El párroco argentino en Franja de Gaza: "Eran viviendas y ya no están
más, eran sueños de años y se desvanecieron en un minuto”
En la más
reciente de sus crónicas, el padre Jorge Hernández, sacerdote del Instituto del
Verbo Encarnado y párroco en la Franja de Gaza, relató la ayuda humanitaria
llevada por la Iglesia a las zonas más afectadas durante el periodo de tregua
del 10 al 15 de agosto de este año, y aseguró que “los niños son las
silenciosas e inocentes víctimas” del conflicto entre Palestina e Israel.
El conflicto, iniciado el 8 de julio, ha dejado hasta el momento, de acuerdo a
las cifras de la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios de las
Naciones Unidas, 1.976 muertos; el 72% que han documentado fueron civiles, y
698 han sido mujeres y niños.
En una carta anterior, con fecha 31 de julio, el padre Jorge advirtió que “no
han bombardeado la parroquia, como apareció en algunos medios”.
“Nosotros estamos bien”, indicó, “por gracia de Dios seguimos adelante,
tranquilos y serenos, haciendo lo que se puede”.
En su crónica más reciente, fechada el 14 de agosto y titulada “Por que veas lo
que yo veo”, el padre Jorge relató que “gozamos de una tregua de cinco días de
esta espantosa guerra. Así es que aprovechamos para llevar ayuda a los más
necesitados y nos dirigimos hacia El Jiza’a, en Jan Iunes, localidad situada al
sur de la Franja de Gaza en la frontera con Israel”.
Al llegar a esta, “una de las localidades más dañadas”, el sacerdote se
encontró con una insospechada destrucción.
“Seguimos a pie. Silencio. ¡No se puede creer! Es tremendamente difícil
conceptualizar lo que significa tanta destrucción. Panorama desolador”,
escribió.
“No hay casas, sólo escombros. Eran viviendas y ya no están más. Eran sueños de
años y se desvanecieron en un minuto”.
El padre Jorge reflexionó sobre el caso de Abu Ahmad, “un hombre sencillo que
pasó toda la vida trabajando para tener su casa. Tenía que habitarla en
septiembre, pero ya no podrá hacerlo”.
“Seguimos. Poco más adelante el tanque del agua potable del barrio, destruido.
¿Por qué? Sinceramente, no lo sé”.
El sacerdote lamentó que “los niños son las silenciosas e inocentes víctimas de
lo que aquí se vive. Baste pensar que un niño de sólo 6 años ha vivido ya 3
guerras, en medio de un ambiente de hostilidad y violencia, con habituales
esporádicos bombardeos, en una prisión a cielo abierto”.
“¿¡Qué clase de infancia pueden vivir!? ¿¡Qué personalidad pueden fraguar, que
carácter forjar!? -se preguntó-. Es difícil encontrar en ellos la alegría
espontanea”.
El padre Jorge se cuestionó “¿cómo hace la gente? ¿Cómo enfrenta todo esto?
¿Cómo se empieza? Se empieza resignándose a aceptar la realidad. Lo que sucedió
no se puede cambiar. Sólo queda confiarse a Dios y recomenzar. La vida
continúa”.
“Van a sus casas (ruinas), observan, repasan, recuerdan los lugares de la casa
donde estaba tal o cual cosa. Ven una ropa, que todavía sirve, la separan. Una
silla, un zapato, una cuadro, un ladrillo… lo separan, pues todavía es útil. Y
así, con el resto. Se comienza de a poco y se camina un paso a la vez. ¡Que
fortaleza!”.
El sacerdote argentino señaló que estando en ese poblado destruido por los
bombardeos “encontré un hombre que me dio una gran lección. Me acerco para
hablar con él y al final, como despidiéndose me dijo: ‘No me queda más que
Dios’. Resultan extraños, a veces, los caminos que la Divina Providencia
utiliza para instruirnos. Creo que este debiera ser el lema del religioso,
desprendido de todo, confiado sólo a Dios”.
Pasado el mediodía, recordó el párroco, vio a una familia “almorzando en lo que
queda de su casa”. “Abas, garbanzos, cebollas, constituyen el bocado
diario básico, y muchas veces el único”.
“Más adelante, un montón de escombros con la bandera palestina. Alta, esbelta,
flameando, como sugiriendo a un tiempo la paciencia de la gente simple y
sencilla que no baja los brazos”.
Al volver, concluyó, con “paso lento y el ánimo ido, no se puede menos que
elevar una plegaria al Buen Dios, para que tenga misericordia de todos; ilumine
y cambie las inteligencias de los responsables de semejante masacre, que duras
cuentas habrán de dar ante Él; por los niños, tristes víctimas de esta locura”.
Fuente: Aciprensa