Dicen que, en tiempos atrás, los conspicuos teólogos tuvieron diatribas entre ellos discutiendo sobre el sexo de los ángeles. Entre bromas y veras, todavía hay gente en nuestro tiempo que no se ha enterado de que ellos son de otra naturaleza y, por tanto, lo que es propiedad de la nuestra no tiene por qué estar presente en la de ellos, de la misma manera que los árboles no necesitan corazón y es impropio del camello establecer las diferencias que se dan entre la permisividad y la tolerancia. ¿Varoniles y musculosos? Quizá sea un modo plástico de expresar una fortaleza superior a la de los pobres hombres. ¿Hermosos, leves y sutiles? A lo mejor los pintan de esa manera para indicarnos que su propio modo de ser –en espíritu– trasciende todo lo corpóreo y sus limitaciones. Porque, ¿cómo van a expresar los virtuosos del pincel las operaciones del entendimiento y de la voluntad, separándolas de la ubicación que lleva consigo la materia, sabiendo que para el ángel no cuentan las limitaciones del espacio y del tiempo? Lógicamente echan mano de antropomorfismos con la ilusión de transmitirnos a modo humano lo que se sabe que no tiene cuerpo, ni alas, ni plumas, ni mantos, ni nariz o cabellos.
Por eso, a pesar de su belleza, no deja de ser una reproducción burda y basta –en comparación con el original invisible– la que dejan en sus lienzos Denís, Beuron. Rohault, Fra Angélico, Rembrandt en el Louvre o Murillo en Sevilla; o las vidrieras de tantos ventanales catedralicios, por más que las atraviese el sol y jugueteen los colores en los días de la canícula.
La escenografía apocalíptica joánica descrita desde Patmos los presenta como ciudadanos de Dios y sus domésticos. Distribuidos en arcana jerarquía. Espíritus puros.
En Lucifer, o «el que lleva la luz», se describe la inaudita paradoja del ángel. No estaba confirmado aún en gracia; sí, en estado de prueba. Todo dependía de una libérrima, definitiva e irreversible decisión. Se ha enamorado de sí mismo y osa negar su culto, honor, obediencia, sumisión, respeto y adoración al Creador: «No lo quiero servir», fue su opción. División angélica en el Cielo. Está en juego el honor de Dios Creador. Pelea –a modo humano– de fidelidad con el grito que hace estandarte y divisa en el combate: MIKAEL –nombre de Arcángel– «¿Quién como Dios?». Desde entonces hubo Luz y Tinieblas Eternas. También defenderá el mismo honor de Dios en la futura vida de la Iglesia, que siempre recurrirá a él en su peregrinar.
Dos anunciaciones de niños con especial misión hará otro Arcángel que se llama GABRIEL, «Dios Fuerte» o «Fortaleza de Dios», que también se traduce por «Hombre de Dios» o «Varón de Dios». Una fue a Zacarías con referencia al Bautista; la otra, a María, la Madre de Dios. En Nazaret, el tiempo total se divide para el hombre entre el antes y el después. El mensajero celeste habla a la doncella nazarena del misterio insospechado de Dios de cara a salvar al hombre con una inefable felicidad donde no hay límite ni en tiempo ni en grado. Aquella comunicación, hecha en el olvido del pueblo y en el silencio, era primigenia demostración irrefutable del amor de Dios al hombre que rompió las barreras y acortó la distancia hasta confundir el Cielo con la Tierra en unidad y plenitud. Ante la Virgen, respeto; es la embajada angélica, pidiendo permiso en nombre de Dios; libertad de la que está favorecida hasta el punto de haber quedado «llena de gracia»; cierto desvelo de Trinidad por mención del Espíritu fecundante. Quedó santificada la familia sumergida en el misterio del amor divino.
«Dios sana», RAFAEL se lee como «Medicina de Dios». Acciones divinas sanantes en casa de Tobías: «Me envió a curarte a ti y a librar del demonio a Sara, esposa de tu hijo». Cuerpo y alma, ambos criaturas, aun en esta vida reciben premio, sin merma del futuro y definitivo, por las buenas obras hechas por amor a Dios. Largo era el camino de Tobías junior hasta Ragus de Media, cuando Tobías padre era ya viejo y ciego. Inexperto el joven, sin orientación y con mucho desconocimiento. El Arcángel hizo de guía anónimo, de maestro y de médico. Aquel pez voraz dio sus entrañas para el doble remedio; parte para echar de Raquel al demonio Asmodeo y la hiel para dar vista a los ojos ciegos de Tobías senior. ¿Cómo va a extrañar que Rafael sea invocado en los males del alma y las enfermedades del cuerpo? Los farmacéuticos lo tomaron por Patrón y lo mismo hicieron los caminantes. Los jóvenes que están para dejar por primera vez la casa de los padres bien hacen en acudir a su protección para los asuntos del cuerpo y del espíritu.
La reforma del santoral de Pablo VI los reúne en la misma fiesta. Los tres nos valgan para que demos el peso –en eso está la verdadera sabiduría– a la hora de ser medidos en la balanza, ante las muecas de rabia del Maligno.
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