lunes, 25 de agosto de 2014

Perder los sueños en Israel y Palestina: “No me queda más que Dios”

El párroco argentino en Franja de Gaza: "Eran viviendas y ya no están más, eran sueños de años y se desvanecieron en un minuto”

En la más reciente de sus crónicas, el padre Jorge Hernández, sacerdote del Instituto del Verbo Encarnado y párroco en la Franja de Gaza, relató la ayuda humanitaria llevada por la Iglesia a las zonas más afectadas durante el periodo de tregua del 10 al 15 de agosto de este año, y aseguró que “los niños son las silenciosas e inocentes víctimas” del conflicto entre Palestina e Israel.
 
El conflicto, iniciado el 8 de julio, ha dejado hasta el momento, de acuerdo a las cifras de la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas, 1.976 muertos; el 72% que han documentado fueron civiles, y 698 han sido mujeres y niños.
 
En una carta anterior, con fecha 31 de julio, el padre Jorge advirtió que “no han bombardeado la parroquia, como apareció en algunos medios”.
 
“Nosotros estamos bien”, indicó, “por gracia de Dios seguimos adelante, tranquilos y serenos, haciendo lo que se puede”.
 
En su crónica más reciente, fechada el 14 de agosto y titulada “Por que veas lo que yo veo”, el padre Jorge relató que “gozamos de una tregua de cinco días de esta espantosa guerra. Así es que aprovechamos para llevar ayuda a los más necesitados y nos dirigimos hacia El Jiza’a, en Jan Iunes, localidad situada al sur de la Franja de Gaza en la frontera con Israel”.
 
Al llegar a esta, “una de las localidades más dañadas”, el sacerdote se encontró con una insospechada destrucción.
 
“Seguimos a pie. Silencio. ¡No se puede creer! Es tremendamente difícil conceptualizar lo que significa tanta destrucción. Panorama desolador”, escribió.
 
“No hay casas, sólo escombros. Eran viviendas y ya no están más. Eran sueños de años y se desvanecieron en un minuto”.
 
El padre Jorge reflexionó sobre el caso de Abu Ahmad, “un hombre sencillo que pasó toda la vida trabajando para tener su casa. Tenía que habitarla en septiembre, pero ya no podrá hacerlo”.
 
“Seguimos. Poco más adelante el tanque del agua potable del barrio, destruido. ¿Por qué? Sinceramente, no lo sé”.
 
El sacerdote lamentó que “los niños son las silenciosas e inocentes víctimas de lo que aquí se vive. Baste pensar que un niño de sólo 6 años ha vivido ya 3 guerras, en medio de un ambiente de hostilidad y violencia, con habituales esporádicos bombardeos, en una prisión a cielo abierto”.
 
“¿¡Qué clase de infancia pueden vivir!? ¿¡Qué personalidad pueden fraguar, que carácter forjar!? -se preguntó-. Es difícil encontrar en ellos la alegría espontanea”.
 
El padre Jorge se cuestionó “¿cómo hace la gente? ¿Cómo enfrenta todo esto? ¿Cómo se empieza? Se empieza resignándose a aceptar la realidad. Lo que sucedió no se puede cambiar. Sólo queda confiarse a Dios y recomenzar. La vida continúa”.
 
“Van a sus casas (ruinas), observan, repasan, recuerdan los lugares de la casa donde estaba tal o cual cosa. Ven una ropa, que todavía sirve, la separan. Una silla, un zapato, una cuadro, un ladrillo… lo separan, pues todavía es útil. Y así, con el resto. Se comienza de a poco y se camina un paso a la vez. ¡Que fortaleza!”.
 
El sacerdote argentino señaló que estando en ese poblado destruido por los bombardeos “encontré un hombre que me dio una gran lección. Me acerco para hablar con él y al final, como despidiéndose me dijo: ‘No me queda más que Dios’. Resultan extraños, a veces, los caminos que la Divina Providencia utiliza para instruirnos. Creo que este debiera ser el lema del religioso, desprendido de todo, confiado sólo a Dios”.
 
Pasado el mediodía, recordó el párroco, vio a una familia “almorzando en lo que queda de su casa”. “Abas, garbanzos, cebollas, constituyen el bocado diario básico, y muchas veces el único”.
 
“Más adelante, un montón de escombros con la bandera palestina. Alta, esbelta, flameando, como sugiriendo a un tiempo la paciencia de la gente simple y sencilla que no baja los brazos”.
 
Al volver, concluyó, con “paso lento y el ánimo ido, no se puede menos que elevar una plegaria al Buen Dios, para que tenga misericordia de todos; ilumine y cambie las inteligencias de los responsables de semejante masacre, que duras cuentas habrán de dar ante Él; por los niños, tristes víctimas de esta locura”.

Fuente: Aciprensa

¡Ay de los que cierran a los hombres el Reino de los Cielos!



Evangelio según San Mateo 23,13-22.

"¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que cierran a los hombres el Reino de los Cielos! Ni entran ustedes, ni dejan entrar a los que quisieran.

¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que recorren mar y tierra para conseguir un prosélito, y cuando lo han conseguido lo hacen dos veces más digno de la Gehena que ustedes!

¡Ay de ustedes, guías, ciegos, que dicen: 'Si se jura por el santuario, el juramento no vale; pero si se jura por el oro del santuario, entonces sí que vale'!

¡Insensatos y ciegos! ¿Qué es más importante: el oro o el santuario que hace sagrado el oro?
Ustedes dicen también: 'Si se jura por el altar, el juramento no vale, pero vale si se jura por la ofrenda que está sobre el altar'.

¡Ciegos! ¿Qué es más importante, la ofrenda o el altar que hace sagrada esa ofrenda?

Ahora bien, jurar por el altar, es jurar por él y por todo lo que está sobre él.

Jurar por el santuario, es jurar por él y por aquel que lo habita.

Jurar por el cielo, es jurar por el trono de Dios y por aquel que está sentado en él.

De News.va