«¡Animo, soy yo, no tengáis miedo!» Pedro le contestó: «Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua.» Él le dijo: «Ven.» Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús. Pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: «Señor, ¡sálvame! » En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: «¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado? » (Mt. 14)
¡Cuántas veces dudar de Dios nos hace naufragar! Cuando dudamos, nos alejamos de él y nos hundimos en el abismo por falta de fe. Pero Jesús no nos abandona. “¡Ánimo, soy yo!” Siempre está ahí, nunca se aparta de nosotros y nos sigue para tendernos la mano. Su presencia nos devuelve la calma.
Hoy el mundo se debate en medio de muchas tragedias, que nos hacen sangrar el corazón a todos, porque todos tenemos corazón al ver las angustias que aplastan a tantos hermanos nuestros. Y no se arreglará nada con las armas, sino con el amor a Jesucristo. Si hoy el mundo quiere respirar otros aires, nosotros no queremos respirar más que a Jesucristo, en quien tenemos nuestra paz y el descanso de nuestras almas.
¿Quién es Jesucristo?... Muchas veces nos hacemos y nos vamos a repetir esta pregunta. Pero nadie nos lo ha respondido como el apóstol San Pablo, cuando escribe:
- En Cristo tenemos la redención, el perdón de los pecados. ¡Jesucristo es nuestro Salvador!
- Él es imagen del Dios invisible, primogénito de Dios, existente antes que cualquier criatura. ¡Jesucristo es Dios! ¡Dios verdadero! ¿Más grande que Jesucristo, que es Dios? Nada ni nadie...
- Todas las cosas han sido creadas por él y en vistas a él. ¡Jesucristo es el Creador, y el centro de todo lo que existe, porque todo converge en Él, y en Él se resume todo!
- Él es el Cabeza de la Iglesia, el primero en haber resucitado de entre los muertos.
¡Jesucristo es y será siempre el primero en todo!
¡No tangáis miedo!
No tengáis miedo" fueron las primeras palabras que Juan Pablo II lanzó al mundo entero desde la Plaza de San Pedro, cuando inauguró su pontificado, el 22 de octubre de 1978. Esas palabras recorrieron, como una melodía, todo su trabajo como Vicario de Cristo, hasta su muerte santa en el 2005.
"No tengáis miedo a la verdad de vosotros mismos"; es decir, el Papa propuso superar el miedo "del hombre y de lo que ha creado": " ¡no tengáis miedo de vosotros mismos!".
Desde el inicio hasta el fin de su pontificado el Papa exhortó a confiar en el hombre, desde la humilde aceptación de su contingencia y de su pecado, dirigiendo la mirada al único horizonte de esperanza: Jesucristo.
Jesucristo es el vencedor del mal y del pecado, el Autor de una nueva creación y de una humanidad reconciliada por su Muerte y Resurrección.
¡No tengáis miedo a abrir de par en par las puertas a Cristo! Esta expresión es, posiblemente, uno de los gritos más esperanzadores y revolucionarios del mundo contemporáneo, que se debate entre la angustia y los miedos hacia los monstruos que él mismo ha creado: la guerra, la cultura de la muerte, la pérdida de la dignidad humana...