miércoles, 17 de febrero de 2016

Piden al papa que hable de migración en la valla fronteriza

Los inmigrantes indocumentados envían una carta a Francisco
Donald Trump los acusa de delincuentes en su campaña política
En la víspera de la visita del papa Franciscoa Ciudad Juárez, cientos de personas, entre ellos familias de inmigrantes indocumentados, se reunieron hoy en su honor en la localidad fronteriza de Sunland Park, en Nuevo México, para pedirle que aborde en su mensaje el tema de la inmigración.
En la ceremonia de reunificación en esta localidad situada a 15 kilómetros de El Paso (Texas), organizada por la Red Fronteriza por los Derechos Humanos, se leyó una carta dirigida al pontífice en la que los inmigrantes indocumentados expusieron las condiciones adversas en las que tienen que vivir en Estados Unidos.
"Somos los que con nuestro sudor y sangre construimos este país de Norteamérica. Los mismos que ahora somos perseguidos y atacados, a los que ahora nos llaman violadores y criminales por el simple hecho de cruzar esta frontera buscando una mejor vida para nuestras familias", leyó una de las portavoces de la agrupación.
Los autores de la carta se referían, sin citarlo, al candidato presidencial republicano,Donald Trump, que desde el comienzo de su campaña acusó a México de enviar delincuentes a los Estados Unidos, al tiempo que propuso construir un muro en la frontera.
La misiva, previamente enviada al papa Francisco, está escrita a nombre de las familias de indocumentados participantes, cuyo estatus migratorio les impide acudir a la misa papal del lado mexicano.
En su mensaje, los inmigrantes, que se vieron acompañados por personas congregadas al otro lado de la valla fronteriza en un acto de reunificación, exhortaron al papa a incluir el tema migratorio en su discurso.
En una emotiva ceremonia, los participantes soltaron globos rojos y blancos, como símbolo de la esperanza y la sangre de los inmigrantes en este país.
El evento fue organizado dentro de las actividades que la agrupación defensora de los derechos de los inmigrantes ha anunciado con motivo de la visita que el miércoles realizará el líder de la Iglesia católica a Ciudad Juárez, al otro lado de la frontera, donde pondrá fin a su primera visita a México como sumo pontífice.
El papa Francisco recordó este sábado en su discurso ante los obispos y el clero mexicano los riesgos y la integración, a veces difícil, de los migrantes que van al norte en busca de una vida mejor.
En la catedral de Ciudad de México, en el encuentro con los obispos y religiosos, Francisco expresó su apreció por todo lo que están haciendo "para afrontar el desafío"de una "época representada en las migraciones".
"Son millones los hijos de la Iglesia que hoy viven en la diáspora o en tránsito, peregrinando hacia el norte en búsqueda de nuevas oportunidades", explicó.
Francisco destacó cómo "muchos de ellos dejan atrás las propias raíces para aventurarse, aun en la clandestinidad que implica todo tipo de riesgos, en búsqueda de la luz verde que juzgan como su esperanza".

(RD/Agencias)

Salmo de misericordia

Salmo 18, 2

2 Señor, no me reprendas por tu enojo
ni me castigues por tu indignación.

3 Ten piedad de mí, porque me faltan las fuerzas;
sáname, porque mis huesos se estremecen.

4 Mi alma está atormentada,
y tú, Señor, ¿hasta cuándo...?

5 Vuélvete, Señor, rescata mi vida,
sálvame por tu misericordia,

6 porque en la Muerte nadie se acuerda de ti,
¿y quién podrá alabarte en el Abismo?

7 Estoy agotado de tanto gemir:
cada noche empapo mi lecho con llanto,
inundo de lágrimas mi cama.

8 Mis ojos están extenuados por el pesar
y envejecidos a causa de la opresión.

9 Apártense de mí todos los malvados,
porque el Señor ha oído mis sollozos.

10 El Señor ha escuchado mi súplica,
el Señor ha aceptado mi plegaria.

11 ¡Que caiga sobre mis enemigos la confusión y el terror,

y en un instante retrocedan avergonzados!

ü  El orante

o   Abatido, extrema necesidad
§  Huesos, alma, ojos

o   Suplica y apela
§     ¿Hasta cuándo?

o   El orante confía
ü  Dios
o   Escucha
o   Fiel y misericordioso.
o   Pedagogo y educador, no juez.

Jóvenes con testimonio y esperanza hacen lío en Morelia



Aleteia

Francisco advierte a los jóvenes contra el narcotráfico: “Jesús nunca nos invitaría a ser sicarios”

85.000 jóvenes. Un estadio abarrotado. El "José María Morelos y Pavón" nunca se vio en otra. El Papa Francisco se encontró con toda la juventud mexicana, ansiosa por escuchar sus palabras. Bergoglio dijo tres: "riqueza, esperanza dignidad", y advirtió a los jóvenes contra la "mentira" de que "la única forma de vivir, de poder ser joven es dejando la vida en manos del narcotráfico o de todos aquellos que lo único que están haciendo es sembrar destrucción y muerte". "Jesús nunca nos invitaría a ser sicarios, nos llama discípulos, nos llama amigos".
El Papa llegó con adelanto a la cita, subido en una suerte de mini-golf, junto al arzobispo de Morelia. Apenas cabían los dos, que sonreían divertidos ante la ocurrencia de la organización. Los jóvenes le recibieron con efusión, con locura, incluso con algún conato de tumulto, provocado por las ganas del Papa de estar cerca de ellos. Representantes de todos los estados mexicanos se encontraban en el estadio de Morelia, y hubo representaciones de las culturas, danzas y tradiciones indígenas del país, un tanto caótico: debió ser imposible que Francisco se fijara en todas a la vez.
Dos chicas con síndrome de Down, una de ellas voluntaria de la organización, se saltaron el cordón de seguridad y corrieron a abrazar y besar al Papa. Es fascinante el poder de atracción del sucesor de Pedro. Aquel momento era una fiesta, aunque pocos prestaban atención de los testimonios de los jóvenes elegidos, atareados en contemplar el espectáculo o en "hacer la ola", un invento muy mexicano, en el estadio de fútbol.
Francisco sí escuchaba. Es más, pidió un bloc para tomar notas, y se saltó el discurso preparado por primera vez en este viaje. Antes de comenzar, envió un saludo y una bendición a los miles de jóvenes de Guadalajara reunidos en una plaza. "Somos dos estadios: la plaza Juan Pablo II y noostros aquí, y después, tantos otros por el pueblo".
El Papa comenzó reconociendo que conocía lo que los jóvenes le iban a decir, porque "me habían hecho llegar el borrador de lo que iban a decir. Es verdad, para qué les iba a mentir". Aun así, quiso improvisar. "Uno de los mayores tesoros de esta tierra mexicana tiene rostro joven", subrayó Bergoglio, quien insistió que "ustedes, jóvenes, son la riqueza de esta tierra (...). Pero esa riqueza hay que transformarla en esperanza con el trabajo".
"Todos podemos vivir, pero no podemos vivir sin esperanza", destacó el Papa, quien pidió "construir esperanza, con mis manos, con mi corazón y con mi mente". Y es que "la esperanza nace cuando se puede experimentar que no todo está perdido. Y para eso hay que empezar por sí mismo. No estoy perdido, yo valgo, yo valgo mucho".
"La principal amenaza a la esperanza -denunció- son los discursos que te desvalorizan, que te van como chupando el valor, y terminás.... como caído, ¿no es cierto? Como arrugado, con el corazón triste". Discursos "que te hacen sentir de segunda, o de cuarta. La principal amenaza contra la esperanza es cuando sentís que no le importás a nadie, o sentís que te dan de lado. Y eso es duro, pero eso sucede, ¿sí o no? Eso sucede"
Esa sensación "mata, nos aniquila, y es la puerta de ingreso para tanto dolor", lamentó el Papa. "Pero hay otra principal amenaza para la esperanza, y es hacerte creer que empezás a ser valioso cuando te disfrazás de ropas, marcas de último grito de la moda, o cuando te volvés prestigio importante por tener dinero, pero en el fondo tu corazón no cree que seas digno de cariño o de amor, y eso tu corazón lo intuye".
Así, "la esperanza está amordazada por lo que te hacen creer. No te la dejan surgir. La principal amenaza es cuando uno siente que tiene que tener plata para comprar incluso el cariño de los demás (...). Ustedes son la riqueza de México, son la riqueza de la Iglesia... y no los estoy sobando el lomo, no los estoy adulando. Y entiendo quemuchas veces se vuelve difícil sentirse la riqueza cuando nos vemos continuamente expuestos a la pérdida de amigos o de familiares en manos del narcotráfico, de las drogas, de organizaciones criminales que siembran el terror".
"Es difícil sentirse la riqueza cuando no se tienen oportunidades de trabajo digno, posibilidades de estudio y capacitación", apuntó el Papa, cuando "no se sienten reconocidos los derechos que terminan impulsándolos a situaciones límites. Es difícil sentirse la riqueza de un lugar cuando por ser jóvenes se les usa para fines mezquinos, con promesas que no son reales, son pompas de jabón. La riqueza la llevan en el corazón".
"Perdimos el encanto de disfrutar el encuentro", parafraseó el Papa, apuntando una frase de uno de los jóvenes. "Perdimos el encanto de caminar juntos, el encanto de soñar juntos. Y para que esta riqueza, movida por la esperanza vaya adelante hay que caminar juntos, hay que encontrarse, hay que soñar. Atrévanse a soñar".
¿Por qué este convencimiento? "Porque, como ustedes, creo en Jesucristo: es él quien renueva continuamente la esperanza, es él quien renueva continuamente mi mirada, es él quien despierta en mí, en cada uno, el encanto de disfrutar, de soñar, el encanto de trabajar juntos. Es él quien me invita a convertir el corazón".
Y es de la mano de Jesús mediante la que "podemos hacer camino, que una y otra vez podamos volver a empezar, que podamos decir que es mentira que la única forma de vivir es dejando la vida del narcotráfico o de todos aquellos que lo único que están haciendo es sembrar injusticia y muerte. ¡Eso es mentira!, y lo decimos de la mano de Jesús".

(Jesús Bastante).-

Misa del Papa en Morelia: ¡Dios, Papá nuestro, no nos dejes caer en la tentación!

«Hay un dicho, entre nosotros que dice así: «Dime cómo rezas y te diré cómo vives, dime cómo vives y te diré cómo rezas», porque mostrándome cómo rezas, aprenderé a descubrir el Dios que vives y, mostrándome cómo vives, aprenderé a creer en el Dios al que rezas»; porque nuestra vida habla de la oración y la oración habla de nuestra vida; porque nuestra vida habla en la oración y la oración habla en nuestra vida. 

A rezar se aprende, como aprendemos a caminar, a hablar, a escuchar. La escuela de la oración es la escuela de la vida y en la escuela de la vida es donde vamos haciendo la escuela de la oración. Y Pablo, a su discípulo predilecto Timoteo, cuando le enseñaba o lo exhortaba a vivir la fe le decía “acordate de tu madre y de tu abuela”, y a los seminaristas cuando entran al seminario muchas veces me preguntaban… Padre pero yo quisiera tener una oración más profunda más mental … mirá seguí rezando como te enseñaron en tu casa y después poco a poco tu oración irá creciendo como tu vida fue creciendo. A rezar se aprende. Como en la vida.

  Jesús quiso introducir a los suyos en el misterio de la Vida, en el misterio de su vida. Les mostró comiendo, durmiendo, curando, predicando, rezando, qué significa ser Hijo de Dios. Los invitó a compartir su vida, su intimidad y estando con Él, los hizo tocar en su carne la vida del Padre. Los hace experimentar en su mirada, en su andar la fuerza, la novedad de decir: «Padre nuestro». En Jesús, esta expresión, Padre Nuestro, no tiene el «gustillo» de la rutina o de la repetición, al contrario, tiene sabor a vida, a experiencia, a autenticidad. Él supo vivir rezando y rezar viviendo, diciendo: Padre nuestro.


   Y nos ha invitado a nosotros a lo mismo. Nuestra primera llamada es a hacer experiencia de ese amor misericordioso del Padre en nuestra vida, en nuestra historia. Su primera llamada es introducirnos en esa nueva dinámica de amor, de filiación. Nuestra primera llamada es aprender a decir «Padre nuestro», como Pablo insiste, Abba. ¡Ay de mí sino evangelizara!, dice Pablo. ¡Ay de mí! porque evangelizar, prosigue, no es motivo de gloria sino de necesidad (cf. 1 Co 9,16). 
Nos ha invitado a participar de su vida, de la vida divina, ay de nosotros consagrados, consagradas, seminaristas, sacerdotes, obispos, ay de nosotros si no la compartimos, ay de nosotros si no somos testigos de lo que hemos visto y oído, ay de nosotros.

No queremos ser funcionarios de lo divino, no somos ni queremos ser nunca empleados de la empresa de Dios, porque somos invitados a participar de su vida, somos invitados a introducirnos en su corazón, un corazón que reza y vive diciendo: «Padre nuestro». ¿Y qué es la misión sino decir con nuestra vida, desde el principio hasta el final, como nuestro hermano Obispo que murió anoche, qué es la misión sino decir con nuestra vida «Padre nuestro»?

 A este Padre nuestro es a quien rezamos con insistencia todos los días: y qué le decimos en una de esas cosas,  no nos dejes caer en la tentación. El mismo Jesús lo hizo. Él rezó para que sus discípulos —de ayer y de hoy— no cayéramos en la tentación. ¿Cuál puede ser una de las tentaciones que nos pueden asediar? ¿Cuál puede ser una de las tentaciones que brota no sólo de contemplar la realidad sino de caminarla? ¿Qué tentación nos puede venir de ambientes muchas veces dominados por la violencia, la corrupción, el tráfico de drogas, el desprecio por la dignidad de la persona, la indiferencia ante el sufrimiento y la precariedad? ¿Qué tentación podemos tener nosotros una y otra vez, nosotros llamados a la vida consagrada, al Presbiterado, al Episcopado, qué tentación podemos tener frente a todo esto, frente a esta realidad que parece haberse convertido en un sistema inamovible?

 Creo que la podríamos resumir con una sola palabra: resignación. Y frente a esta realidad nos puede ganar una de las armas preferidas del demonio, la resignación. ¿Y qué le vas a hacer? La vida es así. Una resignación que nos paraliza, una resignación que nos impide, no sólo caminar, sino también hacer camino; una resignación que no sólo nos atemoriza, sino que nos atrinchera en nuestras «sacristías» y aparentes seguridades; una resignación que no sólo nos impide anunciar, sino que nos impide alabar, nos quita la alegría, el gozo de la alabanza. Una resignación que no sólo nos impide proyectar, sino que nos frena para arriesgar y transformar. Por eso, Padre nuestro, no nos dejes caer en la tentación. 
Qué bien nos hace apelar en los momentos de tentación a nuestra memoria. Cuánto nos ayuda el mirar la «madera» de la que fuimos hechos. No todo ha comenzado con nosotros, y tampoco todo terminará con nosotros, por eso cuánto bien nos hace recuperar la historia que nos ha traído hasta aquí.
 Y, en este hacer memoria, no podemos saltearnos a alguien que amó tanto este lugar que se hizo hijo de esta tierra. A alguien que supo decir de sí mismo: «Me arrancaron de la magistratura y me pusieron en el timón del sacerdocio, por mérito de mis pecados. A mí, inútil y enteramente inhábil para la ejecución de tan grande empresa; a mí, que no sabía manejar el remo, me eligieron primer Obispo de Michoacán» (Vasco Vázquez de Quiroga, Carta pastoral, 1554).
 Agradezco, paréntesis, al Señor Cardenal Arzobispo que haya querido que se celebrase esta Eucaristía con el báculo de este hombre y el Cáliz de él. Con ustedes quiero hacer memoria de este evangelizador, conocido también como Tata Vasco, como «el español que se hizo indio». La realidad que vivían los indios Purhépechas descritos por él como «vendidos, vejados y vagabundos por los mercados, recogiendo las arrebañaduras tiradas por los suelos», lejos de llevarlo a la tentación y de la acedia de la resignación, movió su fe, movió su vida, movió su compasión y lo impulsó a realizar diversas propuestas que fuesen de «respiro» ante esta realidad tan paralizante e injusta. El dolor del sufrimiento de sus hermanos se hizo oración y la oración se hizo respuesta. Y eso le ganó el nombre entre los indios del «Tata Vasco», que en lengua purhépecha significa: Papá.
Padre, papá, Tata, abba. Esa es la oración, esa es la expresión a la que Jesús nos invitó.
 Padre, papá, abba, no nos dejes caer en la tentación de la resignación, no nos dejes caer en la tentación de la acedia, no nos dejes caer en la tentación de la  pérdida de la memoria, no nos dejes caer en la tentación de olvidarnos de nuestros mayores que nos enseñaron con su vida a decir: Padre Nuestro».

A esta generación no se le dará más signo que el signo de Jonás



Evangelio según San Lucas 11,29-32. 


Al ver Jesús que la multitud se apretujaba, comenzó a decir: "Esta es una generación malvada. Pide un signo y no le será dado otro que el de Jonás. 

Así como Jonás fue un signo para los ninivitas, también el Hijo del hombre lo será para esta generación. 

El día del Juicio, la Reina del Sur se levantará contra los hombres de esta generación y los condenará, porque ella vino de los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón y aquí hay alguien que es más que Salomón. 

El día del Juicio, los hombres de Nínive se levantarán contra esta generación y la condenarán, porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás y aquí hay alguien que es más que Jonás.