Eminencia, para usted ha sido la primer vez, después de una vida
sobre todo en las representaciones pontificias de medio mundo: ¿cómo ha ido?
Tenía un poco de preocupación porque —incluso habiendo
participado en muchas asambleas
episcopales— no había estado nunca en un Sínodo
y no lograba imaginar cómo sería esta nueva experiencia. Pensaba en una complejidad
y en una rigidez mayores. En cambio no, el Sínodo es una asamblea como las
demás, y existe una estructura y hay muchas personas, incluso muy preparadas,
que han ayudado.
¿Desde cuándo se está trabajando y cuáles son las novedades de
esta asamblea?
Trabajamos desde hace más de un año y, si bien no hubo cambios
formales, hemos experimentado una dinámica entre las normas y su aplicación,
que obviamente puede ser rígida o flexible, y hemos aprovechado de este
espacio. Entre las novedades, la principal y más significativa ha sido, en
estos meses, la participación personal del Papa en todas las reuniones del
Consejo ordinario de la
Secretaría. En el debate en el aula hemos simplificado muchas formalidades e
introducido el italiano, que incluso entre los padres sinodales es más conocido
que el latín. Permitiendo de este modo, en un clima más informal, trabajos más
eficientes y libres.
¿Hubo, sin embargo, críticas sobre la información: un Sínodo
blindado
Todo lo contrario. También en este ámbito hemos simplificado,
apuntando a los encuentros con los periodistas —incluso de cada uno de los
padres, que son obviamente libres de conceder entrevistas— y abandonando el
sistema de los resúmenes porque en realidad no reflejaban las intervenciones:
el texto inicial escrito se sintetizaba y difundía, pero el pronunciado en el
aula luego se modificaba. Pienso que de este modo se refleja más el debate. Un
debate –lo repito– realmente libre.
¿Cómo han sido estos días?
Hemos respirado un clima sereno, incluso en la confrontación
leal de los diversos puntos de vista, porque he visto en todos un gran amor a la Iglesia como pueblo de Dios,
en todos una fidelidad indiscutible a la enseñanza en la tradición, con una
mirada de misericordia a las personas. Hemos escuchado a todos los que pidieron
intervenir: 180 intervenciones programadas y 85 en el espacio reservado a las
intervenciones libres. En total, 265 intervenciones en el respeto escrupuloso
de los tiempos, tanto que sobró una hora y media, que naturalmente hemos
utilizado inmediatamente. «Usted tiene un reloj suizo» me dijo con un guiño el
Papa. Pero el debate se ha facilitado también por el hecho de que el sesenta
por ciento de las intervenciones llegaron antes y fue posible tenerlas en
cuenta en la relación «ante disceptationem», base precisamente del debate. Que
no fue para nada dramático, sino serio y constructivo.
¿Y ahora?
El lunes escucharemos la relación «post disceptationem»,
que está casi lista, luego el lunes por la tarde en los veinte círculos menores
se prepararán los modos, es decir, las integraciones al testo, para llegar al
jueves a su presentación en el aula. De aquí se pasará al documento final de
esta asamblea, la «relatio synodi», otra novedad, que será votada el sábado y
entregada al Papa. Mientras tanto, el sábado por la mañana, se publicará el
«nuntius», es decir, el mensaje de la asamblea sinodal, que quiere hablar a los
católicos y a los alejados, teniendo en cuenta a las personas, mujeres y
hombres de hoy. El domingo tendrá lugar la misa conclusiva durante la cual —con
la presencia y la participación de los jefes de las Iglesias orientales y de
los presidentes de todas las Conferencias episcopales del mundo, miembros de
esta asamblea— será proclamado beato quien ha instituido, en 1965, el Sínodo de
los obispos: Giovanni Battista Montini, Pablo VI. Desde el lunes nos
encaminaremos hacia la asamblea ordinaria que se tendrá dentro de un año.
Procediendo con agilidad, como hemos hecho hasta ahora. (g.m.v.)