jueves, 13 de abril de 2017

Semana Santa, 14 pueblos y un cura



Cuatro sacerdotes de las diócesis de Santiago, Zamora, Mondoñedo-Ferrol y León explican cómo se las arreglan para atender simultáneamente varias parroquias en unas fechas llenas de celebraciones. Más que problemas, ven oportunidades
En España hay un gran problema en las zonas rurales: la despoblación. Los núcleos son cada vez más pequeños y, a veces, los vecinos se quedan sin servicios de proximidad. La Iglesia ha tenido que realizar un pequeño repliegue ante la escasez de sacerdotes sin dejar, por ello, de atender a sus fieles. Donde antes había cinco sacerdotes, ahora solo hay uno; donde antes había cinco parroquias independientes, ahora hay una unidad pastoral. Y si en algún momento del año las dificultades se ponen de manifiesto es durante la Semana Santa.
Francisco Rafael Gómez-Canoura atiende diez parroquias en una comarca a 50 minutos en coche de La Coruña. Conforman la Unidad Pastoral de Zas, con más de 70 kilómetros cuadrados de extensión y 3.500 vecinos. Joven y hábil en el manejo de las redes sociales –la unidad pastoral tiene cuenta de Facebook–, a este sacerdote coruñés se le puede incluso pedir hora para confesión a través de la aplicación Confesor-GO para móviles.
Su Semana Santa comenzó con el Domingo de Ramos en siete parroquias entre sábado y domingo «para llegar a la mayor gente posible». Este Jueves Santo celebra dos Misas en Coena Domini con lavatorio en la capital de la unidad pastoral y en la parroquia más grande; también preside dos horas santas. El Viernes Santo los oficios son igualmente dos, y el sábado, una sola vigilia pascual en la capital de la unidad. «Cada parroquia lleva las velas que luego harán las veces de cirio pascual de cada parroquia y un gran recipiente para el agua bendita», explica en conversación con Alfa y Omega. La fiesta de la Resurrección de Cristo termina con un chocolate.
El joven sacerdote cuenta que la gente va respondiendo a estas nuevas necesidades de organización aunque cuesta, sobre todo a las personas mayores. «Intentamos que la liturgia sea cuidada y participativa, lo cual atrae mucho», dice. No hay que olvidar que en Galicia la parroquia, además del lugar religioso de referencia, es una demarcación geográfica y, en ocasiones, una cuestión de identidad.
También en Galicia, aunque en otra diócesis, la de Mondoñedo-Ferrol, ejerce su ministerio Suso Álvarez, que atiende siete parroquias de índole muy dispar. Tiene una grande, en el Ayuntamiento de Burela, de más de 9.000 habitantes y con muchas posibilidades de trabajo pastoral, más otras seis en un municipio contiguo con 4.500 habitantes. Es en estas parroquias más pequeñas donde ha tenido que centralizar las celebraciones de Semana Santa. Cuando llegó esto ya se hacía con la vigilia pascual. Él lo ha extendido a las celebraciones principales de Jueves y Viernes Santo, que tienen lugar en las parroquias más grandes de estas seis. Para las más pequeñas, Suso ha reservado la hora santa, el vía crucis o la celebración mariana del Sábado Santo por la mañana. «Hoy, la gente ya convive en unidad comercial, escolar… Van a los mismos colegios, a las mismas tiendas. Es lo que estamos trabajando ahora en las parroquias, promoviendo la unidad, la convivencia; ir sumando frente a la dispersión».
Mayor compromiso laical
En su opinión, unificar celebraciones permite que sean de mayor calidad, que haya gente y, por tanto, sean más cálidas. «Intento no venderlo como un problema, sino como algo que Dios nos está ofreciendo», añade. Así lo viven sus feligreses, que aseguran que cuando se integraron en la unidad pastoral empezaron a vivir la Semana Santa «de verdad». La zona tiene la ventaja de que, entre los puntos más lejanos, solo hay diez kilómetros; de hecho, se mueve en un coche 100 % eléctrico sin problemas, a pesar de las limitaciones de autonomía. «Hay muchas más cosas buenas que negativas. Por ejemplo, un gran compromiso laical», concluye.
La situación de Galicia se reproduce, con sus particularidades, en Castilla y León. Allí, en la provincia de Zamora, está Héctor Galán, que no se encarga de una, sino de dos unidades pastorales: Alcañices y Nuez, muy cerca de Portugal. En total, 14 parroquias. Pueblos que tienen desde seis hasta 1.000 habitantes. Aúna celebraciones para poder celebrar con más tranquilidad. Esta circunstancia ha permitido que el laicado tome un papel importante –«no es ayuda, sino corresponsabilidad»–, pues las celebraciones menores –procesiones, vía crucis…– las preparan y realizan ellos solos, sin la presencia de un sacerdote. Una corresponsabilidad que ha hecho que Zamora sea una de las diócesis de Europa con más celebrantes de la Palabra.
En la comarca de la Sobarriba, en León, Fermín Villada es el sacerdote de casi una docena de parroquias. Lleva juntando a los feligreses de todas ellas desde hace más de 30 años para la vigilia pascual, que se celebra cada año en una distinta. Cuida mucho los detalles: «Hay variedad, pero dentro de una unidad. Por eso, el cirio que usamos ese día es el que va a todas las parroquias para dar idea de conjunto, y las lecturas las hacen uno de cada pueblo».
Fran Otero @franoterof
Alfa y Omega

El Papa lava los pies a doce presos y les anima a ayudarse los unos a los otros


Si Jesús, que «era el jefe, lavó los pies a sus discípulos», también el Papa «debe ser el primero en servir», dice Francisco al celebrar en la cárcel de Paliano la Misa in Coena Domini
Como hiciera Jesús durante la Última Cena, el Papa lavó este Jueves Santo los pies a doce reclusos en una cárcel próxima a Roma y les animó a ayudar a sus compañeros de celda si así lo necesitan porque, apuntó, eso también es «amar».
El Pontífice se trasladó este Jueves Santo a la cárcel de Paliano, que, en la actualidad, cuenta con 70 reclusos colabores de la justicia (mafiosos arrepentidos). Ante ellos Francisco explicó que el lavado de pies no es «folclore» sino una tarea que los esclavos realizaban antiguamente cuando llegaba alguien a casa para limpiar el polvo de sus zapatos, pero que Jesús lo hizo con la voluntad de «sembrar amor».
«Él, que era el jefe, que era Dios, lavó los pies a sus discípulos». «Esto lo hacían los esclavos. Jesús dio la vuelta a esto y lo hizo Él. Había venido al mundo para servir, para servirnos, para hacerse esclavo por nosotros, para dar la vida por nosotros, para amarnos hasta el final», señaló Francisco, quien recordó que el Papa, como representante de Cristo, está llamado a ser el primero en «servir», «a sembrar el amor» en el mundo. «El jefe de la Iglesia es Jesús. El Papa es la figura de Jesús y querría hacer lo mismo que él ha hecho. En esta ceremonia, el párroco lava los pies a los fieles. El más grande trabajo de esclavo para sembrar amor entre nosotros», explicó.
El Obispo de Roma animó a los reclusos a hacer también suyo este «símbolo» y a ayudar a sus compañeros de la cárcel si necesitan algún tipo de asistencia. «Yo no os digo que vayáis los unos a los otros a lavaros los pies, sería una locura. Sí os diré que si podéis hacer una ayuda, un servicio, a vuestros compañeros en la cárcel, hacédselo. Porque eso es amor, es como lavar los pies. Ser siervo de otros», instó.
Tras su homilía, el Papa procedió a lavar los pies a doce de los detenidos, entre ellos tres mujeres, un musulmán que será bautizado católico en junio, un argentino y un albanés, mientras que el resto eran italianos. Entre ellos, había dos reclusos condenados a cadena perpetua y el resto cuentan con penas que cumplirán entre 2019 y 2073, según datos de la oficina de prensa de la Santa Sede.
Al término de la ceremonia, sin imágenes en directo por tratarse de una visita de «carácter estrictamente privado», Francisco conversó con los reclusos y recibió numerosos obsequios como frutas y verduras, una cruz de olivo y una capa de lana blanca y probó las tartas que le habían elaborado.
Notablemente emocionada, la directora de la cárcel, Nadia Cersosimo, destacó a Radio Vaticano que la presencia del Papa en la cárcel es «un mensaje de esperanza que muestra que Dios está preparado a perdonar» y le describió como «un padre, una persona de la familia».
Desde que fuera elegido Papa, en marzo de 2013, Francisco decidió continuar la tradición que mantenía cuando era arzobispo de Buenos Aires y, en el primer año de su pontificado, lavó los pies de doce menores recluidos en una cárcel romana. En los tres años sucesivos hizo lo mismo con discapacitados, con reclusos de la penitenciaría romana de Rebibbia y con refugiados.
Con la conmemoración de la Última Cena, Francisco concluyó la jornada con la que comienza el Triduo Pascual. Por la mañana Bergoglio celebró la Misa Crismal en la basílica de San Pedro, y pidió a los sacerdotes que sean «tiernos, concretos y humildes», pues la evangelización «no puede ser presuntuosa».
Alfa y Omega

El Papa en la Misa Crismal: “Sacerdotes, ungidos para anunciar la verdad, la misericordia y la alegría”

“Al igual que Jesús, el sacerdote hace alegre al anuncio con toda su persona. Cuando predica la homilía, lo hace con la alegría que traspasa el corazón de su gente con la Palabra con la que el Señor lo traspasó a él en su oración. Como todo discípulo misionero, el sacerdote hace alegre el anuncio con todo su ser”, lo dijo el Papa Francisco en su homilía en la celebración de la Santa Misa del Crisma al inicio del Triduo pascual, en la Basílica de San Pedro.
En su homilía, el Pontífice recordó que, Jesús fue ungido por el Espíritu Santo para anunciar la Buena Notica a los pobres. “Todo lo que Jesús anuncia, y también nosotros, sacerdotes, precisó el Papa, es Buena Noticia. Alegre con la alegría evangélica: de quien ha sido ungido en sus pecados con el aceite del perdón y ungido en su carisma con el aceite de la misión, para ungir a los demás”. Como todo discípulo misionero, agregó el Obispo de Roma, el sacerdote hace alegre el anuncio con todo su ser.
En este sentido, la Buena Noticia puede parecer una expresión más, entre otras, para decir Evangelio – afirmó el Papa Francisco – como buena nueva o feliz anuncio. Sin embargo, dijo, contiene algo que cohesiona en sí todo lo demás: la alegría del Evangelio. “La Buena Noticia es la perla preciosa del Evangelio. No es un objeto, es una misión. La Buena Noticia nace de la Unción. La primera, la gran unción sacerdotal de Jesús, es la que hizo el Espíritu Santo en el seno de María”. La Buena Noticia. Una sola Palabra – Evangelio – que en el acto de ser anunciado se vuelve alegre y misericordiosa verdad. Por ello, advirtió el Pontífice, que nadie intente separar estas tres gracias del Evangelio: su Verdad – no negociable –, su Misericordia – incondicional con todos los pecadores – y su Alegría – íntima e inclusiva –.
Refiriéndose a las alegrías del Evangelio, el Papa Francisco señaló que son alegrías especiales, que vienen en odres nuevos, esos de los que habla el Señor para expresar la novedad de su mensaje. Les comparto, queridos sacerdotes, queridos hermanos, agregó el Papa, tres íconos de odres nuevos en los que la Buena Noticia cabe bien, no se avinagra y se vierte abundantemente. “Un ícono de la Buena Noticia es el de las tinajas de piedra de las bodas de Caná. El segundo ícono de la Buena Noticia es aquella vasija que – con su cucharón de madera – al pleno sol del mediodía, portaba sobre su cabeza la Samaritana. Este, refleja bien una cuestión esencial: la de la concreción. El tercer ícono de la Buena Noticia, señalo el Papa, es el Odre inmenso del Corazón traspasado del Señor: integridad mansa – humilde y pobre – que atrae a todos hacia sí”.
Antes de concluir su homilía, el Papa Francisco alentó a los sacerdotes a que, “contemplando y bebiendo de estos tres odres nuevos, la Buena Noticia tenga en nosotros la plenitud contagiosa que transmite con todo su ser nuestra Señora, la concreción inclusiva del anuncio de la Samaritana, y la integridad mansa con que el Espíritu brota y se derrama, incansablemente, del Corazón traspasado de Jesús nuestro Señor”.
(Renato Martinez – Radio Vaticano)

El presidente de Palestina agradece al Papa el "gesto valiente" de proseguir con el viaje a Egipto



 El presidente de Palestina, Mahmud Abbas, ha enviado una carta al Papa Francisco en la que agradece el "paso valiente" y el "mensaje de esperanza" que encierra su próxima visita a Egipto, especialmente después de los atentados contra los cristianos, que han provocado la cancelación de los actos de la Pascua copta.
Un viaje que supone, en opinión de Abbas, "un ejemplo de coraje" que refleja su "compromiso con la justicia y la paz" y que "alienta a las voces moderadas en todo el mundo".
"Estamos satisfechos de oír que sigue usted adelante con su programada visita a Egipto, incluso después de los brutales ataques terroristas contra dos iglesias en Tanta y Alejandría que mataron a decenas de personas el Domingo de Ramos", reza la carta.
"Nosotros esperamos -añade el presidente- que Ud. lleve un mensaje de esperanza al pueblo egipcio y a todos los pueblos árabes y africanos: un mensaje de unidad, igualdad y coexistencia. Creemos firmemente en sus palabras simples y potentes: que el amor es más fuerte que el mal".
El presidente reitera su convicción de que "su visita a Egipto dará a Egipto y a la región un fuerte mensaje de esperanza y de amor":
"Deseamos que Su Santidad siga rezando por nosotros, como lo ha hecho en Palestina durante su peregrinación a Tierra Santa en el 2014", añade Abbas, quien concluye solicitando que "lleve la esperanza de que Jerusalén siga siendo ciudad de paz, amor y justicia".
Jesús Bastante

«A los presos les impresiona que el arzobispo se abaje y venga a la cárcel a lavarles los pies»



La Iglesia celebra esta semana la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo. También lo harán los internos de la cárcel de Soto del Real, en Madrid, que «se han preparado para estas celebraciones con catequesis en las que sobre todo se les concienciaba con lo que vamos a celebrar», cuenta Paulino Alonso, capellán del centro penitenciario y colaborador de Alfa y Omega.
¿El objetivo? El mismo con el que todos los cristianos iniciamos la Cuaresma el Miércoles de Ceniza: conviértete y cree en el Evangelio. «La idea es que en ellos se produzca una pequeña conversión y que el domingo puedan resucitar», explica Alonso.
Y esto sucede. «Hay bastantes internos que experimentan un poco la misericordia de Dios e intentan cambiar. Les resulta difícil pero lo intentan y se suele dar un pequeño cambio en ellos», asegura el capellán.
Semana Santa entre rejas
El Jueves Santo, por la mañana, los internos tendrán la Eucaristía con el lavatorio de pies, en el que participará el arzobispo de Madrid. Un día después, el viernes, se celebrará un vía crucis escrito por los propios internos y en el que se recoge «lo que ellos están viviendo en estos momentos en los que la libertad está limitada por unos pocos barrotes». Y ya el domingo, los presos celebrarán la resurrección.
Abajarse y lavar los pies
Este jueves los presos recibirán la visita del cardenal Osoro, una visita que «les hace especial ilusión a los internos. Están como locos porque vaya. Les impresiona muchísimo ese abajarse y que el arzobispo de Madrid venga a la cárcel a lavarles los pies», subraya Paulino Alonso. Desde las 10:15 de la mañana, el prelado visitará a los internos, y presidirá para ellos la celebración de la Eucaristía a las 11:30 horas. Le acompañarán el vicario episcopal de Pastoral Social e Innovación, José Luis Segovia, y el propio padre Alonso.
José Calderero

El Sacro Triduo Pascual



Tiene su comienzo en la tarde del Jueves Santo con la celebración de la «Misa vespertina de la Cena del Señor» y se extiende hasta las vísperas del Domingo de Resurrección. Los días del Triduo muestran facetas –momentos– de una misma y única Pascua de Cristo. Sin embargo, los distintos avatares por los que ha pasado el año litúrgico y la necesaria pedagogía de la liturgia han desplegado su riqueza en el espacio de tres días y han desarrollado una contenida «dramatización ritual» que ayuda a visualizar los misterios centrales de la fe cristiana y a reproducir los necesarios sentimientos de adhesión al misterio que se celebra.
Aquella misma memorable Cena
En la tarde del Jueves Santo se presentan tres secuencias que, aunque distantes en el tiempo, están condensadas en la última cena del Señor con sus apóstoles. El rito de la cena pascual hebrea era memorial (recuerdo actual y actualizante) de la salvación obrada por Dios en el éxodo. Aquella cena era un anuncio –«tipo»– de la nueva instituida por Cristo precisamente en el contexto celebrativo de la antigua. Sin embargo, el episodio del cenáculo no queda cerrado en sí mismo o en referencia a un pasado salvador; se proyecta al futuro pues allí el Señor anticipa ritualmente los sucesos del Calvario. Desde esta manera, el mismo Cristo que entrega su cuerpo sacrificado por la salvación del mundo, entrega a la Iglesia la prolongación en el tiempo de este sacrificio «hasta que vuelva».
El lavatorio de los pies, históricamente no siempre realizado dentro de la Misa y a los fieles laicos, reproduce, a su modo, la misma dinámica de entrega de Jesús en la cruz: «dramatiza» su absoluto abajamiento y recuerda su «mandatum» de amor fraterno. Hay que hacer notar que, en otras liturgias, este rito tiene sentido bautismal pues representa la purificación con el agua del nuevo nacimiento.
La reserva y adoración del Santísimo ha de ser concebida especialmente desde la perspectiva sacrificial de la Eucaristía. Quien está en el sagrario es quien se entregó en la cruz y quien sigue haciéndolo en cada celebración. Por eso, en los tiempos de oración posteriores, se recomienda la meditación de los capítulos 13-17 de San Juan.
La muerte victoriosa del Señor
La entrega de Cristo a la voluntad del Padre que cumplió en toda su vida llega a su máxima expresión en la cruz alcanzando la vida nueva para todos; esto es lo que se conmemora con la impresionante «Celebración de la Pasión del Señor» cargada de emoción contenida en la tarde del Viernes Santo. Todos los ritos de este día han de ser contemplados desde la cruz y la pasión: pasión proclamada (las lecturas de la palabra de Dios que llegan a su culmen en la pasión según San Juan), pasión invocada (la solemne oración universal que manifiesta la universalidad de la salvación), pasión adorada (adoración de la Santa Cruz), pasión comulgada (Sagrada Comunión con el Cuerpo del Señor consagrado el Jueves Santo). Es el día de la cruz por excelencia; ella es el leño nuevo que, en contraposición a aquel del paraíso, es causa de salvación y derrota del mal, de modo que «donde tuvo origen la muerte, de allí resurgiera la vida, y el que venció en un árbol, fuera en un árbol vencido». Los cantos que señala el Misal ofrecen una maravillosa meditación exaltando el signo e instrumento de la salvación y la pregunta desgarrada y sin respuesta que Cristo dirige a los hombres desde la cruz: «¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho, en qué te he ofendido? Respóndeme».
Un gran silencio envuelve la tierra
El Sábado Santo es la celebración del tiempo detenido, del silencio y de la espera. Es el día en que la Iglesia entera contiene la respiración ante la contemplación de Cristo depositado en el sepulcro. Este silencio es roto únicamente por la celebración de la Liturgia de las Horas que muestra progresivamente el dolor de la Iglesia, el descanso del Señor, su descenso al lugar de los muertos y la espera de la victoria.
Triunfante se levanta
La celebración anual de la Pascua comienza con la «Vigilia Pascual» una vez que ha llegado la noche; no se trata del último acto del Sábado Santo, sino que es ya la celebración del Domingo de Pascua. La Iglesia entera se reúne en oración prolongada durante la noche en la espera de la resurrección del Señor, de ahí el carácter vigiliar por el que se distingue esta celebración. Su riqueza lírica, simbólica, ritual, oracional y sacramental trata de mostrar y celebrar desde las más variadas perspectivas el gran misterio de la Resurrección de Cristo presente en la vida de los hombres: la luz que vence las tinieblas de la muerte (lucernario), la unidad de toda la historia salvífica en Cristo y su misterio pascual (extensa liturgia de la palabra), la pascua del cristiano por medio del bautismo y la confirmación (liturgia bautismal) y, finalmente, la celebración de la Eucaristía, momento culminante de la Vigilia, sacramento pascual por excelencia, memorial de la muerte y resurrección del Señor, plenitud de la Iniciación Cristiana, anticipo de la Pascua eterna. La Misa del día de Pascua es continuación y prolongación diurna de los contenidos festejados en la gran noche. El Triduo Pascual y la Semana Santa están llegando su fin, se abre ahora un precioso espacio para meditar sobre la Pascua de Cristo y la Pascua de la Iglesia.
Luis García Gutiérrez,
Director de Secretariado de la Comisión Episcopal de Liturgia

Amaos


Nos encontramos en una época en la que la depresión y la angustia son las enfermedades más graves de la sociedad, donde las utopías y grandes ideales han caído.  Vivimos en una época en la que se tiene mucho miedo a perder lo que tenemos, a perder a los que queremos. La inmadurez afectiva y el vacío de valores permanentes, sólidos, es la constante en muchas personas. Las crisis, la CRISIS, nos agobia, nos oprime, nos estresa, porque la entendemos como un momento de cambios negativos, de desastre, de derrotas.
En medio de estos momentos se nos presenta de nuevo la celebración del Triduo Pascual. Cristo redimió al género humano y dio perfecta gloria a Dios principalmente a través de su misterio pascual: muriendo destruyó la muerte y resucitando restauró la vida. El Triduo Pascual de la pasión y resurrección de Cristo es, por tanto, la culminación de todo el año litúrgico. Este comienza con la misa vespertina del jueves santo, alcanza su cima con la vigilia pascual y concluye con la oración de vísperas del domingo de pascua; estos tres días forman una unidad, y como tal deben ser considerados. La Palabra de Dios de esta celebración de la Cena del Señor con la que comenzamos el triduo, nos sitúa en el Misterio que transforma la vida de las personas que vivimos en esta época.
Si nos fijamos en la primera lectura leemos: “Y toda la asamblea de Israel lo matará al atardecer”. Según el evangelio de Juan, Jesús murió en el momento en que se sacrificaban los corderos para la cena de Pascua. Tras su muerte, la primera comunidad nos ha legado la interpretación que el mismo Jesús dio a su entrega, comprendida desde el ritual de la cena pascual que hemos escuchado en la primera lectura. Jesús ocupa el lugar del cordero pascual ¿Por qué? Para transformar el mayor acto de iniquidad, la conspiración y ejecución del inocente, en el mayor acto de amor. Para decir la palabra definitiva sobre cómo es Dios, quién es el ser humano y lo que está llamado a ser.
Jesús nos ama hasta el extremo, no con cualquier amor, sino con el amor con el que Dios nos Ama. Esto es muy importante. No podemos comprender todo lo que esta pasando y lo que va a pasar, si no lo vemos desde el amor de Dios. Jesús supera los rituales judíos de la pascua y se ciñe para servir a los apóstoles. El Señor nos ama desde el servicio a nosotros, sirviéndonos. ¿La gente de hoy ama así?¿Nosotros amamos sirviendo a los que amamos?
Su amor “extremista” hace que se entregue totalmente hasta quedarse Él en el pan y el vino, que lo convierten en su Cuerpo y en su Sangre; San Pablo relata ese momento en la carta a los Corintios según la tradición de la comunidad cristiana. No hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Amigo que le ha traicionado, amigos que le van a dejar sólo, le van a negar, que huyen y se desdicen muertos de miedo. Así es la humanidad y Jesús, nos ama, ama a la humanidad a la que quiere salvar. No se si somos conscientes de las dimensiones infinitas de este amor y sus consecuencias para nosotros. Es un misterio cuya postura ante el solo puede ser la de acogerlo y vivirlo con fe.
El Señor en medio de todo esto nos dice “amaos como yo os he amado”. Nuestro mundo necesita que nosotros vivamos este amor de servicio, misericordioso, fraternal, que entrega la vida. Necesita que nosotros, nuestras comunidades, con nuestro testimonio les ayudemos a darse cuenta de que tenemos la gracia y la capacidad de reaccionar ante el pecado, la incoherencia y la desproporción como lo hicieron aquellos que le fallaron al Señor en su noche más oscura, recapacitando. La humanidad agraciada por Cristo puede levantarse de sus caídas, reconocer sus errores y ser capaz de lo mejor. Vivamos su voluntad: Amaos.
Archimadrid

EVANGELIO DE HOY: OS HE DADO EJEMPLO PARA QUE HAGÁIS LO QUE HE HECHO CON VOSOTROS



Lectura del santo evangelio según san Juan (13,1-15)

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. 

Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido.

Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo: «Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?»

Jesús le replicó: «Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.»

Pedro le dijo: «No me lavarás los pies jamás.»

Jesús le contestó: «Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.»

Simón Pedro le dijo: «Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.»

Jesús le dijo: «Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos.» Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios.» 

Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.»

Palabra del Señor