Para Jesús, lo que cuenta es la vida de las personas y no un esquema de
leyes y palabras: la muerte de Esteban y Juana de Arco, la muerte de muchos
otros inocentes en la historia e incluso el suicidio de Judas recuerdan el mal
que puede hacer «un corazón cerrado a la palabra de Dios» hasta el punto de
utilizarla contra la verdad. Lo dijo el Papa durante la misa celebrada el lunes
11 de abril por la mañana, en la capilla de la Casa Santa Marta.
En la primera lectura, tomada de los Hechos de los apóstoles (6, 8-15),
explicó Francisco, «la Iglesia nos hace escuchar el pasaje del discurso de
Esteban, y del juicio» contra él. «Algunos de los doctores de la ley, doctores
de la letra, se levantaron para discutir con Esteban —recordó el Papa—, pero no
pudieron resistir a la sabiduría y al espíritu con que hablaba». De hecho,
«Esteban había sido ungido por el Espíritu Santo y tenía la sabiduría del
Espíritu Santo, y hablaba con esa fuerza, con esa sabiduría, la misma que tenía
Jesús; pero Él era Dios, que hablaba con la autoridad, la autoridad que viene
de Dios, la autoridad que viene del Espíritu Santo».
No pudiendo hacer nada contra él, prosiguió Francisco, esas personas que
estaban en la sinagoga «instigaron a algunos para que» lo acusasen injustamente
de haber pronunciado «palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios». No
siendo capaces de «dialogar con él y abrir el corazón a la verdad»,
«rápidamente tomaron el camino de la calumnia». Los Hechos relatan que Esteban
fue capturado y llevado ante el Sanedrín y que también se presentaron testigos
falsos para acusarlo.
La historia de Esteban, señaló el Papa, es significativa: «El corazón
cerrado a la verdad de Dios se aferra solamente a la verdad de la ley, de la
letra —más que a la ley, a la letra— y no encuentra otra salida que la mentira,
el falso testimonio y la muerte». Precisamente «Jesús había reprendido esta
actitud, ya que con los profetas, en el Antiguo Testamento, había sucedido lo
mismo». Tanto es así que «Jesús había dicho» a esas personas «que sus padres habían
matado a los profetas “y vosotros hacéis los monumentos, los sepulcros”» Sin
embargo, su «respuesta es más que hipócrita, es cínica: “Si hubiéramos vivido
en los tiempos de nuestros padres, no hubiéramos hecho lo mismo”». Y «así se
lavan las manos y ante sí mismos se juzgan puros». Pero, «el corazón está
cerrado a la palabra de Dios, está cerrado a la verdad, está cerrado al
mensajero de Dios que trae la profecía para hacer que el pueblo de Dios siga
hacia adelante».
«Me duele —confesó Francisco— leer ese breve pasaje del Evangelio de Mateo,
cuando Judas arrepentido va a los sacerdotes y les dice: “he pecado”, y quiere
dar ... y da las monedas». Pero ellos le contestan: «¡Qué nos importa! ¡Tú
verás!». Tienen «un corazón cerrado ante este pobre hombre arrepentido que no
sabía qué hacer». Ellos le dicen: «Tú veras». Y así Judas «fue y se ahorcó».
Y «¿qué es lo que hacen cuando Judas va a colgarse? Hablan y dicen: “pero,
pobre hombre ...”». Y, a continuación, refiriéndose a los treinta denarios
añaden, «son precio de sangre, no pueden entrar en el templo». En esencia son
«son los doctores de la letra», y así siguen «tal y tal y tal regla ...».
A ellos, destacó el Papa, «no les importa la vida de una persona, no les
importa el arrepentimiento de Judas: el Evangelio dice que regresó
arrepentido». A ellos «les importa sólo su esquema de leyes y las muchas
palabras y muchas cosas que han construido». «Esta es la dureza de sus
corazones, la insensatez del corazón de esta gente, que dado que no podía
resistir la verdad de Esteban va a buscar evidencias y testigos falsos para
juzgarlo: la suerte de Esteban está marcada como la de los profetas como la de
Jesús».
Y esta forma de hacer «se repetirá» en el tiempo, dijo Francisco recordando
que «no sólo sucedió en los primeros tiempos de la Iglesia». Por otra parte,
señaló, «la historia nos habla de mucha gente que fue asesinada, juzgada, a
pesar de que era inocente: juzgada con la palabra de Dios contra la palabra de
Dios». El Papa se refirió «a la caza de brujas o a santa Juana de Arco», y
también «a muchos otros que fueron quemados, condenados porque no se
«ajustaron», según los jueces, a la palabra de Dios».
Es «el modelo de Jesús —concluyó el Pontífice— que, por ser fiel y haber
obedecido la palabra del Padre, termina en la cruz». Francisco volvió a
proponer la imagen de la gran ternura de Jesús que les dijo a los discípulos de
Emaús : «Insensatos y tardos de corazón». Al Señor, concluyó, «pidámosle que,
con la misma ternura, mire las pequeños o grandes insensateces de nuestro
corazón y nos acaricie» diciéndonos «“insensato y tardo de corazón” y comience
a explicarnos las cosas».
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