domingo, 20 de septiembre de 2015

Bergoglio, a los periodistas del vuelo papal: "Creo que hoy el mundo está sediento de paz"

Al despedirme, en la puerta de Santa Ana, había una de las dos familias que están en el Vaticano"
El Papa Francisco aseguró ayer que el mundo está sediento de paz, lamentó la ola de migrantes que huyen de las guerras, y pidió construir pequeños puentes entre las personas para lograr la fraternidad social.
El Papa habló en esos términos durante un breve discurso que pronunció ante los 76 periodistas que forman parte de la comitiva que lo acompañó, a bordo del avión papal, en su viaje de Roma a La Habana donde comenzará su gira apostólica por Cuba.
Poco antes de las 10:30 horas local (08:30 GMT), el avión de la compañía Alitalia emprendió el vuelo AZ4000, desde el aeropuerto de Fiumicino, a las afueras de la capital italiana, luego que el pontífice abordó y se acomodó en primera clase.
Apenas media hora después, Jorge Mario Bergoglio apareció en la cabina de clase turista, donde viajan los periodistas,quienes ya estaban preparados junto a los camarógrafos y fotógrafos para escuchar sus palabras.
El portavoz vaticano, Federico Lombardi,recordó que muchos colegas no pudieron formar parte de la comitiva papal por la limitación de espacios cuando las solicitudes fueron unas 140. Más de 60 peticiones fueron rechazadas.
El sacerdote jesuita aseguró que existe una enorme expectativa mediática, con miles de comunicadores acreditados, en torno a su visita a Cuba y a Estados Unidos, que inició este día y se extenderá hasta el próximo lunes 27 de septiembre.
También mencionó que se espera con ansiedad sus mensajes, entre los cuales tocará temas como la migración y la paz.
Cuando tomó la palabra el Papa, hablando en italiano, deseó un buen viaje y un buen trabajo a los informadores, agradeció por su trabajo e insistió que su periplo será la más larga gira internacional de su pontificado.
"El padre Lombardi dijo una palabra: paz. Creo que hoy el mundo está sediento de paz, existen las guerras, los migrantes que huyen, esta ola migratoria de huye de las guerras buscando trabajo, buscando futuro", dijo.
"Me emocioné mucho porque al despedirme, en la puerta de Santa Ana, había una de las dos familias que están en la parroquia de Santa Ana en el Vaticano, son migrantes, refugiados, se veía en el rostro el dolor de estas personas", agregó.
Se refería a una familia siria compuesta por cuatro personas: madre, padre y dos hijos, que ha sido recibida hace unos días y acomodada en un departamento del Vaticano, luego que el Papa llamase a abrir todas las parroquias de Europa a los refugiados que escapan de Siria e Irak.
"Yo les agradezco todo lo que ustedes harán en vuestro trabajo para construir puentes, pequeños puentes, un puente chico y otro puente chico y otro puente, todos juntos hacen el gran puente de la paz. Buen viaje, buen trabajo y recen por mí", estableció.
Entonces comenzó a saludar, uno por uno, a los periodistas presentes. Con todos intercambió algunas palabras, hizo chistes y recibió numerosos regalos: libros, cartas, sombreros, paquetes de diferentes tamaños.
Incluso una colega de Estados Unidos le obsequió una caja con pequeñas empanadas argentinas de carne traídas desde su país y realizadas allá por algunos argentinos, mientras otro periodista le entregó una aparatosa réplica del premio a la televisión EMI.
Poco antes de despedirse, justo en medio del pasillo del avión, el Papa tomó el micrófono y se dirigió una vez más a los comunicadores.
"Uno de ustedes me subrayó esto: que es justo que yo salude a tantas colegas de ustedes que en este momento están trabajando y trabajarán en las oficinas, en sus casas, por este viaje. También a ellos un gracias y un agradecimiento", sentenció.
Una hora después, cuando las azafatas terminaron de servir la comida, un sobrecargo pasó entregando un alimento adicional a todos los pasajeros. "Esto se los ofrece el Santo Padre", iba diciendo mientras servía las empanadas traídas de Estados Unidos. A cada uno le tocó una mitad, para que pudiese alcanzar.


ACOSO Y TENTACIÓN

Profesar la fe cristiana no es un placebo, ni una fórmula mágica para tener un seguro contra toda inclemencia. Por el contrario, los seguidores de Jesús debieron de quedar desconcertados desde el primer momento al tener pensamientos pretenciosos de querer hacer del Maestro un jefe político con el que ganar el poder y alcanzar cotas de seguridad.
En un principio, el discípulo se escandaliza de lo que dice Jesús acerca de Sí mismo, que tiene que sufrir. Ve en ello su propio destino, y la naturaleza rehúye todo lo que significa sufrimiento, dolor o contrariedad. Sin embargo, el signo cristiano por excelencia es la Cruz, no como amenaza, sino como llave para experimentar la salvación.
Los discípulos del Nazareno no estarán en mejores condiciones que su Maestro, pero ellos tienen la seguridad de la palabra dada por Jesús. Ya desde las profecías del Antiguo Testamento se adelantaba la imagen del Crucificado: “Acechemos al justo, que nos resulta incómodo: se opone a nuestras acciones, nos echa en cara nuestros pecados, nos reprende nuestra educación errada; veamos si sus palabras son verdaderas, comprobando el desenlace de su vida” (Sb 2, 12). Los salmos, en muchas ocasiones, reiteran el padecimiento del justo, que en visión cristológica profetiza al Señor: “Unos insolentes se alzan contra mí, y hombres violentos me persiguen a muerte, sin tener presente a Dios” (Sal 53).
En muchos lugares, este domingo coincide con celebraciones en honor del Santo Cristo, por la cercanía al 14 de septiembre, fiesta de la Exaltación de la Cruz. La liturgia de la Palabra nos propone el misterio glorioso de la Pasión y Resurrección del Señor, de su Cruz exaltada, cuando Jesús advierte a los discípulos que aquel que comparta su pasión, participará de su resurrección. “El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará” (Mc 9, 35).
Si nos fijamos en la enseñanza del apóstol Santiago, vemos que la persecución nos puede sobrevenir no solo desde fuera y de forma violenta, sino que entre los mismos creyentes cabe sufrir la cruz de la intriga, del descrédito, de los bandos ideológicos, comportamientos que conllevan mucho dolor. El apóstol advierte: “Donde hay envidias y rivalidades, hay desorden y toda clase de males” (Sant 3, 16).
Vivimos momentos propicios para acrisolar la fe, purificar la razón del seguimiento evangélico, testimoniar la coherencia cristiana, y para estar advertidos de los peligros externos e internos que acechan a quienes desean avanzar por la misma ruta que el Maestro.

 Ángel Moreno de Buenafuente

Dos actitudes muy de Jesús

25 Tiempo Ordinario - B
(Marcos 9,30-37)


El grupo de Jesús atraviesa Galilea, camino de Jerusalén. Lo hacen de manera reservada, sin que nadie se entere. Jesús quiere dedicarse enteramente a instruir a sus discípulos. Es muy importante lo que quiere grabar en sus corazones: su camino no es un camino de gloria, éxito y poder. Es lo contrario: conduce a la crucifixión y al rechazo, aunque terminará en resurrección.

A los discípulos no les entra en la cabeza lo que les dice Jesús. Les da miedo hasta preguntarle. No quieren pensar en la crucifixión. No entra en sus planes ni expectativas. Mientras Jesús les habla de entrega y de cruz, ellos hablan de sus ambiciones: ¿Quién será el más importante en el grupo? ¿Quién ocupará el puesto más elevado? ¿Quién recibirá más honores?

Jesús «se sienta». Quiere enseñarles algo que nunca han de olvidar. Llama a los Doce, los que están más estrechamente asociados a su misión y los invita a que se acerquen, pues los ve muy distanciados de él. Para seguir sus pasos y parecerse a él han de aprender dos actitudes fundamentales.

Primera actitud: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y servidor de todos». El discípulo de Jesús ha de renunciar a ambiciones, rangos, honores y vanidades. En su grupo nadie ha de pretender estar sobre los demás. Al contrario, ha de ocupar el último lugar, ponerse al nivel de quienes no tienen poder ni ostentan rango alguno. Y, desde ahí, ser como Jesús: «servidor de todos».

La segunda actitud es tan importante que Jesús la ilustra con un gesto simbólico entrañable. Pone a un niño en medio de los Doce, en el centro del grupo, para que aquellos hombres ambiciosos se olviden de honores y grandezas, y pongan sus ojos en los pequeños, los débiles, los más necesitados de defensa y cuidado. Luego, lo abraza y les dice: «El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí». Quien acoge a un «pequeño» está acogiendo al más «grande», a Jesús. Y quien acoge a Jesús está acogiendo al Padre que lo ha enviado.


Una Iglesia que acoge a los pequeños e indefensos está enseñando a acoger a Dios. Una Iglesia que mira hacia los grandes y se asocia con los poderosos de la tierra está pervirtiendo la Buena Noticia de Dios anunciada por Jesús.

José Antonio Pagola

"La familia se libere de las colonizaciones del dinero y de las ideologías", el Papa en la Catequesis

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Esta es nuestra reflexión conclusiva sobre el tema del matrimonio y de la familia. Estamos en las vísperas de eventos bellos y que requieren empeño y compromiso que están directamente relacionados con este gran tema: el Encuentro Mundial de las Familias en Filadelfia y el Sínodo de los Obispos aquí en Roma. Ambos tienen un respiro mundial, que corresponde a la dimensión universal del cristianismo, pero también al alcance universal de esta comunidad humana fundamental e insustituible que es la familia.
El actual pasaje de civilización aparece marcado por los efectos a largo plazo de una sociedad administrada por la tecnocracia económica. La subordinación de la ética a la lógica de la ganancia tiene grandes recursos y de apoyo mediático enorme. En este escenario, una nueva alianza del hombre y de la mujer se convierte no solo en necesaria sino también en estratégica por la emancipación de los pueblos de la colonización del dinero. Esta alianza ¡debe volver a orientar la política, la economía y la convivencia civil! Esta decide la habitabilidad de la tierra, la transmisión del sentimiento de la vida, los vínculos de la memoria y de la esperanza.
De esta alianza, la comunidad conyugal-familiar del hombre y de la mujer es la gramática generativa, el “nudo de oro” podemos decir. La fe la recoge de la sabiduría de la creación de Dios: que ha confiado a la familia, no el cuidado de una intimidad en sí misma, sino con el emocionante proyecto de hacer “doméstico” el mundo. La familia está al inicio, a la base de esta cultura mundial que nos salva; nos salva de tantos, tantos ataques, tantas destrucciones, de tantas colonizaciones, como aquella del dinero o como aquellas ideologías que amenazan tanto el mundo. La familia es la base para defenderse.
Precisamente de la Palabra bíblica de la creación hemos tomado nuestra inspiración fundamental, en nuestras breves meditaciones de los miércoles sobre la familia. A esta Palabra podemos y debemos nuevamente recoger con amplitud y profundidad. Es un gran trabajo, aquel que nos espera, pero también es muy entusiasmante. La creación de Dios no es una simple premisa filosófica: ¡es el horizonte universal de la vida y de la fe! No hay un designio divino diverso de la creación y de su salvación. Es por la salvación de la creatura -de cada creatura- que Dios se ha hecho hombre: «por nosotros los hombres y por nuestra salvación», como dice el Credo. Y Jesús resucitado es el «primogénito de cada creatura» (Col1,15).
El mundo creado está confiado al hombre y a la mujer: lo que pasa entre ellos da la marca a todo. El rechazo de la bendición de Dios llega fatalmente a un delirio de omnipotencia que arruina cada cosa. Es lo que llamamos “pecado original”. Y todos venimos al mundo con la herencia de esta enfermedad.
A pesar de eso, no somos malditos, ni abandonados a nosotros mismos. La antigua narración del primer amor de Dios por el hombre y la mujer, ¡tenía ya páginas escritas con fuego, al respecto! «Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo» (Gen 3,15a). Son las palabras que Dios dirige a la serpiente engañadora, encantadora. Con estas palabras Dios marca a la mujer con una barrera protectora contra el mal, a la cual ella puede recurrir –si quiere- por cada generación. Quiere decir que la mujer tiene una secreta y especial bendición,¡para la defensa de su creatura del Maligno! Como la Mujer del Apocalipsis, que corre a esconder el hijo del Dragón. Y Dios la protege (cfr Ap 12,6)
¡Piensen cuál profundidad se abre aquí! Existen muchos lugares comunes, a veces incluso ofensivos, sobre la mujer tentadora que inspira el mal. En cambio hay espacio para una teología de la mujer que esté a la altura de esta bendición de Dios ¡para ella y para la generación!
La misericordiosa protección de Dios hacia el hombre y la mujer, en cada caso, nunca falta a ambos. ¡No olvidemos esto! El lenguaje simbólico de la Biblia nos dice que antes de alejarlos del jardín del Edén, Dios hace al hombre y a la mujer túnicas de piel y los viste (cfr Gen 3,21). Este gesto de ternura significa que también en las dolorosas consecuencias de nuestro pecado, Dios no quiere que nos quedemos desnudos y abandonados a nuestro destino de pecadores. Esta ternura divina, este cuidado hacia nosotros, la vemos encarnada en Jesús de Nazaret, Hijo de Dios «nacido de mujer» (Gal 4,4). Y siempre san Pablo dice todavía: «mientras éramos todavía pecadores, Cristo ha muerto por nosotros» (Rom 5,8). Cristo, nacido de mujer, de una mujer. Es la caricia de Dios sobre nuestras llagas, sobre nuestros errores, sobre nuestros pecados. Pero Dios nos ama como somos y quiere llevarnos hacia adelante con este proyecto, y la mujer es la más fuerte que lleva adelante este proyecto.
La promesa que Dios hace al hombre y a la mujer, al inicio de la historia, incluye todos los seres humanos, hasta el final de la historia. Si tenemos fe suficiente, las familias de los pueblos de la tierra se reconocerán en esta bendición. De todos modos, cualquiera que se deja conmover por esta visión, a cualquier pueblo, nación, religión pertenezca, se ponga en camino con nosotros. Será nuestro hermano, nuestra hermana. Sin hacer proselitismo, no… Caminamos juntos, bajo esta bendición, bajo este objetivo de Dios, de hacernos a todos hermanos en la vida, en un mundo que va hacia adelante que nace propio de la familia, de la unión del hombre y de la mujer.
¡Dios les bendiga, familias de cada rincón de la tierra! y ¡Dios les bendiga a todos ustedes!      
(Traducción del italiano – Mercedes De La Torre – RV).
(from Vatican Radio)

«El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me ha enviado.»

Lectura del santo evangelio según san Marcos 9, 30-37

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon de la montaña y atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos. Les decía:

- «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará.»

Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle.

Llegaron a Cafarnaún, y, una vez en casa, les preguntó

- «¿De qué discutíais por el camino?»

Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo:

- «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.»

Y, acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo
:
- «El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me ha enviado.»

Palabra del Señor.