Peligros y dolores, prudencias y perspicacias humanas, todo debe reducirse a
un cántico de amor; en una renovada y suplicante invitación dirigida a todos
los hombres para que deseen y se esfuercen en instaurar el reino de Cristo:
"Reino de verdad y de vida;
reino de santidad y de gracia;
reino de justicia, de amor y de paz".
En todo el mundo hay un fervor de obras y trabajos para construir y resanar;
y para que resplandezca más viva la luz sobrenatural sobre el hombre.
De ello son prueba las reuniones y congresos internacionales de diversa
temática y amplitud que ofrecen el espectáculo de un espíritu nuevo que va
penetrando en el ánimo de los políticos y economistas, de los científicos y de
los literatos.
Queridos hijos: Que por ello sea ejemplar la aplicación de cada uno de
vosotros, de todos nosotros, para hacer penetrar y renovar en los individuos,
en las familias y en la sociedad el esplendor del rostro de Jesús.
Nuestro Señor Jesucristo, al ofrecerse como víctima inmaculada y pacífica
sobre el altar de la Cruz, ha traído al hombre el abrazo del Padre celestial y
ha abierto los caminos del verdadero progreso que eleva y santifica las
civilizaciones humanas.
Con estos sentimientos de confianza, pidiendo a Dios que disipe de los
horizontes de la convivencia internacional las nubes nefastas, se derrama sobre
esta reunión dominical del "Angelus" y sobre las personas queridas de
cada uno de vosotros, la bendición apostólica: prenda de gracia, aliento en las
penas y dificultades de la vida, augurio de gran alegría.