lunes, 11 de abril de 2016

¿Qué se le ha perdido al Papa en Lesbos? "Quiere despertar a una ciudadanía europea indiferente, abotargada y dormida"

En esta misma tribuna, hace unas semanas, decíamos que al Papa Francisco no le habían dejado ir a Idomeni. Y probablemente fuera así, sin embargo al final se ha salido con la suya. Viajará a Lesbos, la puerta de entrada más importante de inmigrantes y refugiados a Europa. Lo lleva en el corazón. Es superior a él. En cuanto ha podido, y le han dejado, ha cogido el avión. Estoy convencido que la Secretaría de Estado temblará en estos momentos. Este Papa se lo pone difícil a los diplomáticos y marrulleros.
Pero, realmente, qué se le ha perdido al Papa en Lesbos. Nada. Pero a Europa sí. Y el Papa va a Lesbos a gritar, una vez más: ¡Verguenza! ¡Verguenza! como lo hizo en Lampedusa. Su discurso será, sin duda contundente, contra la política comunitaria en relación con los inmigrantes y refugiados. Europa está perdiendo los valores históricos, que la caracterizaron.
El Papa Francisco viaja a Lesbos para esto: "Nuestra tarea es amonestar a quien se equivoca, denunciando la maldad y la injusticia de ciertos comportamientos, con el fin de liberar a las víctimas y de levantar al caído. El evangelio de Juan nos recuerda que «la verdad os hará libres» (Jn 8,32). Esta verdad es, en definitiva, Cristo mismo, cuya dulce misericordia es el modelo para nuestro modo de anunciar la verdad y condenar la injusticia. Nuestra primordial tarea es afirmar la verdad con amor (cf. Ef 4,15)...". ( MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO PARA LA 50 JORNADA MUNDIAL DE LAS COMUNICACIONES SOCIALES, 24 enero 2016)
La mayoría de los países europeos es un conglomerado de pueblos, que poco a poco desde las diferencias, han ido integrándose, y dando lugar a las distintas nacionalidades. La inmigración externa e interna ha conformado, de manera más o menos armoniosa, las naciones europeas. Como ejemplo, sólo hay que ver las selecciones de fútbol de los distintos países o en Francia, la presidencia del gobierno o la alcaldía de París, ocupadas por dos personas de origen español. ¡Ah! pero esos son inmigrantes de lujo. Los de Lesbos son miseria y compañía. No es cierto son personas que tenían su vida resuelta hasta que llegaron las malditas guerras. ¿Nos gustaría que nos hubiera pasado a nosotros?
En una palabra, a Europa el término solidaridad se le está olvidando. De las promesas ha pasado a un comportamiento humillante y agresivo. Primero íbamos a acoger miles en cada país, luego cuotas, al final agua de borrajas. Estas personas que llegan a Lesbos son víctimas de un problema creado también por europeos y americanos. No lo olvidemos. Y las armas, que manejan los unos y los otros, han sido fabricadas en Europa y Estados Unidos. Las bombas que provocan la salida de esos seres humanos de sus países son nuestras. Y el negocio de la muerte lo hemos hecho nosotros.
En la época de la globalización, en la que viajar es algo muy sencillo, las personas podemos admirar las bellezas de la naturaleza y las realizaciones de los hombres a lo largo y ancho de este mundo. Pero, al final, después de un viaje agotador, nos gusta regresar al calor del hogar, a nuestra casa. Allí en donde tenemos nuestras raíces, nuestra familia, nuestro mundo, porque es donde mejor nos encontramos. Esas personas dejan todo eso para lanzarse a una peligrosa aventura, mediatizada por las mafias, y al llegar a la primera etapa se encuentran con las puertas cerradas y la hostilidad de los gobiernos. Y han dejado su tierra, porque no tiene más remedio. La mayoría llegan con sus hijos y lo puesto, en busca de esperanza.
El Papa Francisco viaja a Lesbos para recordarnos a todos nuestra responsabilidad en relación con estos hermanos que sufren. Europa, la sede de la fraternidad y de la libertad, niega su suelo a quienes se han quedado sin nada. Los inmigrantes y refugiados se han convertido en mercancía barata de negociación. Y los hemos vendido a precio de saldo a Turquía.

Lo claro es que, el Papa, aprovecha su simbolismo, e implica a la Iglesia ortodoxa, para clamar contra esas políticas europeas excluyentes e irresponsables. Ecumenismo práctico. La caridad une, aunque la historia y la teología nos separe. El Papa Francisco quiere despertar a una ciudadanía europea indiferente, abotargada y dormida. No podemos inhibirnos ante el sufrimiento de miles de hermanos y hermanas, que vagan por Europa y América en busca de una oportunidad de vida. Escuchemos el mensaje del Papa Francisco y apreciemos su gesto: "La comunicación, sus lugares y sus instrumentos han traído consigo un alargamiento de los horizontes para muchas personas. Esto es un don de Dios, y es también una gran responsabilidad. Me gusta definir este poder de la comunicación como «proximidad». El encuentro entre la comunicación y la misericordia es fecundo en la medida en que genera una proximidad que se hace cargo, consuela, cura, acompaña y celebra. En un mundo dividido, fragmentado, polarizado, comunicar con misericordia significa contribuir a la buena, libre y solidaria cercanía entre los hijos de Dios y los hermanos en humanidad". (MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO PARA LA 50 JORNADA MUNDIAL DE LAS COMUNICACIONES SOCIALES, 24 enero 2016)
(José Luis Ferrando)

Aferrados a la letra - Misa en Santa Marta

Para Jesús, lo que cuenta es la vida de las personas y no un esquema de leyes y palabras: la muerte de Esteban y Juana de Arco, la muerte de muchos otros inocentes en la historia e incluso el suicidio de Judas recuerdan el mal que puede hacer «un corazón cerrado a la palabra de Dios» hasta el punto de utilizarla contra la verdad. Lo dijo el Papa durante la misa celebrada el lunes 11 de abril por la mañana, en la capilla de la Casa Santa Marta.
En la primera lectura, tomada de los Hechos de los apóstoles (6, 8-15), explicó Francisco, «la Iglesia nos hace escuchar el pasaje del discurso de Esteban, y del juicio» contra él. «Algunos de los doctores de la ley, doctores de la letra, se levantaron para discutir con Esteban —recordó el Papa—, pero no pudieron resistir a la sabiduría y al espíritu con que hablaba». De hecho, «Esteban había sido ungido por el Espíritu Santo y tenía la sabiduría del Espíritu Santo, y hablaba con esa fuerza, con esa sabiduría, la misma que tenía Jesús; pero Él era Dios, que hablaba con la autoridad, la autoridad que viene de Dios, la autoridad que viene del Espíritu Santo».
No pudiendo hacer nada contra él, prosiguió Francisco, esas personas que estaban en la sinagoga «instigaron a algunos para que» lo acusasen injustamente de haber pronunciado «palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios». No siendo capaces de «dialogar con él y abrir el corazón a la verdad», «rápidamente tomaron el camino de la calumnia». Los Hechos relatan que Esteban fue capturado y llevado ante el Sanedrín y que también se presentaron testigos falsos para acusarlo.
La historia de Esteban, señaló el Papa, es significativa: «El corazón cerrado a la verdad de Dios se aferra solamente a la verdad de la ley, de la letra —más que a la ley, a la letra— y no encuentra otra salida que la mentira, el falso testimonio y la muerte». Precisamente «Jesús había reprendido esta actitud, ya que con los profetas, en el Antiguo Testamento, había sucedido lo mismo». Tanto es así que «Jesús había dicho» a esas personas «que sus padres habían matado a los profetas “y vosotros hacéis los monumentos, los sepulcros”» Sin embargo, su «respuesta es más que hipócrita, es cínica: “Si hubiéramos vivido en los tiempos de nuestros padres, no hubiéramos hecho lo mismo”». Y «así se lavan las manos y ante sí mismos se juzgan puros». Pero, «el corazón está cerrado a la palabra de Dios, está cerrado a la verdad, está cerrado al mensajero de Dios que trae la profecía para hacer que el pueblo de Dios siga hacia adelante».
«Me duele —confesó Francisco— leer ese breve pasaje del Evangelio de Mateo, cuando Judas arrepentido va a los sacerdotes y les dice: “he pecado”, y quiere dar ... y da las monedas». Pero ellos le contestan: «¡Qué nos importa! ¡Tú verás!». Tienen «un corazón cerrado ante este pobre hombre arrepentido que no sabía qué hacer». Ellos le dicen: «Tú veras». Y así Judas «fue y se ahorcó».
Y «¿qué es lo que hacen cuando Judas va a colgarse? Hablan y dicen: “pero, pobre hombre ...”». Y, a continuación, refiriéndose a los treinta denarios añaden, «son precio de sangre, no pueden entrar en el templo». En esencia son «son los doctores de la letra», y así siguen «tal y tal y tal regla ...».
A ellos, destacó el Papa, «no les importa la vida de una persona, no les importa el arrepentimiento de Judas: el Evangelio dice que regresó arrepentido». A ellos «les importa sólo su esquema de leyes y las muchas palabras y muchas cosas que han construido». «Esta es la dureza de sus corazones, la insensatez del corazón de esta gente, que dado que no podía resistir la verdad de Esteban va a buscar evidencias y testigos falsos para juzgarlo: la suerte de Esteban está marcada como la de los profetas como la de Jesús».
Y esta forma de hacer «se repetirá» en el tiempo, dijo Francisco recordando que «no sólo sucedió en los primeros tiempos de la Iglesia». Por otra parte, señaló, «la historia nos habla de mucha gente que fue asesinada, juzgada, a pesar de que era inocente: juzgada con la palabra de Dios contra la palabra de Dios». El Papa se refirió «a la caza de brujas o a santa Juana de Arco», y también «a muchos otros que fueron quemados, condenados porque no se «ajustaron», según los jueces, a la palabra de Dios».
Es «el modelo de Jesús —concluyó el Pontífice— que, por ser fiel y haber obedecido la palabra del Padre, termina en la cruz». Francisco volvió a proponer la imagen de la gran ternura de Jesús que les dijo a los discípulos de Emaús : «Insensatos y tardos de corazón». Al Señor, concluyó, «pidámosle que, con la misma ternura, mire las pequeños o grandes insensateces de nuestro corazón y nos acaricie» diciéndonos «“insensato y tardo de corazón” y comience a explicarnos las cosas».


Fiesta en la Parroquia Nuestra Señora de Europa








DICHOSO EL QUE CAMINA EN LA VOLUNTAD DEL SEÑOR


Del Salmo 118:

 Dichoso el que camina en la voluntad del Señor

Aunque los nobles se sienten a murmurar de mí,
tu siervo medita tus leyes;
tus preceptos son mi delicia,
tus decretos son mis consejeros.


Dichoso el que camina en la voluntad del Señor

Te expliqué mi camino, y me escuchaste:
enséñame tus leyes;
instrúyeme en el camino de tus decretos,
y meditaré tus maravillas.


Dichoso el que camina en la voluntad del Señor
Apártame del camino falso,
y dame la gracia de tu voluntad;
escogí el camino verdadero,
deseé tus mandamientos.



Dichoso el que camina en la voluntad del Señor

‘Para una lectura de la Amoris laetitia…’

Reflexión de P. Jesús Villagrasa, LC, rector del Ateneo Pontificio Regina Apostolorum, sobre la exhortación apostólica post-sinodal
 Ya está. Papa Francisco ha puesto en nuestras manos la exhortación apostólica Amoris laetitia (AL), “La alegría del amor: Sobre el amor en la familia”, que recoge el fruto de los Sínodos celebrados en 2014 y 2015.
Una viñeta del humor de Chiri en el semanario Alfa y Omega se está verificando: “¿Lo veis? El Papa nos da la razón? – dice un señor; “¡De eso nada! Reafirma nuestra posición” – dice el interlocutor. “Pero si el Papa aún no ha empezado a hablar” – comenta sorprendido un prelado vaticano. “Da igual… Estamos entrenando”. Los debates y contrastes en la prensa parecen ajenos a que el Papa haya dicho algo o no. Por eso, en este momento, quizás lo más importante sea disponernos y orientarnos a una lectura atenta de esta exhortación… antes de empezar a comentar los contenidos. De hecho Papa Francisco nos ofrece alguna orientaciones en los siete primeros números de AL.

Intención del autor… Lo primero que busca el lector e intérprete de un texto es la intención del autor, para conocerla y respetarla, antes de juzgar el contenido. En nuestro caso esta intención es explícita: no quiere pronunciarse para resolver cuestiones debatidas por teólogos: “no todas las discusiones doctrinales, morales o pastorales deben ser resueltas con intervenciones magisteriales” (AL 3). Sí quiere librar a los pastores y a los files de posiciones extremas inaceptables, como son “un deseo desenfrenado de cambiar todo sin suficiente reflexión o fundamentación” y la pretensión de “resolver todo aplicando normativas generales o derivando conclusiones excesivas de algunas reflexiones teológicas” (AL 2). Mal leerá el texto quien, atrincherado en alguna de estas posiciones, busque frases de la exhortación para lanzarlas como armas arrojadizas al contrincante. Ya dijo en su momento Hans Urs von Balthasar que para algunos teólogos el Evangelio se había convertido en una cantera de la cual extraer piedras para arrojar en los debates teológicos. Si eso pasa con el Evangelio… Papa Francisco ha querido recoger “los aportes de los dos recientes Sínodos sobre la familia, agregando otras consideraciones que puedan orientar la reflexión, el diálogo o la praxis pastoral y, a la vez, ofrezcan aliento, estímulo y ayuda a las familias en su entrega y en sus dificultades” (AL 4). La mirada del lector no debe dirigirse a las posiciones de teólogos y pastoralistas, sino a los matrimonios, a la vida de las familias que se esfuerzan por vivir su vocación en un difícil y complejo contexto social y eclesial.
… y división del texto: Los comentaristas medievales de textos antiguos solían anteponer a su comentario una división del texto en partes y secciones ordinariamente ausente en el texto comentado. Era la forma más segura para captar la intención del autor y suponía un conocimiento profundo de todo el texto. El Papa nos ahorra esta fatiga y, al mismo tiempo, nos previene de la “tentación universal” de ir directamente a las orientaciones pastorales que iluminen las decisiones que habría que tomar en situaciones problemáticas muy complejos que son tal vez las que más interesan a los medios de comunicación y a muchas personas, familias y pastores. Antes de llegar a esos temas (tratados en el capítulo 8) hay que realizar un camino con etapas (capítulos) que tienen finalidades muy precisas y que el Papa expone en el n. 6: “En el desarrollo del texto, comenzaré con una apertura inspirada en las Sagradas Escrituras, que otorgue un tono adecuado [cap. 1]. A partir de allí, consideraré la situación actual de las familias en orden a mantener los pies en la tierra [cap. 2]. Después recordaré algunas cuestiones elementales de la enseñanza de la Iglesia sobre el matrimonio y la familia [cap. 3], para dar lugar así a los dos capítulos centrales, dedicados al amor [cap. 5-6]. A continuación destacaré algunos caminos pastorales que nos orienten a construir hogares sólidos y fecundos según el plan de Dios [cap. 6], y dedicaré un capítulo a la educación de los hijos [cap. 7]. Luego me detendré en una invitación a la misericordia y al discernimiento pastoral ante situaciones que no responden plenamente a lo que el Señor nos propone [cap. 8], y por último plantearé breves líneas de espiritualidad familiar [cap. 9]”.

¿Cómo leer la exhortación? “No recomiendo una lectura general apresurada” (7), que es la tentación de quien hojea el texto en busca de novedades. Los fieles tenemos a nuestra disposición el fruto maduro de una reflexión amplia y rica realizada por dos sínodos y presentada a la consideración del Santo Padre. Expresión de aprecio teórico y práctico por este texto pontificio, será seguir estos consejos: primero, profundizar “pacientemente parte por parte” (7), haciéndolo objeto de calmado estudio y honda reflexión. Segundo, hacer de este texto un vademecum para la vida, donde cada uno busque “lo que pueda necesitar en cada circunstancia concreta” (7).

Continuidad. Como ya pasó con los textos conciliares, quizás haya quien diga que el texto no recoge el espíritu de unos sínodos presuntamente más ‘progresistas’ o que no es fiel a la tradición… Con la perspectiva de la experiencia de años pasados podemos parafrasear lo que el cardenal Ratzinger decía del Concilio. La mejor herencia del Sínodo es este texto, rectamente interpretado en la continuidad con el magisterio precedente. Papa Francisco parece querer subrayarlo por la profusión de citas las relaciones sinodales y de sus dos predecesores: San Juan Pablo II y su Familiaris consortio y Benedicto XVI y su encíclica Deus Caritas est, entre otros documentos.

Una provocación: En la presentación a la prensa de la exhortación apostólica se ha subrayado que el lenguaje de Papa Francisco es claro, sencillo, concreto. No lo dudo. Pero me gustaría que el lector se dejara provocar por unas reflexiones de Etienne Gilson en su obra “El filósofo y la teología”, ante la constatación de que rara vez los filósofos se animaban a leer unas encíclicas pontificias que les resultaban difíciles. Estoy convencido de que las cautelas de Gilson siguen siendo válidas y que estos textos requieren una lectura reflexiva muy atenta, para captar el valor de cada frase en el contexto global de la exhortación, el valor de algunos silencios, y como diría Gilson, la precisión de algunas imprecisiones. Aunque los motivos de la dificultad de la lectura sean otros, este texto de Gilson resulta pertinente: “La dificultad no proviene de que estén escritas en un latín de cancillería florido de elegancias humanísticas, sino más bien de que no siempre se deja captar fácilmente el sentido de la doctrina. Entonces se aborda el problema de traducirlas, y, al intentarlo, se acaba por comprender al menos la razón de ser de su estilo. No se puede reemplazar las palabras de este latín pontificio por otras tomadas de una cualquiera de las grandes lenguas literarias modernas, y menos aún desarticular estas frases para articularlas de otra forma, sin darse cuenta inmediatamente de que, por cuidadosamente que se haga, el original pierde su fuerza a lo largo de la operación, y no sólo su fuerza, sino también precisión, que aún no es lo más grave, pues la verdadera dificultad, conocidísima por los que intentan la prueba, está en respetar exactamente lo que podría llamarse, sin caer en paradoja alguna, la precisión de sus imprecisiones. La precisión sabiamente calculada de sus imprecisiones voluntarias. Cuántas veces no se piensa, después de madura reflexión, que se sabe lo que, respecto a tal punto preciso, quiere decir la encíclica, pero no lo dice exactamente, y sin duda tiene sus razones para detener en determinados umbrales la determinación más precisa de un pensamiento preocupado por permanecer siempre abierto, presto a acoger las posibles novedades”. Gilson concluye pidiendo a los filósofos cristianos que, además de hacer cursos de teología, se animen a frecuentar alguna universidad pontificia en la que les enseñen a leer los documentos pontificios. Como rector de una universidad pontificia ciertamente renuevo esa invitación, aunque más modestamente me limito a invitar a los pastores y a los fieles – a ellos va dirigida Amoris laetitia – a leer con calma y profundidad este esperadísimo texto sobre una cuestión vital para las personas, las familias, la sociedad y la Iglesia: “el amor en la familia”
 (ZENIT – Roma).-

Trabajad no por el alimento que perece, sino por el que perdura para la vida eterna

Lectura del santo Evangelio según san Juan 6,22-29
Después de que Jesús hubo saciado a cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el mar. 
Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del mar notó que allí no había habido más que una barca y que Jesús no había embarcado con sus discípulos, sino que sus discípulos se habían marchado solos. 
Entretanto, unas barcas de Tiberíades llegaron cerca del sitio donde habían comido el pan después que el Señor había dado gracias. 
Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. 
Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: - «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?» Jesús les contestó: - «En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. 
Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios». 
Ellos le preguntaron: - «Y, ¿qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?» Respondió Jesús: - «La obra de Dios es ésta: que creáis en el que él ha enviado».

Palabra del Señor.