En esta misma tribuna, hace unas semanas, decíamos que
al Papa Francisco no le habían dejado ir a Idomeni. Y
probablemente fuera así, sin embargo al final se ha salido con la suya. Viajará a Lesbos, la puerta de entrada más importante de
inmigrantes y refugiados a Europa. Lo lleva en el corazón. Es
superior a él. En cuanto ha podido, y le han dejado, ha cogido el avión. Estoy
convencido que la Secretaría de Estado temblará en estos momentos. Este Papa se
lo pone difícil a los diplomáticos y marrulleros.
Pero, realmente, qué se le ha perdido al Papa en
Lesbos. Nada. Pero a Europa sí. Y el Papa va a Lesbos a gritar,
una vez más: ¡Verguenza! ¡Verguenza! como lo hizo en Lampedusa.
Su discurso será, sin duda contundente, contra la política comunitaria en relación
con los inmigrantes y refugiados. Europa está perdiendo los valores históricos,
que la caracterizaron.
El Papa Francisco viaja a Lesbos para esto: "Nuestra tarea es amonestar a quien se equivoca, denunciando la
maldad y la injusticia de ciertos comportamientos, con el fin de
liberar a las víctimas y de levantar al caído. El evangelio de Juan nos
recuerda que «la verdad os hará libres» (Jn 8,32). Esta verdad es, en
definitiva, Cristo mismo, cuya dulce misericordia es el modelo para nuestro
modo de anunciar la verdad y condenar la injusticia. Nuestra primordial tarea
es afirmar la verdad con amor (cf. Ef 4,15)...". ( MENSAJE DEL SANTO PADRE
FRANCISCO PARA LA 50 JORNADA MUNDIAL DE LAS COMUNICACIONES SOCIALES, 24 enero
2016)
La mayoría de los países europeos es un conglomerado
de pueblos, que poco a poco desde las diferencias, han ido integrándose, y
dando lugar a las distintas nacionalidades. La inmigración externa e interna ha
conformado, de manera más o menos armoniosa, las naciones europeas. Como ejemplo,
sólo hay que ver las selecciones de fútbol de los distintos países o en
Francia, la presidencia del gobierno o la alcaldía de París, ocupadas por dos
personas de origen español. ¡Ah! pero esos son inmigrantes
de lujo. Los de Lesbos son miseria y compañía. No es cierto son
personas que tenían su vida resuelta hasta que llegaron las malditas guerras.
¿Nos gustaría que nos hubiera pasado a nosotros?
En una palabra, a Europa el término solidaridad
se le está olvidando. De las promesas ha pasado a un comportamiento
humillante y agresivo. Primero íbamos a acoger miles en cada país, luego
cuotas, al final agua de borrajas. Estas personas que llegan a Lesbos son
víctimas de un problema creado también por europeos y americanos. No lo
olvidemos. Y las armas, que manejan los unos y los otros, han sido fabricadas
en Europa y Estados Unidos. Las bombas que provocan la salida de esos seres
humanos de sus países son nuestras. Y el negocio de la muerte lo hemos hecho
nosotros.
En la época de la globalización, en la que viajar es
algo muy sencillo, las personas podemos admirar las bellezas de la naturaleza y
las realizaciones de los hombres a lo largo y ancho de este mundo. Pero, al
final, después de un viaje agotador, nos gusta regresar al calor del
hogar, a nuestra casa. Allí en donde tenemos nuestras raíces,
nuestra familia, nuestro mundo, porque es donde mejor nos encontramos. Esas
personas dejan todo eso para lanzarse a una peligrosa aventura, mediatizada por
las mafias, y al llegar a la primera etapa se encuentran con las puertas
cerradas y la hostilidad de los gobiernos. Y han dejado su tierra, porque no
tiene más remedio. La mayoría llegan con sus hijos y lo puesto, en busca de
esperanza.
El Papa Francisco viaja a Lesbos para recordarnos a
todos nuestra responsabilidad en relación con estos hermanos que sufren. Europa, la sede de la fraternidad y de la libertad,
niega su suelo a quienes se han quedado sin nada. Los inmigrantes y refugiados
se han convertido en mercancía barata de negociación. Y los hemos vendido a precio de saldo a Turquía.
Lo claro es que, el Papa, aprovecha su simbolismo, e
implica a la Iglesia ortodoxa, para clamar contra esas políticas europeas
excluyentes e irresponsables. Ecumenismo práctico. La caridad une, aunque la
historia y la teología nos separe. El Papa Francisco quiere
despertar a una ciudadanía europea indiferente, abotargada y dormida.
No podemos inhibirnos ante el sufrimiento de miles de hermanos y hermanas, que
vagan por Europa y América en busca de una oportunidad de vida. Escuchemos el mensaje
del Papa Francisco y apreciemos su gesto: "La comunicación, sus lugares y
sus instrumentos han traído consigo un alargamiento de los horizontes para
muchas personas. Esto es un don de Dios, y es también una gran responsabilidad.
Me gusta definir este poder de la comunicación como «proximidad». El encuentro
entre la comunicación y la misericordia es fecundo en la medida en que genera
una proximidad que se hace cargo, consuela, cura, acompaña y celebra. En un
mundo dividido, fragmentado, polarizado, comunicar con misericordia significa
contribuir a la buena, libre y solidaria cercanía entre los hijos de Dios y los
hermanos en humanidad". (MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO PARA LA 50
JORNADA MUNDIAL DE LAS COMUNICACIONES SOCIALES, 24 enero 2016)
(José Luis Ferrando)