miércoles, 4 de enero de 2012

Unos sabios de oriente se presentaron en Jerusalén

 Unos sabios de oriente se presentaron en Jerusalén (v. 1)
Estos personajes, (magos, sabios) presentados por Mateo, significan:
- la necesidad de los humanos de encontrarse con el verdadero Dios;
- desde la realidad de la vida de cada uno (familia, profesión, trabajo...), cada persona ha de preguntarse siempre dónde y cómo se presenta Dios en la vida de cada uno;
- la decisión da abandonar su casa y su país simboliza el proceso que constantemente realiza el que con sinceridad quiere encontrarse con el Señor;
- la estrella que les guía es la luz de la fe, la llamada de Dios, que comienza a iluminar la oscuridad de su situación religiosa;
- estos rasgos manifiestan el deseo de iniciar un camino, un proceso, para encontrar a Dios.

En Jerusalén, los sabios
- dan testimonio de la llamada de Dios: Hemos visto su estrella en el oriente y venimos a adorarlo (v. 2);
- vencen las malas intenciones de Herodes;
- y la ignorancia de los sacerdotes y de los maestros de la ley;
- se dejan orientar por la Palabra de Dios, en la profecía de Miqueas (5, 2), que los maestros de la Ley indican (vs. 5-6);
- nuevamente la estrella de la fe los guía hasta Belén (v. 9).

 Vieron al Niño con su madre María y lo adoraron (v. 11)


Al experimentar de nuevo la iluminación de la fe en su camino, se llenaron de una inmensa alegría (v. 10). El esfuerzo de los viajeros por seguir la luz incipiente de la fe logró, al fin, encontrar al Niño con su Madre. María es figura de la Iglesia, en la cual encontramos al Salvador.

Lo adoraron como a Dios postrados en tierra. Abrieron sus cofres y le ofrecieron como regalo oro, incienso y mirra (v. 11).

Los sabios de oriente reconocen al Mesías en aquel Niño desvalido y pobre. Dios los ha orientado y fortalecido a lo largo de su camino de fe, poniendo de su parte el interés y el sacrificio por salvar enormes dificultades y, al fin, encontrar al Salvador.

Los dones que ofrecen al Niño son símbolo de su propio reconocimiento, agradecimiento y ofrenda de sí mismos y de sus vidas.

Lo adoraron. Adorar es, sobre todo, reconocer y agradecer el don de la vida en Dios, recibido gratuitamente, que nos lo regala desde su infinito amor. La semilla de la fe la recibimos en el bautismo, de manos de nuestra Madre la Iglesia, sin nosotros merecerla ni buscarla.

La catequesis nos tiene que conducir a reconocer en Jesús al mismo Dios, que nos ama y nos llena de sus dones, del mejor don, que es Él mismo, con Jesús en el Espíritu.

Regresaron a su país por otro camino (v. 12). Una vez que los sabios de oriente adoraron al Señor, entregándose a Él, quedaron transformados por el encuentro con el Mesías. Y regresaron a su tierra, convertidos, como personas nuevas, contentos de la experiencia vivida en aquella humilde vivienda.

P. Martín Irure