domingo, 1 de octubre de 2017


Para comprender con claridad el sentido de las palabras del Evangelio de este domingo es preciso conocer algo sobre los personajes que aparecen en el relato. Jesús dirige sus palabras no a una generalidad de oyentes, sino a un público muy concreto: los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. Esto ayuda a comprender mejor el alcance de la parábola.
Los guías del pueblo
Los sumos sacerdotes constituían la cabeza de la estructura cultual de Israel. Sus funciones se concretaban fundamentalmente en dos: el servicio del culto y el servicio de la palabra. Eran, por tanto, los ministros del culto, los guardianes de las tradiciones sagradas y los portavoces de la divinidad. Su labor principal consistía en ofrecer el sacrificio, en el que aparecía en plenitud su función de mediador, al presentar a Dios la ofrenda de los fieles. También tienen el cometido de oficiar la expiación por el perdón de los pecados y de dirigir cualquier rito de consagración o de purificación. En tiempos de Jesús la misión de la palabra no era ejercida ordinariamente por este grupo, sino por los escribas laicos, pertenecientes en su mayoría al grupo de los fariseos. Los ancianos, por su parte, eran personas que gozaban de gran estima y prestigio por parte del pueblo. No necesariamente eran mayores, pero debían tener una madurez y prudencia que sirviera de referencia para tomar decisiones en una comunidad concreta.
Los dos hijos
Así pues, cuando Jesús narra esta parábola tiene frente a él a la referencia religiosa y moral de Israel. Sin embargo, el Señor no valorará la función del culto ni de la prudencia en las decisiones. Les habla del cumplimiento de la voluntad del Padre. Con este concepto condensa su misión y, por lo tanto, la de quienes están dispuestos a seguirlo. Con la imagen del trabajo en la viña, que representa el trabajo por el reino de los cielos, el Señor presenta dos alternativas: la de quien se muestra dispuesto a esa tarea y la de quien se niega, pero después se arrepiente y va. Sin duda, el Señor se está dirigiendo precisamente a los sacerdotes y ancianos de Israel. La denuncia a las instituciones más sagradas del pueblo no aparece por primera vez en la predicación de Jesús. Ya los profetas, en el Antiguo Testamento hicieron una férrea crítica del culto vacío y de quienes utilizaban el nombre de Dios para provecho propio. Jesús acusa directamente a los sumos sacerdotes y a los ancianos de no mostrar la fe con sus obras, cuando dice: «vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia y no le creísteis». Como contrapunto, sitúa al hijo que contestó «no quiero», pero luego se arrepintió y fue. El modelo de esta actitud para el Señor son los publicanos y las prostitutas, los pecadores oficiales en Israel.
El modelo de Cristo: llamada a la humildad
Dado que ninguno de nosotros podemos ponernos como ejemplo de cumplimiento de la voluntad de Dios, el pasaje supone una llamada insistente a la humildad en dos vertientes: en primer lugar, para no creernos superiores a nadie. Los sacerdotes y ancianos se consideraban a sí mismos la referencia religiosa y moral que el Señor desmonta; en segundo lugar, arrepentirnos de corazón, ya que como los publicanos y las prostitutas necesitamos de la misericordia divina. La oración del comienzo de la Misa afirma precisamente: «Oh Dios, que manifiestas tu poder sobre todo con el perdón y la misericordia». Además, la primera lectura afirma del malvado: «si recapacita y se convierte de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá». Puesto que el arrepentimiento es un don de Dios, hemos de fijarnos en el «tercer hijo» del Evangelio; el que no se cita; el que aceptó voluntariamente ir y fue. De este, del Señor, nos habla la segunda lectura, cuando dice que «se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz».
Daniel A. Escobar Portillo
Delegado episcopal de Liturgia adjunto de Madrid

Evangelio
En aquel tiempo dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar a la viña”. Él le contestó: “No quiero”. Pero después se arrepintió y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: “Voy, señor”. Pero no fue. ¿Quién de los dos cumplió la voluntad de su padre?». Contestaron: «El primero». Jesús les dijo: «En verdad os digo que los publicanos y las prostitutas van por delante de vosotros en el reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia y no le creísteis; en cambio los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no os arrepentisteis ni le creísteis».
Mateo 21, 28-32

1 de octubre: santa Teresa del Niño Jesús. La historia de un alma

María Francisca Teresa nació el 2 de enero de 1873 en Francia. Era hija de un relojero y de una costurera. Era la menor de sus hermanas y no muy devota. Su madre falleció cuando Teresa tenía tan solo cuatro años. Corría el año 1877 y su padre tuvo que vender la relojería e irse a vivir a Lisieux.
Cinco años después de la muerte de la madre y del traslado de la familia, Paulina entró en el convento de las carmelitas. La hermana pequeña presintió que ella seguiría los pasos de su hermana. A los catorce años otra de las hermanas de Teresa ingresa también en las carmelitas. Era 1886, Teresa tenía dos hermanas monjas y sufre, durante las Navidades, una gran conversión que recordó para el resto de sus días. Ella misma lo describió así: «En esa noche de Navidad acababa de nacer otra Teresita. Jesús me transformó de tal manera que ni yo misma me conocía».
A raíz de esta conversión decide entrar en el convento pero su padre fue el único que le apoyó. Las monjas, así como el señor obispo de Bayeux pensaban que todavía era muy joven. Teresa tenía 14 años.
La pequeña se había convertido y tenía claro su ingreso en las carmelitas, por eso, aprovechando un viaje a Roma con motivo del jubileo sacerdotal del Papa León XIII, se arrodilló delante del Santo Padre y le pidió su ingreso en la orden. El Pontífice le recomendó seguir las directrices de sus superiores. Se volvió de Roma con la negativa de León XIII pero tres meses después recibió el beneplácito del Papa y con 15 años, el 9 de abril de 1888, entró en el Monasterio del Carmelo de Lisieux.
Su ingreso en el convento supuso un reguero de oraciones y sacrificios ofrecidos por la conversión de los pecadores y por las misiones. En 1893, con tan solo 20 años, Teresa fue nombrada asistente de la maestra de novicias.
En 1897 enfermó de tuberculosis y ya nunca volvió a salir de la enfermería. Sus últimos meses de vida se vieron envueltos entre grandes padecimientos físicos y morales. Lo vivió con santidad pensando que era lo mejor que le podía ofrecer al Señor. Teresa murió el 30 de septiembre de 1897 agarrada a un pequeño crucifijo y exclamando «Dios mío, os amo».
Teresita del Niño Jesús puso su acento en la oración y en las pequeñas cosas del día a día hechas por amor a Dios. Ella lo llamó la pequeña vía como un camino para llegar a la infancia espiritual. Su espiritualidad se recogió en el libro Historia de un alma, una autobiografía que escribió por orden de sus superioras y que se publicó como obra póstuma al morir Teresa. «Yo soy un alma minúscula, que sólo puede ofrecer pequeñeces a nuestro Señor», escribe la santa en el libro.


Fue beatificada en 1923 y canonizada dos años después por el Papa Pío XI. En 1997, el 19 de octubre, fue proclamada Doctora de la Iglesia por san Juan Pablo II.

El Papa tiende puentes al cardenal Burke y le nombra de nuevo a la Signatura Apostólica

Frente a las puñaladas por la espalda, un abrazo por delante. Una vez más, el Papa Francisco ha mostrado su disposición evangélica a poner la otra mejilla y a reconciliarse con sus 'enemigos' -los de los 'dubia' y las 'correcciones filiales'- al nombrar de nuevo el cardenal Raymond Burke, uno de sus críticos más feroces, a la Signatura Apostólica, casi tres años después de que le retirara al purpurado norteamericano del 'Tribunal Supremo' de la Iglesia por oponerse a sus reformas del proceso de anulación de los matrimonios.
La Santa Sede ha anunciado este sábado que el pontífice ha nombrado a Burke al tribunal junto con los cardenales Agostino Vallini y Edoardo Menichelli, el arzobispo Frans Daneels y el obispo Johannes Willibrordus Maria Hendriks. Así, el purpurado de Wisconsin vuelve a la corte de la que fue Prefecto desde 2008 hasta 2014, momento en el que el Papa Francisco le nombró Patrono de la Orden de Malta.
Lejos de la caricatura que pintan de él los católicos de la más extrema derecha -de un Papa hasta autocrático que no duda en tomar represalias contra quienes lo critican, y como tal el responsable de que haya un "clima de miedo" en la Curia- el nombramiento de hoy de Burke es señal de un líder que ha tomado con humildad el consejo de su 'número dos', el Secretario de Estado Pietro Parolin, quien este mismo jueves llamó a más diálogo entre las diferentes posturas teológicas representadas por el Papa Bergoglio y el cardenal Burke.
No solo eso, pero la decisión de hoy de Francisco le retrata de nuevo como un buscador de reconciliación, frente a la división que causaría la "corrección fraternal" de ciertos aspectos de la exhortación apostólica Amoris laetitia con la que Burke ha estado amenazando al pontífice durante casi un año, y que seguiría la "corrección filial" con la que el Papa fue servido el pasado fin de semana. Iniciativa está última que Burke no solo aprueba, según fuentes cercanas a él, sino que siente que le ha fortalecido en su causa contra la reformas de Francisco. 

Por delante de nosotros


Un día, Jesús pronunció estas duras palabras contra los dirigentes religiosos de su pueblo: "Os aseguro que los publicanos y las prostitutas entrarán antes que vosotros en el reino de Dios". Hace unos años pude comprobar que la afirmación de Jesús no es una exageración.
Un grupo de prostitutas de diferentes países, acompañadas por algunas Hermanas Oblatas, reflexionaron sobre Jesús con la ayuda de mi libro Jesús. Aproximación histórica. Todavía me conmueve la fuerza y el atractivo que tiene Jesús para estas mujeres de alma sencilla y corazón bueno. Rescato algunos de sus testimonios.
"Me sentía sucia, vacía y poca cosa, todo el mundo me usaba. Ahora me siento con ganas de seguir viviendo, porque Dios sabe mucho de mi sufrimiento […] Dios está dentro de mí. Dios está dentro de mí. Dios está dentro de mí. ¡Este Jesús me entiende…!".
"Ahora, cuando llego a casa después del trabajo, me lavo con agua muy caliente para arrancar de mi piel la suciedad y después le rezo a este Jesús porque él sí me entiende y sabe mucho de mi sufrimiento […] Jesús, quiero cambiar de vida, guíame, porque tú solo conoces mi futuro".
"Yo pido a Jesús todo el día que me aparte de este modo de vida. Siempre que me ocurre algo yo le llamo y él me ayuda. Él está cerca de mí, es maravilloso […] Él me lleva en sus manos, él carga conmigo, siento su presencia".
"En la madrugada es cuando más hablo con él. Él me escucha mejor, porque en este horario la gente duerme. Él está aquí, no duerme. Él siempre está aquí. A puerta cerrada me arrodillo y le pido que merezca su ayuda, que me perdone, que yo lucharé por él".
"Un día, yo estaba sentada en la plaza y dije: “Oh, Dios mío, ¿será que yo solo sirvo para esto? ¿Solo para la prostitución?” […] Entonces es el momento en que más sentí a Dios cargando conmigo, ¿entendiste?, transformándome. Fue en aquel momento. Tanto que yo no me olvido. ¿Entendiste?".
"Yo ahora hablo con Jesús y le digo: aquí estoy, acompáñame. Tú viste lo que le sucedió a mi compañera [se refiere a una compañera asesinada en un hotel]. Te ruego por ella y pido que nada malo les suceda a mis compañeras. Yo no hablo, pero pido por ellas, pues ellas son personas como yo".
"Estoy furiosa, triste, dolida, rechazada, nadie me quiere, no sé a quién culpar, o sería mejor odiar a la gente y a mí, o al mundo. Fíjate, desde que era niña yo creí en ti y has permitido que esto me pasara. Te doy otra oportunidad para protegerme ahora. Bien, yo te perdono, pero, por favor, no me dejes de nuevo".

¿Qué misterio se encierra en Jesús para tener ese poder en el corazón de las personas? Cómo cambiaría la vida de muchos si le conocieran mejor.
José Antonio Pagola

El Papa en la catedral de Cesena: "Os invito a hacer la revolución de la ternura"

Tras saludar al pueblo en la plaza mayor de Cesena, el Papa se reúne con el pueblo de Dios en la catedral de la ciudad donde nació el Papa Pío VI. Francisco invita a las fuerzas más comprometidas e la Iglesia a activar "la revolución de la ternura", curando las "llagas de Cristo, que son los pobres" e invitando al diálogo entre los jóvenes y los ancianos.
Allí le esperan los consagrados, el clero, los laicos más comprometidos de los consejos pastorales, los miembros de la Curia y los representantes de las parroquias.
En la capilla de la Madonna del Popolo, el Papa adora el Santísimo Sacramento y venera a Nuestra Señora. Después, escucha el saludo de monseñor Regattieri.
Algunas frases del saludo del Papa
"Gracias, por vuestra acogida"
"Anunciar y testimoniar con alegría el Evangelio"
"Corresponsabilidad es una palabra clave en la evangelización"
"Una Iglesia que se esfuerza en caminar en la fraternidad y en la unidad. Si no hay esto, todo lo demás no sirve"
"Salir de uno mismo y descentrarse"
"Las llagas de Cristo permanecen en las personas heridas por la vida, humilladas, en la cárcel o en los hospitales"
"La gracia de ser humildes y generosos, portadores de la fuerza del Evangelio"
"Adentrarse en el mar abierto de la pobreza de nuestro tiempo"
"Reservar adecuado espacio a la oración y a la meditación"
"la oración es la fuerza de nuestra misión"
"La oración es indispensable tanto para los sacerdotes y consagrados como para todas las personas"
"Se trata de recuperar la capacidad de mirar"
"Riesgo de mirar cada vez menos a los ojos de los demás"
"Mirar con respeto y amor a las personas"

Se arrepintió y fue. Los publicanos y las prostitutas van por delante de vosotros en el reino de Dios


Lectura del santo Evangelio según san Mateo 21, 28-32
En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
«¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: "Hijo, ve hoy a trabajar en la viña." Él le contestó: "No quiero." Pero después se arrepintió y fue.
Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: "Voy, señor." Pero no fue.
¿Quién de los dos cumplió la voluntad de su padre?»
Contestaron:
«El primero».
Jesús les dijo:
«En verdad os digo que los publicanos y las prostitutas van por delante de vosotros en el reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no os arrepentisteis ni le creísteis».
Palabra del Señor.

Exhortaciones del Papa a los ayuntamientos de Italia

El Papa Francisco dio su cordial bienvenida a los miembros de la Asociación nacional de ayuntamientos italianos
«La sociedad humana se puede sostener solamente cuando se apoya sobre una solidaridad verdadera, mientras donde crecen envidias ambiciones desenfrenadas y espíritu de adversidad, se condena a la violencia y al caos»
Con las imágenes de Babel y de la nueva Jerusalén, en la Sagrada Escritura, el Santo Padre señaló la ciudad de la que quería hablar:
«Una ciudad que no admite los sentidos únicos de un individualismo exasperado, que disocia el interés privado del público. Que no soporta ni siquiera los callejones sin salida de la corrupción, donde se anidan las plagas de la disgregación. Que no conoce los muros de la privatización de los espacios públicos, donde el ‘nosotros’ se reduce a eslóganes, a artificio retórico que enmascara el interés de pocos».
Destacando la importancia de «custodiar la pasión del bien común», de impulsar el crecimiento de la dignidad de ser ciudadanos, de promover la justicia social, el trabajo, los servicios y las oportunidades, además de educar a la responsabilidad, el Papa puso en guardia contra el riesgo de que se produzcan lugares con carriles dispares. Donde al faltar los servicios adecuados se forman nuevas formas de pobreza y marginación:  
«Es allí donde la ciudad se mueve en dos carriles distintos: por una parte, la autopista de cuantos corren ‘hiper-garantizados’, por otra, la angostura de las pistas por las que pasan los pobres y los desempleados, las familias numerosas, los inmigrados, los que no tienen a nadie con quien poder contar. No debemos aceptar estos esquemas que separan y hacen que la vida de uno sea la muerte de otro y la lucha acabe destruyendo todo sentido de solidaridad y fraternidad humana».
En este contexto, el Obispo de Roma quiso hablar a los alcaldes italianos como habla un hermano:
«Les quiero hablar como hermano: es necesario frecuentar las periferias - las urbanas, las sociales y las existenciales - . El punto de vista de los últimos es la mejor escuela, nos hace comprender cuáles son las necesidades más verdaderas y descubre las soluciones aparentes. Al tiempo que nos da el pulso de la injusticia, nos indica también el camino para eliminarla, construir comunidades donde cada uno se sienta reconocido como persona y ciudadano, titular de deberes y derechos, en la lógica indisoluble que enlaza el interés del individuo con el bien común. Porque lo que contribuye al bien de todos concurre también al bien individual».
Para moverse en esta perspectiva necesitamos una política y una economía que vuelvan a centrarse en la ética:
«Una ética de la responsabilidad, de las relaciones de la comunidad y del ambiente. Igualmente, tenemos necesidad de un ‘nosotros’ auténtico, de formas de ciudadanía sólidas y duraderas. Tenemos necesidad de una política de la acogida y de la integración, que no deje al margen al que llega a nuestro territorio, sino que se esfuerce en hacer buen uso de los recursos de los que cada uno es portador.
Conociendo y comprendiendo el malestar de muchos ciudadanos en Italia ante la llegada masiva de migrantes y refugiados, el Papa dijo que es un malestar que se explica con el innato temor hacia el ‘extranjero’, un temor que se agrava con las heridas debidas a la crisis económica, a la impreparación de las comunidades locales, a lo inadecuado de las medidas adoptadas en un clima de emergencia. Y señaló cómo se puede superar:
«Este malestar se puede superar a través del ofrecimiento de espacios de encuentro personal y de conocimiento mutuo. Bienvenidas sean entonces todas aquellas iniciativas que promueven la cultura del encuentro, el intercambio recíproco de riquezas artísticas y culturales, el conocimiento de los lugares y de las comunidades de origen de los recién llegados.
Me alegra saber que muchas de las administraciones locales aquí representadas pueden contarse entre los principales promotores de buenas prácticas de acogida y de integración, con resultados alentadores que merecen una vasta difusión. Espero que tantos sigan vuestro ejemplo».
(CdM – RV)
(from Vatican Radio)