del Este de África (AMECEA); en Argentina, un debate con seminaristas y clero de la diócesis de Morón, Buenos Aires; en Santo Domingo, un encuentro con cincuenta formadores de trece nacionalidades distintas pertenecientes al Consejo Episcopal Latinoamericano; un encuentro con obispos y canonistas de Eslovaquia y la República Checa; en Italia, un seminario para los abades de la Confederación Benedictina y la participación en la Conferencia Anglosajona de la Protección.
Además en el contexto del Vaticano, los miembros de la Comisión han sido invitados a conducir diversos encuentros en la Academia Eclesiástica Pontificia y en la Congregación para la Vida Consagrada.
La próxima semana, los miembros de la Comisión también han sido invitados a impartir formación a los nuevos obispos que pertenecen a la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, a un encuentro en la Congregación para el Clero y a la formación de nuevos obispos que pertenecen a la Congregación para los Obispos.
Otros programas de educación que se planean llevar a cabo en los próximos meses incluyen talleres de trabajo en México, Ecuador y con la Conferencia Episcopal de Colombia. La Comisión también ha sido requerida para instruir a la Conferencia de Superiores de la rama Masculina en Estados Unidos y para organizar un taller de trabajo para la Federación de Conferencias Episcopales de Asia (FABC).
La PCPM cuenta con recursos y materiales para la Jornada Mundial de Oración que pondrá con mucho gusto a disposición de quienes lo soliciten.
Satisfacción de la Comisión por el MOTU PROPIO “Como una Madre Amorosa”
En febrero de 2015, la Comisión presentó una propuesta al Santo Padre relativa a la responsabilidad del obispo, y en el motu proprio “Como una madre amorosa” el Papa Francisco va más allá de la responsabilidad de los obispos haciéndola extensiva a otros cargos de la Iglesia, motivo por el que la Comisión indicó su propia satisfacción.
Zenit

13 de septiembre: san Juan Crisóstomo, obispo y doctor de la Iglesia

En Dialogus historicus de Paladio, obispo de Hierápolis, encontramos datos de su vida y también en otras fuentes históricas del mismo siglo V, pero el principal arranque de documentación está en sus propios escritos. Es uno de los Padres de la Iglesia Oriental que poseyó una elocuencia fuera de lo común y difícilmente igualable que le valió el apelativo de Crisóstomo –«boca de oro»– con el que ha pasado a la historia, que lo considera como uno de los más grandes oradores de la humanidad. El Papa san Pío V lo declaró Doctor de la Iglesia en el año 1568.
Nació en Antioquía alrededor del año 350. Su padre era cristiano y posiblemente latino; se llamaba Secundo y era uno de los generales de la armada de Siria; su madre, Antusa, de ascendencia griega, se tuvo que ocupar de la educación de Juan casi en exclusiva, por la muerte prematura de su esposo; pero lo hizo con gran esmero y responsabilidad, poniéndolo en manos de los mejores maestros. Quizá heredó de su madre la ternura, la persuasión y la firme defensa de los derechos de Dios; y también es posible que de su padre tomara algunas características que le hicieron hombre brusco, violento y nada diplomático. A este carácter suyo se atribuyen las desdichas que se abatieron sobre él en la Constantinopla que hervía de intrigas, lujos y vanidades, cuando sonó su voz sin contemplaciones, sin miedo.
Estudió filosofía en la escuela de Andragathius y retórica con el sofista Libanios. Fue la oportunidad de relacionarse con Teodoro, futuro obispo de Mopsuestia, y con Máximo, que más tarde sería obispo de Seleucia, en Isauria.
A los 18 años comienza a sentir aprecio por la doctrina sagrada que profesan los católicos; por eso quiso acompañar al confesor de la fe Melecio de Armenia en sus frecuentes viajes. Recibió el bautismo, después de un largo tiempo de preparación, cuando Juan tenía 21 años, y en Antioquía lo nombraron lector, que debía tener a su cargo la narración de las Escrituras Santas en las asambleas litúrgicas.
El nuevo converso sintió la voz de la soledad y se retiró al silencio del desierto porque, antes de hablar de Dios, hay que aprender a callar y a escucharle; dos años vivió en una cueva con mucha oración; pero el poco dormir e intenso estudio del testamento de Cristo hicieron que su salud se quebrantara y se viera en la necesidad de dejar aquel estilo de vida y regresar a Antioquía; ahora le confiere el obispo Melecio el diaconado y, desde el año 386, es el sacerdote que durante 12 años ilumina a la Iglesia de Antioquía con su doctrina, mostrándose en todo momento como modelo ejemplar para el clero.
Murió Nectario, el obispo de Constantinopla, el año 397, y a la sede le salieron muchos novios. Pero eligieron, nombraron y consagraron obispo a Juan; lo hizo Teófilo, el patriarca de Alejandría, en el mes de febrero del 398.
Entre sus actividades como pastor, se dedicó preferentemente a la atención del clero que estaba necesitado de reforma: no eran infrecuentes los clérigos y diáconos cuya conducta sabía a escándalo para el resto de los fieles por su afición a la avaricia y a la lujuria. Tuvo que armarse de fortaleza para deponer de sus funciones a algunos colaboradores directos que se mostraban recalcitrantes impenitentes. No aceptó los dispendios, enredos y mal gobierno en que estaba sumida la administración de los bienes económicos de la Iglesia o del propio obispo. Fundó un hospital para la atención de peregrinos y de los pobres. Se ocupó de las viudas, dedicó su tiempo a la pastoral directa con sus fieles en lo que se refiere a la catequesis, la administración de los sacramentos y al cuidado en lo tocante a la dignidad del culto.
No tardó en hacerse notar la envidia –el vicio de los mediocres– incluida la de sus colegas en el episcopado.
Echando leña al fuego, supieron aprovechar –entre los intrigantes estaba también Teófilo de Alejandría, que no había sabido aguantar el tirón de ser pospuesto para la sede de Constantinopla– el conflicto que se originó entre la emperatriz Eudoxia y el Patriarca. Este, sin pelos en la lengua, había recriminado en público, delante de la corte imperial, los frecuentes abusos de poder y dejaba en su predicación bien claro el peligro que encierra para el alma el afán de riquezas; no se quedó mudo a la hora de criticar el desenfrenado lujo y el despilfarro, que era como quitar el pan a los pobres; censuraba los modos de vivir no cristianos que se introducían suave y sutilmente en el palacio del emperador. El asunto terminó con la deposición de Crisóstomo y su destierro en el 404 a Bitinia; regresará a petición de la misma emperatriz, hasta la nueva expulsión en la noche de Pascua del mismo año, sin que le dejaran terminar –por la violencia de las armas– el bautismo de los trescientos catecúmenos que estaban dispuestos y preparados. Esta vez lo desterraron a Cúcuso, en Armenia. Pero como la relativa proximidad provoca espontáneas peregrinaciones de gente que quiere ver y oír al santo, llega una nueva orden imperial que manda un traslado forzoso a Pitio, que es lugar más lejano. No pudo llegar; murió, yendo de camino, en Cumana.
Su cuerpo se trasladó a Constantinopla y lo enterraron en la iglesia de los Apóstoles.
La herencia teológica que deja en sus obras escritas no es sistemática. Entre sus numerosísimas homilías pueden distinguirse las que tienen como desarrollo un tema bíblico, comentando la Sagrada Escritura. Otras son apologéticas, contra los errores de los herejes. Algunas tienen un marcado fin catequético litúrgico. También se conservan bastantes de sus panegíricos y otros discursos circunstanciales, algún tratado teológico y multitud de cartas.
En la iconografía bizantina se le representa con un pergamino en la mano del que mana un río cuyas aguas beben los fieles. Su emblema es una colmena de abeja que simboliza a su elocuencia, dulce como la miel.
Archimadrid.org

DIOS HA VISITADO A SU PUEBLO



Lectura del santo evangelio según san Lucas (7,11-17):

En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío. Cuando se acercaba a la entrada de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba.

Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo: «No llores.» Se acercó al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo: «¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!».

El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre. 

Todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios, diciendo: «Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo.» La noticia del hecho se divulgó por toda la comarca y por Judea entera.

El Papa en Santa Marta: el diablo quiere dividir a la Iglesia en la raíz de la unidad, la Eucaristía

Comentando la Carta de San Pablo a los Corintios, reprendidos por el apóstol por sus peleas, el Papa Francisco reiteró que “el diablo tiene dos armas potentísimas para destruir a la Iglesia: las divisiones y el dinero”. Y esto sucedió desde el comienzo: “divisiones ideológicas, teológicas, que laceraban a la Iglesia. El diablo siembra celos, ambiciones, ideas, ¡pero para dividir! O siembra codicia”. Y como sucede después de una guerra “todo está destruido. Y el diablo se va contento. Y nosotros, ingenuos, seguimos su juego”. “Es una guerra sucia la de las divisiones – repite una vez más el Papa – es como un terrorismo", aquel de las habladurías en las comunidades, aquel de la lengua que mata, "tira la bomba y destruye":
“Y las divisiones en la Iglesia no dejan que el Reino de Dios crezca, no dejan que el Señor se haga ver bien, como Él es. Las divisiones hacen que se vea esta parte, esta otra parte en contra ésta y contra de… ¡Siempre contra! No hay aceite de la unidad, el bálsamo de la unidad. Pero el diablo va más allá, no sólo en la comunidad cristiana, va precisamente a la raíz de la unidad cristiana. Y esto es lo que sucede aquí, en la ciudad de Corinto, a los corintios. Pablo los reprende porque las divisiones llegan justamente, precisamente a la raíz de la unidad, es decir, a la celebración eucarística”.
En el caso de los Corintios, se hacen divisiones entre los ricos y los pobres justamente durante la celebración eucarística. Jesús – subraya el Papa – “ha rezado al Padre por la unidad. Pero el diablo trata de destruir hasta ahí”:
“Yo les pido que hagan todo lo posible para no destruir a la Iglesia con las divisiones, ya sean ideológicas, que de codicia o de ambición, o de celos. Y sobre todo, recen para custodiar la fuente, la raíz propia de la unidad de la Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo y del que nosotros – todos los días – celebramos el sacrificio en la Eucaristía”.
San Pablo habla de las divisiones entre los Corintios, 2000 años atrás…
“Esto puede decirlo Pablo hoy a todos nosotros, a la Iglesia de hoy. ‘¡Hermanos, en esto, no puedo alabarlos, porque se reúnen no para lo mejor, sino para lo peor!’. La Iglesia reunida toda para lo peor, para las divisiones: ¡para lo peor! ¡Para ensuciar el Cuerpo de Cristo en la celebración eucarística! Y el mismo Pablo nos dice, en otro pasaje: ‘Quien come y bebe el Cuerpo y Sangre de Cristo indignamente, come y bebe la propia condena’. Pidamos al Señor la unidad de la Iglesia, que no haya divisiones. Y la unidad también en la raíz de la Iglesia, que es precisamente el sacrificio de Cristo, que cada día celebramos”.
En la celebración estaba presente también Mons. Arturo Antonio Szymanski Ramírez, arzobispo emérito de San Luis de Potosí (México), que cumplirá 95 años el próximo mes de enero. Al comienzo de la homilía el Papa lo citó, recordando que participó en el Concilio Vaticano II y que hoy ayuda en la parroquia. El Pontífice lo recibió en audiencia el pasado 9 de setiembre.
(María Cecilia Mutual - RV)
(from Vatican Radio)