viernes, 1 de julio de 2016

Benedicto XVI admite la existencia de un "lobby gay", de cuatro o cinco personas, en el interior del Vaticano



Ratzinger revela las "tormentas" de su pontificado y la "sorpresa" que le produjo la elección de Bergoglio

El Papa Benedicto XVI conocía la existencia de un "lobby gay" en el interior del Vaticano, un grupo de poder, compuesto por "cuatro o cinco personas", y que él fue capaz de disolverlo antes de renunciar al Papado. Ratzinger se confiesa en "Últimas conversaciones", un libro-entrevista con el escritor alemán Peter Seewald y que verá la luz en septiembre, editado por Droemer (Gazanti en Italia, e Il Corriere della Sera en quioscos).
Se trata de la primera ocasión en que el Papa emérito admite la existencia de dicho lobby, aunque en el informe secreto encargado por Ratzinger a los cardenales Julián Herranz, Jozef Tomko y Salvatore De Giorgi, ya hubiera aparecido esta trama.
Una de las pocas personas que ha leído el manuscrito, el vaticanista Luigi Accatoli, apunta que en el volumen, el Papa emérito revela las "tormentas" de sus ocho años de pontificado, que llevaron hasta su histórica renuncia, así como la "sorpresa" que supuso la elección de Bergoglio como su sucesor al frente de la Iglesia católica.
En sus respuestas, se observa un Papa emérito que trata de reivindicarse como un luchador frente a la podredumbre existente en el Vaticano, aunque, admite, pecó de "falta de decisión" de gobierno. Al tiempo, rechaza la crítica de quienes le consideraron un Papa demasiado académico, y apunta cómo intentó reformar el IOR y que puso las bases para la lucha contra el blanqueo de dinero. Del mismo modo, reivindica su papel decidido contra la"plaga de la pedofilia" pese a las dificultades que admite, se encontró cuando se quieren tomar decisiones firmes sobre "la suciedad que se encuentra en la Iglesia".
Ratzinger revela que durante su pontificado tomó "notas y notas" sobre multitud de temas, pero que las destruirá para que nadie, ni siquiera los historiadores, puedan dejar constancia de algunos conflictos.
Sobre su renuncia, Benedicto apunta que la preparó con "unas pocas personas", muy cercanas, por temor a que alguna filtración pudiera limitar la fuerza de su anuncio. Algo muy común en los últimos tiempos de su pontificado, marcado por el escándalo del "Vatileaks" y la fuga de documentos comprometedores por parte -fue el único condenado- de su mayordomo, Paolo Gabriele.
En la entrevista, Ratzinger niega cualquier "chantaje o presión" para que renunciara, y cómo siguió el cónclave desde Castel Gandolfo. La "sorpresa" de la elección de Bergoglio -Benedicto había hecho sus propias quinielas, en las que no se encontraba el entonces cardenal de Buenos Aires- dejó paso a la "alegría" tras ver en televisión cómo el nuevo Papa rezaba y pedía la bendición del pueblo desde el balcón central de la logia de San Pedro.
Sobre Francisco, Ratzinger apunta que se trata de "un hombre inesperado por él en la víspera del cónclave. Dos figuras distintas, dos modos diferentes de entender el Papado", aunque destaca su "figura humana y papal".
En el libro también hay espacio para los recuerdos de su infancia y adolescencia en la Alemania nazi, el descubrimiento de su vocación y los meses que pasó en prisión en un campo estadounidense, cerca de Ulm. Su paso como "experto" en el Concilio Vaticano II o sus años como profesor también se apuntan en este libro, una suerte de "cuarta parte" de las memorias escritas a través de sus conversaciones con Seewald.
Según informa Il Corriere, en su nuevo libro, Ratzinger "habla de sí mismo, de su fe, las debilidades, la vida privada, los escándalos y los nudos del Papado, explicando las razones de su opción (de renunciar) -al inicio comunicada solo a pocas personas de confianza para evitar las filtraciones- y despejando dudas sobre presuntas presiones que lo habrían empujado a dejar el cargo".


«JESUCRISTO ES DEL LINAJE DE DAVID SEGÚN LA CARNE» SAN AGUSTÍN.




Del libro de san Agustín, obispo, sobre la predestinación los elegidos :

El más esclarecido ejemplar de la predestinación y de la gracia es el mismo Salvador del mundo, el Mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús; porque para llegar a serlo, ¿con qué méritos anteriores, ya de obras, ya de fe, pudo contar la naturaleza humana que en Él reside? 

Yo ruego que se me responda a lo siguiente: aquella naturaleza humana que en unidad de persona fue asumida por el Verbo, coeterno del Padre, ¿cómo mereció llegar a ser Hijo unigénito de Dios? ¿Precedió algún mérito a esta unión? ¿Qué obró, qué creyó o qué exigió previamente para llegar a tan inefable y soberana dignidad? ¿No fue acaso por la virtud y asunción del mismo Verbo, por lo que aquella humanidad, en cuanto empezó a existir, empezó a ser Hijo único de Dios? 

Manifiéstese, pues, ya a nosotros en el que es nuestra Cabeza, la fuente misma de la gracia, la cual se derrama por todos sus miembros según la medida de cada uno. 

Tal es la gracia, por la cual se hace cristiano el hombre desde el momento en que comienza a creer; la misma por la cual aquel Hombre, unido al Verbo desde el primer momento de su existencia, fue hecho Jesucristo; del mismo Espíritu Santo, de quien Cristo fue nacido, es ahora el hombre renacido; por el mismo Espíritu Santo, por quien se verificó que la naturaleza humana de Cristo estuviera exenta de todo pecado, se nos concede a nosotros ahora la remisión de los pecados. 

Sin duda, Dios tuvo presciencia de que realizaría todas estas cosas. Porque en esto consiste la predestinación de los santos, que tan soberanamente resplandece en el Santo de los santos. ¿Quién podría negarla de cuantos entienden rectamente las palabras de la verdad? Pues el mismo Señor de la gloria, en cuanto que el Hijo de Dios se hizo hombre, sabemos que fue también predestinado. 

Fue, por tanto, predestinado Jesús, para que, al llegar a ser hijo de David según la carne, fuese también, al mismo tiempo, Hijo de Dios según el Espíritu de santidad; pues nació del Espíritu Santo y de María Virgen. 

Tal fue aquella singular elevación del hombre, realizada de manera inefable por el Verbo divino, para que Jesucristo fuese llamado a la vez, verdadera y propiamente, Hijo de Dios e hijo del hombre; hijo del hombre, por la naturaleza humana asumida, e Hijo de Dios, porque el Verbo unigénito la asumió en sí; de otro modo no se creería en la trinidad, sino en una cuaternidad de personas.

Así fue predestinada aquella humana naturaleza a tan grandiosa, excelsa y sublime dignidad, más arriba de la cual no podría ya darse otra elevación mayor; de la misma manera que la divinidad no pudo descender ni humillarse más por nosotros, que tomando nuestra naturaleza con todas sus debilidades hasta la muerte de cruz. 

Por tanto, así como ha sido predestinado ese hombre singular para ser nuestra Cabeza, así también una gran muchedumbre hemos sido predestinados para ser sus miembros. 

Enmudezcan, pues, aquí las deudas contraídas por la humana naturaleza, pues ya perecieron en Adán, y reine por siempre esta gracia de Dios, que ya reina por medio de Jesucristo, Señor nuestro, único Hijo de Dios y único Señor. 

Y así, si no es posible encontrar en nuestra Cabeza mérito alguno que preceda a su singular generación, tampoco en nosotros, sus miembros, podrá encontrarse merecimiento alguno que preceda a tan multiplicada regeneración.
News,Va

NO HE VENIDO A LLAMAR A LOS JUSTOS, SINO A LOS PECADORES



Evangelio según San Mateo 9,9-13. 

Jesús, al pasar, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: "Sígueme". El se levantó y lo siguió. 


Mientras Jesús estaba comiendo en la casa, acudieron muchos publicanos y pecadores, y se sentaron a comer con Él y sus discípulos. 

Al ver esto, los fariseos dijeron a los discípulos: "¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?". 

Jesús, que había oído, respondió: "No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Vayan y aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores".