lunes, 18 de julio de 2016

Jorge Costadoat sj: "No se necesitan sacerdotes más divinos, sino que su fe los haga más humanos"

Amoris laetitia es un documento de enorme importancia. Permite mirar más allá del tema de la familia, en el cual se concentra. Me detengo en un punto. El Papa Francisco con esta exhortación apostólica replantea las relaciones entre los sacerdotes y los laicos. Hasta ahora estas relaciones han operado en una dirección vertical.
Pero, desde que el Concilio Vaticano II subrayó la importancia del bautismo como el factor de unión entre los cristianos, estas relaciones han debido ser más horizontales, fraternales: los sacerdotes han tenido que orientar a los fieles en la medida que estén dispuestos a aprender de ellos, de sus vidas y de su experiencia de Dios.
El Vaticano II nos ha recordado que el Evangelio es un testimonio entre personas antes que doctrinas con que adoctrinar. Y, precisamente, lo que falta en la Iglesia hoy es un clero que en vez de anunciar una experiencia personal del Evangelio recurre a enunciados teológicos abstractos y a frases comunes.
El método que el Papa Francisco fijó para la ejecución del Sínodo señala un giro para el futuro de la Iglesia. El procedimiento de elaboración de esta exhortación papal comenzó con 39 preguntas que el Papa entregó al Pueblo de Dios por los medios de comunicación. No fueron preguntas retóricas. Tampoco interesaba a Francisco averiguar si los católicos sabían la doctrina. Lo principal fue oír lo que el Espíritu ha ido gestando en los católicos en el mundo actual, en esta época y en sus diversas culturas.
Así, la autoridad eclesiástica se ha abierto a aprender para enseñar. Los obispos reunidos en el Sínodo han recogido las respuestas a estas preguntas y han procedido a pensar cómo volver a plantear la enseñanza tradicional de la Iglesia en términos actuales.
Esta posibilidad se ha liberado justo allí donde Amoris laetitia subraya la importancia de la libertad y del respeto de la conciencia de los fieles. Dice el papa: "Estamos llamados a formar las conciencias, pero no a pretender sustituirlas" (AL 37). Francisco ha reconocido que es un error que los sacerdotes quieran dirigir la vida de las personas. Ni ellos ni nadie debiera pedir cuenta a los fieles, por ejemplo, del método anticonceptivo que usan las parejas.
El celo por la ayuda espiritual a las personas no puede legitimar una falta de respeto a sus conciencias. El Papa lamenta que los confesionarios hayan sido usados como salas de tortura (cf. AL 305). Algo parecido tendrá que ocurrir con los laicos que se encuentran en una situación matrimonial irregular y que desean participar plenamente en la vida de su Iglesia. No serán los sacerdotes los que han de autorizarlos. Estos han de acompañarlos en un discernimiento que acabará en una decisión en conciencia de los mismos laicos, sea para comulgar, sea para abstenerse de hacerlo.
¿Dónde se formarán los sacerdotes del futuro? ¿Cómo se hace para formar personas capaces de exponerse a las vidas ajenas más desagarradas y ofrecerles, a partir de la propia experiencia, procesada con la enseñanza tradicional de la Iglesia, una palabra nueva, genuina, espiritualmente liberadora, no culpabilizante, una palabra efectivamente orientadora? No se necesita sacerdotes más divinos, sino que su fe los haga más humanos.
Lo que está en juego en última instancia es la trasmisión de la fe. Los jóvenes se han descolgado en una proporción muy alta de una Iglesia que trató a sus padres como niños. Ellos han nacido en una sociedad abierta, no siempre más adulta, inmadura bajo muchos respectos, pero más respetuosa de la libertad y de las búsquedas personales. No puede decirse que los jóvenes no sean capaces de una experiencia de Dios porque no quieren ser católicos. Ellos piensan que la Iglesia les es inhabitable por razones que no se pueden despreciar.
Las relaciones entre sacerdotes y fieles han sido bastante infantiles. Donde no ha habido suficiente respeto a la libertad y al discernimiento de los laicos, laicos y sacerdotes no han podido crecer en su fe. El modo de elaboración de Amoris laetitia, y sus más valiosas conclusiones, augura el surgimiento de una Iglesia más adulta.
(Jorge Costadoat sj)

Donde haya odio ponga paz

Hoy más que nunca se hace actual y necesaria la oración por la paz que se atribuye a san Francisco de Asís.
"Donde haya odio ponga paz...", refleja todo una propuesta para este tiempo que parece opacar la búsqueda de una paz verdadera. El santo de Asís promueve una forma de ser y estar en el mundo que implica renunciar a la violencia, al odio y a toda actitud que impida la paz y la fraternidad.
Esta es la idea que ha pronunciado, a su modo, la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos frente a los sucesos acaecidos en Niza, al decir: "la oscuridad de la violencia no puede atenuar las aspiraciones más altas de la humanidad para vivir en paz".
Cierto es que estos hechos lamentables resultan incomprensibles y cuestionan muchos elementos fundamentales de la existencia -paradigmas de convivencia, de pensamiento, de tolerancia, etcétera- que se tenían como válidos. Ante esto no nos queda más que volver a nuestras raíces, nuestra tradición cristiana y responder como san Francisco de Asís.
En octubre del año 2015, el rabino y filósofo Jonathan Sacks publicó un libro titulado Not in God's Name. Confronting Religious Violence (No en Nombre de Dios. Luchar contra la violencia religiosa), y defiende desde su perspectiva la idea franciscana de la búsqueda de la paz. Una de las tesis que argumenta es que "el siglo XXI no será un siglo de secularización, sino que será una era de des-secularización y de conflictos religiosos".
Sacks prosigue, el "secularismo olvidó que el Homo Sapiens es un animal en busca de sentido", algo que no proveen las grandes instituciones" ni los grandes sistemas de pensamiento. La ausencia de sentido ha hecho que "el siglo XXI deje un máximo a la elección y un mínimo al sentido". El ser humano ha retornado a la religión porque ha experimentado que es muy difícil vivir sin sentido y sin orientación.
Es muy difícil conseguir la paz sin la ayuda de la religión. Para Sacks, la religión en sí misma no causa violencia, es el fanatismo religioso que elige parcialmente ciertos elementos de una religión y genera una mentalidad que divide el mundo entre aquellos impecablemente buenos y los otros irremediablemente malos. A esta tendencia Sacks lo denomina dualismo patológico y reconoce que en la historia de la humanidad ha habido dualismos -Gnósticos, Maniqueísmo, entre otros- pero que no han sido violentos.
Resulta, por ende, inconcebible pretender vincular la violencia con Dios. "Invocar el nombre de Dios para justificar la violencia contra los inocentes no es un acto religioso, es un sacrilegio. Es un tipo de blasfemia. Es tomar el nombre de Dios en vano". ¿Cómo es posible que la gente mate en nombre del Dios de la vida? ¿Cómo es posible que se promueva la guerra en nombre del Dios de la paz? ¿Cómo es posible el odio en nombre del Dios del amor? ¿Cómo es posible la práctica de la crueldad en nombre del Dios de la compasión?
Ante tales cuestionamientos el pensador judío propone el recurso a la figura del Abraham. Abraham no es simplemente el padre en la fe, es la alternativa a la violencia de su época. "Abraham no tenía un imperio, no dirigió un ejército, no conquistó territorios, no hizo milagros ni anunció profecías, pero sí vivió, pensó y creyó de una forma muy diversa a la de sus vecinos" y eso cambió el rumbo de la historia.
El libro del Génesis está lleno de violencia y conflictos -Caín-Abel, Isaac-Ismael, Jacob-Esaú, José y sus hermanos- que no se reducen a simples conflictos de diversos sistemas de pensamiento y opciones de vida, sino que es una rivalidad entre hermanos. Al final de todo este "rompecabezas" de conflictos y rivalidades que nos ofrece el primer Testamento, la "pieza" fundamental que da el toque definitivo es Abraham.
Ante el fanatismo religioso que produce violencia, el trabajo que queda por hacer no es responder en la misma media, sino elaborar una teología que genere una forma de vivir, de pensar y de creer donde la integración de la religiones resultan imprescindibles. Abraham está presente en las tres religiones y podría ser un paradigma de integración. Del mismo modo, Francisco de Asís, podría ser una figura que aúna a todos como hermanos, en una fraternidad universal.
Por lo tanto, no es tiempo para continuar dedicando esfuerzos en marginar las raíces de nuestra cultura, estamos en un tiempo para hacer silencio y escuchar al Dios de todos los tiempos que nos habla en nuestro tiempo. La empatía, la simpatía, el conocimiento y la racionalidad son usualmente suficientes para vivir en paz con los demás, pero no en tiempos difíciles.
Si de los conflictos narrados en el libro del Génesis nació el pacto familiar y de los conflictos del libro Éxodo nació el pacto nacional, el mensaje implícito es que no es suficiente que las familias vivan en paz, es posible que nazca una nueva nación en donde "Judíos, Cristianos y Musulmanes puedan estar juntos en defensa de la humanidad, la santidad de la vida, la libertad religiosa y el verdadero culto a Dios".
En el paradigma abrahámico subyace el mensaje: No odies a la gente que te persigue. Aprende de esa experiencia para construir una sociedad sin persecución. Genera vida, familia, futuro y esperanza. El odio nos hace esclavos. Educa en el perdón, en la paz y en la misericordia.

(Lucio Nontol, corresponsal en NY) Religión digital.

Cuando juzguen a esta generación, la reina del Sur se levantará



Lectura del santo Evangelio según san Mateo 12,38-42

En aquel tiempo, un grupo de letrados y fariseos dijeron a Jesús:

– Maestro, queremos ver un milagro tuyo.

El les contestó:

– Esta generación perversa y adúltera exige una señal; pues no se le dará más signo que el del profeta Jonás.

Tres días y tres noches estuvo Jonás en el vientre del cetáceo: pues tres días y tres noches estará el Hijo del Hombre en el seno de la tierra.

Cuando juzguen a esta generación, los hombres de Nínive se alzarán y harán que la condenen, porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás.

Cuando juzguen a esta generación, la reina del Sur se levantará y hará que la condenen, porque ella vino desde los confines de la tierra, para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón.